sábado, 17 de enero de 2015

FRANCISCO SOTO, ENTREVISTA EN EL PASADO - 1936


Con el anhelo de registrar en EL QUILMERO algunas referencias de antaño hice uno de mis habituales transmigraciones en el tiempo. Llegué a 1936, para visitar a algunos viejos vecinos de aquel entonces.
En la plaza San Martín, me quedé un rato contemplando la hermosa fuente que hizo instalar allí el juez de paz don Pedro Giráldez en 1870 (hoy sus “restos” están en la plaza Aristóbulo del Valle), con sus cuatro estatuas que representan a las estaciones del año y llegué a la esquina de Alsina y Sarmiento; en diagonal con esta esquina está la casa de don Francisco Soto, a quien visité. Me recibió con su llaneza criolla y se prestó con agrado a la entrevista, advirtiéndome, con real modestia, que no era mucho lo que podría contarme.
UN VIAJE AL PASADO QUILMEÑO
EL QUILMERO.- Muchas gracias don Francisco por recibirme con tanta gentileza. Usted es uno de los vecinos más viejos hoy en día en Quilmes ¿Verdad? 
FRANCISCO SOTO.- No me precio de ser el más viejo de los quilmeños, por más que en la carrera de los años vividos, puedo asegurarles que no voy a ocupar mal lugar; pero eso sí, le afirmo que soy de los contados que a los 88 años se abrigan aún bajo el mismo techo que los vio nacer. Pues ha de saber que yo nací aquí, en esta casa, donde ahora estamos, el 17 de enero de 1847, cuando Don Juan Manuel de Rosas gobernaba en la Provincia y en el país y mi tío don Manuel Gervasio López, su gran admirador y amigo, gobernaba en Quilmes como juez de paz. En esta casa funcionó el juzgado de paz mientras se construía el edificio de Rivadavia y Sarmiento, que fue la segunda municipalidad de Quilmes. No la que está ahora (se refiere a la Casa del Cultura levantada en 1912) Fueron mis padres Manuel Doroteo So­to y Trinidad Acosta. Mi padre fue municipal (concejal) entre 1870 y 1873, fue uno de los municipales que en 1873, impulsados por el Dr. Wilde, lograron cambiar el alumbrado público con velas de sebo por el querosén; agregando un progreso más al pueblo que recién estrenaba ferrocarril (1872) En 1875 fue juez de paz, mi padre.
EL Q.- Años de progreso vertiginoso para el Pueblo que estaba abotargado desde hacía algunas décadas. Y su familia fue protagonista. 
F.S.- Así es... (se queda pensando) 
El Q.- Entonces usted es pariente de los Casavalle, pues una hija de López, prima suya, se casó con Carlos Casavalle, vecino ocasional de Quilmes en su casa de Mitre esquina Nicolás Videla.
F. S.- ¿Casavalle?... 
EL Q.- Casavalle era el propietario de la Librería de Mayo, que por el valor histórico de sus publicaciones se lo llamó el “Librero de la Patria”. [1] 
F. S.- ¡Ah! Sí, mi prima María Andrea. Mi padre le perdió el afecto a Casavalle cuando publicó ese horrible pasquín contra el Restaurador… que no voy a nombrar. [2] 
EL Q.- ¿A Manuel Gervasio López su tío, lo conoció? 
F. S.- Yo tenía 5 años cuando murió. Él había nacido en Buenos Aires. Fue juez de paz en 1939, tenía 39 años. Lo recomendó don Juan Manuel Gaete. Los Gaete fueron muy amigos de mi familia por generaciones. Aún hoy me veo con algunos. 
EL Q.- ¿Qué ocupación tenía Manuel Gervasio López? 
F. S.- Mi tío tenía una chacra en este parti­do y una pulpería cerca de Santa Catalina (oeste de Lomas de Zamora) En la se­gunda Restauración (año 1833) fue teniente de milicias de la compañía del capitán Grigera y fue comisionado por el General Pinedo para hacer tropas de ganado y abastecer al Ejército Restaurador. Con motivo de la caída de Rosas des­pués de Caseros, fue procesado, acusado de confiscación de bienes, pero luego lo absolvieron de culpa y cargo; sin embargo murió de pena poco tiempo después al ver mancillada su honorabilidad con tal proceso… Cuando lo destituyeron fue reemplazado por Martín J. de la Serna el 8 de febrero de 1852, lo recuerdo bien pues había estado en mi casa tomando mate ese día. A pedido de de la Serna se dividió el partido de los Quilmes creando el de Barracas al Sur que hoy se llama Avellaneda. En la nueva jurisdicción reducida del partido de Quilmes nombraron juez de paz a don Andrés Baranda… Mi padre repetía siempre que don Manuel Gervasio López había sido un hombre muy digno. 
EL Q. (Lo saco del tema que evidentemente lo entristece) ¿Cómo era el Quilmes de su niñez y juventud? 
F. S. ¡Sí! (Recupera rápidamente el ánimo) Yo conocí a Quilmes en “pañales edilicios”, con escasas construcciones de material, muchos ranchos y predominaban los baldíos sin cerco y todo a la “buena de dios”. Mi señora madre que también murió a fines de 1862, sabía decir, no sé si en broma o en serio, que no quería ser enterrada aquí, por temor que turbasen su último sueño los cerdos de Marteluna. 
EL Q.- ¿Marteluna? 
F. S.- Se trataba de un vecino de este barrio (Se refiere al centro de Quilmes) cuya piara andariega, no sólo llegaba hasta la plaza principal en sus dañinas correrías alimenticias, sino que hasta se atrevía a cruzar la calle, que hoy se llama Rivadavia, e iba a hozar en los terrenos de la Iglesia parroquial donde estaba el enterratorio. 
EL Q.- ¡Ah! Sí. El Dr. Craviotto lo nombra en su libro. 
F. S.- Claro, yo se lo conté ¿Escribió un libro? 
EL Q.- Sí, primeros lo publicó el Archivo de la Provincia y luego la Municipalidad, “Quilmes a través de los años”. Pero cuénteme ¿Cómo eran esos pañales edilicios que usted menciona don Francisco? 
F. S.- Conocí la antigua Casa Municipal, la que hizo construir don Andrés Baranda, cuyo frente más o menos era el que conservaba hasta el año 1910, en que se construyó el actual Palacio que diseñó el arquitecto Ítalo Benedetti, y re­cuerdo también la antigua Iglesia. Si señor, la recuerdo como si fuera hoy y le hablo del año 1852. Era una construcción de material sobre la calle Mitre, casi a mitad de cuadra, de “media agua” como se decía entonces, más bien pequeña. Sobre uno de sus muros se elevaban dos pilares que servían de soporte a una viga, de la que pendían dos cam­panas cuyas sogas caían hasta el suelo. Yo hice un día de sacristán campanero (ríe a carcajadas) Una travesura infantil que todavía recuerdo. 
EL Q.- Cuente la travesura. 
F. S.- Bien. Se la voy a relatar, es bien corto el cuento. Mi madre me mandó a comprar hilo a la tienda “El Sol” de González, en la esquina de la calle del Comercio y la del Progreso, hoy son Mitre y Humberto Primo, y viendo las campanas y sus cuerdas colgantes, me tenté y se me ocurrió dar unos cuantos tirones de ellas y así lo hice. De inmediato llegó hasta mí, sorprendido por el inusitado repique, el Párroco Andrés Ramos, [3] con el propósito de darme una severa reprimenda, pero al recono­cerme, comprendió la infantilidad de la falta y me acompañó hasta aquí, donde me entregó a mi madre que luego se encargó de la reprimenda (ríe a gusto)
Casa que hizo levantar el cura párroco Andrés Ramos y luego vendió a don Andrés Baranda

EL Q.- Su padre fue concejal, es decir municipal como se denominaban antes y luego juez de paz ¿Usted desempeñó algún cargo público en el partido de Quilmes?
F. S.- En el año 1869 fui nombrado Alcalde del Cuartel 1º, (el área céntrica de Quilmes) designación salvadora, pues como funcionario público se me permitió quedar en Quilmes y no formar parte de la “leva para las fronteras’’ que se hacían temporal­mente. Había, sido designado oficial del contingente que ese año debía mar­char, y debo confesarle que recibí muy complacido la alcaldía, que me eximía de ‘visitar’ a los pam­pas, tehuelches y ranqueles, visitas que a veces duraban años y de las que no todos volvían y si volvían, bastante maltrechos por cierto. 
EL Q.- ¿Cuál fue su actuación en la llamada Revolución del `80? 
F. S.- En 1880, cuando la Revolución, yo no estaba en Quilmes, me encontraba en el Azul dedicado a la ganadería. Allí conocí y traté en ese entonces a los comandantes Leyría, Villar y Supisiche y
también al general Nicolás Levalle, que me dispensó y honró con su amistad. Tenía parientes en Quilmes, pero con su apellido correcto no el que le pusieron cuando llegó a América. [4] 
EL Q.- Pero después retornó a Quilmes. 
F. S.- Volví a Quilmes después de larga ausencia ya en 1897, y he sido empleado nacional del Ministerio de Agricultura, inspector general del Municipalidad… siempre me interesó el tema de la ganadería y la agricultura... y fui un buen jinete. Supe tener una de las tropillas de alazanes más lucida del Partido, mejor que la del vasco Ourracarriet, por cierto. 
EL Q.- Conoció a casi todos los grandes hombres que le dieron a Quilmes a fisonomía que hoy tiene. A ese período, yo lo llamo la Tercera Fundación. 
F. S.- Efectivamente. Los conocí a todos y tuve trato con varios de
ellos: Don Andrés Baranda, que era vecino mío; Don Tomás Flores el primer juez de paz electo, un hombre bonachón; al Dr. Wilde, una eminencia que estaba siempre dispuesto a ayudar a la gente, de trato cordial con todos por igual; a Matienzo, a su tío don Carlos Morel; a un querido amigo don José Andrés López y a sus hijos Rodolfo y José Eduardo, este último fue intendente; a Santiago Goñi, a Juana Gauna que impulsó la creación del primer hospital con aquella mujer imponente que fue doña Federica Dorman de Quijarro, "la embajadora" como le decían, que se paseaba por Quilmes en un breck destartalado que ella misma conducía con un matungo achacoso; los doctores Julio Fernández Villanueva, Pacífico Díaz y Pedro Elustondo … yo voté a Elustondo, a don Santiago Valerga y por supuesto al joven don Isidoro... muchos, muchos más. Tendríamos que estar hasta mañana nombrando a toda esa gente notable, pero ya es tarde y estoy un tanto cansado. Los años no vienen solos. 
EL Q.- Si no es mucha molestia don Francisco ¿Podría facilitarme  algunas fotos suyas?
F. S.- No es molestia. Aquí tengo unas que le di vez pasada al periodista de "La Verdad", que también vino a hacerme una nota. Ahora, con tantos años en este pueblo, soy como una especie de rareza... (ríe) Esta me la sacaron en la "Cigarrería del Fotógrafo" que estaba en la calle Rivadavia 52. Mirá la abundante barba que tenía... bien negra y brillante, le ponía mucho cuidado (ríe) Esta otra es más reciente, me la tomó don Santiago de La Fuente ¿Lo conocés? Fue para esa publicación que te cuento.
EL Q.- Muchas gracias don Francisco. Las escaneo, ¡Bah!, digo, las copio y se las devuelve a la brevedad. Ha sido para mí un honor esta entrevista. Le daré saludos suyos a su bisnieto, Tacho, [5] que también es una figura notable en el Quilmes de mañana. 
RETORNO 
No me deja de asombrar descubrir en estas personalidades al Quilmes de ayer, la bonanza de su gente, el silencio amodorrado que sólo musicalizan los pájaros que sobrevuelan el pueblo por centenares. Salí de la casa de don Francisco, volví a cruzar la plaza y pensé ir hasta la casa de don Santiago Goñi que vive allí cerca, pero ya no era una hora apropiada para una visita, sobre todo que en esta época aún no hay celulares para avisar con antelación y los teléfonos aún son lujos de algunos pocos. De modo que tomé rumbo al enclave estratégico desde donde despego a mis transmigraciones temporales y volví a este 2015, que recién empieza. 
Investigación y ‘entrevistador’ Chalo Agnelli
Quilmes, 1987 - 2014 
elquilmerofm@yahoo.com.ar
chaloagnelli@yahoo.com.ar



FUENTE 
Periódico “La Verdad” Número aniversario, 1936. 
REFERENCIAS

[1] Carlos Casavalle, impresor y bibliófilo de Ricardo Piccirili. Y http://es.scribd.com 
[2] Se refiere a las “Tablas de Sangre” de Rivera Indarte. 
[3] Andrés Ramos y Otero fue párroco entre 1845 y 1854, había hecho construir la casona de la esquina NE de Rivadavia y Sarmiento que luego le compró don Andrés Baranda y fue la residencia de sus descendientes hasta 1972 en que se derribó para hace un alto edificio. 
[3] Nicola Levaggi nació el 6 de diciembre de 1840, en Cicagna, Génova. Era hijo de Lorenzo Levaggi y Benedicta Daneri. Llegó a la Argentina junto a sus padres, en 1842, radicándose en la ciudad de Buenos Aires. Al arribar al país, los oficiales de la aduana castellanizaron su nombre, transformándolo en Nicolás Levalle. El 10 de octubre de1857, ingresó como asistente en la Academia Militar; dos años más tarde, en 1859, se encontraba en la 2º Compañía del 1er Escuadrón del Regimiento de Artillería Ligera, actuando también como asistente. Participó en la Guerra de la Triple “Infamia” donde fue herido dos veces y de la Conquista del Desierto. Fue uno de los fundadores del Círculo Militar, jefe del estado mayor, general y tres veces ministro de guerra y marina bajo las presidencias de Miguel Juárez Celman, Carlos Pellegrini y José Evaristo Uriburu. Comandó las tropas que vencieron en la Revolución del Parque de1890, y mantuvo una estrecha relación con Julio Argentino Roca. Gravemente enfermo, para intentar curarse viajó a Francia, pero al enterarse que no tenía remedio, regresó para morir en su patria adoptiva. No lo logró: murió el 28 de enero de1902, a bordo del barco que lo traía, ya cerca de Buenos Aires. Sus restos descansan en el cementerio de la Recoleta. 
[4] Ver en EL QUILMERO del 29 de mayo de 2012 OSCAR TACHO SOTO - BIOGRAFÍA - "EL ÁRBOL DE LA BUENA SOMBRA" y en RETRATOS EN LA CIUDAD del martes, 9 de diciembre de 2014, OSCAR TACHO SOTO - MÚSICO Y ECOLOGISTA (MAYO 2003)

1 comentario:

Luis Quijote dijo...

¡Como cambia la vida!...
Y no siempre para bién...
En esta involución se perdió el hábito de vivir en un mismo lugar durante mucho tiempo.
Pero no fue por circunstancias de mejoramiento edilicia, sino porque son MUY POCOS los protagonistas que pueden mostrar una trayectoria limpia.
Hoy viven haciendo cagadas (perdón por el exabrupto) y cambian de domicilio para no ser localizados.
Lamentable.