jueves, 28 de mayo de 2015

LA CAPILLA DE LOS ESCOCESES Y LOS COLONOS DE MONTE GRANDE

 a Graciela Linari (1941-2022)
Los que el Dr. Pozzo menciona como ingleses en realidad, eran en su mayoría, escoceses (aunque entre los colonos titulares varones se registran por lo menos 21 ingleses sin contar a sus familias) y el artículo se refiere a Monte Grande cuando esta localidad era parte del vasto partido de Quilmes (El Partido de La Paz, hoy Lomas de Zamora donde está incluida la localidad de Monte Grande se separa del partido de Quilmes en 1852, junto con Barracas al Sur, Avellaneda), así como la capilla lo integró hasta 1891, en que pasó a formar parte del nuevo partido de Florencio Varela. Este documento nos fue facilitado por la señora Julieta Stuart Pennington cuyo bisabuelo fue uno de los benefactores de dicho templo de culto cristiano presbiteriano. Las referencias a varios de estos inmigrantes escoceses se puden completar en el extraordinario “Diccionario de británicos en Buenos Aires” de la abogada e historiadora Maxine Hanon que usamos para ampliar al pie la semblanza de esta porción de historia de un territorio que alguna vez fue Quilmes.
Dr. Fernando Pozzo
El Dr. Fernando Pozzo fue una personalidad rutilante en la cultura quilmeña, tanto él como su esposa Cecilia Rodríguez dejaron un legado hudsoniano incalculable e invalorable. [1] Con solo recorrer a los bibliógrafos hudsonianos se puede sondear en la vida de este entrerriano de origen genovés que fue modelo “quilmero” de hombre público, médico y militante de la cultura.
LA CAPILLA DE LOS INGLESES Y LOS COLONIA DE MONTE GRANDE
Dedico este trabajo a
doña Merecedes Ayala de Hutchison, “Mamavieja”
y a Graciela Linari, periodista e historiadora 
Por Dr. Fernando Pozzo Para LA NACION) - QUILMES, abril de 1942
 
En el antiguo camino de tierra que va desde Florencio Varela a Mar del Plata, casi a mi­tad del recorrido entre aquel pueblo y Brandsen, se encuentra un viejo edificio al cual, desde tiempos pasados, llaman en ese pago La Capi­lla de los Ingleses. [2]
Se trata de una construcción todavía en buen es­tado y que comprende una casa de dos pisos, delante de la cual y unida a ella se ve un salón en saliente hacia el frente que ostenta un gran portón de ma­dera. Rodéalo un enmarañado monte con superficie de 13 hectáreas, formado por árboles casi centena­rios muchos de ellos. Frente a la entrada de la capi­lla un enorme ciprés luce su gallarda figura circun­dado por un pequeño jardinillo redondeado, en el que crecen plantas en su mayoría silvestres.
No está el edificio al borde del camino, sino unas dos cuadras hacia adentro; pero el curioso que se interese por conocerlo, con preguntar al primer tran­seúnte que halle tendrá noticia exacta del sitio en que se encuentra. Vale la pena llegar hasta allí. Al frente, sobre la entrada de la capilla, campea una inscripción que dice:
 "Saint John’s Church
founded in 1853
opened in 1856" 
BIBLIAS 
Al abrirse las grandes puertas de la iglesia se en­cuentra el visitante con una doble fila de bancos y un púlpito que conserva aún sus adornos de tercio­pelo rojo. Sobre uno de los extremos de cada banco descansan cuatro libros, Biblias que pertenecieron a los cuatro asistentes al oficio que se sentaban allí.
En un estante hay más libros, más o menos 150, y todos tienen en la primera página el nombre de sus dueños: Brown,[3] McNeil, Guthie, [4] Davidson, [5] etc. Bi­blias viejas, algunas manuscritas, un poco carcomi­das todas ellas por la polilla.
La honda emoción que se siente al penetrar en ese lugar nos deja pensativos y nos lleva a los años de Caseros, cuando toda esa comarca era una parte de la gran pampa, y nos hace imaginar a los feli­greses dotados de una fe tal que los hacia arrostrar las penurias de los caminos de la época y las largas distancias por cumplir con su religión, desafiando las lluvias prolongadas del invierno o los soles arre­batadores del verano; porque esa capilla fue fundada allí, justamente, para “comodidad” de los británicos residentes en Quilmes, San Vicente, Monte Grande, Monte Chingolo y hasta Chascomús. 
NUESTRA CAMPAÑA 
Acuciado por el interés del asunto, púseme a buscar antecedentes, difíciles, por cierto, de conseguir; pero tuve la suerte de visitar a la Srta. McNeil, hija de quien fue pastor de esa iglesia y que con su padre vivió algunos años en ella. La Srta. McNeil me pro­porcionó un libro: "Records of the Scottish Settlers in the River Plate and their Churches”,[6] por James Dodds, con una introducción del Rev. J. W. Fleming y editado por Grant and Silvester en 1897, después de haberlo buscado durante años. Es sumamente ra­ro e interesante, pues contiene datos de gran valor histórico no sólo para los británicos y los argentinos, sino también para los que queremos rehacer la historia de nuestra campaña. 
COLONOS 
En 1824 los hermanos John y William Parish Ro­bertson se dirigieron al gobernador y capitán general de la provincia [7] proponiéndole un contrato por él cual se comprometían a traer cierto número de familias europeas, no menos de 200, y que en su
total com­pusieron un núcleo de 600 personas. En compensa­ción solicitaban del Gobierno tierras aptas al sur de la provincia, así como dinero y útiles de trabajo en préstamo. Esta colonia deberla tener sus propios ma­gistrados elegidos entre los más honorables miem­bros de la colana, su milicia propia y la libre práctica de la religión protestante. 
Por decreto firmado por Rivadavia el 11 de mayo de 1824, fueron aceptados los nueve puntos propuestos por Robertson y en ellos se incluía el permiso para practicar la religión protestante. Este permiso implicaba el reconocimiento, por primera vez en nuestro país, de la libertad de cultos. 
Los colonos escoceses llegaran a Buenos Aires en el buque Symmetry el 11 de agosto de 1825, [8] siendo todos los gastos atendidos por los hermanos Robert­son (en realidad el buque británico llegó el 2 de agosto y el 11 desembarcaron la mayoría de los colonos). La nueva colonia debía constituirse lejos de la ciudad, junto a las fronteras de la provincia. Difi­cultades insospechadas e insuperables impidieron que así se hiciera, determinándose al fin que ella se es­tableciera cerca de la ciudad, conviniéndose que formarían un establecimiento exclusivamente dedicado a la agricultura, y como el Gobierno no poseía tie­rras en lugares cercanos, los Robertson compraron las tres chacras que habían de ocupar, por las que pagaron 60.000 pesos fuertes. El sitio elegido fue Monte Grande, y la colonia comprendía, además de las tres chacras, la residencia de los Robertson, San­ta Catalina, [9] que aun existe y que más tarde fue escuela de Agricultura y hoy constituye el Instituto Fitotécnico de la Universidad Nacional de La Plata. 
Los Robertson pusieron en la empresa toda su fortuna y la colonia [10] funcionó durante tres años con extraordinario éxito. En 1828, la guerra con el Brasil, y sobre todo la revolución de Lavalle, terminaron con ella, arruinándose los Robertson. En cambio los industriosos agricultores consiguieron ganar dinero llegando muchos de ellos, años más tarde a hacer grandes fortunas. 
MARTÍN RODRÍGUEZ 
Los gobiernos del general Martín Rodríguez y de Rivadavia - desde 1820 a 1827 - transformaron a Bue­nos Aires en todos los órdenes. Tolerancia religiosa, fomento de la educación pública, organización del Crédito Público y la promulgación de leyes rurales convirtieron la ciudad en modelo de cultura y de libertad política y civil. Durante el gobierno de Rodríguez llegó el primer ministro de los Estados Unidos y Portugal reconoció nuestra independencia. Gran Bretaña acreditó ante nuestro gobierno un cónsul general con grandes poderes. Chile envió un minis­tro plenipotenciario y el Rey de España destacó emisarios para negociar la paz. Se hizo un tratado del comercio y de amistad con Colombia. El Reino. Unido, bajo la inspiración de Canning, celebró un tratado de amistad y comercio con las Provincias Unidas del Río de la Plata. [11] Fue durante el gobierno de Martín Rodríguez cuando se ratificaron las buenas ideas económicas y políticas que, con respecto a los extran­jeros, había ya proclamado la Revolución: mutua libertad de comercio, ejercicio de los derechos civi­les, abolición de la esclavitud, perfecta libertad y construcción de iglesias para todos los credo á cristianos. 
SANTA CATALINA 
En medio de esta armadura de seguridad se fundó en 1825 la colonia de Santa Catalina, que en tres años decayó, arruinando a sus fundadores. 
Rosas y López, de Santa Fe, al constituir el Par­tido Federal, se trabaron en lucha con Lavalle, Paz y otros, que formaban el Unitario. Después de gran­des desastres para la campaña, Rosas venció en 1829 a Lavalle en Puente Márquez. El Partido Unitario quedó entonces y para siempre vencido, ya que nunca más habría de volver al Gobierno. 
* * * 
Al disolverse la colonia después de muchas pe­ripecias y trastornos, se dispersaron sus componentes, yéndose a la ciudad sus integrantes, donde trabajaron como albañiles, carpinteros, herreros, etc. lle­gando muchos de ellos a tener éxito, como James y William White, [12] Thomas Bell [13] y William Grierson,[14] que fabricaron gran cantidad de carros de modelo nuevo y especialmente aptos para transportar mercaderías. Otros se establecieron en Chacras como los Robson, [15] Brown y Young en el distrito de Quilmes; los Barclay y otros es San Vicente y los Graham en Chascomús. 
En el lugar ocupado por la colonia quedaron algunas familias que vivieron allí hasta 1858. La señora Grierson en Los Paraísos; su hijo William Grierson en El Ombú, la Sra. de Enrecalde, [16] hija de la señora Grierson y Turnbull Clark en la quinta llamada La Chacra; Mr. Thomas Bell en unas tierras vecinas pertenecientes a la familia Ortega. 
En 1858, además de esas propiedades, la casa de Santa Catalina, las ruinas del molino y una tapera en las orilla del arroyo, eran lo único que quedaba de la colonia. 
MONTE GRANDE 
Entre las innovaciones interesantes introducidas en la colonia, a decir del “British Packet” del 23 de agosto de 1828, aparece el uso del tala para cercos. Anteriormente se usaba el foso, que además de caro era inseguro para los agricultores. El tala, que es espinoso, no es destruido por animal alguno, y en tres años forma un cerco cerrado que resulta permanente, barato y hermoso. 
La dispersión de los ex colonos de Monte Grande a través de la vasta Pampa que comprendía el anti­guo partido de Quilmes y Chascomús determinó que los pastores de la iglesia protestante hicieran giras para que aquéllos pudieran cumplir los preceptos de su religión y que más tarde fundaran una capilla en sitio de acceso más o menos fácil.
Muchos fueron los ex colonos que se hicieron pro­pietarios y se establecieron en los alrededores de Quilmes, entre ellos James Brown y William Young, cerca del nacimiento del arroyo Las Piedras; Tomás Robson, sobre el arroyo de Conchitas (lindando con la propiedad de Daniel Hudson. donde nació Guiller­mo Enrique), todo en el distrito de Quilmes. Cerca de ellos: James Rodgers [17] y Robert y James Barclay y en el de San Vicente; James Cathcart, James Pettigrew, los M’Reavies, Scotts, Blacks y otros acampa­ron en las vecindades de Monte Chingolo. De tiem­po en tiempo el Rev. William Brown efectuaba servicios religiosos en la residencia de James Brown (hoy partido de Florencio Varela), hasta 1849, continuando después estos servicios el Rev. Dr. Smith. Fundóse así una congregación que culminó con la construcción de la St. John’s Church (iglesia de San Juan), abierta al público en 1855. El animador de esta fundación fue el Rev. Dr. James Smith. 
PIEDRA FUNDAMENTAL 
El 27 de marzo de 1854, al colocarse la piedra fundamental de la capilla, ante público numeroso, Mr. Gilbert Ramsay pronunció el discurso de circuns­tancias, diciendo: “Este edificio sagrado, que se erigirá en la pla­nicie de Buenos Aires, representa un sencillo monumento a los primeros colonos escoceses, a la vez que un testimonio y un incentivo para sus descendientes, un legado que no habrá de perderse, un punto de reunión para los futuros inmigrantes que lleguen a estas hospitalarias costas y un vínculo de bienaventuranza y unión sagrada en que el rodar del tiempo se ha de fortificar y acrecentar”. 
Los concurrentes firmaron luego un documento que fue encerrado en una botella y depositado en una caja de plomo y que contenía además ejempla­res del "British Packert”, “La Tribuna" y el “Ilustrated London News”. Agregaron algunas mo­nedas y se depositó todo ello sobre la piedra que los guardaría para siempre. 
Dice así el documento: “La piedra fundamental de la Capilla de San Juan, construida por subscripción voluntaria para co­modidad de los miembros de la Congregación Presbi­teriana Escocesa residente en los distritos de Quil­mes y San Vicente, fue colocada por el Rev. James Smith, capellán de dicha congregación, en presencia de los testigos abajo firmantes, el 27 de marzo del año de Nuestro Señor 1854; año 17 del Reinado de S. M. la Reina Victoria la Reina del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda; siendo Presidente de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia él Rev. Dr. Barr. de Glasgow; su excelencia el Dr. Don Pastor Obligado Gobernador y Capitán General de la Provincia de Buenos Aires; Dn. Laurentino González,[18] Juez de Paz de Quilmes, en cuyo distrito está situada la Capilla, y Dn. José Vidal, Juez de Paz de San Vi­cente, distrito colindante. El lugar ocupado por la Capilla, al que se agre­gan dos cuadras (aproximadamente ocho acres ingle­ses) de tierra, fue cedida generosamente por el pro­pietario de la Estancia Santo Domingo, Don Juan Davidson. El plano de la Capilla aceptado fue hecho por el arquitecto don Eduardo Taylor y los contratistas son los Sres. Alejandro M´Phail y Roque Petruchi. Quiera el Dios de la Verdad y Padre misericordioso bendecir y hacer prosperar la obra, para ala­banza y gloria de su gran nombre por intermedio de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.”

LOS PARISH ROBERTSON 
Juan y Guillermo Parish Robertson, que habían ganado grandes sumas en negocios en el Río de la Plata y en las costas del Pacífico y que conocieron, trataron y admiraron al general San Martín, queda­ron en la mayor pobreza, ausentáronse definitivamen­te a Inglaterra, donde publicaron en 1838, sus famoso “Letters of Paraguay”, traducidas en 1918, por el Dr. Carlos Aldao y publicadas en la Biblioteca de La Nación. También “Francia’s Reing of terror" en 1839, y “Letters on South America” en 1843.
   
Juan Parish Robertson fue realmente uno de los británicos más extraordinarios que vinieron al Río de la Plata. Fue el iniciador del comercio con el Paraguay, el primero que envió un barco a vapor al Río de la Plata, el primero que estableció extensas relaciones con la costa del Este y el primero que intentó la agricultura en gran escala en Buenos Aires.
Dr. Fernando Pozzo [19] 
Gentileza de Julieta Stuart Pennington
TRISTE FINAL 

Se percibe poco respeto y consideración hacia el patrimonio que da testimonio de nuestros pasado, para algunos por intereses monetarios para otros convencidos que “no hay que atarse al pasado” o “quedarse atado al pasado”. Los primeros seguramente son los que prefieren que se olviden de algunos sucesos personales o públicos. Los segundos están acertados; las ataduras siempre son malas, pero no se debe desconocer que si en el presente olvidamos el pasado podremos repetir los mismos errores en el futuro; y si en el presente recordamos los buenos momentos pasados tenemos más oportunidad de reditarlos en el futuro y hasta de mejorarlos. Pero todas estas ideas son muy subjetivas. La memoria es subjetiva.

Algo de lo predicho aconteció con esta Capilla que con tanto afecto describe el Dr. Fernando Pozzo. Nos contaba la historiadora Graciela Linari, bajo el título ‘Hoy la memoria varelense está de duelo’ (http://www.varelaenred.com.ar), que “en el atardecer del 25 de noviembre se inició un incendio que puso fin a la vida de la antigua Capilla de Saint John, pequeño templo presbiteriano
declarado Monumento Histórico Provincial en 1998 (proyecto presentado por el senador provincial doctor Luis Esteban Genoud) y abandonado a su suerte sin que, desde los distintos estamentos del estado municipal, provincial o nacional, se arbitraran los recursos para su preservación.” 
Esta nota se publicó en EL QUILMERO del jueves, 26 de noviembre de 2009 - LA MEMORIA ESTA DE DUELO - SE INCENDIÓ LA CAPILLA PRESBITERIANA SAINT JOHN http://elquilmero.blogspot.com.ar/2009/11/la-memoria-esta-de-duelo.html/ y el domingo, 29 de noviembre de 2009. AIRADAS VOCES REPUDIAN EL INCENDIO DE LA CAPILLA (COLABORACIÓN)http://elquilmero.blogspot.com.ar/2009/11/airadas-voces-repudian-el-incendio-de.html/

Compilación y transcripción Chalo Agnelli
Director del Blog
Integrante de la Comisión Administradora
de la Biblioteca Popular Pedro Goyena

FUENTE

Diario La Nación del domingo 10 de mayo de 1942.
Hanon Maxine. “Diccionario de Británicos en Buenos Aires” Ed. de autor Buenos Aires. 2005.
Linari Graciela. “Florencio Varela, Pueblo mío…” Ed. de autor. Florencio Varela, 1999.
Documentación personal de la Sra. Julieta Stuart Pennington.
NOTAS

[1] Ver EL QUILMERO del lunes, 29 de julio de 2013 CELIA RODRÍGUEZ DE POZZO, TRADUCTORA DE HUDSON http://elquilmero.blogspot.com.ar/2013/07/celia-rodriguez-de-pozzo-traductora-de.html/ 

[2] En realidad era un Templo de la colectividad escocesa. 

[3] Se refiere a James Brown (n.1800-8.9.1850), escocés que llegó con su esposa Mary Hope a Buenos Aires en 1825 en el buque británico Symmetry. El 14 de agosto de 1837 adquirió 945 hectáreas en los pagos de Quilmes (hoy Florencio Varela) cerca del arroyo Las Piedras. Fue el abuelo de John James Brown, uno de los “siete Brown” futbolistas del equipo “Alumni”. (Ver “Diccionario de Británicos en Buenos Aires Pp. 175/176)

[4] Se refiere a Thomas Guthrie (19.11.1843-3.11.1900), de Edimburgo, según Graciela Linari en su libro “Florencio Varela, Pueblo mío…” Pág. 35 Estaba casado con Mary Brown hija de James Brown. 

[5] Ver “Diccionario de Británicos en la Argentina” Pp. 256/257. 

[6] “Los registros de los colonos escoceses en el Río de la Plata y sus Iglesias”. Se halla en la web http://www.cyclopaedia.es 

[7] Martín Rodríguez (1771 – 1845) gobernador desde 20 de setiembre 1820 hasta 2 de abril de 1824. 

[8] Los escoceses embarcan en Leith, y tras poco más de 2 meses de navegación, el 2 de agosto de 1825 (algunos autores mencionan como fecha el 11 de agosto, pero este fue el día en que desembarcaron) llegan a Buenos Aires. El contingente estaba formado por 43 matrimonios, 42 hombres solteros, 14 mujeres solteras, y 78 niños. En total 220 personas, todas escocesas. 

[9] El registro documental del establecimiento tiene su inicio a mediados del año 1588, cuando don Juan Torres de Vera y Aragón, Capitán General y Justicia Mayor de las Provincias Unidas del Río de la Plata, extiende el título de propiedad de tierras y solares urbanos a don Pedro López de Tarifa para el establecimiento de su estancia. El nombre Santa Catalina aparece por primera vez como mención documental en una escritura del año 1819, en carácter de “Estanzuela de Santa Catalina”. En 1820, don Juan Manuel Arrotea adquiere la propiedad, la cual contaba para entonces con una superficie de 2.364 hectáreas, que representaban el 78% de la estancia original. La Estanzuela fue adquirida por los hermanos Robertson a Gibson en 1825. 

[10] La colonia tenía 6.500 hectáreas y llegaba desde la actual ciudad de Lavallol hasta el Riachuelo. Además de los 220 escoceses, vivían allí 158 nativos. 

[11] También durante este gobierno comenzó el drama de al deuda externa Argentina. Los hermanos Robertson propiciaron un empréstito que el gobierno de Rivadavia negoció con la firma Baring Brothers & Co. de Londres en 1824. Y esto fue posible gracias a que un consorcio representó al gobierno de Buenos Aires para la colocación del empréstito. Consorcio encabezado por Braulio Costa, Félix Castro, Miguel Riglos, Juan Pablo Sáenz Valiente y los hermanos Parish Robertson, quienes en virtud del poder conferido celebraron el acuerdo en Londres con la firma Baring Brothers & Co. El gobierno argentino deseaba una colocación del 70%. Como la Baring pudo colocarlos al 85%, el 15% de diferencia resultante se repartió entre los integrantes del consorcio, incluidos los hermanos Robertson. Como el empréstito se contrató por 1.000.000 de libras esterlinas, el 15% de diferencia se repartió de la siguiente manera: 120.000 libras en carácter de comisión para el consorcio, y 30.000 para la Baring. Como en el contrato no se especificaba cómo llegaría el dinero a la Argentina, la firma Baring sugirió enviarlo en letras giradas contra casas comerciales de prestigio de Buenos Aires. No por casualidad, una de esas casas comerciales era la de Robertson y Costas, dos miembros del consorcio. Al final, del millón de libras que totalizaba el mismo, sólo llegaron a Buenos Aires unas 570.000 libras, en su mayoría en letras de cambio y una parte minoritaria en metálico. Finalmente, el préstamo no se usó - como estaba planificado - para la construcción del puerto de Buenos Aires, el establecimiento de pueblos en la nueva frontera y la fundación de tres ciudades sobre la costa entre Buenos Aires y el pueblo de Patagones, la dotación de agua corriente a la ciudad de Buenos Aires. El dinero se diluyó en créditos a los clientes del Banco de Descuento, otorgados a tasas más bajas que las del pago del empréstito. Ochenta años tardó el país en pagar la deuda. 

[12] Ver “Diccionario de Británicos en Buenos Aires”.  Pp. 842, 843, 844 y 845. 

[13] Ver “Diccionario de Británicos…” En agosto de 1829 formo una sociedad con William Grierson de “caballerizas y carros de tráfico”, rubro con el que también hicieron fortuna los hermanos White” Pág. 139.

[14] Abuelo de la primera médica argentina Cecilia Grierson. Ver “Diccionario de Británicos…” Pp. 377/378.

[15] Hugh Robson (dic. 1780, escocés. Su apellido original habría sido Robinson. Casado con Jane Ferrish. Llegó a la Argentina en el Symmetry como otros escoceses establecidos en Monte Grande. Tuvo siete hijos, Thomas, estanciero en Quilmes; Mary, Jane, Hugh casó con Jane Munroe Rodgers, Eduard, Peter y William Parish. Ver “Diccionario de Británicos en Buenos Aires” Pp. 711 a 713.

[16] Margaret Grierson (1823-1888) casada con el francés Miguel Enrecalde. Ver “Diccionario de Británicos…” Pp 378.

[17] James Rodgers, (1797 – 1857) Escocés. Ver “Diccionario de Británicos en Buenos Aires” Pp. 715/716.

[18] Laurentino González sucedió a don Tomás Flores. Aún no se había establecido el Juzgado de Paz y Municipalidad electiva que se instalará en 1856 con don Tomás Flores como primer juez de paz, presidente de la municipalidad, comisario de policía y comandante de frontero, electo, todos los cargos en una sola persona y “ad honorem”. Laurentino
González pertenecía a una familia de comerciantes criollos. Eran sus hermanos: Justino, Faustino, Remigio quienes con su hermano político José Domingo Córdoba monopolizaban el comercio de Quilmes en la campaña, menos Remigio establecido en la zona urbana. Así lo cuenta don José Andrés López en su “Quilmes de antaño” en el Cap. “Su comercio”. (única edición Pp. 248 a 253) 

[19] Ver en EL QUILMERO del miércoles, 10 de marzo de 2010. DR. FERNANDO POZZO Y LA HISTORIA EN QUILMES - MÉDICO, FUNCIONARIO Y LITERATO, PRECURSOR DEL ACERVO HISTÓRICO http://elquilmero.blogspot.com.ar/2010/03/el-dr-fernando-pozzo-y-la-historia-en.html/

Ver en EL QUILMERO del miércoles, 4 de diciembre de 2013 FERNANDO POZZO Y EL "DESCUBRIMIENTO" DE HUDSON POR JUAN CARLOS LOMBÁN http://bibliogoyena.blogspot.com.ar/2013/12/fernando-pozzo-y-el-descubrimiento-de.html/



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué lindo artículo, además de la pena por el final de la capilla. Yo la visité cuando todavía estaba más en pie, antes de este intencional incendio, producido sin duda por algunos lugareños interesados en ampliar por allí sus actividades agrícolas arrasando el predio, y con la ignorancia de lo que este Monumento representaba para toda la Provincia de Buenos Aires. Lamentablemente, las autoridades varelenses, a quienes alguna vez indirectamente les hice llegar una inquietud por el lugar, como la Gobernación, la ignoraron. Hoy podría ser un lugar de peregrinación incluso constituyendo un polo turístico con el hogar natal de Hudson, que resaltaría la propia calidad cultural del Partido de Varela. En fin, así estamos. Es uno de los Monumentos más antiguos en su tipo en toda la Provincia de Buenos Aires, en pie. Hoy ya no sé lo que queda verdaderamente de ello. Víctor Gullota

Anónimo dijo...

Muchas gracias por el interesante artículo desarrollado por el Prof. Chalo Agnelli
Varios de los apellidos nombrados en él, los escuché desde mi niñez en casa.
Y hasta acompañé a una descendiente de los Pennington, a un baile en el Náutico, allá lejos y hace tiempo, junto a una prima hermana mía y a José Craviotto… Mi tío Agustín Salvati vivió plaza por medio, en diagonal con la casa de los Pennington. Saludos cordiales.Ricardo Angelino