miércoles, 3 de febrero de 2016

LA COCHERÍA ESCOBAR, ENTREVISTA A DON JOSÉ ESCOBAR EN LOS 25 AÑOS DE QUILMES CIUDAD / 1916-1941



Por Chalo Agnelli
Esta vez mi viaje transmigratorio se concretó algunos años más acá. El año en que se cumplieron las bodas de plata de la declaración de Quilmes ciudad por la Ley Nº 3627, por la cual este 2016, celebramos un Centenario de esa designación, coincidentemente con los 350 años de la fundación de la segunda ciudad de la provincia y el Bicentenario de la Declaración de la Independencia Nacional el 9 de julio de 1816.
Era comisionado municipal en 1941, uno del los prohombres, que dejó en Quilmes una secuela de instituciones y colectivos culturales que persisten hasta hoy, aún en la conciencia de muchos quilmeños que no fuimos contemporáneos suyos, fue el Dr. Fernando Pozzo, quien asumió el 15 de mayo de 1940, sustituido el 15 de abril por don Alberto Valdez en el cargo hasta el 20 de mayo de 1942 que asumió ya como Intendente, el Dr. Manuel J. Cruz. 
COCHERÍA ESCOBAR 
Había o hay - pues ya estoy en 1941 - en la calle Videla entre Mitre
y Sarmiento, Videla 372, UT (Unión Telefónica) Nº 0001 (el primer teléfono de Quilmes) una cochería fúnebre, “Escobar Hnos.”. Todos recordarán las dos cabezas de caballo de mampostería que parecían salir de las paredes junto a las jambas verticales que sostenían el dintel en arco de los grandes portones. Era la cochería fúnebre que la gente de posición elegía para el boato final de la muerte. 
Era un solar que originalmente, desde 1818, perteneció a don Antonio Valle y luego fue adquirido por los Escobar. [1] Las importantes cocheras estaban a mitad de cuadra entre Sarmiento y Mitre y la casa familiar de don Juan Escobar en la esquina de Videla y Sarmiento. A ella me dirigí a entrevistar a don José Escobar quien tras tres generaciones conduce dicha empresa.
Él mismo me recibe con natural cordiali­dad, me hace pasar a su oficina, amplia y confortable con altos ventanales hacía Videla, se coloca a mi disposición con actitud cordial y su habla precisa, aplicada y rica en dicciones. Le expongo el motivo de la visita. Donde describimos cincuenta años de Quilmes a través de su vida y de una empresa fúnebre: gajes del oficio, anécdotas, ímpetus juveniles, deportivos, vecinos… 
EL QUILMERO.- Perdone la intromisión don José. Vengo a exigir su memoria para brindar a los lectores de un futuro lejano (no entro en especificaciones para no confundirlo y perder el objeto de la entrevista), a través de su palabra, aspectos quilmeños de sabor añejo.
JOSÉ ESCOBAR.- Poco tendré para decirles, amigo. 
EL Q.- Pero estará en condiciones de señalarnos la an­tigüedad de la firma que preside...
J. E.- Crea usted, sin embargo, que no es muy fácil responderles.
Tengo 61 años de edad; nací en esta misma habitación en 1880. Mis padres desde larga data, se dedicaban a estas actividades claro está, en otras condiciones. No obstante, no podría determinarle la fecha de fundación de esta casa, pero la firma no sólo brindaba servicios fúnebres, también - y aún lo hacemos por pedidos especiales - tenemos volantas y calesas para bodas; además de las carrozas fúnebres de dos categorías, una blanca para infantes y un furgón. Nuestros caballos azabache son los más famosos del pueblo; bueno de la ciudad ahora que cumplimos 25 años de esa distinción… Llegamos a tener las caballerizas con diez ejemplares, todos del mismo negro brillante e igual talla. Esa paridad hace más elegante el servicio, le da más relieve ¿No?
EL Q.- No recordaba lo de las bodas ¿Podría precisarnos el pri­mer casamiento a cargo de la firma?
J. E.- Nuestros archivos están un tanto incompletos y demandaría
una búsqueda extensa el proporcionarle ese detalle. En cambio puedo asegurarles que nosotros hemos procedido a la inhumación de los restos de los doctores José Antonio Wilde en 1885 y de Edmundo Fie­rro en 1886; del boticario Agustín Matienzo en 1896. Los restos de Wilde y de Matienzo están en el atrio de la Iglesia. También utilizaron nuestros servicios frecuentemente la Sociedad Italiana Cristóforo Colombo, que con nuestras volantas y victorias conducían a las niñas de nuestra sociedad a los bailes que realiza­ban. La comisión de recepción para esas fiestas estaba integrada por Bartolomé Marenzi, Martín Ourracarriet y Juan Ísola, estos dos últimos ya fallecidos. Recuerdo las tertulias de 50 años atrás, en las que se bailaba con la música de los me­jores intérpretes, el cuarteto “Quilmes”, integrado por Antonio Barrera en piano, Rodolfo Labourt y Juan Ithuralde en violines y Julio Fernández Villanueva, [2] en violoncello.

El cuarteto “Quilmes”, primer cuarteto de cuerdas que tuvo el pueblo (Circa 1887/1888) De pie Antonio Barrera, sentados Rodolfo Labourt, Juan Ithuralde, en violines, y Julio Fernández Villanueva en violoncello; médico, primer artista plástico nacido en Quilmes y músico que murió durante la Revolución del Parque, 1890,  atendiendo a los heridos. Revista “Quilmes en el recuerdo 1949 – 1987”. Fotos de la colección privada de don Alcibíades Rodríguez

El Q.- Y los cocheros ¿Cómo vestían?

J. E.- Nuestros cocheros fueron siempre los más elegantes pues se pone mucho esmero en los uniformes: levita con charreteras, galera de felpa, capote para los días de lluvia, botines de charol. Es famoso entre ellos el negro Tobías que está con nosotros desde adolescente. Vino a Quilmes con su madre de muy niño, pero tiene pocos años más que yo. Vive aquí, en los fondos. Es un hombre de fuerza extraordinaria de modo que él tiene a cargo las carrozas que llevan cuatro tiros, es decir, cuatro caballos. 
EL Q.- Indudablemente, habrán tenido, en ese entonces, grandes dificultades para desarrollar sus actividades ¿Verdad?
J. E.- ¡Y tantas! A fe que no se imaginan los trastornos de todo orden que debíamos soportar a causa de los caminos desastrosos que existían, si es que caminos podían llamarse las extensiones pantanosas y bordeadas de zan­jas. A los costados de la plaza Carlos Pellegrini (hoy San Martín) y frente a la iglesia, los co­ches se hundían hasta los ejes. Abandonando la calle Mitre, a partir de Matienzo, los caballos parecían que iban a desaparecer engullidos por el barro. Con só­lo decirles que para efectuar un entierro
debíamos partir a las 13 horas y llegábamos al cementerio bien entrada la noche. Podrá sa­car conclusión hasta qué pun­to encontrábamos dificulta­dos. Para mejor ilustrarles a este respecto, les diré que cuando, por motivos propios del oficio, tenía­mos que trasladarnos hasta San Juan (hoy Florencio Varela) sa­líamos en la tarde anterior, úni­ca manera de llegar a tiempo. Ca­da vez más fueron entorpeciéndose estos caminos a tal extremo, que nos vimos forzados a condu­cir los féretros por ferrocarril hasta Ezpeleta, de donde, en un furgón - que pronto se destrozaba obligando a su renovación - com­pletábamos el servicio.
Afortunadamente, poco tiempo después, aunque parcialmente, las difi­cultades decrecieron en intensi­dad, con el tosco empedrado con que se dotó al pueblo, por iniciativa de don Nicolás Videla. Esto acontecía allá por el año 1890... 
EL. Q.- ¿Cómo se llevaron y se llevan con la competencia? 
J. E.- ¡Magníficamente! Cuando hay muchos servicios con los Roverano nos repartimos. Además en este rubro siempre hay trabajo ¡Jajajajajaj…! 
EL. Q.- Sin duda. Pero pasando a otro tema, don José ¿Qué vecinos antiguos de Quilmes re­cuerda?
J. E.- Muchos nombres afluyen a mi memoria, aunque de distintas épocas. Puedo citar la familia de Baffico, uno de ellos se casó con Carmen Faggiano, cuñada del intendente José Andrés López, gran educadora allá en Rosario; como lo fue entre nosotros don Atanasio Lanz; el flebótomo Navarro; los March que también tuvieron cochería; los Huisi, dos fueron intendentes; los hermanos Risso:
Celestino, Pedro, Félix…; don Pedro Etchevertz, fue el constructor de la comisaría y la Escuela Nº 1; la familia de don Laurentino Aranda, un criollazo como lo fue mi vecino don Francisco Soto; los Aspitia, los Otamendi que son un montón y emparentados con todos; los Labourt, Dapena, Robinson, Pacheco, Rotelo, Tollo, Parody, Páez, Castellanos, los Del Valle, Moodie, los Matienzo-Dupuy, Giráldez, los Ithuralde, Barrera, Echelini, Dumpierre; los vascos Bazterrica, Laurnaga, Goñi…; el Pbro. Salgado un orador de alto vuelo y por supuesto el cura Bruzzone; Fassinetti,  Prom, Schultz, Arriaga, Rocca, Canaveri, Berbeni, Sanders, Yeates, Stanfield, Gán­dara, los Smith
que tiene un almacén, “La Figura”, en Rivadavia y Lavalle ; Silva quien aún tiene su almacén en la esquina de Rivadavia y Mitre, en diagonal con la Iglesia; en ese almacén recuerdo haber visto un tarro colorado de gran tamaño, en el que se guar­daba café, durante más de 45 años estuvo ese tarro en el mismo lugar, conservándolo su propietario con marcada obs­tinación, pese a los deterioros provocados por el correr del tiempo, se afirma que Silva lo mantenía en carácter de talisman…
EL. Q.- ¡Qué memoria extraordinaria don José! (lo interrumpo)
J. E.- Entre nosotros también residió José Evaristo Uriburu en “La Atalaya” la finca de las calles Santa Cruz (hoy Allison Bell) y Hum­
berto Primo a Bossi-Cáceres; más tarde perteneció a Cambaceres, y se llamó “La Elisa”, por Elisa Casares de Cambaceres y hoy es el Hospital. También recuerdo que con mucha asiduidad, Leandro Alem visitaba a los Ponce de León y a don Miguel Páez, líder políti­co del radicalismo de sólido prestigio en mérito a la delicadeza de su trato, el alto nivel cultural de que era po­seedor y la generosidad de sus sentimientos… un montón más… 
El Q.- Entre todos estos debió haber personajes típi­cos del Quilmes de antaño, como tiene todo pueblo en todas las épocas ¿Verdad señor Escobar?
J. E. - Conocí 50 años atrás, personajes característicos, entre ellos, a Pepe Silva y Cuitiño, hombres de la Ribera. Juan Cuitiño era hijo del mazorquero quien tuvo tierras en Bernal y se la expropiaron cuando fue condenado a muerte; este tenía una fonda en la avenida Otamendi, próximo al puente sobre el arroyo del medio o del Manzano, como le llamaban algunos, que atravesaba Otamendi, cada vez que un coche importante pasaba frente a su boliche se golpeaba su voluminoso vientre y gritaba “¡Viva Alem, muertos de hambre!”. Pepe Silva vivía en Humberto Primo entre Sarmiento y Paz, era un borracho consuetudinario y siempre estaba acompañado por un perro llamado “Palomo” que cuando su amo estaba tumbado durmiendo la mona, el perro se echaba junto a él y no permitía que alguien se acercara ni a pocos metros. Conocí a don Antonio Bellatti, un italiano popu­larmente conocido por “Tuñela”, que establecido con un pequeño hotel y a falta de empleados, se desempeñaba como cocinero, mo­zo, changador, usando la adecuada vestimenta para cada caso, y solicitándose a sí mismo, con fuer­te voz, los pedidos de los parro­quianos como si se dirigiera a terceros; primero había adquirido el hotel de Félix Rizzo en Alsina y Sarmiento, frente a la plaza, y luego el que estaba en Rivadavia entre Gaboto y Uriburu (hoy Hipólito Yrigoyen), llamado “La Sirena en ese hotel nació la Sociedad Italiana Cristóforo Colombo en 1878; tres años antes que yo naciera. También andaba por es­tas calles de Quilmes, un indivi­duo conocido por el mote de “Charavel”, que usaba galera de felpa, levita y unos panta­lones convertidos en harapos. 
EL Q.- Usted mencionó antes al ‘flebótomo’ Navarro ¿Cuál era su ocupación?
J. E.- Don José Navarro fue una persona que hacía las veces de
enfermero, mé­dico sangrador, dentista, vacunador y peluquero, y quien con Joviano Dumpierre, Almeyda y Domingo Doreste, el imprentero y linotipista, cons­tituía el grupo destacado de la colectividad canaria, que era muy grande, muchos de lo cuales se instalaron en La Colonia.
Navarro tenía su ‘consultorio’, si así puede denominarse, en la calle Rivadavia entre Mitre y Alvear, vereda sur, junto al sastre Salas y a la panadería. Su hermano Francisco era muy bueno tocando la bandurria. 
EL. Q.- Pero hubo médicos muy concienzudos…

J. E.- Si. Estaban los doctores Pacífico Díaz [3] e Ildefonso Sa­las, médicos eminentemente altruistas que a caballo recorrían largas distancias para atender a sus pacientes, fueron recordados con simpatía por nuestros conve­cinos. 
EL. Q.- Cuénteme de su infancia don José.
J. E.- ¡Mis tiempos de colegio! En la esquina de las actuales ca­lles Mitre y Alem, donde justa­mente se encuentra instalada ahora una escuela religiosa, la Merced, antigua propiedad de los Ithuralde, se hallaba el colegio Buenos Aires, del que era director el señor Pe­dro Isbert. Allí recibí instrucción conjuntamente a Mariano Castellanos, José Eduardo López, que fue intendente, Antonio Oddone, Iturrieta, Istueta, Bauchedet, Argerich, nieto del médico, Tonetti y los herma­nos Fresone. De mis otros compañeros, en este momen­to, sólo me queda un recuerdo muy vago. Por la misma época existía en la esquina de las calles Rivadavia y Brown un establecimiento particular de enseñanza, que denominaban Cole­gio de las Catalá. Maestras muy queridas en el pueblo. Antes habían enseñado allí doña Demetria Rivero de Echeverría y sus hijas. 
EL. Q.- Veo que a esta altura de la conversación, las cosas y acontecimientos quilmeños se van haciendo más vividos en su memoria don José…
J. E.- (Me interrumpe y entusiasmado continúa son su relató) Una vez, a las altas horas de la noche, un grupo de muchachos nos adueñamos de una calesita que se hallaba en la plaza Carlos Pellegrini, le adosamos el burro que el calesitero dejaba pastando en la plaza, no era eléctrica y vueltas y más vueltas al ritmo del armonio que tocaba Hilario Giménez Wilde, sobrino nieto del Dr. Wilde, que acompañaba la música con su voz de tenor. Entre los jóvenes estaban: los hijos del doctor Mandugar, Pepe López, que nombré antes, Eugenio Pott, Guillermo March y los hermanos
Castellanos. Participé de la fundación de Argentino de Quilmes en la casa de Iriarte primero y luego en la del señor Daniel Páez, comisario en ese entonces y de los entrenamientos que realizaba el equipo en el tambo “La Esperanza” de don Ramón Dapena sito en las calles que hoy llevan los nombres de Saavedra y Brown. Dapena era un comerciante de vasta cultura, su almacén se llamaba “Don Pánfilo”, muy estimado y de sólida posición económica que, sin embargo, falleció en ésta, en la mayor indigencia, por reveses de la fortuna. Durante la administración municipal del doctor Felipe Amoedo se hicieron grandes adelantos en el pueblo y la campaña; lo acompañaron en esa gestión: don Pedro Etchevertz como contador y en el cargo de secretario don Rodolfo Labourt, también de trágico fin. 
El Q.- Tengo entendido que sus mayores tenían una importante propiedad en las afueras del pueblo. 
J. E.- Sí. Era un enorme patrimonio; toda la tierra comprendida entre Mitre, Prime­ra Junta, las vías ferroviarias y mediando con la quinta “El Refugio” que fue de Pastor Del Valle y hoy pertenece a don Víctor De Pol. Eran tierras de mi abuelo don Blas Escobar, persona a la que se le reconocía una voz de extraordinaria potencia. Al ver que uno de los toros que integraban su hacienda, intentaba escapar por la tranquera, trató de evitarlo, interponiéndose en el camino, a la vez que profe­ría un agudo grito, a lo cual, según se contaba, el ani­mal cayó muerto como fulminado por un rayo. Robustece esta creencia otro caso que, por frecuente, han tenido oportunidad de compro­bar numerosas personas. Don Blas, que vivía a la altura de las calles Balcarce y Mitre, en oca­siones enviaba a su peón de compras y si se olvidaba de un ar­tículo, lo requería a voz en cuello. A todo esto, el peón se hallaba ya en el punto de destino, o sea en el almacén que existía en la esquina de las calles 25 de Mayo y Mitre, de los Angeletti, no obstante lo cual per­cibía nítidamente el mensaje y regresaba con la mercadería solicitada. 
EL Q.- ¡Extraordinario su abuelo!
J. E.- Otra anécdota muy original, verá: se cuenta que bien impresio­nado de un precioso alazán, don Blas Escoba, sin titubear, hizo permuta de dos manzanas de tierra de su pertenencia por el citado equino, hecho éste que dio margen a los más variados comentarios durante varios años. 
EL Q.- Don José, charlar con usted es un revivir la historia social del pueblo. Me voy con un bagaje extraordinario de nombres y anécdota. Ha sido muy gratificante comprobar que muchas historias que conozco de otras fuentes usted las ratifica. Muchas gracias por su tiempo que en verdad fue mucho; ¡Mire ya se ha hecho de noche!
J. E.- El gusto fue mío, amigo. Vuelva pronto y si usted o alguien de su familia requiere de nuestros servicios no ceje en comunicarse, nuestro teléfono es fácil, 0001. 
El. Q.- Muchas gracias, pero espero que no… por ahora.
ACTUALIDADES DE AYER…
Como sobre la historia la gente revive historias recibimos de nuestra asidua colaboradora la profesora Mora Camarero de Baratti, el siguiente aporte que esclarece sobre el destino de las cabezas de caballo que hubo a los lados de las grandes puertas de la cochera de los Escobar.
Lo que a continuación transcribimos es un muestra de las abundante, asombrosas y generosas colaboraciones que quilmeños y quilmeros hacen a este blog y mis investigaciones locales aclaraciones, nuevos datos, aportes desconocidos, incluso con documentaciones fehacientes que no dejan duda de la certeza de sus afirmaciones.
Quilmes, marzo 21, 2016
Estimado Chalo:
Me es muy grato enviarle las fotos prometidas de una de las
cabezas de caballos que adornaban la puerta de la Cochería Escobar, en Nicolás Videla 372, a que fuera una de las primeras cocherías de Quilmes.
Por supuesto esta grata revelación sobre la existencia de una obra del patrimonio quilmeño, tiene su historia.
En el momento de la demolición del edificio de la cochería, mí tío el señor Carlos A. Deprati, se preocupó de solicitar las cabezas, pues él sabia apreciar el valor artístico e históricos de las mismas. Además era un admirador de la raza equina.
Al retirarlas de su emplazamiento, una de ellas se quebró totalmente y la otra sufrió algunas roturas. Para restaurarlas mi compañero de tareas en la Escuela Normal Nacional de Quilmes, el maestro Aldo Severi, nos presentó al señor A. Montini, en ese momento a cargo del Museo de Artes Plásticas “Víctor Roverano”, quien realizó una magnífica tarea.
La cabeza fue colocada en el domicilio del señor Deprati en la calle Rivadavia 610, para luego pasar a la casa de su hijo Martín
Deprati, quien con su esposa Nora tuvieron la gentileza de fotografiarla para todos los lectores de EL QUILMERO.
Debe ser una emoción inmensa para un comunicador como usted,  amante del pago chico y su patrimonio, ver que el mensaje llegó y se multiplica, ya que su interesante entrevista al señor José Escobar, (03/02/16) y la evocación de las esculturas de la fachada, generó que se sepa que un quilmeño valoró esas obras, se preocupó en salvarlas y que sus hijos continúen el legado de conservación.
Evocamos con nostalgia el perdido Quilmes de ayer, pero es en estos gestos de amor a las cosas valiosas que tenía esta ciudad, que encontramos la alegría de seguir recordando lo que acompañó nuestra infancia y juventud. Un saludó cordial. (Firma: Profesora Mora Camarero de Baratti)
Investigación, compilación y “reportero” Chalo Agnelli
Quilmes, 2006/2016

FUENTES
“El Sol” sábado 2 de agosto de 1941.

OTROS TÍTULOS DE REPORTAJES TRANSMIGARTORIOS DE 'EL QUILMERO'
FRANCISCO SOTO, ENTREVISTA EN EL PASADO - 1936
GUILLERMO ITHURSARRY - CUARTA ENTREVISTA TRANSMIGRATORIA (1936/2015) 
SANTOS ANGELETTI – TERCERA ENTREVISTA TRANSMIGRATORIA (1936/2015) 
   SANTIAGO GOÑI – UNA NUEVA ENTREVISTA TRANSMIGRATORIA (1936/2015)
FRANCISCO SOTO, ENTREVISTA EN EL PASADO - 1936
NOTAS

[1]Historia de la Reducción” de Luis E. Otamendi, Pág. 97 
[2] Ver en EL QUILMERO del martes, 24 de junio de 2014, JULIO FERNÁNDEZ VILLANUEVA (1858-1890) EMPLAZAMIENTO DE UNA PLACA EN SU MEMORIA (VIDEO DE ALEJANDRO RE - noviembre 1991) http://elquilmero.blogspot.com.ar/2014/06/julio-fernandez-villanueva-

1858-1890.html
 

[3] Ver en EL QUILMERO del lunes, 17 de noviembre de 2014, “DOCTOR PACÍFICO DÍAZ – UN FORTUITO ACCIDENTE – BIOGRAFÍA” http://elquilmero.blogspot.com.ar/2014/11/el-doctor-pacifico-diaz-un-fortuito.html

1 comentario:

Unknown dijo...

Mi abuelo paterno, Don Félix Lamiral trabajó en dicha cochería. Gracias por contarnos algo de la historia.