lunes 17 de agosto de 2009
Investigación y compilación del Prof. Chalo Agnelli
El territorio ubicado en el noroeste argentino entre las provincias de Salta, Tucumán y Catamarca, entre los ríos Santa María o Yocavil de Tucumán al sur y el Calchaquí de Salta al norte, en documentos de la época colonial se llamó Valle Calchaquí, se justifica el nombre referido a un cacique, Juan Calchaqui o Juan el de los calchaquíes [2] (de “calchac”: bravo y “qui-y”: muy, mucho, es decir: los muy bravos) que parecería haber dominado esa región. En ese territorio se desarrolló una cultura pre-incaica apodada de Santa María, en el año 850 de nuestra era, cuando el centro de la cultura hegemónica era Tiahuanaco en Bolivia. Entre las parcialidades más significativas de esta región estaban los quilmes que precisamente se ubicaban en el noroeste de la provincia de Tucumán y al este de la de Catamarca.
La historiadora Guillermina Sors de Triceri, en su libro "Quilmes colonial”, editado por el Archivo Levene en 1937, da cuenta de una carta dirigida la rey por el gobernador del Tucumán Lucas de Figueroa y Mendoza, el 20 de noviembre de 1662, donde señala que en esa región se hallaba la nación de los quilmes, “… distribuidos en once sitios con trescientos hombres de guerra, y otras nueve naciones indígenas…”
Efectivamente con ellos hubo otras parcialidades o tribus, que el Prof. Juan Pablo Vera en el trabajo que presentó en 1937 llamado “La conquista del Tucumán”, nombra como: los atacamas, hualfines, yocahuiles, acalianos, tolombones, andalgalás, famatinas y calchaquíes; Guillermina Sors agrega: amaychas, anguinahaos, upingaschas, casminchangos, tocpos, anchapas y tucumangastas. Puede que algunos de estos patronímicos se refieran a un mismo grupo. A partir del siglo XVI se adjudicó a todos estos pueblos el nombre común de “calchaquíes”, según el Pbro. Pedro Lozano, escritor, historiador y eclesiástico español, nacido en Madrid en 1697 y fallecido en Humahuaca en 1752.
El profesor Vera agrega que es un error adjudicarles el nombre calchaquíes cuando sólo es la denominación de una parcialidad, que quizá pudo ser la de más injerencia y poderío en la zona, lo que fue superado por la resistencia que pusieron luego los quilmes para conservar su libertad y su dignidad en el “Fuerte Quemado”, “pucará”; edificación militar levantada en la cima de los cerros, sitio arqueológico que se encuentra en el Departamento Santa María, al norte de la ciudad cabecera departamental y a unos 15 kilómetros al sur de Quilmes, sobre la margen izquierda del Río Santa María.
Lozano conjetura que los quilmes arribaron al territorio argentino cruzando los Andes desde Chile huyendo de la estampida incaica. De esto, bien dice el profesor Juan Carlos Lombán en su libro “Nueva historia de Quilmes”, no hay pruebas fehacientes.
Esta teoría llevaría a suponer que la presencia de los Quilmes es más reciente y de esta manera no se condice con la “indudable homogeneidad de su patrimonio gutural con el de los otros grupos calchaquíes, sin presentar al examen de los estudiosos, prácticamente ningún elemento de claro origen chileno.” [3]
Las excavaciones efectuadas en el pueblo llamado Antiguo Quilmes, en la provincia de Tucumán, permitieron hallar elementos con una antigüedad de poco más de 1000 años a la fecha: ”… es decir unos 500 años anteriores a la conquista de Chile por los Incas.”
Sin embargo también admite el Prof. Lombán, que en la vecina región trasandina hay varias toponimias que comienzan con el prefijo “quil” lo que podría respaldar la teoría del Pbro. Lozano.
El investigador Pablo Cabrera afirmó que procedían de La Rioja y así lo intentó demostrar en la Revista de la Universidad Nacional de Córdoba en 1917. [4]
El Prof. Vera en el documento mencionado da varios interpretaciones lingüísticas de términos que pertenecen a la toponimia del noroeste, como “diaguita” o “tiac-y-ta” que se traduce “gente del pueblo”; “tucma” nombre de un cacique de la región (Tucman, Tucumán, Tucumanhao, Tucuyman, Tucuma…) Pero se le asignan varias otras significaciones: “el país de algodón” (Groussac), “el país de los turcos” ( Adán Quiroga), “Cabeza luminosa” (Hutchinson [5] y Nicolás Avellaneda) etc.
La lengua de los quilmes no era el quechua que hablaban con variaciones fonéticas y semánticas los otros pueblos del valle, sino el Kakan o cacano, el Pbro. Lozano dice que “apenas lo percibe quien no lo mamó con la leche” y el Prof. Vera agrega: “… idioma borrascoso, gutural y muy difícil de pronunciar y comprender”, calificación, la de este último, lucubrada desde la imaginación, imposible de la experiencia concreta.
Según la carta del gobernador Figueroa los quilmes integraban con otras parcialidades un territorio de 14 leguas del Valle lo cual se corresponde con lo reducido de sus integrantes unos 3000 individuos que contaban con 300 hombres de guerra. Esto engrandece la temeridad y valentía de este pueblo que se enfrentaba con un ejército conquistador fuertemente pertrechado y con varias décadas de práctica bélica. El documento deja entrever que estos pueblos eran independientes unos de otros, lo cual no explica que haya sido así antes de la fecha de la carta del gobernador. El historiador Jaime Freyre arguye que durante el siglo XVI estaban sojuzgados, “…a un Señor que señorea todos los caciques”; que podría ser el mencionado Juan Calchaquí.
Los quilmes ni sus vecinos se doblegaron a los encomenderos a los que fueron destinados ni a las imposiciones de franciscanos que intentaron imponerles la fe cristiana En 1588 fueron sometidos por el gobernador Juan Ramírez de Velazco, pero en 1630 se reinició la rebelión libertaria, no sólo de los quilmes, sino también de otras parcialidades tucumanas. Las luchas duraron 6 años y en 1636 se estableció un acuerdo de partes, los españoles abandonarían el valle y ellos prestarían una mita voluntaria a las ciudades vecinas. La petulancia y la soberbia del conquistador no favorecieron la convivencia, se permitió que se instalaran los jesuitas con dos reducciones generándose rispideces y encontronazos, de manera que en 1658 fueron combustible fácil de encender por el filibustero español Pedro Bohórquez que se pretendía descendiente del último rey inca.
En 1659 comienza la intervención de Alonso de Mercado y Villacorta. Los quilmes estaban liderados por el cacique Martín Iquim. En 1665 son derrotados definitivamente y comienza el “extrañamiento” o “desnaturalización”. Les quitan sus tierras, su aire seco, sus aguas, los animales con los que hacían sus prendas de vestir y su alimento, las piedras con las que construían sus casas, las plantas con las que se curaban y que les servían de combustible; los separan de todo lo que les era propio, dérmico, genético, considerando las generaciones que habían transcurrido su existencia en ese lugar y los traen a un territorio húmedo, lodoso, con especies animales y vegetales totalmente ajenas a su conocimiento y “… la severidad de las condiciones de trabajo, la remuneración de las labores, las extracciones ilegales de indos de la reducción para servicio personal o público, las dificultades de adaptación por el traslado … las enfermedades, las pestes y epidemias y el ‘desgano vital’ de los pobladores”, como reafirma el Prof. Jorge Levorati en “La Reducción de los Quilmes”, fueron incidencias suficiente para que en 1805 con motivo del pedido que el párroco Juan Marcos hace al virrey Sobremonte para que se declaren nulas las elecciones del cabildo indio, afirma que tan sólo quedan, “doce o trece indios que componen este pueblo”. En 140 años la extinción fue prácticamente total.
Refiriéndose al acendrado apego a la tierra de origen escribió el Dr. José A. Craviotto en un aniversario de Quilmes: [6] “A los 380 años de la llegada de los españoles a lo que hoy es Quilmes, luego de casi cuatro siglos de historia, podría preguntarse si existe aquí ese ‘estado sublime de comunión del hombre con la tierra en un espacio geográfico singular, en virtud del cual adquiere conciencia colectiva de individualidad’. Es esa conciencia que se la puede describir como una identidad existente entre los habitantes en cuanto a sentimientos básicos, tendencias y manera de encarar las cosas comunes creadoras de un estado de conciencia general que une a todos en los mismo anhelos y propósitos fundamentales […] Ese conciencia fue llamada ‘homonoia’ por los antiguos, y estaba forjada por la acendrada convivencia en el mismo suelo […] Precisamente los quilmes tenían ese sublime estado de comunión con su valle, con el espacio geográfico del noroeste, y desde ese estado se afirmaba su conciencia colectiva de individualidad, su homonoia.
Derrotados por Alonso de Mercado y Villacorta, atravesaron el país y los ubicaron frente al Río de la Plata, en tierras que cedió el alcalde mayor principal Juan del Pozo y Silva a cambio de otras más al sur con encomienda de naturales pampa, a pedido del gobernador José Martínez de Salazar que, de ninguna manera se puede considerar fundador de Quilmes, pues solo fue gestor de un trámite que acordó con Mercado y Villacorta, al cual se le podría conceder esa “fundación” [7]que no fue tal ni nunca existió; Quilmes fue fundado, si se quiere usar esa palabra, por el pie del primer quilmes que pisó este suelo del Pago de la Magdalena.
Según los valores de nuestra época, conquistados después de cruentas luchas por la dignidad humana, hagamos una pausa en el discurrir y pensemos: la Revolución Francesa, la derrota de la inquisición del catolicismo romano, las conquistas obreras, la declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789, la Declaración de los Derechos Humanos el 10 de diciembre de 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, la liberación de la mujer y el respeto a la diversidad sexual… según esta filosofía de lo humano como esencia, lo que aconteció con el pueblo quilmes y sus hermanos acalianos fue un genocidio, como lo fue la “conquista al desierto”, de la que concluye el historiador Felipe Pigna: “El saldo fue el de miles de indios muertos, catorce mil reducidos a la servidumbre, y la ocupación de quince mil leguas cuadradas, que se destinarían, teóricamente, a la agricultura y la ganadería. Las enfermedades contraídas por el contacto con los blancos, la pobreza y el hambre aceleraron la mortandad de los indígenas patagónicos sobrevivientes.” [8] Pero en aquellas épocas pasadas los valores eran otros.
Digo en el libro Migraciones remedando a otros autores de prestigio y solidez intelectual que el híbrido es nuestra condición racial, si de razas se puede hablar en el siglo XXI. El híbrido conformó una conciencia individual, familiar y comunitaria que mal o bien diseña al siendo argentino [9] y sus consecuencias históricas, políticas y socioculturales; “... toda cultura es híbrida y es candorosa la idea de algo platónicamente americano”, dice Ernesto Sábato. Y agrega el historiador José I. García Hamilton: “Acaso tengamos que asumir que no existen en el mundo nacionalidades puras e inocentes, sino que la evolución natural, la mixtura racial y las migraciones sucesivas nos han hecho como somos y, por lo tanto, debemos hacernos cargo de las miserias y grandezas de nuestro pasado y de todos los componentes de nuestra sangre. Se trata ahora de convertirnos en sociedades más tolerantes, productivas, pluralistas y prósperas, y encarar la herencia y los males de la conquista y la extensión territorial con equilibrio y sensatez, que es la mejor base para impartir justicia y reparar iniquidades.”
Hace 345 años que los quilmes llegaron a estas costas rioplatenses, pero la historia de la comunidad quilmeña bien podría decirse que tiene 1000 años.
Compilación e investigación,
Prof. H. Ch. Agnelli
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