QUILMES, como bien se echa de ver escarbando un poco sus estratificaciones, sí después de su largo sueño de larva se decidió a romper su envoltura e iniciarse en la vida en su nueva forma, el proceso de su desarrollo no pudo ser mas lento.
Cincuenta años atrás no tenía teatro, y no hay motivo para reprochárselo. Buenos Aires, la vieja capital del virreinato, que sólo tenía uno cuando la revolución de Mayo dio cortésmente las gracias a Cisneros por los servicios prestados, no tenía más de tres, medio siglo hace.
El circo suplía al teatro, y si aún hoy el primero tira, piense el lector lo que tiraría entonces. Habitualmente era su asiento el baldío de González, frente a la iglesia. Allí estaba, o se instalaba cada temporada el que entre nosotros suplía al Colón, animado, alegre, concurrido, sin que en sus graderías faltara la nota que en el Colón de verdad, dio renombre a su cazuela, que tuvo en Calzadilla su digno cronista.
Si Juan Moreira vivía su vida real, aún su existencia pasaba inadvertida en el circo; pero en los programas de éstos no faltaban números más o menos emocionantes, como, por ejemplo, el del niño volador, que desde la torre de la iglesia se dejaba deslizar por un grueso cable hasta el centro del circo, donde en sus brazos, lo recibía el payaso, antes que con garbo artístico, con emoción paternal.
Ese y otros espectáculos quo llenaban el cartel, nos desquitaban del teatro, generalmente más presentido que conocido.
Conformarnos con lo conocido y resignarnos a no copiar lo desconocido aunque deseado, no era heroicidad; en cambio lo era hacer conciliables los espectáculos teatrales de la vecina capital, con las diligencias de Marcelino Córdoba y Melitón Acuña y hasta con el mismo ferrocarril, cuando aquellas fueron desalojadas por este, ya que el último tren se recogía con las gallinas.
De la imposibilidad de ir al teatro con un horario de trenes tan morigerado se trataba una tarde del mes de marzo de 1877, entre los habituales tertulianos a
¿Local? Allí estaba el salón de fiestas de
Una dificultad a primera vista insuperable quedaba en pie, a pesar de todos los entusiasmos de que estaban poseídos los de la tertulia.
Había teatro, escenario, telón de boca, decoraciones, butacas y actores; pero sin actrices no hay representación teatral posible, y esas ni las había, ni veían los del grupo de dónde sacarlas, desde que se desechaba hasta el pensamiento de tomarlas de alquiler.
Pero en el teatro todo es convencional, dijo uno, y bien podía serlo la actriz.
Se ha dicho de la omnipotencia del parlamento inglés que, con ser tanta, carecía de la facultad de hacer de un hombre una mujer; pues los de la biblioteca la tendrían, hasta tanto no apareciera la actriz o la que se decidiera a hacer de tal, sin la ficción del sexo.
¿Quién sería él? O, mejor dicho: ¿quién sería ella?...
No lo sabían, ni el detalle ese les preocupaba ya. Convencidos de que harían, para los fines de su plan, de un hombre la mujer que les hacía falta, lo hallarían. Uniendo a su entusiasmo el buen sentido práctico, allí mismo quedó formulada la lista de la que había de ser comisión decorativa a los efectos de reinar, pues la acción de gobernar se la reservaban ellos.
Solicitados los candidatos, ni uno sólo excusó su concurso para la realización del pensamiento de los muchachos. Y la comisión quedó constituida así: señores Felipe Amoedo, José A. Matienzo, Fernando J. Otamendi, Carlos Casavalle, Juan Ithuralde, José M. Rubio y Francisco Younger.
Puesto el pensamiento en acción, y resuelto que el producido de la fiesta o fiestas se aplicaría a beneficio de
En la reunión que la noche del 19 de Marzo de 1877 tuvo lugar en el domicilio del presidente de la comisión, señor Amoedo, se aprobó la propuesta del carpintero don Jaime March para construir el escenario y la de don Guillermo Iparraguirre para el servicio de confitería.
Quedó igualmente resuelto que la fiesta se realizaría el sábado 31 de Marzo y, según fuera su resultado, se repetiría la noche siguiente, con alguna» variantes en el programa.
Los trabajos preparatorios fueron especialmente encomendados al presidente de la comisión y al señor José A. López.
El programa, del género dramático-literario (poco importa si en él había o no drama, ni literatura) decía así, copiado a la letra:
1º. — Discurso preliminar, escrito por el señor José Ignacio Pérez y leído por el joven Délfor del Valle.
2º. — "El sueño de la gloria", poesía del señor José Ignacio Pérez, declamada por el joven Manuel Carvallo.
3". — Discurso a propósito, por el joven José A. López.
4º. — La comedia "No lo quiero saber", con el siguiente reparto: Amalia, Victorio Silva; Federico, José A. López; Don Bienvenido, Manuel Casavalle.
5º — "Sin nombre", prosa del señor Délfor del Valle, leída por el mismo.
6º. — "La última hora de Colón", declamación por el señor Manuel Casavalle.
7º. — El juguete cómico "En tren directo". Rosa (modista), Victorio Silva; Luís (pintor), Manuel Casavalle; Señor Pedro: José A. López.
Con aquella velada se inauguró el teatro en Quilmes del 31 de marzo de 1877, y su éxito, desde el punto de vista social y pecuniario, no pudo ser más lisonjero.
Se repitió a la noche siguiente, con el mismo éxito que la anterior.
Componían el programa, el drama "Don Sancho y Crispín", y como número literario único la poesía de Gervasio Méndez, "A Buenos Aires" declamada por Manuel Casavalle.
Aquel ensayo fue una revelación; Quilmes tenía teatro, el único posible dentro de sus propios recursos y elementos sociales, con los entusiasmos necesarios para sustentarlo.
Al calor de aquellos insospechados entusiasmos, en pleno invierno, cuando la sociedad veraniega, tan numerosa entonces, se había retirado a su invernal refugio, se realizó y organizó la tercera velada teatral, con el siguiente programa:
1º — "La agonía de Colón", en cuya representación intervinieron los jóvenes Silva, Casavalle, López y Amoedo Felipe A.
29 — "De gustos no hay nada escrito", en el que tomaron parte Casavalle, Silva, López y Sánchez Indalecio.
3º. — El boceto dramático "Una lágrima," con Silva (condesa) Antonio Casavalle
49. — El juguete cómico "Las dos joyas de la casa", por Silva (Pepita), Sánchez, López y Casavalle.
Llena esta vez, como las otras, la sala de concurrentes, la ausencia de las familias veraneantes no quitó a la fiesta, que era a beneficio de las escuelas, brillo social, ni a la boletería éxito.
Y no eran los de casa solamente que creían que Quilmes tenía teatro. De igual manera se pensaba fuera dü aquí.
Poco después de la tercera representación, en los primeros días del mes de Setiembre, el empresario de
La primera noche se representó la petit pieza, “Como marido y como amante"; "El aria del marino", de la zarzuela "El relámpago", cantada por Ramón Berenguer; "Carambola y palos" y "Sálvese quien pueda".
Los actores, que eran cuatro y juntos no sumaban medio siglo, se llamaban: María, Juana y Pedro Berenguer y Arturo Amey.
La segunda noche fue interpretado "No hay humo sin fuego"; la romanza "Esta es la misma ventana", de la zarzuela "El Juramento", por el niño Juan Berenguer; "
La posesión de una improvisada sala de espectáculos no dio ocasión sólo a la representación de obras teatrales; también tuvieron lugar fiestas de otros géneros.
Fue en la casa del doctor José A. Wilde, tan abierta u la hospitalidad social, como propicia a todas las nobles manifestaciones del espíritu, donde encarnó la idea de las señoritas Dionisia y Andrea Benítez, transmitida por ellas al doctor Wilde y al sub-inspector de las escuelas locales, don José A. López, de la organización de una fiesta en la que se cumpliría el siguiente programa:
1º. — Himno Nacional, por un coro de escolares.
2. — Discurso de apertura, por el doctor José A. Wilde.
39. — .Disertación por la señorita Dionisia Benítez. .
4°. — Discurso - conferencia, por la señorita Andrea Benítex.
5º. — Discurso, por la señora Victoria W. de Wilde.
69 — Recitado, por la niña Clara Flores.
7º. — ídem, por la niña Victoria Wilde.
89. — ídem, por la niña Susana Mac Dougall.
9°. — ídem, por la niña Angela Lavaggi.
10º. — Discurso, por el señor José A. López.
11º. — Discurso, por la señorita Águeda Nicholson.
12°. — Lectura, por la señorita Ercilia Matallana de un trabajo literario de la señorita Clara Echeverría.
139. —Lectura, por la señorita Elvira Risso, de una producción del señor cura, doctor José Ramón Quesada.
149. — Lectura, por el joven Felipe Amoedo de un trabajo del mismo doctor Quesada.
15°. — Lectura, por el niño Máximo Garay de
16º. — Composiciones varias, por los niños Gabino Risso, Francisco Setti, Claudio Etchevertz y Juan Hasperué.
Semejante programa defraudaba, tanto a los que buscan en los públicos espectáculos, sea cual sea su género, motivos para emociones más o menos gratas, como a los espíritus frívolos,
Pero sea porque el público, que llenaba la sala hasta desbordar, tenía en su gran mayoría vínculos estrechos con los actores, o porque la fiesta, a despecho de la soporífera apariencia del programa no carecía de encantos, ella agradó, y su recuerdo y comentarios favorables como acto, por su significación, perduraron largo tiempo.
Es evidente que nuestra sociedad, inclinada a aislarse y dejarse escurrir en su propio aburrimiento, se animaba ahora rompiendo la cristalización de hurañería, y ese prodigio lo realizaba ese modestísimo tablado, que juveniles entusiasmos convirtieran en teatro.
Hasta ahora, en ese escenario sólo se habían realizado las fiestas reseñadas, en las que, como se ha visto, había más buena voluntad y ansia de distracciones que literatura y arte; pero ahora, nuestra sociedad iba a saborear arte de verdad en su sala de fiestas.
El reputado profesor José Strigelli, que era a la sazón maestro de música de la señorita María Marull,
le había brindado el homenaje de un concierto en el que tomarían parte los más reputados profesores de
La favorecida con el homenaje del concierto quiso que éste tuviera una finalidad benéfica, y lo ofreció al Consejo Escolar del distrito, a beneficio de las escuelas del mismo.
La tarde del domingo 18 de Noviembre se realizó el concierto, y de su magnificencia era buen testimonio su programa, que copiamos aquí:
PRIMERA PARTE
(a) Juana de Arco. Gran sinfonía para piano a cuatro manos, por la señorita María Marull y el profesor Strigelli.
(b) Sonámbula. Trío para flauta, violín y piano, por los señores Roig, Frígola y Strigelli.
(c) Lucía. Gran dúo para violín y piano, por Strigelli y Chignatti.
(d) Romanza de la ópera "Una escena en el Olimpo", por la señorita Felipa Amoroso, acompañada al piano por el señor Strigelli.
(e) Fantasía para flauta y piano, sobre un tema suizo, por Roig y Strigelli.
(f) I promessi sposi. Gran trío para violín, violoncello y piano, por Ripari, Panizza y Strigelli.
SEGUNDA PARTE
Disertación a propósito del arte, por el señor José A. López.
TERCERA PARTE
(a) Tarantela, de Gostchalk, a dos pianos, por la señorita Felipa Amoroso y señor Strigelli.
(b) La hija del Regimiento. Fantasía para violín y piano, por los señores Ripari y Strigelli.
(c) Trovatore. Gran dúo para violoncello y piano, por LOS señores Panizza y Strigelli
(d) L`estasi. Gram vals para canto, por la señorita Amoroso.
(e) Souvenir d’Arcachon, fantasía para oboe y piano, por los señores Amadeo Joly y Strigelli
(f) Hugonotes. Gran septimino para dos violines, viola, flauta, violoncello, contrabajo y piano, por los señores Ripari, Frigola, Chignotti, Doig, Panizza, Garasino y Strigelli.
Fue aquella una hermosa fiesta, así como reunión social hasta entonces no igualada, que tuvo un digno cronista en el distinguido vecino y cultor del divino arte, señor Ángel G. de Elía.
Construido el proscenio, y corno faltara al salón ornamentación adecuada, los tertulianos de la biblioteca propusieron continuar la obra empezada. A ese fin organizaron una nueva fiesta, cuyo producto se aplicarìa al ornato de la sala de espectáculos, y ella inaugurose el año 1878.
Fue su programa:
1º. — Acto segundo de "Flor de un día" por Casavalle, barrera, Sánchez y López.
2º. — “El sistema homeopático". Reparto: Casavalle (Gertrudis), Sánchez (Amadeo), Barrera (D. Pantaleón), Celestino H. Risso (Bruno).
3°. — "El puñal del Godo", Casavalle (Don Rodrigo), Barrera (el conde don Julián), Sánchez (Teulia) y López (Monje).
4°. — "Las dos joyas de la casa". Risso (Pepita), Casavalle, (Don Pantaleón), López (Don Bruno), Sánchez (Félix).
Como reunión social, fue ésta una de las mejores realizadas por los jóvenes aficionados, así por su número como por la calidad.
Todavía era la dama una ficción, pero no desesperaban de que antes de finalizar la temporada fuera una realidad.
Su dolor y sus versos habían puesto por aquellos días de moda al bardo de la melancolía, el zorzal en-trerriano Gervasio Méndez.
Su coterránea, la distinguida dama señora Victoria W. de Wilde, tuvo para él generoso recuerdo; tal fue el de organizar una fiesta a su beneficio, patrocinada por una respetable comisión, de la que eran; Presidente, doctor José A. Wilde; vice, señor Carlos Casavalle; tesorero, señor Ramón F. de Udaeta; secretario, señor Délfor del Valle; vocales, señores A. López, Fermín Rodríguez, Indalecio Sánchez, José María Páez, Manuel Casavalle y Aristóbulo Cabrera.
De tan memorable velada, la más brillante sin duda de las hasta entonces realizadas, corresponde, mejor que una síntesis, una crónica.
Alzado el telón, ocupaban el escenario las personas que iban a intervenir en el acto: las señoritas Carmen Campero, Felisa San Martín, Clara Flores, Andrea Benítez y D. Hueyo y los señores doctor José A. Wilde, Carlos Casavalle, Fermín Rodríguez, José A. López, Délfor del Valle, Aristóbulo Cabrera, Carlos de Urien y el poeta español Eduardo Bustillo.
El Dr. Wilde abrió el acto con una hermosa y corta alocución, en la que recordó al poeta y lo que de su obra escribiera el prologuista, doctor Juan María Gutiérrez, y el señor Délfor del Valle leyó en seguida un bien pensado trabajo, del mismo doctor Wilde, alusivo a la velada, su índole y sus fines.
El poeta Eduardo Bustillo leyó, como lector eximio que era, una poesía inédita de Méndez titulada, “Un tirano”.
Solicitado insistentemente por la sala, declamó una producción humorística suya:"La música en el matrimonio”, que fue escuchada con deleite.
Las señoritas Carmen Campero y Modesta del Valle ejecutaron al piano una fantasía de Rigoletto.
Tan complaciente e infatigable como singular lector, Bastillo leyó una producción de la señora Juana Manuela Gorriti, hija y esposa de próceres, en la que, en forma delicada y tierna, evocaba el recuerdo de una conferencia en Lima en la que, una niña, ante una sala desbordante de familias y literatos distinguidos, había leído, emocionando hondamente a sus oyentes, versos del zorzal entrerriano, como lo llamó. La señorita San Martín se hizo aplaudir ejecutando al pia¬no Hugonotes, y una niña de pocos años, María Laura Ballesteros, declamó con desenvoltura y gracia encantadoras: "Flor del aire" y "San Martín" del poeta beneficiado.
"El poeta enfermo." del señor Bustillo, declamado por éste, fue un hermoso y emocionante número. Délfor del Valle leyó "Fragmentos de un poema", de la poetisa Josefina Pelliza; Belisario Otamendi, una poesía de José Ignacio Pérez titulada: “Carta íntima a Gervasio Méndez”; la señorita Clara Flores una com¬posición en prosa de Délfor del Valle; el joven Inda¬lecio Sánchez otra de José A. López, y la señorita Aurora Rodríguez, la conocida poesía "¡Dios!"
Un joven de color subió al escenario, y luego de pedir venia a los señores de la comisión, declamó con raro sentimiento e inspiración dos poesías del beneficiado, apenas conocidas.
La velada terminó con "La agonía de Colón” por los jóvenes Casavalle, Sánchez y Amoedo, a lo que siguió el más anhelado número por el elemento juvenil, el baile, que se prolongó hasta el alba.
Al finalizar el año 1878, el 22 y 25 de Diciembre, elementos de la compañía teatral española que dirigía Rita Carbajo dieron dos representaciones, que tuvieron éxito discreto de boletería.
El cuadro de los tertulianos de la biblioteca organizó para el 10 de Agosto de 1879 otra fiesta, a beneficio del Club Fraternidad, que por aquellos días crecía lozano en nuestro vivero social.
El programa contenía dos novedades insospechadas: una dama joven de verdad y el estreno de un juguete cómico escrito por uno de los tertulianos de
A despecho de preocupaciones sociales que ejercían entonces irreductible tiranía, la señora Carmen. Lujan de Lanatta había consentido en que su hija, una niña de quince a diez y seis años interviniera en la representación de “Los Crepúsculos”, interpretando a Isabelita, especie de niña zangolotina.
El programa consistía en. “Los Crepúsculos” por la señorita Carmen Lanatta y los jóvenes Casavalle, Vega, Sánchez y Risso.
“
“El Puñal del Godo” y el juguete cómico “Las dos joyas de la casa”, haciendo el papel de Pepita el joven José Iglesias.
La sala, repleta de público, hizo a la señorita Lanatta objeto de sus más afectuosos y cálidos entusiasmos.
El club beneficiado la obsequió con un medallón conmemorativo, que le fue presentado por su presidente el doctor Wilde, recibiendo además otros obsequios y profusión de flores.
Al siguiente mes, el día 20 de Septiembre, se realizó otra fiesta con intervención de la señorita Ángela Lavaggi.
Se repitió “
“Locura contagiosa,” por la señorita Lavaggi y Casavalle. Sánchez, Vega y Risso.
El 8 de Diciembre tuvo lugar la función de despedida del cuadro formado por los tertulianos de la biblioteca, a los que, sucesos que se producirían en breve, los forzarían a cortarse la coleta.
Para esta fiesta, el autor de “
Y esta fue la última representación en que intervinieron los jóvenes creadores del teatro en Quilmes, porque sobrevinieron luego los sucesos precursores del sangriento episodio de la revolución del ochenta.
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En el tiempo que medió desde la representación últimamente recordada y los sangrientos sucesos de Junio, los jóvenes tertulianos de la biblioteca, como toda la juventud porteña, jugaron a los soldados.
Esto los distrajo durante algunos meses, hasta que la revolución y sus consecuencias los dispersó a los cuatro vientos.
Cuando, pasada la tormenta, algunos volvieron a reunirse, todo había cambiado. La nueva vida política era incompatible con nuestra ingenua y primitiva modalidad social.
El escenario, empero, prolongó su existencia durante algunos años más, utilizado para colocar en él la orquesta para los bailes, y por la colectividad inglesa para representaciones de la opereta “The Mikado” cuando ella estaba de moda.
Tocóle a
Quilmes necesitó treinta y dos años para pasar del teatro ficción al teatro realidad.
Que estas páginas salven del polvo al primero, que mucho valía como esfuerzo de buena voluntad.