El jueves
14 de diciembre de 1933, un hecho policial en las puertas del cine La Paz[1]
conmovió al barrio La Colonia. En los laterales del salón de cine, calle
Córdoba 314, había departamentos con entrada a cada lado del salón
cinematográfico.[2]
Cuatro de un lado y cuatro del otro. En una de las viviendas que estaban a la
derecha de la sala vivía la familia Yori-Baunelle.
José
Viega Meelse, (apodado Yuyé) portugués de 24 años, soltero, domiciliado en
Berazategui, todos los jueves a las 21 hs, cenaba en casa de su novia Haydee, argentina
de 21 años, quienes en tres meses tenían proyectada su boda.
Indefectiblemente,
Yuye a las 23 hs. se marchaba porque a las 24 entraba a trabajar en la
cristalería Rigolleau.
Ese
jueves la joven había visitado a sus suegros en Berazategui y Viega la acompañó
de regreso a su casa y se quedó con la familia a escuchar el desenlace de un
radioteatro que en esos años captaba el interés de los radioescuchas. A las 22:45
saludó a sus suegros y cuñados y se marchó. Los novios se despidieron en la
puerta y José se dirigió hacia la estación, pero en la esquina de Córdoba (Hoy
Perón) y Bernardo de Irigoyen, unos individuos lo balearon. En esos años en que
el silencio por la noche era contundente, los cinco disparos lanzaron a la
calle a todo el barrio. Incluso Haydee, que aún atravesaba el pasillo hacia su
casa se volvió sobre sus pasos y se asomó a la vereda sin imaginar que había
sucedido.
El
oficial de policía Riera, que hacía la ronda, auxilió al joven que con tres
disparos en la caja toráxico aún estaba consciente. Yuyé dijo tener sed y un
vecino de apellido Sofía entró en su hogar y le trajo un vaso con agua. El
oficial le preguntó por el atacante, pero el joven agonizando admitió conocer
al victimario, pero que no lo delataría y se desmayó. Un vecino declaró que
había visto correr a tres individuos. Haydee que sospechó quien yacía en la
vereda, ya exaltada en llanto corrió hacía la esquina y cayó sobre su novio
quien le sonrió y perdió el conocimiento. Dos vecinas separaron a la joven del herido.
Tenían el vestido cubierto de sangre.
Un vecino
manifestó que había visto salir huyendo a la carrera a tres desconocidos
creyendo en consecuencia que estos eran los autores.
Ya en el
hospital de Quilmes, en un momento de lucidez, Yuyé confió la identidad de los
asesinos a un cuñado, bajo la promesa de no revelarlo para evitar venganzas.
Murió cinco horas después.
La
justicia nunca descubrió a los homicidas ni las causas del crimen, pero el
barrio lo supo siempre, como sucede en las comunidades chicas; y Quilmes, y más
aún La Colonia, lo eran en ese entonces.
El
criminal fue un conocido matón de la zona que operaba como ladero de algunos
punteros conservadores y la causa fue un conflicto entre tahúres, pero lo
trágico es que esas balas no eran para José Viega Meelse, sino que estaban
destinadas a otro individuo que solía visitar el hogar de los Yori como novio
de otra de las hijas de esa familia.
El cine La Paz suspendió sus funciones del siguiente fin de semana en señal de duelo. El vaso del vecino Sofía quedó en la vereda y un niño pensando que era de la novia del occiso se lo llevó. Ella lo conservó 74 años, el resto de su vida.
De izquierda a derecha: José Viega Meelse "Yuye", su novia Haydee y sus tíos Francisco Ferrari y María Celasco de Ferrari. |
Diario "El Sol", sábado 16 de diciembre de 1933
FATAL DESENLACE
“Corregir la realidad, transfigurarla o, disentir de la
realidad,
es uno de los deseos centrales
del narrador.” Tomás Eloy Martínez
Recordaban los amigos y los vecinos que
José Viega Meelse, nacido en Portugal, había llegado de pequeño a Argentina con
sus padres Catalina Meelse, de origen dinamarqués, y Timoteo Viega. Se
establecieron en Berazategui, donde había muchos paisanos y oferta de trabajo
en la empresa Rigolleau. Él cursó la enseñanza primaria en la Escuela N°2 (desde
1960 la N°9). Desde la niñez lo apodaron Yuyé. Aún adolescente entró, como su
padre, a trabajar en la fábrica del vidrio. Fue un apasionado futbolista y excelente
guitarrista. Precisamente había conocido a su novia en un baile de fin de año
en el Club Alsina donde había ido con el trío de guitarras que integraba con
amigos. Afable, siempre de un humor sereno, buen mozo, cabello negro, ojos
verdes, gozaba de un impecable carisma.
Su asesinato dejó sumidos en la
consternación y la pena por largo tiempo, no solo a su familia, sino también a
sus muchos amigos y conocidos; algunos de estos sabían quién había sido el
criminal.
Sucedió una noche de sábado tibia y tonificante,
bastante tarde, cuatro de sus amigos volvían en tren a Berazategui, después de
andar de parranda por Quilmes. Uno de ellos asomado a la ventanilla vio que un individuo
trepaba al tren ya en marcha. Con el rostro demudado les dijo a sus compañeros:
“¡Che, saben quién subió al vagón de atrás… ‘Chanchita’!” (apodo que tenía
un conocido delincuente de la zona); Uno de ellos, T.P., se levantó, caminó
hacía el vagón posterior casi sin pasajeros, se paró frente al mencionado
Chanchita y le dijo pausadamente: “¡Vos mataste a Yuyé!”. El interpelado
lo miró desde su asiento con soberbio desprecio y sonrió. Sin mediar más palabras
T.P. sacó del bolsillo interno de su saco un revólver 22 y le disparó un tiro en la frente, justo entre ojo y ojo,
se dio media vuelta y volvió a vagón donde lo aguardaban espantados sus amigos.
En el momento hubo un gran revuelo, pero
las cosas no pasaron a mayores, la Policía sabía que ese era el destino inevitable
que tendría ese tal Chanchita, delincuente a sueldo, y también sabía quienes
eran sus instigadores, personajes de vuelo alto en la política, el juego ilegal
y la mafia de la época.
Chalo Agnelli
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