LAS CÉDULAS DE SAN JUAN
DURANTE el siglo XIX y hasta las dos primeras décadas del siglo XX para una mujer y también para los varones, tener la oportunidad de conocer a un miembro del sexo opuesto con quien intentar una relación, formar pareja y, si se daban todas la condiciones, casarse, era sumamente dificultoso.
Esto nos hace reflexionar que no les debe haber resultado fácil a nuestros abuelos relacionarse para que nosotros estemos hoy aquí.
La mujer, salvo raras excepciones, no trabajaba fuera de la casa y las que sí, lo hacían en establecimientos cuyo personal mayoritario era femenino. En las escuelas la mayoría eran maestras. Los té danzantes y bailes de temporada eran escasos en el año.
Varones y mujeres se podían pispar apenas, los domingos en la misa mayor y al culminar la ceremonia en el atrio de la iglesia, también en el paseo de la rambla del Pejerrey o en las "retretas" en torno a la plaza principal del pueblos, en las que ellas avanzaban en el sentido de las agujas del reloj y ellos en rumbo contrario; de esta manera se facilitaba el vistazo y a veces el piropo, muy naíf, por cierto… caso contrario al desubicado se lo tachaba indefectiblemente de todas las listas y "carnets de bailes". Acompañaba la retreta dominical la banda de los bomberos que se ubicaba junto a la fuente que había en el centro de la plaza donde hoy está el monumento al Libertador. En la rambla había una pérgola con ese mismo fin.
La dificultad de relacionarse hombres y mujeres era una de las causas por las que muchos vínculos matrimoniales se concretaban entre primos, parientes, hijos/as de los amigos de la familia o con los vecinos/as del barrio. Fueron casos comúnes que dos hermanos se casaran con dos hermanas o un viudo, con su cuñada; tíos con sobrinas, como el del Dr. Wilde con su sobrina Victoria Wilde, por supuesto que previa dispensa eclesiástica.
Una estrategia que daba fructíferos resultados eran las Cédulas de San Juan. Se realizaban en días previos al 23 y el 24 de junio, en el solsticio de invierno, durante la fiesta de San Juan.
Esta fiesta es un antiguo mito griego que los cristianos supieron acomodar a su santoral. En esta festividad “las jóvenes enamoradas sueñan y adivinan quién será el galán que las despose”. Los vecinos encendían las “Luminarias de San Juan” y las personas religiosas asistían a las iglesias para los ritos que establecía la liturgia de la Iglesia Católica para esta recordación. Las luminarias eran candiles adornados con papeles translúcidos, de colores, que se colocan en las ventanas. También, hasta aproximadamente principios de la década de los 60´, se quemaban muñecos que representaban al diablo o simples fogatas donde se arrojaba un objeto viejo cualquiera a manera de limpiar la casa y comenzar de nuevo.
A todas estas prácticas populares, debe agregarse una sucesión de pruebas que realizaban las solteras para conseguir marido.
Las cédulas comenzaron a realizarse en Quilmes – o por lo menos la primera noticia que se tiene de ellas – en 1876.
La costumbre se desarrollaba así: un grupo de jóvenes solteros se reunían en una casa, en el hotel de Risso o en la botica de Matienzo – punto de todo encuentro social – escribían sus nombres en papeletas que se ponían al buen recaudo de un vecino mayor y de conducta. A veces los más inspirados agregaban algún retórico requiebro o verso alusivo al objeto que tenían las Cédulas.
Por su lado, un número igual de señoritas que de varones, se encontraban en una casa de familia a tomar el té y escribían sus nombres en papeletas que quedaban al amparo de una matrona respetable. Por supuesto que a nadie se le ocurría escribir el nombre de una persona que no estuviera presente pues eso sería una mácula que caería sobre todos los presentes en cada reunión.
Seguidamente, el caballero y la matrona designados jueces, con sendos testigos se reunían para formar las parejas. ¿Cómo se hacía? Se colocaban las papeletas de los varones en una caja y las de las mujeres en otra. Simultáneamente el juez extraía una papeleta de la caja de las niñas y la jueza, de la caja de los varones. ¡Quedaba formada una pareja! Así se seguía con todos los demás. Uno de los testigos tomaba debida nota de los resultados elaborando un acta que firmaban todos los participantes de la compulsa. O sea que el azar era el que convocaba los azahares nupciales, a veces.
La lista de parejas formadas bajo la advocación de San Juan se publicaba en el periódico local y se ponía a disposición de los interesados en la botica de Matienzo o en la imprenta. De esta manera los jóvenes ya sabían con quién tendrían que bailar en la velada danzante que se preparaba para la noche de San Juan y en la de San Pedro el 29 de junio.
Por supuesto que esto no era determinante, no obligaba a nadie a concretar una relación o formalizar un noviazgo y mucho menos el matrimonio. Pero tampoco era bien visto que se tuviera un gesto de rechazo inmediato, un desplante, es decir, que se negaran, ya sea ella o él, a un primer encuentro con el individuo que les tocó en suerte. El "corte de alas" lo hacían, con delicadeza y buen tino, las partes en juego o por medio de una "chaperona".
A partir de las dos o tres primeras décadas del siglo XX el sorteo se realizaba directamente en la redacción de los periódicos locales que estimulaban la costumbre. Se presentaban las listas de unos y otros, se designaban jueces entre los principales vecinos y se formaban las parejas. La nómina se publicaba en estos medios.
Esta usanza ocupaba todo el mes de junio de modo que nadie se alfigía por el frío ni por la lluvia ni por el lodo de las calles, o por los menos no eran temas de los jóvenes ni de los padres con muchas hijas mujeres que durante esas cuatro semanas sólo se ocupaban de vestidos, cintas y sombreros. Los niños esparaban con entusismo las fogatas y la quema de muñecos y los viejos, que el barullo que reinaba en las casas pase lo antes posible.
Las Cédulas de San Juan fueron, en nuestro país, una costumbre generalizada en la clase media y en sectores de las clases altas de algunas provincias; en la Capital Federal hasta principios del siglo XX la alta burguesía concretaba uniones matrimoniales por conveniencia o acuerdos de familias.
A continuación la nota periodística que indica las parajas que se formaron en las Cédulas de San Juan publicada en el periódico El Plata el 11 de junio de 1926.
(para ampliar la nota clikear sobre la misma dos veces)
Reseña de doña Filomena M. de Baunelle y Martel de Yori (1880-1962)
Investigación Prof. Chalo Agnelli
Colaboración Prof. Mora Camarero