LEONOR LEZCANO - SEMANA DE LA MUJER – UNA VIDA HOJA A HOJA – 7/3/2011

Leonor, como la conocemos todos, aunque ella es Elisa Leonor,  llegó al embeleso del libro desde muy pequeña, al hábito de la lectura antes que a la lecto-escritura. La cultura de la lengua escrita no siempre nace de modelos familiares, a veces es resultado de un espíritu ansioso por desmembrar los misterios de la vida, ávido de superación. Quizá ese sea el caso de Leonor Lezcano cuando allá en su Esquina natal, provincia de Corrientes descubrió que el libro era una puerta. 
Ese embeleso, ese espíritu de superación, ese impulso por abrir la puerta fueron las motivaciones originales que condujeron un día a Leonor a la Biblioteca Pedro Goyena.
Esquina, Corrientes.
Esquina se encuentra en medio de un delta natural, donde confluyen los ríos Paraná y Corrientes. Todo el año posee un entorno cautivo del variado colorido de su floresta, húmeda de correderas y arroyos. En el exuberante paisaje esquinense un 17 de mayo de 1936 nació Leonor Lezcano.
 Junto al señor Alejandro Storni, hijo de la única Alfonsina
PRIMERAS PÁGINAS
Su padre era una figura prominente en la política correntina de pensamiento radical y su madre una mujer de campo.
A los 8 años en un barco de la empresa Dodero, con Modesta Gabriela, su madre del corazón, su abuela y tíos llegó al barrio de La Boca donde transcurrió su infancia. Luego se mudaron a Avellaneda donde hizo la primaria en la escuela Nº 12 “Bernardino Rivadavia”. Así como accedió al libro muy temprano en su vida, del mismo modo surgió el deseo de ser maestra, pero circunstancias ajenas se impusieron y no pudo concretar su anhelo.
En 1953, con tan sólo 17 años se casó con Edmundo Hermosi, gastronómico y en 1955 la joven pareja se estableció en Quilmes ya con Alicia Beatriz su única hija.
Ya mayor, con 56 años, venció prejuicios, resolvió llenar huecos y cursó la secundario en la Escuela de Enseñanza Media Nº 3 “Francisco Salustio” de La Colonia. Disfrutó con plenitud esos años y de sus profesores a los que recuerda con especial afecto: la señora Roulet, Gustavo Famá, Graciela y Matilde Salustio.
 Junto a María Kodama (centro) y la poeta Beatriz Piedras
VOLVIENDO CARILLAS
Aunque distante de su domicilio, era asidua de la Biblioteca Popular Manuel Estrada de Bernal. Un día halló en un comercio de su barrio, Villa Armonía, un volante que informaba “Sabe Ud que en su barrio hay una biblioteca”. Era la Goyena que se había mudado del viejo Mercado Municipal a La Colonia, calle San Luis 885, en una casa que generosamente había alquilado el Club Alberdi para la biblioteca. La biblioteca que fundara en 1959 la benemérita Inés Manzo de Torrico, que fuera directora de la Escuela Normal de Quilmes.
Leonor Lezcano llegó a la Goyena en 1991 y se le abrieron las puertas de una vida que le había quedado atrás, nunca postergada, latente. Se quedó hasta hoy. Se podría decir que son suyas las palabras de Borges: "De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro, todos los demás son extensiones de su cuerpo. Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria".
Convocada por la señora de Torrico, Leonor ocupó varios cargos, protesorera, tesorera y presidente cuando la fundadora prefirió delegar funciones después de 33 años de un trabajo por el cual no esperó ni recibió retribución alguna y pocos reconocimientos.
A la función de presidente Leonor debió agregar la de bibliotecaria por recorte que hizo la intendencia del personal municipal que la atendía durante la mañana de 9 a 12 durante dos años. Hasta 1997 en que falleció la Prof. Inés Manzo de Torrico, Leonor estuvo resguardada en su tarea por esa notable mujer que legó a Quilmes un caudal de educación y cultura incalculable.
La tarea de la biblioteca no era solo la de facilitar bibliografía se suman tanto las actividades administrativas que responden a la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares, C.O.N.A.B.I.P., como las actividades sociales y culturales a la que Leonor Lezcano también se dedicó con entusiasmo. Constantemente la Biblioteca hace donativos no sólo de libros, sino también de útiles escolares a diversas instituciones como el Colegio Julio Cortázar de Florencio Varela, la escuela Nº 766 de la Tigra, Chaco, el Instituto Superior de Periodismo “El Sol”, el Centro de Investigación Educativa de Florencio Varela, la Escuela Nº 10 de Quilmes, la Nº 7 de F. Varela; en 1998, se reunió, con al colaboración de otras instituciones quilmeñas, un importante donativo de prendas de vestir, ropa de cama, de abrigo y elementos varios para paliar la emergencia hídrica que vivía la ciudad de Esquina en Corrientes. El transporte estuvo a cargo de la Asociación de Bomberos Voluntarios de San Francisco Solano.
Este cúmulo novedoso de actividades le permitió a Leonor Lezcano llegar a espacios inalcanzables para una ama de cada, como ella se consideraba - posición que no relegó si bien debió reducir el tiempo a las tareas domésticas - como la Biblioteca Nacional, el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, dio charlas específicas en la Sociedad Italiana Cristóforo Colombo y participó en las Ferias del Libro que realizaba esta institución y en las Ferias del Libro del Autor al Lector.
Conoció a figuras relevantes de la cultura, tanto local como nacional: Alejandro Storni, hijo de la inefable Alfonsina, descendientes de Pedro Goyena, Aldo Severi, Ludovico Pérez, María Kodama, Beatriz Piedras, los profesores, Lombán, Orlando Cella, Mirita Bollo Cabrios, Ely Fontana, Ernesto Trincheri…
Un día la invitaron a sumarse a la Asociación Cultural Sanmartiniana. Representó a esta institución y a la biblioteca en un encuentro de Asociaciones Sanmartinianas que se efectuó en el 2006, en Rosario, al pie del travertino homenaje a nuestra bandera.
Recibió el “Candil Kilmes”; fue homenajeada por el Club Alberdi y, en el 2010, por la CD de la biblioteca, como tributo a su trayectoria.
Pero dos son los reconocimientos que Leonor Lezcano más valora: el que le hizo la Sanmartiniana al confiar en la Goyena como custodia de la biblioteca específica de la Asociación, gesto que siente como premio a su labor responsable y el segundo es el que le hacen los niños, alumnos de la escuelas del barrio, la Nº 16, la Nº 36, cuando la reconocen y saludan por la calle. Actitud que responde a su gesto afable y su templanza para comunicarse con los jóvenes.
 Junto a la Prof. Mirita Bollo Cabrios y el Dr. Eusebi
CERRANDO EL LIBRO
La biblioteca le permitió concretar la docencia soñada en su infancia, pues el acto de “dar” conocimiento, tanto como en un aula, también se reproduce entre estantes y anaqueles de libros, aconsejando al estudiante de tal o cual autor, comentando obras, orientando.
“Las bibliotecas son una realidad consolidada a lo largo de más de cuatro mil años de historia, que discurre paralela a la de la escritura y el libro”. [1] Pero también a la vida de los que tienen un vínculo apretado con los libros.
Humilde, con constante gesto de apertura, sencillez, pero seguridad en el decir y en el hacer.
Con su esposo, su hija su yerno el contador Daniel Alejandro Turqui y su nieto Juan Pablo Rosesky que, en su adolescencia, fue un necesario trabajador en la biblioteca.
Efectivamente, Leonor Lezcano es un mujer que supo vencer las contingencias de la vida para sembrar sobre terreno fértil y propagar su simiente. 
Prof. Chalo Agnelli

1ª Foto: La señora Leonor Lezcano (centro) junto a la fundadora de la Biblioteca Pedro Goyena, Inés Manso de Torrico (izquierda) y una bisnieta de Goyena.
NOTA
[1] Anyelis Tovar www.monografias.com