martes, 8 de mayo de 2012

MARTA POLICCICHIO (colaboración)

Chalo Agnelli
El  martes 10 de abril se abrió un abismo de pena en Quilmes, la noticia de la muerte de Marta Policcichio. Educadora, ceramista, narradora, mujer de la cultura; su trayectoria en la Alianza Francesa de Bernal fue trascendental para esa institución.
El año pasado pocos días antes de las fiestas de fin de año nos cruzamos en la calle Rivadavia. Nos dio alegría encontrarnos, pero fue un saludo rápido, de esos en los que quedan un montón de cosas sin decir... esa urgencia que nos adhirió la época y que a veces nos hace perder lo importante, como 'ganar tiempo con amigos'... y en este caso, amigos que ya no se nos cruzarán por la calle Rivadavia ni por la vida y únicamente nos acompañarán en el bagaje de recuerdos.
La gente que la quiso, que la escuchó, que la admiró dio cuenta de su fallecimiento. Y como tributo va esta esquela de dos de sus queridos amigos Lita y Quique Devincenzi:
            Grande fue el desconcierto y la tristeza que dejó su partida. Marta Policcichio ha sido un rayo de luz que atravesó nuestras vidas llenándonos de alegría, jovialidad, cortesía, buena onda y por sobre todo “Amistad” con la cual nos supo abrazar, contener e iluminar.
Nos resultará incomprensible no encontrarla casualmente por nuestras calles, con su ágil silueta, siempre joven, dinámica, llena de energía; al punto tal de pensar que jamás la enfermedad podría alcanzarla. Su melena enrulada, su eterna sonrisa y el abrazo fraterno que quedarán para siempre en nuestros corazones.
Pensar en atravesar el umbral de la Alianza Francesa sin su presencia sería, y todos lo sabemos, un vacío imposible de llenar.
Todavía se recuerda su mini show con Jorge Lemal, sus actuaciones en el Museo Alte. Brown y en Artepié, derrochando alegría y vitalidad.
Fue maestra, profesora en distintas instituciones y fundamentalmente artista plástica, ganadora de varias distinciones, su obra ha trascendido los límites de nuestro país, ya que llevar una cerámica “Ángel musiquero y/o Maternidades” a personalidades y amistades lejos de nuestra frontera, siempre fue un halago y una distinción de buen gusto. 
Hoy nos queda a muchos, más allá de su eterna sonrisa, parte de esa obra que con cariño atesoramos, convencidos que un pedacito de Marta quedó en cada una de ellas ¡Hasta siempre querida amiga…!" Lita y Quique Devincenzi
MARTA, CHALO, LUDO Y NORMA
                                                                 

MANUEL DA SILVA Y LAS PUERTAS DE LA CASA DE LA CULTURA

MANUEL DA SILVA
Mientras las paredes de la Casa de la Cultura se levantaban orgullosas en Rivadavia y Sarmiento, la magnífica puerta de ingreso y los restantes diseños en madera se estaban construyendo en una de las más importantes carpinterías, que desde 1900, había sobre la calle Rivadavia, entre Lavalle y Moreno.
Uno de los operarios fue Manuel da Silva, portugués llegado a América en 1909, que con 26 jóvenes años, oficio de carpintero y deseos de trabajar llegó a nuestra ciudad. Manuel e ingresó en esa carpinteríacomo como obrero especializado.
En ese entonces se construía con pocas maquinarias y mucha mano de obra, trabajan un año en la "obra blanca", hermosas talladuras de caoba, de tres pulgadas de espesor, tres metros de altura y 1, 30 metros de ancho. Escaleras, puertas, ventanas, todo lleva el sello de un de­licado trabajo, del cual Manuel da Silva fue tenaz traba­jador y testigo.
Cuando la obra estuvo concluida el intendente Pablo Castro, y autoridades locales, invitaron al personal de obra y carpintería a la inauguración que se realizó el 25 de mayo de 1912.
Las dos hojas se abrieron y cerraron cientos de veces para dejar pasar autoridades, alumno y profesores de la Carlos Morel, visitantes de la Casa de la Cultura y, sin embargo, nada pudo deteriorar su impo­nencia, líneas y detalles.
Manuel da Silva en Lisboa había aprendido su oficio junto al maestro carpintero Jacinto de Oliveira. Des­de los 18 años se ganó el sustento con la madera. En Argentina encontró paz y felicidad, pero nunca alejó de su corazón a Portugal. Realizó varios viajes a su tierra, pero siempre volvió a Quilmes.
Adquirió un lote e hizo su casa en Vicente López y Benito Pérez Galdós, donde vivió con su esposa, María da Luz da Silva, y sus hijos Manuel y María. También trabajó en obras de carpintería en la Cervecería Quilmes. 
Manuel da Silva, hijo, aprendió el oficio de su padre. Ocupó un importante puesto en la Cervecería y enseñó la especialidad en institutos de la zona. Con su es­posa, Elia Bertoia de da Silva, atesoró los diseños y maquetas de puertas, ventanas, escaleras rampantes, muebles, que realizó su padre don Manuel, cuyos originales existenten en edificios y casas de la ciudad; testimonio de una labor de más de 50 años.
Investigación Prof. Chalo Agnelli