Eran épocas de cambio en la Argentina del nuevo siglo: épocas de inmigración, de surgimiento de la clase obrera y expansión de la clase media. El partido conservador digitaba los destinos del país. En 1904, en las únicas elecciones llevadas a cabo por el sistema de circunscripciones en la Capital Federal, ganó en el barrio de La Boca el doctor Alfredo Palacios, que así se convirtió en el primer diputado socialista. Pocos años después, en 1912, el voto secreto y obligatorio, promovido por el presidente Roque Sáenz Peña, permitió el ingreso de nueva sangre a los estrados decisorios.
Cúneo asume como diputado nacional en 1914. Es el cuarto más votado en la Capital Federal (43.094), precedido por sus colegas socialistas Nicolás Repetto, Mario Bravo y Antonio de Tomasso y superando a los también socialistas Ángel Giménez y Antonio Zaccagnini. Los últimos tres porteños en entrar a la legislatura eran los radicales Castellanos, De Veiga y Le Bretón.
Enseguida, Cúneo propone la creación de la Comisión de Legislación del Trabajo, que quedará conformada en 1920. La oportunidad de alcanzar esta posición legislativa la aprovecha al máximo proyectando ideas, como la liberación de derechos aduaneros a la importación de carne fresca y ganado en pie, el cierre de comercios a las 20 (se hará ley en 1934) y normas de seguridad e higiene en el trabajo (1917). Además suscribe el proyecto de ley de exploración y explotación de yacimientos petrolíferos situados dentro y fuera de las reservas fiscales (1914), y presenta el proyecto de ley que prohíbe a las empresas de servicios públicos o de cualquier otra naturaleza la imposición a sus obreros y empleados de constituir asociaciones o comités o firmar petitorios de apoyo o de combate de iniciativas o proyectos de cualquier naturaleza (1915). En 1916 impulsa la idea de declarar feriado al primero de mayo, recordando que él había estado en la primera celebración de este día en la Argentina en 1890. Se discute el tema y en 1925 se lo oficializa.
Viendo que no siempre el recuento de las votaciones en el recinto se ajustaba a la realidad, propone en 1915 el uso de un procedimiento electromecánico con un letrero luminoso donde se establecía la cantidad de diputados presentes y el número de votos afirmativos y negativos. El proyecto le pertenecía ya que Cúneo era técnico electrónico, pero, no obstante, dos años más tarde promovió la apertura de un concurso y el llamado a licitación. La cámara aprobó su proyecto, pero recién en 1938 se implantó el sistema que actualmente se utiliza.
El aparato ayudaría a mermar el número de accidentes ferroviarios siempre que las empresas transportistas lo adoptaran con un costo “insignificante comparado con los perjuicios morales y materiales que se evitarían”.
Para esto, Cúneo preparó una maqueta en la que exhibía al público y al jurado de honor las bondades de su proyecto. El trabajo lo hizo en la Compañía General de Fósforos. La fábrica de cigarrillos y habanos Monterrey le facilitó el dinero para sus folletos. La labor fue ardua, no sólo en la construcción de la miniatura sino también en la preparación minuciosa de los planos, cuyos originales aún se conservan. Los periódicos siguieron de cerca la exposición y a los expositores y, por caso, La Argentina, La Nación y El Diario cuentan acerca del éxito del aparato de Cúneo en el citado encuentro.
Por medio de lámparas y campanillas eléctricas, que pueden accionarse simultáneamente, la locomotora en marcha anunciará su paso a uno o más kilómetros de las estaciones o paso a nivel. El aviso sólo se detendrá automáticamente una vez que el tren haya pasado. Cúneo remarca lo de “automáticamente”, porque esto eludía la necesidad de tener una persona atendiendo el sistema con el costo y la falibilidad que acarrea.
Además había un camino inverso: los días de niebla, cuando el conductor de la locomotora no puede ver las luces o señales de los semáforos, se le informará si la vía está ocupada, también por medio de luces y campanillas.
En las estaciones, además, se agregará un cartel luminoso que indicará de dónde viene el tren, a dónde va y en qué estaciones de ese trayecto parará. Incluso, llegando a un verdadero extremo de seguridad para la época, si dos trenes se enfrentan accidentalmente por la misma vía, no solo recibirán el anuncio del peligro, visual y sonoro, sino que las locomotoras se detendrán de inmediato sin intervención del personal de conducción.
En la ocasión presentó al comisario general de la Exposición, ingeniero Juan Pelleschi, un petitorio con el objetivo de que el jurado presencie las operaciones en su maqueta, pues merecía un examen bien prolijo tras el enorme sacrificio que había realizado, y obtuviera así una recompensa como inventor que sirva a su vez de estímulo “para que otros obreros apliquen sus aptitudes a algo que, honrándose a sí mismos, honren también al país”. Así obtuvo la Medalla de Oro y Diploma de Honor.
Una carta que obra en poder de su nieto muestra que, medio año más tarde que la exposición, en junio de 1911, Cúneo se dirige al ingeniero principal de la Administración General de los Ferrocarriles del Estado enviándole los dibujos o planos de su invento más los costos de las piezas que, con los gastos de “instalación, viage (sic), estadía, etc, no excedería en mucho a la suma de 6.000 pesos”. El manuscrito termina con sus deseos de obtener el apoyo del gobierno “de mi país de acuerdo con lo expresado al Sr. Diputado Nacional Don Manuel B. Gonnet por el Excmo. Sr. Ministro de Obras Públicas de la Nación”. No se sabe si estas gestiones prosperaron.
Pese a su corta vida, su obra política y sus inventos se perpetuaron hasta nuestros días. Así como Alfredo Palacios fue el primer diputado socialista de América, Cúneo y el ferroviario Antonio Zaccagnini fueron los primeros obreros socialistas que llegaron a diputados nacionales.