A 107 años de su nacimiento y 38 de su partida
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Gloria March y Emilio Colombo |
Me llamo Emilio Colombo Ferrari. Nací
un 5 de agosto de 1907 del vientre materno de Adela Ferrari Barlocci y la
paternidad de Francisco Colombo Aspiz, casi veinte años después que dos buques
de bandera italiana tocaran la enorme panza pampeana. Los vientos sureños que
cruzaban Bahía Blanca por las calles de Ingeniero White y de Spurr, secaron mi
cordón umbilical. Crecí como el menor de cuatro mujeres y cinco varones. Mi
madre siempre atenuaba el impacto de los rectos bigotes de mi padre, importado
sin escalas de la
Lombardía. Nunca hablamos el idioma de ellos: había que
integrarse y ser un argentino más. Tampoco recuerdo historias de la familia que
quedó atrás. Empezar de nuevo no era una figura literaria, ni una metáfora, era
una necesidad. Si mi padre –un pionero, un iniciador de emprendimientos, un
hombre de acción- nos inculcó la necesidad de la lectura y del esfuerzo
personal, de mi hermano Antonio aprendí la dedicación al estudio, al método, al
gusto por el conocimiento. Antonio supo tomar la posta y nos puso en carrera. A
mí y a mi hermano Eduardo. Un día los vientos del inquieto Francisco nos llevó a
Quilmes. Allí pasé los años de mi adolescencia y juventud. Mi infancia quedaba
atrás. Antonio y Eduardo hacían estragos en los campeonatos locales de ajedrez.
El primero también en tenis y natación. Fundaron la “Academia Florentino
Ameghino” para estudiantes del secundario. Pocos años después también yo
contribuí con ella y pude ganar mis primeros pesos. De esa época vienen muchos
de mis recuerdos y mi sentido de pertenencia. Con plena conciencia de patria me
enrolé en el Club Argentinos de Quilmes, que competía con el Quilmes Athletic
Club. Entre partido y partido comencé a estudiar medicina en la Universidad de La Plata. Una morocha
dulce de ojos negros se me metió en el corazón cuando corría el año 1933. Nos
conocimos en la antigua rambla de Quilmes. Al comienzo salíamos bajo la celosa
guardia de su madre, doña Rosa Scardino Gaudencio
de March. Me casé con Gloria (“Coca”) March en 1936. Ya tenía el diploma de
médico bajo el brazo. A nuestro hogar llegaron después Emilio, Jorge y Gloria
Inés. Ingresé en la
Maternidad Alberto Peralta Ramos, por entonces subvencionada
por la Sociedad
de Beneficencia. Con afán me dediqué a la clínica y experimentación
endocrinológicas. A una sala del Hospital “La Santa Casa de la Misericordia” en Río
de Janeiro, se le dio mi nombre. En el cuarenta y pico resistí la afiliación política
obligatoria. Fui en viaje de estudios a Canadá y Norteamérica, a los
laboratorios de los doctores Hans Selye
y Emil Novak. No escapé a las complejidades de la vida de un argentino. El
partido de la Unión
Cívica Radical me atrajo y allí interactué con los doctores
Lebensohn, Larralde, Balbín y Frondizi. La política poco a poco fue invadiendo
también mi casa, donde “la Negra”
y mis hijos supieron hacerme pie. El
antiguo laboratorio de productos endocrínicos “Zimasa”, de la calle
Billinghurst 1710, fue mi bunker profesional y político. Acepté del Presidente
A. Frondizi responsabilidades en varias actividades, donde creo haber cumplido
con honestidad. Luego participé de campañas de salud pública en las provincias
de Salta, Santa Fe, Chaco y Entre Ríos. Las complicaciones del país no dejaban
fuera de ellas a sus ciudadanos; tampoco a mí. Le entregué a mi hogar y a mi
país lo mejor de mis intenciones y esfuerzos. Mis errores y deudas humanas las
saldarán el perdón humano o el olvido, y si no, lo hará el tiempo, cuando ello
deba ocurrir.
Jorge A. Colombo MD, PhD
Unidad de Neurobiología Aplicada
Investigador Principal (CONICET)
www.fundacionconectar.org.ar
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