el 26 de febrero de 2018
César Barrera Nicholson
de una “Historia de Quilmes” en preparación
De tal manera quedó fijada la posesión y propiedad primera del suelo bonaerense y por ende el de Quilmes y sujeto desde entonces a las leyes Castellanas. La ‘Civilización de Occidente’ iniciaba así su imperio a la vera de nuestro estuario y bajo sus normas jurídicas en las nuevas tierras sobre las cuales iba extendiendo su conquista.
Antes de concretar los nombres de los primeros pobladores y propietarios, españoles de nacimiento, en campos de Quilmes, integrantes del núcleo de fundadores de la segunda Buenos Aires, observemos aquel y tomémoslo como uno de tantos grupos que desgranándose a lo largo de valles, ríos y montañas, jalonaron en su avance de conquista y al correr de sus pasos, con poblaciones y ciudades que en su mayoría perduran hoy, ricas y progresistas, a todo el territorio de la nación.
LOS AVENTUREROS
¿Quiénes, constituían aquel núcleo? Con criterio global podemos decir que estaba formador por un grupo casi totalmente de españoles venidos de cualquier rincón de España, pobres casi todos, paupérrimos, para expresar con más propiedad su condición de humildes y desvalidos; audaces y aventureros, en pos de honores y fortunas o de ambas a la vez y carentes muchos de ellos de alcurnias y linajes. Sus nombres habían de forjarse en estos sitios del Nuevo Mundo en aventuras increíbles y epopeyas estupendas entre el fragor de los combates, las ansias, el hambre, la sed y la lucha permanente contra hombres, bestias, clima y ambiciones encontradas.
Así fueron surgiendo en la historia de la conquista y colonización, nombres obscuros y desconocidos en España y que aquí el denuedo y la gloria, abrillantaron y engrandecieron.
Porque América fue para ellos crisol de mudanzas increíbles. Cortés, un soldado anónimo; Pizarro, un porquerizo hijo de una cortesana, conquistan uno a Méjico y el otro al Perú, se enriquecen y envían tanto oro al rey, como jamás lo soñaran en el más inverosímil de los sueños.
Convertidos al medio, lejos de Europa, de su civilización y de sus leyes, fuera de todo control y agigantados ante sí mismos por el resultado de su esfuerzo, se sienten capaces de toda empresa. La guerra contra los indios o entre ellos mismos, pareciera ser un placer. “Las guerras - dice Lope de Aguirre, levantado en rebelión contra su Rey - para los hombres se hicieron”. Llegaron a considerarse en tal alto rango que cuando así les convino se alzaron contra toda traba, toda ley divina o humana, en un frenesí de poder y de soberbia: “La ley se acata, pero no se cumple”, dice Belalcázar. Bulle en sus cerebros y agita con violencia sus corazones el espíritu de una nueva España que echa fuerte y honda raigambre en este mundo apenas descubierto y la savia fecunda y poderosa les mueve a erguirse en una locura de altanería y orgullo, tanto más alta cuanto más irrealizable pareciera ser el obstáculo que los detuviese.
LA EUROPA MEDIEVAL
Por ello la historia de los conquistadores, soldados o pobladores de nuestra América está saturada de miserias y grandezas; su obra es la obra del siglo que vivieron y del medio en que actuaron. Siglo y medio ambiente de fiereza, de luchas de supervivencia necesariamente crueles, como cruel era el mundo de aquel tiempo; y la grandeza, el coraje, los errores y los aciertos del español en América son proyecciones que nacen de la sociedad europea medieval.
Y la España del siglo XV, la España aguerrida y brava, modelada en largas guerras contra el moro, por la libertad y por la religión, se manifestó en aquellos anónimos pobladores, frailes, artesanos, la labriegos y soldados que en absurda desproporción numérica avasallaron hombres y pueblos; se manifestó largamente y con vigor bien español, con toda la reciedumbre, la heroicidad y la apasionada violencia que el formidable escenario americano estimuló en superación de bravuras y de arrojos, fuera de toda vigilancia y continencia y como al azar se lanzaron bajo la candente fiebre de un delirio heroico y sometieron y dominaron civilizaciones milenarias, para engarzar en la corona de España su más preciada y valiosa gema: la América Española.
Pasada aquella época de lujuriosa brega, el Estado en su obra civilizadora sustituía poco a poco aquellos regímenes de violencia, por una reglamentación jurídica toda previsión y cordura, toda filantropía y sabiduría.
Las Leyes de Indias, constituyen un monumento de la monarquía española, que atestigua la existencia de ideas rectoras, hijas de un cristianismo profundo y como tal, de un plan civilizador armónico y equilibrado. Y a este plan y a su realización responden la fundación de pueblos y ciudades y la otorgación de mercedes en tierras que fijaron el esfuerzo de los hombres a la explotación de su riqueza, origen de nuestra actual grandeza pecuaria.
PANORAMA DE TRABAJO
Ha dicho un autor, que los españoles de la conquista y de los primeros años de la colonia, no bien pisaban estas tierras del Río de la Plata, sólo acostumbrados hasta entonces al arado y al cultivo de la tierra, pedían campos para estancias.
Y no eran todos labradores humildes; si bien en aquellos que las tenían, sus alcurnias y linajes no pasaban de una honorable medianía, no por eso dejaban de hallarse entre ellos segundones de buena casa e hidalgos “de solar conocido”. Lo dicho antes se explica, teniendo en cuenta el panorama de trabajo que se les presentaba en estas tierras, frente a lo que después serían las dos grandes riquezas: la ganadería y la agricultura. Tampoco eran humildes desde otro punto de vista; al ofrecerse en venta por las autoridades españolas algunos títulos de nobleza para con su producto sufragar determinados gastos, muchos de ellos contestaron: “¡Qué más honor ni más nobleza que se español!”.
“EL PAISANO” DE NUESTRA CAMPAÑA
Entre aquellos habitantes de Buenos Aires que guardaban las galas traídas de España para las grandes solemnidades y vestían habitualmente harapos que cubrían con un manto, origen del poncho, [1] que no contaban con otras mercaderías europeas que las llegadas muy de tiempo en tiempo, medido en años, en algún buque de la carrera legal o en las poco más frecuentes del contrabando; entre ellos, decíamos, abundaban quienes se quejaban al Rey, allá por 1590, porque “se ven obligados a trabajar por sus propias manos" y expresaban “qué mugeres españolas nobles de calidad por su mucha pobreza, an ydo a traer a cuesta el agua que an de bever” (textual), culminando las quejas en éste párrafo: “los vezinos y moradores hazen sus labores y ganados por sus propias manos.... lo qual es mucha lástima, que los dichos vezinos se sirvan como si fuera en la mínima aldea de España, qué por estas partes no se usa...” (textual)
Es que en estas partes, el “no se usa” tenía su explicación: frente a la pampa inmensa, de campos feraces, una asombrosa riqueza muy diferente que la del oro y la plata de Perú, empezaba a columbrarse en la abierta llanura y cuando las primeras estancias pasaron a contar rodeos numerosos, la ganadería con la exportación de sus productos por la vía legal o por la del contrabando, dio impulso a lo que después sería la base de nuestra riqueza nacional.
Frente a las rudas tareas agrícolas encontraban la comodidad peligrosa de las ganaderas, sin otras preocupaciones que las de luchar con haciendas bravías que jamás habían estado frente a seres humanos, pero para ellos, descendientes inmediatos de los que lucharon siglos contra los moros y en algunos casos participantes directos de la campaña de Flandes, tales luchas debían servir de estímulo en la tarea y quizás de emulación. “Qué argumento u ordenanza - dice un autor - podía convencerles que vivir casi desnudos y alimentarse con carne de caballo, raíces y hierbas del campo, era preferible a comer la carne semiasada del ganado cimarrón y cambiar el cuero y las crines por aguardiente, armas y pilchas”.
En ese medio inmenso con todos sus peligros y a la vez los estímulos para que actuara en él quien se destacase por sus condiciones sobre los demás, debía forzosamente surgir de los españoles alejados de la aldea de Buenos Aires, aquel producto singular, noble y simpático, “el paisano” de nuestras campañas, que aun hoy conserva en su hablar el “mesmo”, el “naide” y el “cuasi” del castellano de la época de Cervantes […]
LOS OBREROS LEJANOS DE NUESTRA GRANDEZA
La conquista realizada por la Madre Patria en estas tierras, “empresa tan ardua y ciclópea que no tiene términos posibles de comparación en los anales de todos los pueblos”, tal como lo dice el Decreto del Gobierno Argentino del 4 de Octubre de 1917, por el que se crea el “Día de la Raza”, se cumplió tal como lo establece el mismo decreto, “con la aleación del valor de sus guerreros, el denuedo de sus exploradores, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios y las labores de sus menestreles”; [2] la levadura de la sangre española volcada en estas tierras de América comprendía las grandes figuras de los primeros planos y junto a ellas los lugartenientes, los segundones, los personajes menores, escribanos, alarifes, “surujanos” (cirujanos), carpinteros, “los simples soldados de la caterva”, al decir de un autor.
Son ellos los obreros más lejanos de nuestra grandeza nacional; sus nombres no deben permanecer ignorados porque son ellos quienes en la penumbra de la historia de nuestra Patria y, en nuestro caso particular, de Quilmes, fueron las sillares silenciosas de la obra. Con ellos, tal como se ha dicho, por un autor, refiriéndose a una de las más antiguas familias de la vieja jurisdicción territorial de Quilmes, “asoman los signos esculpidos por el buril de una grave y pujante estirpe que cumplió en silencio su destino civilizador”.
EL REPARTIMIENTO
Apenas fundada Buenos Aires por Juan de Garay, las tierras de su campaña se entregaron en propiedad a sus acompañantes. Fue así como, desde el Riachuelo hasta la Magdalena, aquellos conquistadores recibieron sendas “estancias”, cuyas dimensiones, excepto un caso, fueron de media legua de frente por legua y media de fondo (3000 por 9000 varas ó 2,414 por 7,242 km *)
El frente se medía sobre la barranca que desde Wilde se prolonga en forma sensiblemente paralela a la costa, separando netamente la parte alta del bañado situado entre ésta y aquella. A su vez el fondo corría tierra adentro con rumbo Noreste-Sudoeste verdadero, vale decir, corregida la declinación magnética de la brújula.
Por el repartimiento de tierras de Garay, tres de sus acompañantes resultaron ser los primeros propietarios de gran parte de las tierras que hoy quedan incluidas en la planta urbana de Quilmes: Pedro de Xeres, Pedro de Quirós y Pedro de Izarra.
Sus estancias estaban situadas dentro de los límites actuales siguientes:
Xeres, por la barranca, desde la calle Dean Funes en Bernal hasta la de Rivadavia en Quilmes, prolongándose su fondo hasta el actual deslinde Quilmes-Almirante Brown-Lomas de Zamora;
Izarra, frente por la barranca, desde el límite antes citado de Quirós, hasta la prolongación hacía la misma, de la calle Nº 24 de Berazategui, su fondo se internaba en Florencio Varela, aproximadamente hasta la estación del mismo nombre del Ferrocarril Provincial.
Ortiz de Zárate, quien llegó al Perú desde España en 1534, con Hernando Pizarro, fue designado Gobernador del Río de la Plata en 1567, por la Real Audiencia de Charcas, para lo cual debió trasladarse a España a fin de capitular con el Rey. Por tales capitulaciones, firmadas en 10 de junio de 1668, Zárate debía traer a estas tierras 200 hombres casados, de oficios determinados o labradores y 300 de guerra; el viaje debía emprenderlo en no menos de 4 buques; poblaría tres ciudades: una en la Asunción, otra en Charcas en el Alto Perú y una tercera en la entrada del Río de la Plata; en su expedición traería 4000 vacas, 4000 ovejas, 500 cabras y 300 yeguas de Castilla, empleando en la conquista que iniciaba la suma de 20.000 ducados (1 ducado, aproximadamente $ 5.45 de la moneda argentina actual); [3] en las partes que descubriese y que juzgase convenientes para ello, fundaría cuatro ciudades con sus correspondientes fortalezas.
La expedición salió de España en 1572, y luego de peripecias en gran número, sobre todo ocurridas en el Río de la Plata, penetró en el río Uruguay en cuya margen izquierda cerca de la actual población de Soriano, Zárate fundó el pueblo de San Salvador, el 30 de mayo de 1574.
La Casa de Contratación de Sevilla
(1503-1790)
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Se conocen hoy algunos detalles acerca de los expedicionarios; en un recuento efectuado por la Casa de Contratación de Sevilla a comienzos del año 1572, se mencionan entre los componentes de la expedición: un canónigo, dos clérigos, el general y almirante, tres capitanes, un licenciado, un cirujano, dos plateros, un sastre, tres zapateros, un cantarero, dos labradores, ciento noventa y cuatro personas sin profesión y dos atambores. [4] En total, con la tripulación de los buques, eran 238 hombres y 29 mujeres. En fecha poco posterior y luego de haberse agregado dos buques a la expedición, la gente que la componía llegaba a un total de 510 personas, comprendiendo 104 de tripulación. Entre ellos se encontraban nuestros Xeres, Quirós e Izarra, así como también otro de los propietarios antiguos quilmeños, sucesor de uno de los nombrados en la posesión de la tierra, Andrés Ximenes “el viejo”. Del conjunto de los expedicionarios, se expresaba así Ortiz de Vergara, que con ellos emprendía el viaje: “estauan tan pobres que en mi vida he visto armada donde tanta pobreca se me presentase a todas partes...” (textual)
Los miembros de la expedición habían sido llamados a enganche por bandos, en uno de los cuales se decía: “manda el señor capitán que cualesquiera soldado que pretendiera hazer esta jornada del Río de la Plata debe (dar) dineros para flete y matalotaje... y el que no pensare hacerlo ansy desde aquy se buelba a su casa para que no pretenda ygnorancia y porque va su ynterees e a gozar de las copiosas mercedes que su magestad faze...” (textual)
Algunas de las condiciones impuestas por el Adelantado a los expedicionarios son muy curiosas; así, refiriéndose al viaje les decía: “que todo podrá costarles a cada uno de ellos como quarenta o cincuenta ducados a lo más largo”; cada conquistador debía llevar sus armas y municiones, previniéndoles el Adelantado “que no gaste sus dineros en galas de vestidos costosos y que los guarde para sus costas de flete y matalotaje y para llevar algún hierro o acero que es lo que vale para rescates en la tierra”.
Juan Ortiz de Zárate y Mendieta |
Digamos de paso que la expedición de Ortíz de Zárate se hizo cumpliendo con una de las previsoras ideologías que determinaron los rumbos en la conquista de América por la corona de España y que con ella, señalada por el Licenciado Matienzo desde el Perú, pudo refundarse Buenos Aires como punto de acceso desde el Atlántico hacia las tierras de los incas, hecho que cien años después, conducirá a la conquista y desnaturalización de los altivos y rebeldes indios Quilmes, los cuales se interponían, con su belicosidad, en el camino que ligaba ambas capitales en los dos océanos.
Volviendo al puerto de San Salvador al cual había llegado Garay desde Santa Fe (ciudad que fundara pocos años antes) con algunos auxilios que había pedido Zárate, nos encontramos con el primero de los documentos que menciona a Pedro de Xeres; con fecha 7 de junio de 1574, Zárate designó a Garay Capitán General, Teniente de Gobernador y Justicia Mayor de las provincias del Río de la Plata provisión que refrendó con su firma, y en su carácter de escribano nuestro Pedro de Xeres.
El 14 de diciembre de dicho año, Zárate emprendió viaje hacia la Asunción, dejando en el poblado recién fundado, sesenta hombres al mando de Juan Alonso de Quirós, cuya figura tiene para nosotros especial importancia por tratarse, probablemente, del padre de Pedro de Quirós, lindero de Xeres en las tierras repartidas por Garay en esta zona y por lo tanto primer propietario de lo que hoy es en gran parte, la planta urbana de Quilmes.
En fecha poco anterior a setiembre del año siguiente 1575, la población de San Salvador había disminuido, por la huida a Tucumán de varios vecinos y el 20 de julio de 1577, fue abandonada; “acordaron el teniente Juan Alonso de Quirós é la demás gente despoblarla”, pese a que sus habitantes se hallaban en ella “teniendo bastimentos con que se sustentar buenas chacaras de trigo, mayz y frisóles y hortalizas de todas legumbres mucha caza de venados y perdices que matavan, cabras y puercos para criar, caballos para correr la tierra, los quales dejaron allá y finalmente gran pesquería de mucho pescado”. Presumiblemente la causa del abandono debióse a la permanente hostilidad de parte de los indígenas comarcanos.
No vemos figurar a Xeres, por lo menos en la documentación conocida hoy por nosotros, hasta el año 1580, en el cual la expedición con Garay a la cabeza descendía por el Paraná para fundar Buenos Aires. En el Paraná de las Palmas el convoy se detuvo para producir la llamada “información de servicios de Juan de Salazar”, la cual inició nuestro Xeres con el título “Escrivano público y de Cabildo y de Gobernación y rregistros” (textual), el 28 de mayo de dicho año de 1580, y terminó en Buenos Aires ya fundada el 15 de junio siguiente.
Entretanto, el 11 de junio, Garay levantaba nuevamente la población que décadas antes había sido fundada por Mendoza. El acta correspondiente, en sus cinco partes, es anotada y firmada por Xeres. Pocos días después, el 15, en el cual fue terminada ya la que hemos mencionado “información de Salazar escribano Xeres firmó dos actuaciones referentes a la nao San Cristóbal de Buena Ventura”, siendo estas dos, las últimas noticias concretas que tenemos a su respecto en ese sentido.
El 24 de octubre del minino año 1580, se efectúa el repartimiento de tierras en el cual Xeres fue favorecido, además de otras mercedes en tierras, con la fracción que ya hemos indicado. Tiempo después, en 1582, en el reparto de indios hecho “a los pobladores y fundadores y conquistadores de la dicha ciudad en alguna recompensa de los muchos gastos y travajos que han tenido en la dicha población”, no se menciona su nombre entre aquellos, ignoramos la causa y suponemos que ya enfermo en octubre de 1580, fecha en la que se le otorgaron las tierras con la “estancia”, no figuraba entre los pobladores de Buenos Aires o por lo menos, entre los favorecidos con indios dos años después, acaso por haber fallecido o haberse trasladado a otro punto.
Algunas constancias documentales, nos hacen suponer que sus herederos continuaron con la posesión de su estancia o de parte de ella en los años 1600, y posteriores, quizás hasta en las primeras décadas del 1700, y lo suponemos pues entre los descendientes de estos y los del ya nombrado Ximenes “el viejo”, todos ellos vinculados a la propiedad de estas tierras, se realizaron casamientos, que vinieron a unir más aún los apellidos que nos ocupan a la posesión de estas propiedades.
Su apellido, en varias versiones documentales antiguas, figura como Xeres, Gerez o Pérez, siendo la primera de ellas la que empleó nuestro escribano en el acta de fundación de la ciudad de Buenos Aires.
Es curioso consignar la coincidencia de que muchos años después, el 2 de agosto de 1810, un tal Pedro Pérez, ofrece a la Primera Junta de Gobierno un rodeo de 2000 ovejas de su campo al sureste de Buenos Aires, pasado el Riachuelo, para alguna expedición patriota que saliese “del lado puente del sud” (hoy puente Pueyrredón, en el Riachuelo)
Xeres es de todos los acompañantes de Garay, el menos conocido quizás su representación ideal la hallamos en los cuadros que pintó Moreno Carbonero referentes a la fundación de Buenos Aires por Garay, es la figura del escribano que a la izquierda de este y frente al rollo de justicia se encuentra con pluma y papel en mano en actitud de escribir la correspondiente acta.
Este Juan Alonso, pequeño de estatura y con la señal de un lobanillo [6] sobre la ceja izquierda, quedó por teniente de gobernador como se ha dicho en el pueblo de San Salvador y ocupó ese cargo hasta su despoblación en 1577, tratando de defenderlo contra los indios y luchando con sus compañeros para evitar que el desaliento les hiciese abandonarlo.
Poco antes de que esto ocurriera, los contados habitantes de aquel punto fueron sorprendidos por la llegada del mismo Diego de Mendieta, joven alegre y divertido, dado a la juerga y más amigo de reír que de tomar las cosas en serio, teniente de gobernador de Santa Fe depuesto del cargo por mala cabeza, “tronera incorregible” y “cráneo de cascabel”, al decir de un autor. Los socorros que buscó allí para recobrar el poder no pudo hallarlos porque Quirós lo apresó y entregó al capitán Espinosa que había venido desde Santa Fe para conducirlo a España.
Abandonada San Salvador como hemos dicho, Quirós pasó a la Asunción donde aun vivía en 1586. Nuestro Pedro de Quirós ha sido dado también como hijo de Juan de Quirós, expedicionario con Álvar Núñez Cabeza de Vaca e hijo de Gonzalo de Quirós vecino de Plasencia provincia de Guipúzcoa. Este Juan de Quirós que con el Adelantado Cabeza de Vaca participó en la expedición terrestre desde las costas atlánticas del Brasil hasta la Asunción del Paraguay, murió cuatro jornadas antes de llegar a destino, en 1542. Ahora bien, Pedro de Quirós, en el año de la partida de Ortiz de Zárate, o sea en 1572, figura en la lista de los expedicionarios como “natural de Venavente, de edad de 28 años”, y por lo tanto nacido en el año 1544. La inseguridad de ciertos datos no permite establecer claramente si este Pedro de Quirós es el acompañante de Garay en 1580, y por lo tanto el primer propietario de estas tierras, hoy quilmeñas. En cambio no puede ser, indudablemente, hijo del que murió en el Paraguay dos años antes de la fecha de su nacimiento.
Se supone con algún fundamento, que Pedro de Quirós estuvo en la recién fundada Santa Fe, en 1572.
Acompañó a Garay desde la Asunción o tal vez embarcándose en Santa Fe y al fundarse la ciudad de Buenos Aires fue designado regidor de su primer cabildo. Algunos documentos indican que tenía una “señal en la mollera” [7] y que era “encendido de color”. [8]
El Primer propietario de nuestra actual planta urbana, recibió además en el reparto de tierras hecho por Garay, el solar en la esquina de Victoria-Bolívar en la Capital Federal, que hace cruz con el actual edificio del Cabildo. A título de información agregamos que el solar frente al ya señalado como de propiedad de Quirós y que hoy ocupa el nacimiento de la diagonal General Julio A. Roca, “fue permutado en el año 1584, por una guitarra y un caballo”. [9]
Pocos años después, en 1585, Pedro de Quirós es designado regidor del Cabildo de la ciudad de Concepción del Bermejo en la actual gobernación del Chaco. [10] Esta ciudad fue fundada en dicho año por Alonso de Vera y Aragón (a) ‘Cara de Perro’, entre cuyos hombres se alistó también Alonso Gómez, primer poblador español de la zona actual de Conchitas (Plátanos)
La primitiva estancia de Pedro de Quirós, sesenta y seis años después del alejamiento de este del Río de la Plata, pertenecía al Alcalde Mayor Provincial del Cabildo de Buenos Aires, Juan del Pozo y Silva, quien la cedió en ese entonces, para que en ella se estableciera la Reducción de los indios Quilmes, recibiendo en cambio tierras que después formaron el conocido por “Rincón de Noario”, a inmediaciones del río Samborombón, una de las más grandes entre las antiguas estancias bonaerenses.
Casó con Da. Polonia Astor, falleciendo en agosto de 1622. Su hija Polonia de Izarra, [12] casó con el general Gaspar de Gaete, quien continuó con la propiedad de la estancia otorgada por Garay a Izarra, en virtud del casamiento antedicho, y a cuya área, agregó por compra, la estancia lindera, que lo era de Antón Roverto, el 22 de julio de 1602, denominada “El Corbatón” y conociéndose en lo sucesivo por tal nombre hasta comienzos del siglo pasado, a la nueva propiedad así agrandada.
Se extendía la estancia de Roverto desde el límite señalado antes para Izarra, en la calle Nº 24, hasta la 3, ambas de Berazategui, prolongándose su fondo hasta tierras actuales de Florencio Varela.
En el año 1639, Polonia de Izarra, en una petición al gobernado.
Desde el año 1676, hasta el de 1690, un miembro de su familia, el sacerdote Melchor de Izarra, fue cura doctrinero de la reducción indígena de los Quilmes; en 1680, dos descendientes de Gaete, y por lo tanto de Izarra, impedían con sus ganados, las sementeras de aquellos indígenas, quienes, por medio del corregidor español de la Reducción, mencionan a “don Pedro y don Baltazar Gaete, [13] establecidos con sus ganados a tiro de mosquete desta reducción”.
En un trabajo ya publicado por nosotros, se ha, indicado que sobre la costa del Río de la Plata, la actual Punta Colorada, antes Puerto Colares y en aquellos años '“Puerto de Don Gaspar”, sirvió desde comienzos del siglo XVII para ejercer un activo contrabando, [14] y que sobre la barranca, casi frente a dicho punto, se encontraba la estancia“El Corbatón”, antigua propiedad de Izarra y luego de Gaspar de Gaete. Una descendiente de Izarra, Leocadia de Torre Gaete, hija de Francisco de Izarra Gaete, contrajo matrimonio en 1709, con Miguel de Riblos (o Riglos), singular personaje de aquella época que edificó una curiosa construcción frente a la costa del río en el lugar de la ciudad de Buenos Aires llamado hoy “El Retiro”. De Riblos ha dicho un autor: “Comerciante avezado en los negocios de la época, contrabando, trata de negros, arreos de tropas, las tierras situadas lejos y al mismo tiempo cerca de la ciudad, en lugar de fácil desembarco, podían prestarle un gran servicio que despertara su interés, condiciones similares a las de la antigua zona llamada puerto de Don Gaspar”.
Andrés Ximenes de Fuentes formó parte de la expedición del Adelantado Ortiz de Zárate embarcándose con éste en la nao capitana, llamada precisamente “San Salvador”; hidalgo de nacimiento, vio la luz en Fuente de Cantos, en la provincia de Badajoz, siendo hijo de Francisco Ximenes y de Da. Ana Sánchez de Santiago. Era de estatura mediana, moreno, con una señal en la ceja izquierda, y de 22 años de edad tal como consta en la lista del personal de la expedición. No obstante estar ausente de Buenos Aires en el año de su fundación, en el que se encontraba en el Alto Perú, llegó a esta en 1583. En el año 1607, aparece en listas de contribuciones al “barbero”, encargado también de sangrar, poner ventosas y sacar muelas; en 1612, desempeñó el cargo de Procurador General; los últimos años de su vida los pasó privado de la vista. A su muerte, ocurrida en 1614, los bienes que contaba en esta zona de Quilmes, anotados en su testamento eran: una estancia de media legua de frente por legua y media de fondo; en ella tenía una casa con tres aposentos, varios enseres y un caballo corredor. Sus descendientes, Francisco, María y Andrés, heredaron sus bienes, correspondiéndole a María en fecha de su matrimonio con Juan de Matías Hurtado de Balcázar, la parte de la propiedad primitiva que hoy se encuentra ubicada hacia el Noroeste, vale decir en actual jurisdicción de Bernal, en ella, Hurtado de Balcázar tenía años después, 3000 vacas, 60 yeguas, 20 caballos y potros, además de otros enseres camperos. Tanto Andrés Ximenes, hijo del viejo Andrés, como una descendiente de Hurtado de Balcázar, contrajeron enlace con descendientes de Pedro de Xeres.
Los productos agrícolas-ganaderos de las estancias de Ximenes, Izarra y Xeres, se mencionan, muchas veces en anotaciones del Cabildo de Buenos Aires y en las que se señalan movimientos de buques, en las primeras décadas del 1600, sobre todo en las que indican importaciones desde las costas del Brasil.
Andrés Ximenes había contraído enlace con Da. Isabel de Castro, hija de conquistadores, y viuda de Francisco Álvarez Gaytán, otro de los acompañantes de Garay y segundo propietario de las tierras situadas hoy entre Bernal y Wilde.
Andrés Ximenes, pariente cercano de San Francisco Solano, recibió de éste en concesión, asiento reservado bajo el pulpito durante las funciones religiosas así como enterratorio en la cripta del lado de la epístola en el convento de la Orden en Buenos Aires en donde hoy yacen sus restos.
[…]
Damos fin así a estas notas, que en sí mismas han sido hilvanadas a manera de homenaje, en el día de la Raza, a los tres primeros pobladores españoles, en el suelo de nuestro Quilmes; a manera de homenaje a los hijos de la España Inmortal, héroes ignorados, que en el silencio de estas vastas soledades cumplieron su destino en el anonimato sin desplantes y a los que un autor llamó “las minúsculas de la Historia”, pero que a la vera de los gloriosos capitanes, con ellos jugaron y perdieron muchas veces sus vidas y haciendas, desde el Méjico sanguinario hasta las soledades del lejano estrecho de Magallanes; a manera de homenaje a la Madre Patria, fecundo venero donde se incubaron hechos sin paralelo en la historia de la civilización latina, y que hoy, Madre Grande, Madre Inmortal, alborea ya en su frente augusta preñada de promesas, el resplandor de una luminosa aurora y que como entonces, anuncia al Mundo los comienzos de una nueva Era para la Humanidad.
*miércoles, 30 de diciembre de 2015. "EL CONTRABANDO EN LAS COSTAS DE QUILMES A COMIENZOS DEL SIGLO XVII" POR DR. JOSÉ A. CRAVIOTTO.
*jueves, 31 de marzo de 2016, 2 DE ABRIL - "MALVINAS" EN UNA INVESTIGACIÓN DEL DR. JOSÉ A. CRAVIOTTO.