Por sus gestos, sus actitudes, su aspecto físico y su lenguaje, desde pequeño, en su hogar lo apodaron cariñosamente "Macho".
Por supuesto que el fútbol fue su profesión. Durante su vida de deportista, fue un jugador correcto y caballeresco y desde los postreros hasta la cuarta de “hierro” del Quilmes A. Club y luego la primera división del mismo equipo desde 1931 a 1937, donde llegó por méritos propios, supo granjearse siempre la simpatía y la amistad de quienes, lo trataron. Muchas de sus ganancias las destinó a la cura de su hermano Abel, quien padecía de tuberculosis y con el aporte importante de “Macho”, la familia lo pudo internar en el sanatorio Laennec y Galatoire en Capilla del Monte, Córdoba, una pequeña clínica que se ocupaba de la cura higiénico-dietética y de reposo.
Una reseña breve de uno de sus primeros partidos de 1ª División en 1931, fue el que enfrentó al Quilmes A. C. con Gimnasia y Esgrima de La Plata, con un resultado de 4 a 1 el 19 julio, perteneciente a la 9ª fecha de la Liga Argentina de Fútbol. Jugaron para Gimnasia: Felipe Scarponi; Ricardo Martín y Evaristo Delovo; Julio García, José María Minella y Antonio Belli; Miguel Curell, Alberto Palomino, Carlos Giudice, Armando Zoroza e Ismael Morgada. Para Quilmes A. C: Adán Cosentino; Domingo Ravignani y Manuel Macías; José María Martínez, Carlos Alaniz y Fortunato Androssi; Leonardo Sandoval, Juan Arrillaga, Luis Ravelo, Vicente Zito y Juan Carlos Mandile, quien metió un gol además de Luis Ravelo, Leonardo Sandoval, Juan Arrillaga y para Gimnasia, Carlos Giudice, El árbitro fue Ricardo Riestra.
Su desempeño declinó en los últimos tiempos y pasó a otros equipos, pero lo mismo que en el Club Quilmes ponía todo su corazón y su entusiasmo en procura de la victoria para el club que defendía.
Su hermano Abel, consumido por la enfermedad lo siguió a los pocos años y su padre que no puedo superar esas ausencias, descuidó el comercio y tuvo que cerrar, otra pérdida que acabó con su vida. Solas quedaron en la casa de la calle Garibaldi doña Adelina y su hija Esther mascullando una pena grande y el recuerdo retratado de Juan Carlos “Macho” Mandile doblegando el olvido.
Al retrotraer estas facetas de la vida de un deportista, rendimos justiciero culto a la memoria de todos aquellos jugadores formados en los potreros, que hicieron del fútbol una pasión más que una profesión y muchos menos un negocio.
Un reportaje textual a un jugador de La Colonia realizada por la revista ABC el domingo 10 de julio de 1927, y una caricatura del genial periodista y caricaturista Jorge Luis Barton.
- Jugando con 'Sportivo Balneario'. Estábamos saliéndonos de la vaina en una final del campeonato de la Liga Albión. La agarrada era con el club 'La Colonia'. Unos tigres... del té Tigre. El score no estaba abierto y rabié porque ya me sentía en condiciones de abrir cualquier cosa. Pensé en mi abuelo, que era igualito que yo y me arremangué todavía más los pantalones. Los adversarios se asustaron. No se daban vuelta ni por chiste. Entonces me enojé y bailé un furioso tango con corte con unas quebradas que quitó de mi presencia a cuanto contrario me quiso desafiar. Total que pagó el pato el arquero de 'La Colonia' que no se pudo escapar de que le marcara, entrándole esquinado y alto. Así ganamos el campeonato.
“Macho” era centro delantero. Amalgamaba virilidad, picardía, entusiasmo y guapeza. Luego en la Primera División ocupó cualquier puesto y finalmente ocupó el extremo izquierdo de una línea de ataque tal vez la más brillante que contó el Quilmes Atlético Club. Formaba pareja con Quadrio y se sumaban: el hermano de este último, Emilio J. Quadrio, el estratega, un científico del fútbol, Leonardo Sandoval, prototipo del jugador criollo, pícaro, manioso, sobón a veces, brillante siempre, Juan G. Arrillaga que hizo del fútbol un arte; Alberto Vázquez, arrasador e incontenible y Juan 'Macho' Mandile que tenía una pizca de cada uno de sus compañeros más un enorme corazón. Su momento más rutilante fue cuando en los últimos minutos del juego le hizo el gol al San Lorenzo, campeón de 1928, que significó el triunfo Albo por 3 á 2.
Ese corazón grande lo perdió. Se enamoró todo, de adentro y de afuera, de una pebeta del barrio con la que novió algunos años, pero próxima la fecha de boda descubrió la traición de la muchacha y no pudo manejarlo y, como si fuera la letra de un tango de esos años, se pegó un tiro. Fue un amor depredador que sumió a su madre doña Adelina, a sus hermanos Ester y Abel, a sus amigos y admiradores en una pena sin salida. (Aparicio Treintaidos)
Hemeroteca del diario “El Sol”
Periódico “EL PLATA”, 24 de setiembre de 1939
Entrevistas: Esther Mandile y Josefina H. B. Yori