Por Alejandro Gibaut
Un 18 de
abril de 1872, hace hoy 147 años, se inaugura el ferrocarril hasta Quilmes. Es
imposible cuantificar lo que significó el arribo del tren para la pequeña
población. Dos días después el diario de la comunidad inglesa "The
Standard" publicó el artículo "The Quilmes Inauguration", una
descripción pormenorizada del viaje y las celebraciones. Es largo, muy largo,
pero vale la pena leerlo. Aquí lo transcribo en traducción propia.
LA INAUGURACION EN QUILMES
Al mediodía
del jueves la nueva Estación Central en el Paseo de Julio estaba llena con una
multitud de caballeros invitados por el Sr. Wheelwright [1] a
asistir a la inauguración de la segunda sección del ferrocarril a la Ensenada,
que llega hasta Quilmes. La estación estaba decorada con mucho gusto, con las banderas
argentinas, norteamericanas y británicas entremezcladas con las de otras
naciones. En el inmenso hall de espera el Sr. Wheelwright recibía a sus
invitados sentado junto al Obispo y al Gobernador. Se repartieron más de 400
invitaciones y los asistentes cumplieron con puntualidad. Fue muy agradable ver
tantas caras familiares reunidas para celebrar este evento, la primera de este
tipo desde el penoso año de 1871,[2] y
a
medida que los extranjeros y argentinos intercambiaban saludos se sentía como
estar en una reunión de viejos amigos que se juntan luego de una larga
separación.
Mientras
esperábamos que el tren especial estuviera listo nos enteramos que el nuevo
puente de hierro para el Riachuelo acababa de llegar al puerto. Un feliz
augurio para la definitiva desaparición de tantos obstáculos que han impedido
el progreso de esta línea, especialmente en Barracas. Recordamos entonces otra
coincidencia, que justamente hoy hace dos años el Sr. Wheelwright y el Dr. Vélez
Sarsfield inauguraban el ferrocarril Central Argentino, teniendo la
satisfacción de ver el primer tren entrar a la ciudad de Córdoba. La línea a la
Ensenada siempre ha sido el proyecto preferido del Sr. Wheelwright, y tiene
sobradas razones para estar feliz de haberlo podido completar; el país, asimismo,
estará en deuda de gratitud con él, posiblemente mayor que la ya tiene por el
Central Argentino.
Veinte
minutos pasados la hora señalada los invitados subieron al tren. Eran ellos:
Su Excelencia el gobernador Emilio Castro, su Señoría el Obispo Aneiros, el Dr.
Vélez Sarsfield, ministro del Interior, don Luis Domínguez, ministro de
Finanzas, el general Nazar, el Jefe de Correos general Posadas, el juez Areco,
el conde D’Amelot, ministro francés, el Sr. Clapp, encargado de negocios de
Estados Unidos, el Sr. Pecher, cónsul general de Bélgica, el Sr. Baudrix,
cónsul chileno, los ingenieros Coghlan, Cooper, Denton, Dawney, Elliot, Huergo,
Wells Hood, Jacob Hood (Londres), Lloyd (Córdoba), Lindmark, Robertson, Rumball,
Simpson y Whittle; el Sr. Drabble, director del Ferrocarril del Gran Sur, el Sr.
Crabtree,[3]
manager del ferrocarril del Norte, el Sr. Stuart, contratista del ferrocarril a
Rio Cuarto, el Sr. Ringuelet, ingeniero del ferrocarril del Oeste, el Sr.
Forde, manager de la Compañía de Tranvías de la ciudad de Buenos Aires., el Sr.
Young, manager de la Compañía Nacional de Tranvías, el profesor Burmeister del
museo, los profesores Murray y Lewis, el coronel Somellera, los doctores Estévez
Seguí, Terrero, Torrent, Quesada, Cristiani, González (ferrocarril Central
Argentino), Rayces, Mena Bareto, Elizalde; los coroneles Guido y Muratori; los
Sres. Anchorena, Atkins, Armstrong, Arditi, Arenales, Bean, Bowers, Bate,
Bertram, Best, Bunge, Bullrich, Billinghurst (de la Compañía Argentina de
Tranvías), Balcarce, Bianchi, P. Browne, G.F. Brown, Carrega, Calzadilla,
Cranwell, John Clark, Carmen, Coffin, Carlyle, Cantilo, Cazón, John Davidson, Elortondo,
Eastman, Ferreyra, Frías, Fusoni, Foley (del ferrocarril al Río Luján), Glover,
Getting, Green, Gimenez, Gowland, Hibbert, Hansen, Hopkins (de la Compañía del
Muelle de San Fernando), Iternert (del ‘Comercio’), Isaac, Jocelyn, Jones,
Jacobs, Krutisch, Koch, Lotero (Corrientes), Lumb, Livingston, Latham Jr.,
Leguizamón (de ‘La Prensa’), Maschwitz (banco de Londres), Matti, Meyer,
McLean, Martínez de Hoz, Moores, Maveroft, Mutiño (inspector de tranvías),
Molina, M.G. Mulhall (de ‘The Standard’), Geary (del ‘River Plate Times’),
Naylor (banco de Londres), Nuttall, Navarro (de ‘La República’), Nash, Oyuela,
Plowes, Runciman, Roncoroni, Russell, Rubio, Saavedra, Sassemberg, Slator (Rio
Cuarto), Urban Smith, Tagliabue, Trant (Telégrafos del Gobierno), Urioste, Webb
(Rosario), Walker, José Antonio Wilde, Woodgate, Wilson, Younger, Thompson,
Gandara, Greenfield y Zimmermann.
El
gobernador y el Obispo asistieron con sus respectivos séquitos, el cual en el
caso del Obispo incluía a varios sacerdotes. El día estaba especialmente
hermoso, refrescaba la brisa agradable proveniente del río. Nos deslizamos
sobre el viaducto de hierro, comprobando su solidez, pasamos los nuevos depósitos
aduaneros del Sr. Lanús, la encantadora quinta de Lezama y vimos la que fuera
residencia de nuestro galante compatriota el Almirante Brown. Luego cruzamos
los terrenos de la Boca, bordeamos el Riachuelo y bajamos al puente de
Barracas, pasando por la estructura provisoria de madera y tomando el tren en
la otra orilla. Digamos al pasar que 700 habitantes de Barracas peticionaron al
gobernador y durante años frenaron el progreso de la línea. En esta ocasión
parecían celebrarla, pues encontramos una cantidad de personas del común que
habían tomado asiento, probablemente sin ser invitadas, dejando poco espacio.
Evidentemente Barracas al Sud está haciendo grandes progresos desde que el
ferrocarril y los tranvías la conectaron con la ciudad. Emergiendo entre los
verdes prados cruzamos la fértil campiña hacia Puente Chico, pasamos la taberna
del alemán donde las diligencias del correo se refugiaban antiguamente del mal
tiempo en la estación húmeda, y pronto divisamos la Quinta de los Dominicos la
cual, según la tradición fue vendida o dada en pago por la cofradía, por velas
de cera para el convento y la iglesia. Un poco más allá hay un torreón donde
flamean la bandera argentina y la norteamericana coronando la hermosa villa del
Sr. Bagley, creador de la Hesperidina.[4] Y
ahora aparecen a nuestra vista las quintas que rodean Quilmes: la del Sr. Bate,
antes propiedad del Sr. Carmen [Carman], donde se desplegaba la bandera de
barras y estrellas; la del Sr. Walker, también bellamente engalanada con
banderas; y otras más con banderas extranjeras y argentinas flameando codo a
codo. La gente vitoreaba al tren, a medida que pasábamos, y a la 1 y 15 horas
llegamos a la estación Quilmes, habiendo recorrido 13 millas en 55 minutos
(incluyendo la parada de 10 minutos en Barracas). La vista del Río de la Plata
al aproximarnos a Quilmes fue la parte más hermosa del recorrido.
El andén de
Quilmes era una galaxia de ojos brillantes, pertenecientes a cientos de
jovencitas del pueblo y el campo circundante, quienes nos dieron una cordial
bienvenida, mientras el Dr. José Antonio Wilde y el Juez de Paz [5]
presentaban sus saludos, de parte de la población, al Sr. Wheelwright, el
gobernador y el obispo. Las bandas de música y los cohetes brindaron el
habitual acompañamiento y la escena se fue animando a medida que nos
acercábamos al pueblo, estando el camino decorado a ambos lados con banderas de
todas las naciones y una guardia de honor, formada por paisanos en atuendo de
fiesta, montados en caballos con adornos de plata, que daban mayor efecto a los
ponchos de vivos colores y al blanco nieve de los calzoncillos de los jinetes.
En el Hotel
de Agapito, [6] una
docena de niñas encabezadas por la hija de Boniface, le obsequió al Sr.
Wheelwright una guirnalda y el cortejo triunfal continuó su marcha. Debemos
decir que Agapito y su hotel son bien renombrados, y el apreciado Boniface se
autotitula el "Cónsul Inglés de Quilmes". Este hizo circular una
proclama impresa, con su firma, agradeciendo al gobernador y al Sr.
Wheelwright.
La plaza y la iglesia de Quilmes ofrecen la vista más bella en la provincia. La
primera tiene la fachada casi idéntica a la iglesia Matriz de Montevideo, y la
plaza, que está esmeradamente arbolada con paraísos y eucaliptus, tiene una
hermosa fuente de mármol adonde confluyen los cuatro caminos, trazados en
diagonal; el chorro de agua se eleva a 20 pies, estando colocado su depósito en
una de las torres de la iglesia, adonde llega impulsado por una bomba. Las
obras hidráulicas, fuente, etc. fueron realizadas por el Sr. Dawney en 1869; el
tanque tiene una capacidad de 20.000 galones.
La plaza fue
diseñada por don Tomás Giráldez, un valioso ciudadano recientemente
desaparecido. Durante nuestra breve estada en la iglesia nos asombró que muchos
de sus habitantes parecían tener un aspecto indígena, proveniente de los
fundadores originales del lugar. Cuando subimos a las torres, tuvimos una vista
espléndida de la región circundante. Mirando al sur, la punta llamada de
Santiago penetra en las aguas del Plata; su monte es famoso por sus duraznos. A
la distancia vimos Ensenada y la estancia del Sr. Bell. Hacia el oeste el ojo
se deleita con los bosques de la propiedad del Sr. Clark en Bella Vista, con
las Lomas de Zamora a la distancia. Hacia el norte seguimos la ruta de la nueva
línea, con los cientos de campanarios y torres de Buenos Aires como telón de
fondo; girando nuestra vista hacia el este, observamos el atestado puerto de
Buenos Aires, con su bosque de mástiles, y luego el anchuroso y plácido
estuario del Río de la Plata. Mirando hacia abajo vemos el pueblo rebosante de
paseantes, banderas, etc. y aquí y allá casas de campo rodeadas de exuberante
vegetación. Un ancho camino de media legua de largo, llamado el Camino de los
Pescadores, conduce directamente a la orilla del río; los bañados a lo largo de
la costa ofrecen excelente caza y más cerca de la ciudad está la isla de
Pescadores, famosa hace unos años por ser refugio de contrabandistas y
fugitivos.
El pueblo de
Quilmes, a vuelo de pájaro, tiene un trazado muy irregular pero bellísimo. En
el atrio de la iglesia hay dos lápidas de mármol, una de Marcelino Galíndez,
uno de los fundadores y residente durante 45 años, quien murió en 1847, a los
72 años de edad; la otra es la del Reverendo Santiago Rivas, [7]
bajo cuyos auspicios se construyó la primera capilla en 1832; murió en 1855, a
los 78 años. La nueva iglesia está en el mismo sitio que la vieja capilla y fue
terminada recientemente.
Contigua a
la iglesia se encuentra la escuela estatal, un pulcro edificio, y en la esquina
de la plaza está el juzgado, donde el Sr. Wheelwright había organizado un
espléndido almuerzo en honor a sus invitados, con una mesa tendida para 200
personas.
EL GOBERNADOR EMILIO CASTRO
El patio,
convertido en comedor, estaba adornado con las banderas usuales y los símbolos
nacionales. El gobernador Castro ocupó el sillón principal, siendo rodeado a
cada uno de sus lados por los más distinguidos funcionarios, ministros del
extranjero, cónsules, etc. Nada resulta más ameno que una buena comida servida
con añejos vinos, y cuando el Champagne comenzó a correr…
Su
Excelencia el gobernador se incorporó y dijo:
“Caballeros. Hoy estamos reunidos
para una feliz ocasión, plena de beneficios para esta parte de la provincia,
pero doblemente importante en mi forma de ver porque este es el primer
ferrocarril que se ha hecho en el país sin garantía o entrega de tierras. Esto
nos muestra que los ferrocarriles tienen un gran futuro en Buenos Aires, que
los capitalistas estarán deseosos de invertir su dinero en estas empresas sin
subsidio ni prebendas del Estado. Esta línea está siendo realizada por
capitalistas extranjeros, que han adquirido la tierra sobre la que se están
tendiendo los rieles, y esto, repito, es un fuerte reaseguro que esta provincia
ofrece un prometedor futuro para este tipo de empresas. Pero, mis amigos,
nuestros proyectos y ventajas de poco servirían si no existieran hombres con
empuje y generosos impulsos como el Sr. Wheelwright, que se establezcan entre
nosotros para traernos el intelecto, el capital y los medios para el desarrollo
de este país (aplausos). No puedo alcanzar a decirles cuánto le debemos a este
hombre, a este maravilloso apóstol del progreso, al que me gustaría llamar mi
coterráneo (aplausos). Les pido ahora que con todo vuestro corazón y entusiamos
brindemos a la salud del William Wheelwright”.
WHEELWRIGHT DIJO:
El Sr.
Wheelwright, cuando acallaron los aplausos, se levantó y respondió: “Estoy satisfecho por la llegada de este día,
que será un día muy importante en los anales de Quilmes. Pero aunque agradezco
a ustedes y al gobernador por las palabras que ha tenido para conmigo, no creo
ser merecedor de este halago. Soy un hombre humilde, mi único vicio es el
trabajo. Luego de 9 años puedo ver finalmente la línea extendida hasta este
lugar, a pesar de los muchos obstáculos. Medio siglo atrás naufragué en esta
costa (cerca de Cabo Corrientes), y luego de un fatigoso viaje a pie, con mis
compañeros llegamos a esta ciudad de Quilmes, descalzos, desnudos y
hambrientos. La gente me recibió con gran cariño; eran los padres o abuelos de
muchos de los aquí presentes, y nunca olvidé el trato que me dieron. Hoy estoy
muy feliz de poder saldar mi deuda de gratitud trayendo el ferrocarril a esta
ciudad y ayudando a su progreso. Creerán entonces mi sinceridad al brindar por
la prosperidad para Quilmes”.
Siguieron
las palabras del Sr. Rodríguez, uno de los habitantes del pueblo: “Los Padres Peregrinos que desembarcaron en
Massachussets fueron los fundadores de una gran nación, y sus palabras están
inscriptas en bronce en las páginas de la Historia. El Sr. Wheelwright,
presente aquí en el día de hoy, es un valioso descendiente de esos hombres, y
con honor lo reconocemos como un benefactor. Los pobladores de Quilmes me han
designado para darle todo nuestro agradecimiento.”
El Dr. Vélez
Sarsfield dijo: “Los ferrocarriles son
como la prensa, de gran utilidad para el público y destinados a cambiar por
completo la forma y condición en que las cosas estaban antes de su llegada.
Este ferrocarril, por ejemplo, no solo llevará sus productos al mercado,
también traerá una nueva era para Quilmes y su gente. ¿Cómo sería el mundo sin
ferrocarriles, telégrafos y periódicos? Son estos los pioneros del progreso, y
me uno estrechamente a los deseos de un glorioso futuro para Quilmes.”
Habló a
continuación el ministro de Finanzas: “El
Ferrocarril a la Ensenada es un trabajo de inédita importancia ya que es el
camino hasta el puerto natural de Buenos Aires. Ese lugar, que por 300 años ha
sido conocido para los españoles y para nosotros como ‘El Puerto’, y que sin
embargo nunca lo ha sido realmente, está a punto ingresar, de la mano del Sr.
Wheelwright, al comercio del mundo, y es fácil predecir que los beneficios
serán de inmensa magnitud no solo para las naciones de ultramar sino para
nuestro propio país y sus habitantes. Este empresario, al que tengo delante de
mí, va a dotar a Buenos Aires de lo mas necesario para su desarrollo comercial.
De allí entonces que este ferrocarril tiene mucha mayor importancia que ser el
camino a Quilmes: es la línea que conectará a nuestra ciudad con el nuevo
puerto”. (grandes aplausos).
El reverendo
Dr. Aneiros dijo: “No me estoy saliendo
de mi ámbito particular al saludar el acontecimiento de hoy como una vista
placentera para mi corazón y de una ganancia moral inmensa para la causa de la
Virtud. Un ferrocarril es un símbolo de unión, industria y velocidad, todas
virtuosas cualidades; porque el vicio significa la desunión de las personas, la
pereza y haraganería. El vicio no sugiere velocidad, excepto la de sus devotos
en el camino a la perdición. Es oportuno y razonable suponer que este
ferrocarril será un poderoso promotor de la unión, la industria y el progreso,
los tres grandes elementos necesarios, desde el punto de vista temporal, para
el desarrollo y la riqueza de las comunidades”. (aplausos)
Luego fue el
turno del Dr. Lucas González: “Esta línea
une ahora Buenos Aires con Quilmes y para agosto tenemos razones para suponer
estará terminada hasta Ensenada. Podremos entonces juzgar qué página abre para
el futuro de la provincia, al establecerse un nuevo y amplio puerto para los
barcos que navegan en la inmensidad del río. Debe resultar gratificante para el
gobernador Castro asistir a esta inauguración en vísperas de dejar la Primera
Magistratura de la provincia. Espero y confío que nuestro nuevo gobernador
(Acosta) seguirá en la misma línea y adoptará como política, en cuanto asuma el
gobierno, la idea que el mejor gobernador de Buenos Aires es aquel que tienda
el mayor número de líneas ferroviarias”. (aplausos).
El Dr.
Leguizamón dijo: “Este símbolo de la
civilización, que hoy arriba por primera vez, es un claro presagio de tiempos
mejores, luego de años de sacrificios. El horizonte está aclarando, y la
estrella del amor fraterno se levanta en el cenit, señalando la marcha del
progreso. Observen los logros de la era en que vivimos: el Istmo de Suez
atravesado para unir dos mares; el Monte Cenis perforado para unir dos países;
el cable del Atlántico para construir un puente de pensamiento del Viejo Mundo
al Nuevo. Estas son pruebas elocuentes de la próxima unión entre naciones. Y
aquí en nuestra propia tierra, el caballo de hierro está despertando a la
silenciosa y desolada Pampas, al ser cruzada en todas direcciones por el tren
de la industria y la actividad. Es éste un hermoso espectáculo que podemos
ofrecer a los extranjeros, como también la pacífica conquista de la opinión
pública, instigando a nuestros gobernantes a buscar con anhelo la promoción de
estos trabajos. Estoy feliz de poder participar de esta inauguración, ya que
éste primer tren es el mensajero que trae el triunfo sobre la ignorancia, la
pobreza y el aislamiento, indicativo de una nueva y más feliz era.
El Juez
Areco dijo: “El mundo avanza gracias a
los ferrocarriles, que hacen que los hombres fraternicen con sus semejantes y
adopten sentimientos cosmopolitas. El genio de la industria también está en
ascenso y cada nueva empresa de este tipo es un triunfo sobre la naturaleza.
Hace no muchos meses Quilmes era un lugar desconocido debido a los malos caminos,
pero en un par de años será un pueblo importante. Tenemos que regocijarnos de
tener gobernadores tales que fomenten estas progresistas obras”. (aplausos)
El Sr.
Posadas dijo: “Les debemos a nuestros
amigos ingleses un copioso brindis por las ventajas que nos traen, y también a
todos los extranjeros que vienen aquí. Que continúe su prosperidad”.
(aplausos)
El Dr. González
brindó también por los ‘Gringos de Media Lengua’, significando aquellos que
hablan malamente el español, un cumplido que pocos entendieron ya que la
mayoría de nosotros creemos hablar el castellano bastante bien.
El profesor
Lewis propuso también un brindis a la salud de los Sres. Simpson & Cía, los
infatigables contratistas que tan rápidamente llevaron a cabo los trabajos
desde Barracas a Quilmes y que ya se encuentran a medio camino entre ésta y
Ensenada.
Se produjo
luego el retiro del gobernador, obispo, etc. y la segunda mesa de invitados,
habiendo tomado parte del almuerzo, nos dividimos en pequeños grupos para
recorrer el pueblo. La gente fue muy amigable, ofreciéndonos mate e
invitándonos a sus casas. El boticario [8]
sirvió refrescos gratis a todos los visitantes; el hotel también estaba
repleto. Las calles estaban animadas con jinetes en coloridas cabalgaduras,
distinguiéndose la de cuatro caballos del Sr. Latham.[9]
El tren de regreso estaba pautado para las 16.30, pero muchos de nosotros
decidimos esperar la reunión que se haría a la tardecita en el Juzgado. No hay
palabras para agradecer a las autoridades locales y a todos los que participaron
de los arreglos. Hubo un piquete de policía pero fue totalmente innecesario; no
presenciamos ni un solo disturbio, aunque eso nos hace recordar que alguien en
el Paseo de Julio quitó del bolsillo del Sr. John Davidson una caja de tabaco
de oro que había sido suya por 30 años. Los ingenieros del ferrocarril,
especialmente el Sr. Coghlan y su asistente el Sr. Whittle, merecen una mención
especial: la línea fue conducida (por primera vez) muy suavemente en 45 minutos
y no ocurrió ni el más mínimo inconveniente que pudiera empañar la celebración;
también debemos agregar a nuestras felicitaciones al Sr. Edward Simpson,
gerente de tráfico.
En el viaje
de regreso tuvimos ocasión de examinar los pilares de concreto donde se
apoyarán las vigas del nuevo puente sobre el Riachuelo. El puente será de un
solo tramo de 185 pies, la calzada de 20 pies de ancho para permitir una doble
línea, y el peso del hierro utilizado será de alrededor de 1000 toneladas.
A las 17.30
llegamos a la ciudad, muy contentos con el viaje, y pensando cuánto debe
Sudamérica al hombre que tendió el primer ferrocarril del continente, introdujo
la navegación a vapor en el Pacífico, alumbró con gas a las ciudades de la
costa oeste, llevó adelante el Ferrocarril Central Argentino y ahora a sus 75 años
comienza a concretar el sueño de su juventud, la más preciada de sus metas en
su larguísima carrera – el puerto y ferrocarril de Ensenada.
Traducción de Alejandro Gibaut
Integrante de la Asociación Historiadores Los
Quilmeros
Facebook: "Bernal, su historia y su gente"
NOTAS
[1] Ver en EL QUILMERO del
[2] En 1971, la fiebre amarilla asoló Buenos Aires.
[3] Tuvo antes que
Wheelwright la concisión para tender la línea Buenos Aires-Ensenada. Ver en EL
QUILMERO del lunes, 26 de septiembre de 2011, La larga travesía del ferrocarril a Quilmes. Un
periplo tragicómico (1857 – 1872)
[4] Zapiola y Dorrego, Bernal
[5] Era juez de paz Agustín Armesto y
municipales don Andrés Baranda, Francisco Casares, Juan Ithuralde, Alejandro
Lassalle, Juan (de Guerra) López, Manuel Doroteo Soto, y el Dr. José Antonio
Wilde.
[6] Se refiere al hotel “La Amistad” de Agapito Echagüe en la esquina de
Mitre y Rivadavia, la primera casa de dos plantas del pueblo. Ver en EL
QUILMERO del lunes, 21 de enero de 2019, “LOS
ECHAGÜE – CUITIÑO”
[7] Rivas no construyó
la primera capilla, la reconstruyó, pues estaba en estado lamentable. La
primera capilla la levantaron los quilmes a instancias del cura doctrinero
Bartolomé de Pintos, luego tuvo varias reconstrucciones. Ver en EL QUILMERO del
miércoles, 25 de agosto de 2010 “El
Controvertido Cura Rivas”.
[8] José Agustín
Matienzo
[9] Ver en EL QUILMERO del miércoles, 2 de marzo de 2016, Wilfrid C. D.
Latham – pionero agro-ganadero en Quilmes