Por
Chalo Agnelli
Maestro desde el conocimiento y la alegría. Nadie
podría duda de su auténtica vocación, salvo ciertos académicos encorsetados en
sus diplomas y rimbombantes títulos acumulados desde la facilidad memorística.
Juan José Rodríguez salió de la escuela Normal de
Avellaneda en 1948 e inmediatamente, con 17 años, comenzó a ejercer en una
escuela salesiana de Constitución en la Capital Federal. Más tarde pasó a la
Provincia para hecerse cargo de un puesto en la escuela primaria N° 31 de Dardo
Rocha y Chaco, en Bernal Oeste, o barrio Los Hornos, Villa Urquizú, donde, en
su mayoría, concurrían niños de la Villa Itatí: “Fui directamente a la escuela antes de pasar por mi casa porque me
habían dicho en la Secretaría de Inspección, ‘el 4 de marzo preséntese en la
escuela’. Llegué sin avisar con mi valija desbordada de libros, pensando que me
esperaban. Me recibió una portera que parecía un personaje de Moliére, con una
peluca torcida y un escobillón amenazante, miró mi maleta y no me dejó entrar.
Me dijo, ‘no acá libros no se compran’. Al final después de muchas
explicaciones logré persuadirla y me permitió la entrada. Fui el primero, aún
no había llegado nadie. Empecé en 6° grado; eran 38 alumnos. Sobre una mesa
larga, como pupitre para todos, cree el gabinete de ciencias. Los chicos se
entusiasmaron y la directora y las maestras comenzaron a asomarse a mi aula
para ver qué pasaba que entre mis alumnos, con fama de revoltosos, había tanta
concentración. Después, todo el mundo
quería saber sobre mi experiencia y sobre mi persona”.
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Juan José Rodríguez, (derecha) con el inspector Carlos Belardinelli |
Así es como desde Quilmes derivó en 1975 a trabajar
para la Dirección General de Escuelas de la Provincia. Se le encomendó diseñar
un programa de estudios del área de Ciencias Naturales para aplicarlo desde 4°
a 7° grados. Juan José no dudó e inmediatamente se puso a trabajar en el tema.
Luego la Directora de Educación Laura Castro de
Amato le encargó que desarrollara un trabajo sobre aprendizaje y biología.
Escribió “Técnicas de Estudio” y “Ciencias Biológicas”. Seguidamente, se lo
envió a recorrer la provincia dando cursos sobre los temas que trató a inspectores,
directivos, maestros y profesores: pasó por Azul, Pigüé, Tandil, Olavarría,
Tranque Lauquen, etc. Recorrió casi toda la provincia e incluso tuvo que hacer
viajes a Mendoza, Córdoba y Rosario. Cientos de cursos. Estuvo casi 20 años
dictándolos. Sus libros fueron editados por Kapeluz; [1]
tuvieron varias reediciones.
Finalizado el ciclo trashumante, por algunos problemas
de salud, lo enviaron como secretario a la Jefatura de Inspección, que en esos
años estaba en Avellaneda, frente a la Escuela N° 1, al lado de un bar.
Posteriormente, en 1976, cuando se cerró la Jefatura, lo designaron secretario
del Centro de Investigaciones Educativas de Quilmes (CIE), que funcionaba en la
Escuela Primaria N° 17 (Entre Ríos y Manuel Quintana de La Colonia) donde llegó
con el buen humor que lo caracterizó siempre y donde permaneció quince años.
El trabajo administrativo no era lo suyo, aunque lo
hacía muy bien y cuando se sentía abrumado por el papelo, irrumpía en las aulas
recitando a viva voz un poema de Lorca o de Machado o de Rafael de León. Su
madre había sido “bailaora” y
figurante en el Teatro Avenida de
Buenos Aires. Él asistía desde bambalinas a muchas de las representaciones,
sobre todo cuando venían elencos españoles. Así se le grabaron letras de
zarzuelas y poemas del repertorio español flamenco, sobre todo del cante jondo.
Ya superada su edad de retiro, a pesar que se le
otorgó la jubilación de oficio pidió permanecer en la Escuela N° 31 sin grado a
cargo, sólo como asesor y compañero de ruta de los maestros. Permaneció cinco
años más en esa tarea ‘no tarea’. Sus compañeros de trabajo de esa escuela le
hicieron una fiesta sorpresa en ocasión del día del maestro previo a su retiro
definitivo cuando cumplía 50 años en su férrea vocación.
Juan José Rodríguez murió en soledad, asistido tan
solo por algunas de sus compañeras más queridas. Sus trabajos siguieron
resonando en las aulas, hasta que las nuevas camadas docentes los olvidaron por
nuevos recursos pedagógico-didácticos.
Quien suscribe, siendo asesor del C.I.E., tuvo el
honor de compartir con este fecundo Maestro algunas tardes, previa la jornada.
Trabajaba en el turno tarde de la Escuela N° 16, a las 17 salía e iba
directamente al C.I.E. “Ya Juan José estaba allí, me sentaba en la secretaría a
tomar té y charlábamos ¡Bah!, en realidad él charlaba, contando sobre su experiencia
docente, sus trabajos y cientos de anécdotas, sobre sus viajes, rememorando los
tiempos en que compartía junto a su madre, en el Avenida, las noche de
flamenco, algo que le apasionaba. Poco antes que terminara mi función en el
C.I.E., Juan José fue desplazado a su escuela de base, la N° 31, donde terminó
su carrera". Aunque se cometieron con él algunas ingratitudes, nunca manifestó quejas ni reproches.
Poco después de dejar el trabajo enfermó y murió en enero de 2004 solo, sumido en la
tristeza que al final de la vida lo acometió impiadosa. Algo que nunca había
experimentando antes, pues en esencia era un hombre alegre. Juan José Rodríguez
fue un Maestro de maestros, un paradigma, un reflejo de muchos docentes de las escuelas públicas de nuestro país. ¡Ejemplo de vida!
Juan José Rodríguez, el Día del Maestro en que cumplió 50 años en la docencia, durante el festejo que le hiceron sus colegas de la escuela primaria N° 31 de Quilmes.
Investigación y argumentación Prof.
Chalo Agnelli
BIBLIOGRAFÍA
Periódico "Realidad" - Año IX N° 163 - Junio de 2000
NOTA
[1] Fundada
en 1905 cuando Adolfo Kapelusz estableció un modesto negocio de librería en el
barrio de San Telmo, pronto se transformó en editorial con el propósito de
mejorar y generar innovación en los materiales didácticos de su tiempo. En
noviembre de 1994 el Grupo Carvajal, de vasta experiencia en el rubro, se hizo
cargo de Kapelusz, dispuesto a dar un nuevo impulso a la tradicional casa.