INTRODUCCIÓN
- EL ORIENTE, INGLATERRA Y LA PAMPA EN UNA ÚNICA MUJER - VIOLETA ORIENTAL - VIOLETA NIÑA - VIOLETA
ESTUDIANTE - VIOLETA UNIVERSITARIA - VIOLETA VIAJERA -
A EUROPA Y AMÉRICA - JAPÓN OTRA VEZ - LA DESPEDIDA - NOTAS
INTRODUCCIÓN
Otra
fecha más que recuerda el nacimiento del primer escritor quilmeño Guillermo Enrique
Hudson, 172 años se cumplen el 4 de agosto y
tendrá su conmemoración, en el sitio en que llegó a la vida, la estanzuela "Los veinticinco ombúes", hoy Museo Histórico
Provincial Y Parque Ecológico Cultural Guillermo Enrique
Hudson. Para
completar su historia vale recuperar la figura de quien además de su sobrina
nieta fue una de los mayores difusores de su obra. Y para ello recogemos las
páginas de la periodista e historiadora Graciela Linari que desde hace varios
años viene desenvolviendo la historia varelense y acompañando sus expresiones
culturales con pasión concreta a través de su revista "Palabras con historia". Chalo Agnelli
EL ORIENTE,
INGLATERRA Y LA PAMPA EN UNA ÚNICA MUJER
De Graciela Linari,
periodista e historiadora de
Florencio Varela. En “Entre letras y puntos”.
Suplemento especial de la
revista
“Palabras con historia”. Año 3 – Nº 28 – Agosto 2010
VIOLETA ORIENTAL
Autoritaria
y exigente, admirada y resistida por igual, orgulloso, perseverante,
apasionada, seductora, inteligente, pionera y hacedora de historia, Violeta
Gladys Shinya fue abriendo caminos a lo largo de sus más de nueve décadas de
vida.
Nacida
en Buenos Aires un frío y ventoso 10 de agosto de 1910, cuando aún resonaban en
la ciudad los ecos festivos del Centenario de Mayo, solía bromear - ya adulta -
señalando que había llegado a este mundo en brazos de la muy española Infanta
Isabel de Borbón, tal vez la visitante más ilustre que arribara al país para
celebrar aquel acontecimiento.
VIOLETA NIÑA
Hija
de un japonés - Yoshio Shinya- el
primero de esa nacionalidad ingresado a la Argentina tras la firma del Tratado
de Amistad, Comercio y Navegación que significó el inicio de las relaciones
diplomáticas oficiales entre ambos países, y de una argentina - Laura Hudson Denholm- sobrina del
notable escritor y naturalista nacido en la
bonaerense estanzuela de Los
Veinticinco Ombúes, conjugó en su carácter los rasgos impuestos por el
espíritu paterno heredado del lejano samurai, y la ternura generosa de una
madre bella y frágil.
La flor
que le dio nombre - pequeña y fragante - prefiere esconderse entre hierbas
húmedas, donde apenas inciden los rayos del sol.
Esta
Violeta carnal, por el contrario, eligió salir a la luz para irradiar
temple, voluntad, deseo de conocimiento, constancia, decisión.
A
un siglo de su nacimiento, en un agosto igualmente frío y destemplado, bueno es
recordar momentos de su vida y de su obra para trazar una semblanza que nos
permita adentramos en su intimidad, tan reservada. Como en un viaje imaginario,
iremos transitando a través de sus
recuerdos y sus apuntes, etapas marcadas por los hechos o las circunstancias.
Durante
sus primeros años de vida y en busca de un clima más propicio para la salud de
Laura, la familia se traslada a Los
Cocos, en la provincia de Córdoba, pero tiempo después su madre muere y
regresan a Buenos Aires. Violeta tiene apenas cinco años y queda bajo la
tutela de su abuela, con la severa observancia del padre. Cuatro años después
fallece, también, su abuela materna María
Elena, y ambas ausencias la invisten de una soledad de la que le resulta
difícil desprenderse.
Muchos
años después recordaría que, siguiendo los consejos de su tío abuelo - con
quien María Elena mantenía frecuente correspondencia - cada comienzo de
primavera era llevada a una plaza o a un parque para observar el cielo y, en
él, el vuelo de las golondrinas de regreso al país. Tras el paseo,
obligadamente, partía carta de Buenos Aires a Londres para contarle a Guillermo Enrique Hudson la impresión
recibida.
Violeta,
junto a sus padres y abuela en Buenos Aires, 1912. (Foto de CD Pioneros Nikkei
- Centro Cultural Argentino Japonés)
VIOLETA ESTUDIANTE
Llegada
la adolescencia prosigue sus estudios en la Escuela Normal de Maestras Nº 10, en el barrio de Belgrano, en ana bella
casona que había sido residencia de Lucio
V. Mansilla, Buena alumna, buena compañera, buena amiga - según testimonia
en sus álbumes de recuerdos - descubre también allí las mieles y los sinsabores
del primer amor. Un amor adolescente que tiene como destinatario a uno de los
profesores del establecimiento, “Deja que el amor sea dueño y señor…”,
aconseja a una compañera de estudios. “Yo
busco en las amigas lo que tu encuentras en el seno de tu hogar - le
confiesa a otra, y añade -, yo busco la
compañera, alguien en quien poder depositar la confidencia y las cuitas (cuando
las tenga) Tú misma aún no me conoces, porque yo aparento, pero tú eres que yo
no soy capaz de sentir”. Triste,
reclama a su madre ayuda espiritual: "Mummy
ayúdame. Haz que tenga suerte en la cuestión económica, así sigo estudiando y
olvido mi pena y así olvido el amor que no quiere morir y debe morir, porque
así soy mucho más desgraciada, porque yo soy huérfana de cariño y allí no lo
puedo encontrar ni buscar. Nunca".
Culmina
un ciclo. El secundario llega a su fin y con él. las despedidas."Hoy estoy triste. Hoy quisiera que me
amaran tanto como yo a aquel ideal imposible que ha forjado mi mente. Así
estaría menos sola, así buscaría en un alma y no en un libro el consuelo que
ansío.” ... “Y así será siempre… esa es la vida
que me espera. Eso es lo que me ha deparado el destino, siempre cruel conmigo
¿Por qué? ¿Qué mal hice? ¿Qué culpa tengo si aún vivo? Por qué Dios cuando mata
una madre no lleva consigo a la hija? ¿Por qué la somete a esta lenta tortura?
¿Qué es esto? Estoy llorando.”
Tras
el llanto, nuevamente la esperanza: “Ya
pasará el invierno. Ya volverá a nacer la rama verde”, escribe.
VIOLETA UNIVERSITARIA
La
década del 30 encuentra a Violeta cursando la carrera de Letras y trabajando
como docente en establecimientos nacionales y, a veces, también como maestra
particular en estancias o establecimientos de la provincia de Buenos Aires para
ayudar a solventar sus estudios.
De
esta época rescata los años gloriosos vividos en la Facultad de Filosofía y Letras, cuando el doctor Emilio Ravignani era rector de dicha
Casa de Estudios.
“Tuve profesores de lujo -evoca- Coriolano Alterini, Rafael Alberto Arrieta,
José Oria, Amado Alonso, Enríquez Ureña, Giménez Pastor, Ricardo Rojas ...” Este
último, de quien Violeta fue adjunta, acaba de publicar en esos momentos su “Historia de la Literatura Argentina”.
Rojas sostenía el concepto de que la
cultura era el elemento integrador por excelencia y el que permitía concebir la
identidad nacional argentina como el producto de un cruce de razas y
procedencias diversas. A
este respecto, Violeta cita una larga conversación mantenida con el docente, en
la que él se mostrara sorprendido por la modalidad y el espíritu de ella,
teniendo en cuenta sus orígenes. “No
tengo ni una gota de
sangre latina - le dijo ella - pero me siento y me reconozco hija de este medio por mis reacciones
prontas, apasionadas y latinas”. Recuerda también que en ese momento sólo
rió y atinó a decirle: “Profesor ¡soy porteña!”.
Pionera, es la primera “nikkei”
(argentina hija de japonés) en alcanzar un título universitario. Con orgullo,
recordaba haber cursado todos los ciclos de la enseñanza en escuelas públicas.
VIOLETA VIAJERA
Julio
de 1939, la sorprende con una invitación.
Desde el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública es convocada, junto a un
grupo de profesoras argentinas y uruguayas para integrar una delegación
cultural que viajará a Japón. Un
sueño al alcance de la mano. Organizada y sencilla, como es su costumbre, alista
el equipaje en tanto va preparando su espíritu para el encuentro con la cultura
de sus ancestros.
Después del viaje dirá que pudo salvar la distancia que había
entre las visiones de la mente y la realidad, se fue estableciendo el
equilibrio y Japón fue visto como
había sido soñado.
Gestiona
su primer pasaporte. La fotografía muestra a una Violeta morena, de pelo oscuro, con la belleza no solamente de los
años jóvenes sino, también, con la que le confiere el cruce de razas.
Mitad oriental, mitad argentina,
descendiente de norteamericanos y británicos. Informa
el documento que es soltera, educadora, que mide 1,61 m. y que tiene cutis
blanco, cabello castaño, nariz recta y boca mediana.
En
Buenos Aires aborda el O.S.K. Argentina Maru, un transatlántico que, en cuarenta
y siete días y luego de recalar en diversos puertos y cruzar el Canal de
Panamá, echa ancla en Yokohama - ¡por fin! - Japón.
Un Japón que – dice - despierta “asombro y admiración en los ojos, inquietud
en el alma y un sabor áspero, provocado por el choque de dos civilizaciones
distintas: la nuestra, la que tenemos arraigada, la que sentimos, vivimos y
proclamamos; la otra, secular, generadora, distinta”.
Japón vive la pre-guerra, no obstante, las
viajeras invierten su tiempo mirando y admirando ese país que les abre sus
puertas mostrándoles no solamente las bellezas naturales sino también las
expresiones de su cultura. Castillos, palacios, santuarios, ríos cristalinos
y jardines botánicos, gacelas sagradas retozando entre bosques vetustos y
umbríos alternante a momentos, con el ulular de las sirenas anunciando un
simulacro de ataque, en previsión de la contienda que se avecina.
A EUROPA Y AMÉRICA
En 1970 y ya como directora del Museo y Parque Ecológico Guillermo Enrique
Hudson viaja, invitada por la Asociación
Amigos de Hudson y el Departamento Nacional del Servicio de Parques de los
Estados Unidos de Norte América, a Washington,
donde pronuncia una conferencia sobre el naturalista y escritor bonaerense y
sobre el trabajo emprendido desde el solar natal para divulgar su obra.
Su
conexión en el país del norte la obtiene a través de la doctora María Butchinger, “argentina y hudsoniana”,
directora del Instituto Forestal de Washington, a quien había conocido durante
un Congreso de Conservacionistas realizado tiempo atrás en Bariloche.
Durante
este viaje Violeta intenta convencer a las autoridades de los parques
nacionales de aquel país para que le suministren dos alerces verdes con el
objeto de convertirlos en tejuelas a fin de reponer el techado del rancho
natal de Hudson, pero el no es rotundo: “de alerce nadie hace leña y menos, tejas”,
es la respuesta, por lo que debe conformarse con tejuelas de ciprés.
Tres
años después, en febrero, renueva su pasaporte: quiere llegar a Londres para solicitar alguna ayuda del
gobierno británico. En la neblinosa capital del Reino Unido descubre, casi al
azar, en el cementerio de Broadwater,
la tumba de su antepasado. Su diario guarda memoria del hecho: “Entré por una abertura en el seto que lo
rodeaba y comencé a buscar árboles viejos. Vi uno que parecía llamarme, pero
ahí, junto a su tronco, divisé una cruz como la que había visto en una
fotografía. Crucé entre tumbas sin buscar caminos y cuando estaba aún algo
lejos, leí W.H.H. Es increíble, pero
cierto”.
Ese
viaje la lleva luego a Amsterdam, Milán,
Florencia, Roma, París y nuevamente Gran Bretaña, donde graba una
entrevista para la BBC de Londres y,
tras pasar por Madrid a vuelo de
pájaro, Buenos Aires.
Poco
después, “como yo de ecología no sabía
nada - dice-, me fui a los Estados Unidos. Soy muy amiga de Myron Sutton, toda una autoridad en
conservacionismo, en ecología, en medio ambiente y en parques nacionales. Le
pedí que me enseñara a manejar un parque ecológico. Me llevó una semana a su casa
y trabajó conmigo esos días... que valieron por siete meses, pero aprendí todo
lo que sé de cómo se tiene que hacer un parque ecológico, de cómo se tiene que
manejar y de qué manera hay que proteger al medio ambiente”.
Durante
ese viaje recorre Parques Nacionales, lugares históricos, sitios emblemáticos
de la Capital, donde es entrevistada y entrevista a figuras del ambiente, que
le suministran información útil para llevar adelante su proyecto vinculado con
la Casa Natal de Guillermo Enrique
Hudson.
JAPÓN OTRA VEZ
La década del 80 la ve nuevamente
trajinando, aviones, ferrocarriles y autobuses, en recorridas, que hace por Estados Unidos de Norte América (1980, 1984
y 1895) y por Canadá (también en 1985)
En
la década siguiente y ya a la avanzada edad de 83 años, se aventura nuevamente a viajar a Japón, especialmente
imitada por la Suntory Foundation,
esta vez acompañada por el Director del
Parque Ecológico Museo Guillermo Enrique Hudson, Rubén Ravera.
Es 1993, Japón ya no es a su juicio, aquel
de las tradiciones seculares y del silencioso lenguaje de un pasado de gloria y
heroísmo ahora es un Japón moderno, donde la tecnología desplazada usos y
costumbres.
Pero
es la tierra de sus ancestros y al llegar y serle requeridas dos palabras para
significar su presencia nuevamente en la isla sintetizó, con una amplia
sonrisa: “¡estoy feliz!”.
LA DESPEDIDA
Fue
también agosto el mes en que Violeta
emprendió el viaje sin retorno. Fue también un día de crudo invierno.
Quizás, llevada por su espíritu inquieto, haya decidido partir en un nuevo
periplo en busca de viejas cartas, fotos ya borrosas o árboles apropiados para
convertirlos en tejuelas. Tal vez, sentada a la vera de la vieja sepultura
londinense ella, que también aprendió a “amar los pájaros, los sitios verdes y el
viento en los matorrales” se halle esperando descubrir “el
brillo de la aureola de Dios”.
Compilación Chalo Agnelli
NOTA
Las
fotografías y documentos empleados en la elaboración de la presente nota fueron
facilitadas por la Biblioteca del Museo y Parque Ecológico “Guillermo Enrique
Hudson” por gentileza de su bibliotecaria, María del C. Pereyra.
2 comentarios:
Muy buena nota. Me emocionó porque la conocí a Violeta en la Secretaría de Cultura de Berazategui, me la presentó Ariel López, hará como 15 o 20 años. También conozco a Graciela Linari que me regaló su libro sobre F. Varela, aunque hace años que no la veo. Marga Mangione
Ana María Schulze
Tuve el placer de hablar con ella personalmente. Ella cuando estaba a su cargo el Solara, me consiguió una visita al mismo. Fui con mis alumnos. Cuántos recuerdos. Gracias Chalo.
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