Leopoldo Russo era un amante de la vida, tanto era su amor, que por eso había elegido como profesión, el teatro, pues en la escena se vive dos veces... y más, si se quiere y se puede...
Sólo utilizamos terminología 'teatrera' para recordarlo porque así lo quería él.
Cuando iba solo por las calles, rumbo a un destino prefijado o a ninguno, se lo veía mascullar libretos, idear puestas con la imaginación, armar elencos, roles, señalar gesto, voces, actitudes, morcillas, climax, bocadillos, marcar furcios, diseñar vestuarios y escenografías... Él vivía el teatro y el teatro le daba vida. Sus últimas palabras fueron una clase de teatro imaginaria que dio a alumnos imaginarios.
Sus amigos, los que además, lo quisimos fuera de la escena, como un hombre más en este mundo de la cultura quilmeña, que transitó durante 52 años, hoy festejamos su vida, y el próximo 12 de noviembre en su último reducto teatral, Casa de Arte Doña Rosa, le rendiremos un fervoroso TRIBUTO, al cual asistirán todos los que fueron sus amigos, los que son sus amigos, quienes fueron su público, sus alumnos, sus colegas y sus espectadores... Quilmes todo.
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