Hacemos
historia y todo es historia. Nuestra cultura quilmeña tiene una de las más
ricas y abundantes manifestaciones de arte, cultura y educación de la provincia
de Buenos Aires; en antigüedad, en calidad y en cantidad. Y el teatro, desde “La pomada blanca” de José Andrés López (1979),
tuvo, secundado por las otras manifestaciones del arte, una presencia inusitada
y preponderante.
Escribió la docente e historiadora, mujer de la
cultura doña Lila
Giordano de Campelo:
“Constituye una verdad indiscutible que la historia de los pueblos la
escriben sus instituciones... Otra verdad difundida y compartida es la que
sostiene que la historia de los pueblos la escriben los pueblos mismos.”
EN MEMORIA
El
15 de octubre Leopoldo Russo, profesor, actor y director de teatro, hubiera
cumplido años. Esta “carta abierta” se publicó en el diario El Sol el martes 10
de abril de 1984, bajo el título “Carta abierta para un aniversario sin
festejo”. Era intendente el
radical don Eduardo Vides, apenas hacía un año que el pueblo argentino
recuperaba la democracia después de 7 años, 8 meses y 17 días de saqueo, de horror
y de muerte. No fue fácil para nadie, pues la democracia, hasta esa fecha, no había tenido nunca continuidad en la
Argentina y políticos y funcionarios estaban improvisando pues el estrago era
grande.
Si bien eran momentos en que todo estaba por recomponerse, por reordenarse, un funcionario
tomó una decisión desafortunada creyéndose en el deber de “democrátizar” y “poner
orden” en todos los ámbitos de su dirección por igual, sin apreciar que el teatro
quilmeño tenía una historia sólida y proyectiva, que no necesitaba ningún
reordenamiento pues larga había sido la experiencia que cargaban para sortear
todo tipo de dificultades. De esto último, aún pueden dar buena cuenta los
fundadores: don Norberto Martín y don Antonio Di Notto.
LA
EDITORIAL
En
la misma hoja del periódico la nota editorial del diario se hace eco de la desolada
diatriba de Russo y dice en sus últimos párrafos:
[…] En el transcurrir de los años muchas expresiones han ganado prestigio,
no sólo en el ámbito municipal, sino también en el orden nacional e
internacional. Incluso ha sido el esfuerzo de algunos grupos para poder
integrar con solidez un equipo de trabajo apropiado y pocas han sido las
satisfacciones materiales ya que son esforzados profesionales por vocación.
Y en Quilmes,
está por cumplir 35 años el Teatro; Luz y Sombra, creado el 15 de abril de
1949, que sin duda alguna jugó, desde ese momento un importante papel en la
historia de la cultura quilmeña.
[…] Durante
muchos años el elenco de Luz y Sombra desandó la provincia, actuó en
representación de Quilmes, ganó lauros, aplausos y reconocimiento. Antes de
culminar 1983 prepararon dos importantes obras, refaccionaron el teatro, lo
pintaron y pusieron inclusive dinero de sus bolsillos para mejorar la sala.
Era intención
del elenco y quienes lo dirigen recibir a la democracia con alegría,
homenajeando a las autoridades electas por el voto popular. Nadie asistió a la
función.
Más allá de
este hecho anecdótico, en enero, el día 12, se encontraron con las puertas
cerradas del teatro. No hubo explicaciones, no hubo aviso, no hubo
contemplación.
Catorce
actores, que le significaban una mísera migaja del presupuesto al municipio,
que dedicaron largas horas de su escaso tiempo libre en beneficio de la cultura
popular, fueron despedidos sin contemplaciones.
Luz y Sombra
cumplirá 35 años de vida. Pasaron los años, pasaron los gobiernos, y aquí
estamos con un teatro cerrado y 14 actores sin trabajo.
HOMENAJE
Fue
un día 15 de abril, cuando nació el Luz y
Sombra. Fue un día 15 de octubre cuando nació Leopoldo Russo. Vaya esta
nueva publicación de su Carta Abierta,
llena de pasión por el teatro, de dignidad, como homenaje a su trayectoria, a
su vida; en gratitud por tanto que dio al público, a sus alumnos, a sus
colegas, sus amigos. Y como homenaje al teatro - que él y el teatro son lo mismo - que sigue palpitando en Quilmes con los mismos bríos que 29, que 64, que 134 años atrás.
CARTA ABIERTA
15
DE ABRIL DE 1949. Esta fecha, así a secas, sin recordatorio previo, tal vez no
tenga mucha significación, salvo para un pequeño y reducido grupo de hombres y
mujeres de Quilmes, que allá en el tiempo, esperanzados e impulsados por el
fervor de la juventud y las ganas de hacer para el espíritu, se largaron a la
aventura de fundar un teatro y luego andarlo para nuestra ciudad.
Lejos estaban aquellos muchachos que se
reunían en la mesa de un café que el andar iba a ser tan arduo como extenso,
pleno de goces, pero, también plagado de escollos y amarguras, duro, ingrato,
con alegrías ante un éxito y reflexión ante una equivocación o ante un fracaso.
Sólo
el público y nada más que el público con avidez, su apoyo tácito, su aplauso o
su crítica fue el motor generador de este movimiento teatral reconocido a
través de casi cuarenta años de vida.
Aquellos
muchachos, viejos compañeros, fundaron una sala allá por La Colonia, la
construyeron con sus propias manos, con su amor y sus bolsillos y el público
los apoyó en un idilio de muchos años; colmó ese teatrito tantas veces durante
tantas noches, hasta que un día se dieron cuenta que todo les quedaba chico.
Con nuevos bríos construyeron otro, esta vez en pleno centro de Quilmes.
Era
lo que esperábamos los que por aquella época, como fue mi caso, solo éramos público,
nos sentíamos honrados con esa inauguración. Martín y su grupo nos regalaban un
teatro ¡Otro más! Era todo un lujo para la ciudad de aquellos tiempos.
Quilmes
tenía ahora un nuevo elemento que destacaba su perfil particular entre las
ciudades de la Zona Sur, un teatro amasado por sus propios hombres, aplaudido
por su público y apoyado - algunas veces abiertamente y otras a regañadientes -
por los sucesivos gobiernos municipales.
Eso
quedó demostrado cuando allá por 1966 la Municipalidad de Quilmes le hace
lugar entre sus filas y funda el Teatro
Municipal que seguirá llamándose Luz
y Sombra. Mejor homenaje imposible.
El Municipio cede un viejo salón de la
Casa de la Cultura y allí mágicamente y con las manos y el sudor de aquellos
muchachos ya mayores y con otros que nos sumamos a la lucha se vuelve a
construir otro teatro, el tercero, ahora mejor acondicionado.
Así
continúa el trabajo, los estrenos transcurren al pasar del tiempo, el grupo va
creciendo, estudiando, perfeccionándose, también equivocándose, pero corrigiendo
o tratando de hacerlo sobre la marcha; se investiga, se trabaja llevando a
escena lo mejor del teatro argentino y universal, pues ese es y sigue siendo el
compromiso. Basta leer las carteleras para comprobarlo.
Cada
aniversario del teatro, además de ser un acontecimiento artístico de importancia
para la ciudad que nos cobija, es una fiesta íntima para cada uno de nosotros,
es el único derecho que nos reservamos, brindamos infaltablemente por la permanencia,
saludamos y homenajeamos a los fundadores, recordamos a los que pasaron o ya
han muerto y siempre, siempre, como fiesta final, nos encontramos con el
público, nuestro público para tratar de dar lo mejor de nosotros mismos. Así a
los diez años, pasó Yerma, a los
quince Una Cabalgata Extraviada, a
los veinte Buenos Aires de Ninguno, Hollín y Juegos Infantiles a los
veinticinco y finalmente Macbeth a
los treinta años.
Hoy a los treinta y cinco:
El Silencio. Porque el 15 de abril de 1984 tal vez no diga mucho, salvo para
un pequeño y reducido grupo de bohemios que ayer fundaron un teatro, que ayudaron
a mantenerlo, que lo hicieron crecer y qué hoy están en plena calle, prohibida
su entrada al teatro y arrojados de él como a delincuentes.
Quizás el 15 de abril en años venideros,
se convierta en una efeméride importante para la historia cultural del pueblo
quilmeño, pero en el futuro, nunca hoy. Es lamentable reconocer que en nuestro
país siempre ocurra así, que es
necesario morir primero para ser reconocido después. Seguimos envueltos en
un amor necrófilo por lo que fue y no en un amor sano por lo que es o puede llegar
a ser. Y dicho esto, pues el próximo domingo nuestro querido teatro Luz y
Sombra estará en silenció y en las verdaderas sombras, por primera vez, en
toda su extensa trayectoria.
Es incomprensible e inaceptable que hoy,
cuando todo el país está de pie para el trabajo, cuando el presidente Alfonsín
pide a los cien días de su gobierno unión y trabajo mancomunado, y cuando en el
teatro sus integrantes esperábamos también de pie el momento del despegue, nos
hayan empujado y puesto literalmente “de patitas en la calle”, en nombre de no
se sabe bien qué restructuración.
Y cuando pedimos explicaciones concretas
se nos contesta con vaguedades inconsistentes como que: “podemos volver a reintegramos”… “pero, no todos”… “o algunos”… “los que
fueran necesarios” y que debemos presentarnos a un “concurso” o “selección” o
“evaluación”.
Entonces
uno llega a la triste conclusión de que a pesar de los cambios, uno siempre
tiene que estar rindiendo examen ante el funcionario de tumo.
Porque sino ¿Cómo se explica que un,
artista que protagonizó obras como: Romeo y Julieta, Recordando con ira, Los
prójimos, Otelo, Quién le teme a Virginia Woolf, Los Hermanos Queridos y que dirigió
obras de la talla de El Reñidero, Muertos sin Sepultura, Panorama desde el
Puente, El Organito o Stéfano para nombrar sólo
algunas, debe ahora rendir examen vaya a saber ante qué tribunal.
Y es allí donde comienza el
grotesco, ante la pregunta de “¿¡Ante
quiénes debo rendir esa prueba!?”… la respuesta no puede ser más irrisoria,
ante una especie de junta integrada por Norberto Martín, director
del teatro. Claudia Dessy, directora del teatro infantil Alfonsina Storni, y
ante un asesor teatral sacado de la galera de la Dirección de Cultura y que seguramente
debe estar cobrando un sueldo que ya no cobran los actores despedidos.
Y digo irrisoria, pues con Martín he
trabajado durante 20 años… ¿No me conoce? La señora Dessy me ha visto actuar
durante casi otros tantos… ¿No me conoce? Yo sé que ellos no son culpables de
estos nombramientos, pero mi preocupación es otra y hasta cómica en medio de
este drama ¿Y a mí, quién me conoce?
Esta pregunta después de 22 años de lucha
por y para el teatro quilmeño, esta pregunta sin respuestas es enloquecedora.
Yo no lo hice y ni pienso hacerlo, pero con el mismo derecho y como ciudadano
yo podría haber preguntado quién es esa persona desconocida que se nombra como
Director de Cultura, ante quién dio examen, qué méritos, qué antecedentes
posee para manejar los destinos culturales de una ciudad de la importancia de
Quilmes, con qué derecho se ignora la lucha, la trayectoria de un grupo de
artistas quilmeños que están orgullosos de serlo.
Es muy grave que un funcionario pueda
pensar y proceder así y es más grave aún pues uno tiene derecho a pensar los
peor y los peor es pensar en: razones de simpatía personal, o políticas, o de
ignorancia; de quién es quién en el ámbito cultural de la ciudad o de querer
acomodar a otros o de pequeñas vendettas
pueblerinas o de intrigas palaciegas o de desconocimiento de la materia que
se maneja, en fin. El razonamiento puede ser interminable y nunca sano. A mi
personalmente me gustaría encontrar respuesta a todas estas incógnitas.
Le había prometido al director del
Teatro volver este año después de un pequeño descanso y estar arriba del
escenario festejando un nuevo aniversario, pero esta alegría se vio frustrada.
Hoy el teatro está en silencio, oscuro, inactivo y cuando todo el país exige
ponerse en marcha, cuando en plena democracia todos estamos dispuestos a
trabajar para reconstruir el país despedazado, nos echan, nos sacan, nos
despiden solapadamente en nombre de una libertad disfrazada de justicia. Yo
me pregunto ¿De qué justicia? Así es de simple el acontecer de este aniversario;
así es de simple y doloroso.
Hasta que yo y mis compañeros no
encontremos la respuesta concreta, sentiremos que la Renovación y el Cambio
propuestos, son solo cortinas de humo que continúan tapando las listas negras
y las prohibiciones.
Esperamos
que alguien nos escuche y que alguien nos reconozca, por lo menos si así
sucede, este aniversario tendrá un sabor menos amargo. Leopoldo Russo - L.E 5.199.327
Compilación y argumentación Chalo Agnelli