José Agustín Matienzo, hijo de Tomás y de Ramona Capetillo, nació en
Villaverde de Trucíos (Trutzioz), [1]
pueblo cántabro en el País Vasco, en 1839. [2]
Su nacimiento lo unía de alguna manera a don Andrés Baranda, hijo de padre
cántabro. En el capítulo “Guerra de
círculos” de su libro "Quilmes de antaño", dice José Andrés López: [3]
“El círculo de Baranda y el de "la
botica" eran antagónicos, respecto de política local menuda, aunque en la
general coincidieran casi siempre.”
En la adolescencia llegó a la Argentina, era 1855. Año en que se produjo una importante inmigración vasca, tanto del Iparralde como del Enogalde; muchos de esos hombres, muchas de esas mujeres, familias euskeras se establecieron en Quilmes.
José Agustín se graduó en la Universidad de Buenos Aires, de boticario, título que se daba a los actuales farmacéuticos, que si bien el término desaparece a principios del siglo XIX, se
conservó en nuestro país como rémora hasta que se regularon los estudios de farmacia, afirmándose el de 'farmacéutico'.[4] El boticario no sólo vendía remedios, sino que los preparaba fundamentalmente.
Con visión de futuro, buscó para ejercer
su profesión un punto del país donde no hubiera competencia; ese lugar fue Quilmes. Era el año 1863, conyuntural para su vida. Instaló la primera farmacia a
varias leguas a la redonda.
"Fue su
primera diligencia adquirir el botiquín del doctor Wilde y, con él por
fundamento, estableció la botica en la hoy calle
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Ex Banco Quilmes donde se hallaba la botica de Matienzo
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Rivadavia y Mitre. Algún tiempo
después adquirió de don Pedro Costa, padre del ex - gobernador don Julio A. Costa, la casa donde éste naciera, calle Rivadavia y Almirante Brown, y allí
trasladó la botica. Pronto el nombre del señor Matienzo era en el pueblo y Partido familiar a todos los oídos en los que sonaba con acentos acariciadores.
Y la botica fue […] un centro “sui generis” de atracción
social y política, que tuvo pronto influencia decisiva en todas las
manifestaciones y actividades de la vida de Quilmes.”
Fue un gran alivio para los dos facultativos locales don Fabián Cueli y José Antonio Wilde el arribo de Matienzo, quitaba un peso grande a sus obligaciones, pues muchas veces después de atender pacientes durante largas jornadas, por la noche, debían preparar medicamentos. Además fue una contención contra los curanderos y los mercachifles y buhoneros de la salud. La Botica de Matienzo en la esquina NO de Rivadavia y Brown. Foto Colección Alcíbíades Rodríguez - Museo Fotográfico de Quilmes.
CONSEJERO
No tardaron sus bellas prendas morales en
granjearle unánimes simpatías y afectos. Desinteresado y generoso hasta la
abnegación. A él se acudía en busca de consejo, orientación y ayuda. "A esa influencia se la llamó el 'círculo
de la botica' y durante más de tres lustros, allí tuvieron consagración los
candidatos para todos los puestos y empleos electivos o de administración, por
el procedimiento más simplista".
PATRIARCA
De ahí, que lo rodeara un prestigio de patriarca. Su casa
se constituyó, por natural gravitación de su personalidad, en el más importante
centro de la vida político-social de Quilmes. “La ecuanimidad era sólo una faceta de las muchas que reflejaban la luz
de su alma; un singular don de gentes, su altruismo practicado en su más recta y
noble acepción, su raro desinterés, su carácter franco, abierto a todas las
expansiones generosas, la sencillez de su trato, la lógica de su razonamiento,
la rectitud de su juicio, la sensatez de su consejo, lo sano de su intención,
un buen sentido práctico en todo aquello que no le fuera personal, era otras
tantas luces que de su alma irradiaban y que, estando en constante acción lo
convirtieron, sin quererlo ni buscarlo, pero sin esquivarlo tampoco, en
consuelo y guía de necesitados. Los que
su consejo o generosidad acudían no lo hacían en vano, porque si era
pródigo de buenas palabras, lo era también de buenas obras."
POLÍTICO
Matienzo era 'alsinista', admirador de su caudillo don Adolfo Alsina. Asimismo, su participación en el gobierno local fue activa. Miembro del Concejo
Municipal durante varios períodos: desde 1864 a 1868; en 1874 y 1875 y en 1886 y 1887. Integró el Consejo Escolar y numerosas comisiones y
entidades, puede decirse que no hubo en su época iniciativas de interés general
a las que no prestara su entusiasta apoyo.
Casó
el 28 de agosto de 1865, con doña Petrona Ana Joaquina Dupuy Morel (n. 1834),
con quien tuvo siete hijos, entre estos: Ramona, Ana (n. 1867), Agustín U. (1869-1954), J. María (n.1875), Carlos Alberto (1878). Ana Dupuy era hija de
Indalecia Morel y Dupuy y de José María Dupuy y Patrón fusilado por la
mazorca en 1842; ella con sus cinco hermanas constituyeron familias que
tuvieron primordial relevancia socio-política y cultural en lo que fue
la tercera fundación de Quilmes a partir de 1852. Su hermano Luis José (1827) fue fundador junto a su primo Fortunato de la Plaza de la ciudad de Miramar. Era sobrina del
precursor del arte argentino, Carlos Morel, quien en casa
de los Matienzo-Dupuy transcurrió los últimos años
de su vida. El 10 de noviembre de 1956, en homenaje organizado por la Escuela Municipal de Bellas Artes 'Carlos Morel', se colocó en esa esquina una placa recordatoria de este artista.
MODELO DE RECTITUD
La bondad y generosidad de José Agustín Matienzo, traducidos en
innúmeros actos de bien, hicieron que al ocurrir su fallecimiento, el 6 de mayo
de 1896, sus restos recibieran sepultura en el atrio de la iglesia parroquial (hoy Catedral).
En la lápida que lo cubre puede leerse: “Modelo de rectitud, bondad y
abnegación. La Municipalidad, a nombre del pueblo, en homenaje a sus virtudes”. En tal oportunidad, hablaron el doctor Nicolás Videla, en representación de
la Municipalidad, don José Andrés López por el pueblo de Quilmes, y en nombre de
sus amigos, el doctor Pacífico Díaz, quien expresó: “La rectitud de sus procederes, su amor a la justicia y la bondad
proverbial de su alma le captaron el amor y la confianza del pueblo que lo
miraba y honraba como una especie de patriarca...”. Una calle del casco urbano de Quilmes lleva su nombre.
Investigación y
compilación Prof. Héctor Chalo Agnelli
1989 - 2013 - 2016
APÉNDICE
HISTORIA ORAL
Memorias de doña
Filomena María F.A.B. de Baunelle y Martel de Yori (Quilmes 1881 – 1962)
EL “COLO”
Ya grande, allá por 1890, tenía don Agustín (siempre se obviaba su primer
nombre lo que trajo muchas confusiones) un dependiente muy joven, tendría unos
17 años, español y curiosamente pelirrojo, cosa extraña parecía ser, ese genoma
entre los peninsulares, salvo los del norte. Se perdió su nombre, pero en algún
documento que hayan preservado los descendientes del boticario debe figurar. Le
decían “el colorado de Matienzo” o “Colo”, él no se mosqueaba. Matienzo le
tenía paternal cariño y el joven acentuada admiración.
Su tarea era la de repartidor (lo que hoy llaman, “delivery”). Cuando los doctores
del pueblo volvían de sus visitas médicas por la Campaña, pasaban por la botica
y le dejaban a don Agustín o a su asistenta (después hablaremos de ella) la
lista de medicamentos que necesitaban fulano, mengano o perengano, quienes
vivían “en el campo de…”, “al lado de la
chacra de…” o “entre el arroyo y el
camino de las Lomas…”; para más datos. Y allá iba el “Colo” a hacer el
reparto con un bayo más cuidado que la indumentaria de su jinete. Nunca tuvo
dificultades en hallar el vago domicilio que le daban ni lo amilanaban las
lluvias impertinentes ni las tolvaneras, ya sean del sudeste o del pampero; ni
jamás se perdió a pesar de sus pocos años de argentinidad.
Solía pasar horas tallando en madera, con una pequeña navaja sevillana,
vívidos pájaros que una vez concluidos regalaba a unos o a otros aunque no los
conociera, pero siempre que le cayera bien la persona con tan solo verlos; para
ese, aunque nunca hubiera intercambiado una palabra, era su ave de madera.
No hablaba más de lo necesario y en un tono bajo con un fuerte acento
castizo. Su grupo de ‘trato’, más que amigos, pues no se le conoció ninguno en
particular, era el que rodeaba al jocoso flebótomo y barbero Navarro.
Otros de sus ocios los pasaba junto al tío Carlos (Carlos Morel) quien en
verano se sentaba en una mecedora de mimbre bajo la galería a la puerta de su
habitación, separada de la casa principal, a tomar el fresco de la tarde y el
Colo se arrimaba junto a él con un banquito y así permanecían hasta el
atardecer sin intercambiar más que monosílabos. Trabajó en la botica de Matienzo
hasta que murió don Agustín, el primer farmacéutico que tuvo Quilmes. Luego se fue del
pueblo, dicen que a La Plata. No se supo más de él.
LA LUCIANA
Haber instalado la primera 'botica' en un pueblo y Partido tan grande como lo era Quilmes en aquel
entonces, le imponía a don Agustín Matienzo mucho trabajo, muchas
horas dedicadas a porveer a la población de los ungüentos que la alivien de sus males físicos - y por qué no espirituales -, de modo que, aproximadamente en 1875, tomo un empleado que
le llevara las cuentas, pero este individuo no fue honesto con su patrón, fue
despedido y a pesar que no había sido poco lo que sisó, Matienzo se negó a
denunciarlo y el hombre se escabulló una noche sin dar cuenta de nada.
Un par de años después, por recomendación de la maestra Juana María Cabrera, don Agustín tomó como asistenta a cargo de los libros de caja y papeles administrativos a
Luciana Martínez. Ella vivía sola en una casa muy humilde en las calles Nº 8 después
Buenos Aires (hoy Nicolás Videla y la Nº 21 hoy Moreno) Sus padres habían
muerto allí y sus hermanos se habían dispersado a los cuatro vientos: uno de
ellos tenía una colchonería en el pueblo. Había sido alumna y de la señorita
Rivero y trabajó, poco tiempo, en una tienda en la Ciudad, pero el viaje no sólo
le resultaba oneroso, sino que además le consumía mucho tiempo, de modo que
cuando Matienzo le propone trabajar con él, no la asaltó ninguna duda.
A diferencia del anterior, Luciana fue una fiel empleada, dedicada,
rigurosa para llevar las cuentas, registros, hacer los pedidos e inventarios. No
era común en esos años que una mujer lleve la administración de un comercio y
mucho menos de una empresa cualquiera fuera, de manera que don José Agustín Matienzo
fue innovador en esto también.
A pesar de ser una bella mujer, Luciana nunca se casó. Un par de años después
de la muerte de Matienzo pasó a trabajar para unos comercios de la familia
Lavaggi, pero no por mucho tiempo pues siguió los pasos de su mentora, la
maestra Juana María Cabrera e ingresó al convento de las
Carmelitas Descalzas en el monasterio Santa Teresa de Jesús, casa conventual de
clausura junto a la iglesia homónima en la Capital Federal. Malhadado destino para las mujeres más vulnerables de esa época.
Esquina de Brown y Rivadavia, ayer y hoy: Botica de Matienzo y el importante edificio que fue el Banco Popular de Quilmes (Fotos Museo Fotográfico) Placa señalando el lugar donde se hallaba la Botica de Matienzo, colocada sobre el frente del actual edificio que da a la calle Rivadavia, por el Colegio de Farmacéuticos de Quilmes el 1 de diciembre de 1988.
FUENTES
Agnelli, Chalo. "Migraciones" Ed. JARMAT, Bernal, 2006.
Cutolo, Vicente Osvaldo. "Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930)" Ed. ELCHE Buenos Aires, 1975. Tomo IV - Pág. 471
López, José Andrés. "Quilmes de antaño" Ed de autor. Quilmes, 1934
Censo de pobalción de 1895.
REFERENCIAS
[1] Municipio español de la comunidad autónoma de Cantabria. Como
enclave cántabro en el País Vasco limita con los municipios vizcaínos de la
comarca de Las Encartaciones, Carranza, Arcentales y Trucíos.
[2]
López, José A. “Quilmes de Antaño”.
Ed. de Autor, 1934, pp 79- 96.
Craviotto, José A. “Quilmes a través de los años” Ed. de Municipalidad de Quilmes.
1966.
Periódico “La
Verdad”, de Quilmes, núm. esp. del 9 de julio de 1924.
[3] López, José A. “Quilmes de Antaño”.
Ob. Cit.
[4] “En agosto de 1827 Carta Molina
inauguró la cátedra de Física Experimental y de Materia Médica y Farmacia de la
Universidad de Buenos Aires. Si bien, habría dictado una sola vez el curso de
Física Experimental, siguió impartiendo Materia Médica para los estudiantes de Farmacia
hasta 1833”, señala el doctor en Medicina y en Historia de la Ciencia, Miguel
de Asúa. Un nuevo hito para el derrotero histórico de la enseñanza de la Farmacia
puede emplazarse en el 5 de julio de 1852, cuando el farmacéutico Juan Ignacio
Robles solicitó al gobierno provincial de Buenos Aires autorización para formar
una cátedra de Farmacia en su laboratorio privado, dada la ausencia de profesores
y
cátedras de esa materia. El gobernador Vicente Fidel López autorizó, tres
días después, el curso propuesto por Robles y habilitó, a quienes lo hubiesen
realizado, a ser examinados para la obtención del título de Farmacéutico en la
Universidad de Buenos Aires. A su vez, la propia Facultad de Medicina facultó a
Robles para que impartiese “uno o dos cursos” hasta que se constituyera la cátedra
de Farmacia. Pero, si de poner de relieve un año clave para la instauración de
la enseñanza oficial de la Farmacia en la Argentina se tratase, ese fue 1854.
“Por decreto del 24 de abril de 1854 el gobierno argentino autorizó a la
Facultad de Medicina de Buenos Aires a matricular alumnos de Farmacia. La
primera matrícula fue concedida al alumno Esteban Massini, el 3 de mayo de 1854.
Pronto se inscribieron 8 estudiantes más, en lo que constituyó la primera
camada de estudiantes universitarios de Farmacia en la Argentina”, señalan los
doctores Roberto García, Adriana Carlucci y Carlos Bregni, de la Cátedra de
Farmacotecnia I de la FFyB, en un artículo de la revista Acta Farmacéutica
Bonaerense. 57 AÑOS DE LA FACULTAD DE
FARMACIA Y BIOQUÍMICA DE LA UBA Fragmentos
de su rica historia Por Amalia Beatriz Dellamea Centro de Divulgación
Científica Facultad de Farmacia y Bioquímica. Universidad de Buenos Aires.
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