Compilación y Transcripción Chalo Agnelli
MARTA RIQUELME
Alguien, sin probarlo al menos documentalmente, afirma que viajó por Salta y a Jujuy. Su cuento “Marta Riquelme” se desarrolla en esas regiones. También de una posible permanencia suya en el Uruguay nos podría hacer creer su hermosa y pésimamente traducida obra “La tierra purpúrea”. No sólo la riqueza del detalle topográfico y la tipicidad de sus personajes autorizarían semejante suposición, sino la clase de aventuras que corre el principal protagonista, en el que muchos que hayan oído de boca de don Roberto Cunninghame Graham la atracción que Hudson despertaba en las mujeres lo identificaron con Richard Lamb.
Hasta que Su Excelencia el doctor Matsao Tsuda, reciente ex embajador del Japón en nuestro país, practicara unas notables averiguaciones, hace poco publicadas [1] la permanencia de Hudson en el país hermano quedaba totalmente descartada en virtud de una carta dirigida por él al citado don Roberto Cunninghame Graham, en la que le confiesa, con cierta socarronería, no haber estado nunca en la Banda Oriental.
El doctor Tsuda, sin embargo, ha descubierto que el gran escritor pasó largas temporadas en ese país, parando en dos o tres estancias uruguayas, una de las cuales fue 'La Virgen de los Dolores' en el departamento de Soriano, propiedad de don George Keen, ciudadano inglés que llegó a Buenos Aires en 1820, poblando pocos años después la estancia “Pedernales”, en el partido de 25 de Mayo, sobre el río Salado, que hoy pertenece a varios propietarios, el primero de los cuales fue el escribano don Horacio J. Ferrari, que adquirió su casco y una considerable área a su alrededor, en 1918.
CHIMA LAUQUEN
También S. E. el Dr. Tsuda señala que Hudson estuvo en “Chima Lauquen”, hoy partido de Juárez, que en el mapa catastral compuesta por el Departamento Nacional de Ingenieros en 1890, aparece como una gran estancia, propiedad del referido don George Keen.
Finalmente sabemos por el Dr. Tsuda que fue Hudson “enganchado” para el servicio militar de fronteras en el Azul, seguramente - y esto va por cuenta mía - por “vago y mal entretenido”, como rezaban los
decretos gubernamentales de aquellas épocas, lo mismo que el lugar donde fuera destinado se llamaba “Reconquista”. Quédame por investigar si este punto era un fortín o simplemente un paraje y esto he de descubrirlo con el auxilio de los mapas de aquel entonces.
Para alcanzar Fuerte Esperanza, es decir, General Alvear - línea
extrema de fronteras hasta 1867 - , y dejando atrás al sudeste El Gualicho, debió cruzar u orillar el partido de Saladillo, que nombra en la página 62 del citado “El naturalista en el Plata” como paraje muy abundante en leones y tigres.
En el referido artículo “El chajá” narra un episodio que le ocurriera en El Gualicho con una inmensa y mansísima bandada de estas aves, en oportunidad de haber hecho noche en un puesto de estancia allí situado y al ir, después de comer, a cambiarle la estaca a su caballo.
SALADILLO
En su viaje a General Alvear pasó - lo puntualiza - por la estancia “Mangrullos”, que logré identificar e historiar brevemente en mi nota 1, puesta al pie de la página 201 de la obra citada. Este establecimiento, a la sazón - (1860/63) - propiedad de Roque Carranza, fallecido el 15 de diciembre de 1867, y quien lo poblara allá por 1849, quedaba a legua y pico de la margen sur de la laguna El Potrillo, que figura en cualquier mapa de 1864 a la fecha. La superficie de “Mangrullos” superaba tal vez a las diez mil hectáreas y estaba enclavada dentro del partido de Saladillo (hoy en su Cuartel Octavo), próximo al deslinde del de 25 de Mayo, a sólo dos leguas al sudeste de la actual estación Pueblitos, F.G.R.
GENERAL GUIDO
También en sus vagabundeos de bohemio ecuestre o en sus “reseñadas”, que bien pudo ayudarse a vivir ejerciendo este oficio dado que en algunas de sus páginas así lo hace presumir, debió conocer Dolores y la cañada de El Vecino, pues cita estos puntos en “El Ombú”, donde un despreocupado traductor escribe “el río Vecino”, porque en su original inglés Hudson textualmente dice “the Vecino river”. Sin embargo, poca gente qué conozca nuestra provincia de Buenos Aires ignora que tal río no existe ni existió nunca. Saben si, que "El Vecino" es una extensa cañada originada por los derrames de los arroyos Langueyú y El Perdido, del partido de Ayacucho, hoy en día convertido en campo útil a raíz de su drenaje practicado por el canal de desagüe Nº 1 a tres mil metros del cual y dentro del Cuartel 7º del partido de General Guido (ex Vecino; el 25 de diciembre de 1839, el partido originariamente 'del Vecino' se
Conviene insertar aquí, antes de seguir más adelante, que lo que podríamos llamar “zona de Langueyú” figura así nombrada en su insuperable cuento “El niño diablo” y que no resulta aventurado imaginar que ese caballo de su propiedad que aparece en otro de sus trabajos y que según Hudson formaba parte de las últimas bagualadas errantes por las pampas de esta provincia, hubiese sido boleado en los fachinales justamente de la cañada de 'El Vecino' o costa del arroyo Langueyú.
Que igualmente conoció los campos de Mar del Plata, [3] adquiridos en 1855 por José Coelho de Meirelles a don José Gregorio Lezama [4] y los del partido de Balcarce, resulta evidente al leer su trabajo “El puma o león de América” [5] y otro referente a las tucuras, [6] que integran la misma obra, donde se refiere netamente al Cabo Corrientes y “The cape Corriente sierras”, que son otras cosa que la prolongación del sistema orográfico de Balcarce, terminado en las denominadas lomas Norte y Sur, hoy en día abarcadas íntegramente por la ciudad de Mar del Plata.
EL NIÑO PERDIDO
Otra probanza que hace a este viajé la tenemos cuando nombra la laguna de Kakel, [7] que con sus tres mil hectáreas de superficie abarca parte del partidos de Maipú y General Guido. En esos años de 1860, formaba parte de la estancia del mismo nombre, propiedad de los señores de Elía, descendientes de don Francisco Ramos Mejía, su primer poblador, instalado en esas tierras (60 leguas) ya en 1816.
Precisamente uno de los caminos que llevaban al Cabo Corrientes, como Hudson escribe, o lo que es lo mismo, al puerto de la Laguna de los Padres (hoy ciudad de Mar del Plata) seguía de acuerdo con mapas consultados, y en su línea general, la actual vía del F. G. Roca, que en 1865, alcanzó Chascomús, en 1878, Dolores y en 1883, el pueblo de Maipú. La recordada laguna de Kakei se sitúa sobre este camino, a pocos centenares de metros de su borde oriental.
Según conversación mantenida con doña Celia Rodríguez de Pozzo, viuda de mi inolvidable amigo el Dr. Fernando Pozzo, el hombre que más sabía sobre Hudson y a quien podemos calificar de su descubridor entre nosotros, los viajes de Hudson por las pampas del Sur debieron iniciarse entre 1860 y 1861, a los 19 ó 20 años de edad, cuando a la muerte de su madre, ocurrida el 4 de octubre de 1859, se sintiera tan solo y triste.
EL VECINO
Si para entonces conoció las sierras del “cabo Corrientes” y la cañada de El Vecino, debió tomar para aproximarse a las sierra de Balcarce el camino que corría por donde ahora va la vía del F. G. Roca, al que me he referido anteriormente o el que da al casco de esta estancia, donde escribo, señalado ya en mapas de 1861, como “Camino general de Ranchos a Tandil”, porque aun no se había fundado el pueblo de Ayacucho y que viene casi recto de Norte a Sur, pasando muy próximo al punto que en seguida voy a señalar.
Justamente a tres leguas cortas de aquí hacia el Sur, subsiste un hito todo de hierro, dentro del campo “Navas” de los señores Pereyra Iraola, en cuyas dos chapas rectangulares indicativas se lee claramente “Camino general de Ranchos a Balcarce” en la que apunta en esa dirección y en la otra “Camino general de Ranchos a Ayacucho”, esta última orientada hacia el Sudoeste que es adonde demora hoy - a unas dieciséis leguas de allí - esta última y próspera ciudad.
Dicho hito - o mojón como lo llaman ahora - , que pertenece a la serie que colocó el gobierno de la provincia de Buenos Aires, entiendo que en 1882, dista unos doscientos metros del camino alambrado actual. Antes, por supuesto, en tiempos de los campos abiertos, estaría ubicado al borde del mismo, cuyo curso, modificado por la voluntad de algún propietario, se extendería como ondulante cinta para eludir lagunas y fachinales sobre la planicie sin fin, apenas alterada en su uniformidad por los oscuros perfiles de tres o cuatro montecitos de acacia y mostacilla, esparcidos a gran distancia unos de otros a lo largo del horizonte.
DOLORES
Contemporáneo de este camino era otro, hoy interrumpido por el Canal Uno y utilizado por mensajerías y carretas (figura en un plano existente en el Museo Histórico de Chascomús del año 1857), que de Dolores pasaba por las postas de “Palenque Chico" (próximo a la estación Parravicini, F.G.R.), hoy estancia de la señora Althaparro de Mosotegui; “San Francisco” (aún existe su vetusta casa de material sin revocar que fuera “esquina”) y “San Miguel”, de la que quedan vestigios de foseado (campo de don Bernardo Miguel, según catastro de 1939), arrendado hasta hace poco por la familia de Mulleady. Allí puede decirse que comenzaba la célebre cañada del Vecino por lo que sólo se cubrían tres leguas hasta la otra posta, siempre en rumbo sur, que era una conocida por “Batalla”, posiblemente el apellido de algún puestero, de fijo santiagueño, de la enorme estancia “La Quinua”, [8]dentro de cuyos límites quedaba. De "Batalla”, que debe ser el lugar hoy conocido por “Loma de la Carreta”, se llegaba a “Navas”, donde si no se tomaba para Balcarce, rumbo sur clavado, seguíase de posta en posta en dirección sudoeste hasta el pueblo del Tandil.
Calculo yo, sin hacer muchas concesiones a la imaginación, que por uno de esos dos caminos pasó Hudson en su viaje o viajes a los campos del Cabo Corrientes. Por lo menos en uno iba, según parece, de capataz arreando una majada. Lo expresa en su artículo “Vistos y perdidos”, [9] oportunidad en que encuentra el primer cerro que viera en su vida, el cual trepa a pie para deleitarse con la contemplación de unas raras langostitas que halla en su cima y que no eran otra cosa que las actualmente temidas tucuras. No debe ser muy difícil ubicar ese cerrillo para uno que disponga de tiempo y permiso para entrar en campos ajenos, siguiendo la vieja huella a Balcarce.
INDUMENTARIA Y PERTRECHOS
¿Cómo viajaría Hudson? Descuento que usara tropilla, por su escasez de recursos y también porque no lo menciona en ninguno de sus escritos... ¿Iría con caballo de tiro? Tampoco anota este sistema de viajar en sus numerosos trabajos. Lo más probable es que anduviera en el montado, bien aviado, eso sí, con sus maletas de lona, infladas con la muda de ropa y “vicios", anteojos de larga vista para observar mejor los pájaros y por lo menos dos ponchos. Uno redondo de paño azul, de confección europea, forrado con bayeta colorada y alto cuello. Otro ordinario de pura lana, tejido en el país, lo portaría entre las dos caronas de su recado - que es también su cama y su ropero -. Además un “hijar” [10] blandito como una badana oficiaría de impermeable. ¿Armas? Por lo menos el cuchillo y quizá alguna pistola a fulminante o un revólver Lefaucheux de los de piquito en el cartucho. Si su indumentaria ha de corresponder a la que se conoce a través de diarios y fotografías de esa época en individuos de su condición social, [11] llevaría el amplio pantalón a la francesa embutido en botas de vaqueta ("fuertes” las llamaban para diferenciarlas de las de potro). Que habrá usado chiripá en numerosas oportunidades, no lo dudo, pero lo veo de pantalón, chapona o saco, chaleco cruzado tipo fantasía, pañuelo de seda al cuello y chambergo de ala más o menos ancha. Espuelas no le faltarían, lo mismo que el lazo de los llamados “chilenos” para oficiar de “atador” si carecía de esta guasca, amén de algún chifle abajo de los cojinillos.
'FIELD NATURALIST'
Y así, bajo aplastante solazo de estío, seguido viento abajo por nubes de jejenes, marcharía al tranco tras algún arreo del que fuera capataz o peón o simplemente al azar, siguiendo sus inclinaciones de errante “field naturalist”, sobre la inmensa llanura, en mangas de camisa, con el saco doblado sobreara cabecera anterior del apero y el sudor corriéndole sobre su tostada cara de pájaro. Véolo también galopando para entrar en calor, derecho hacia un montecito, promisor, en aquel atroz desamparo, de comida y albergue, con un glacial pampero en contra, calado el barbijo y el poncho tironeándole para atrás los hombros y mostrando al empuje de cada racha la púrpura de su revés. Por momentos afianzará con la mano del rebenque su ajetreado sombrero, arrimando las rodajas a los flancos del caballo, cuya larga cola se alarga al viento como un gallardete, porque el sol entre cárdenos nubarrones se está acercando demasiado al confín del Noroeste. Es pleno invierno y si se hace calma, como ha de ocurrir al iniciarse el crepúsculo, todo el campo amanecerá escarchado. Debe llegar a esa estancia que él no conoce pero si percibe, como un borrón verde y alargado, allá donde el abayado pastizal del desierto parece juntarse con el cielo.
LLEGADA
A esa estancia arribará casi a boca de noche, para junto al palenque “de afuera”, sobre el borde exterior de la zanja que la enmarca, lanzar en medio del furioso ladrar de los perros el clásico ¡Ave María Purísima!, mientras, terciando el poncho, cambia de posición en el recado y el acelerado resollar del caballo imprime a su cuerpo un acompasado vaivén.
Y ya asomará en alguno de los grandes ranchos de “pared francesa” y piso enladrillado, recostándose en el vano de la puerta enrojecida por el fulgor de la lumbre, la silueta de una mujer joven y bonita, de cabeza y hombros protegidos por un rebozo de merino que, entre ¡Juera! ¡Juera! ¡Camine pal galpón! ¡Juera!, contestará sonriente y en voz alta, después de contemplarlo un instante con disimulado interés, — ¡Sin pecado concebida! ...¡Tardes! Bájese no más, señor, y desensille...
Luego, agachándose un poco para distinguirlo mejor contra el incómodo y postrer resplandor del ocaso, agregará, en tanto se yergue con un voluptuoso contoneo que le hace crujir el amplio miriñaque: - ¡Y arrímese pal' fuego, pues que pronto va a entar a helar!
Compilación y Transcripción Chalo Agnelli
[2] "El naturalista en el Plata". Buenos Aires, Emecé. 1953. p. 298 y 299.
[3] Mar del Plata se fundó en 1874, es decir, unos catorce años después de la visita de Hudson a esos parajes. El plano oficial del trazado de ese pueblo es de esa fecha
[4] Eran cincuenta y dos y media leguas cuadradas de campo, con ciento quince mil cabezas vacunas entre mansas y alzadas, que se vendieron en treinta mil onzas de oro ("El Nacional”, número del 4 de agosto de 1856).
[5] "El naturalista en el Plata”. Op. cit., p. 53.
[7] “El naturalista en el Plata”. Op. cit., p. 197.
[8] “La Quinua” fue propiedad de don Marcelino Rodríguez desde quizá 1820, hasta su fallecimiento, ocurrido en 1875. Años después de esa fecha la adquirió don Pedro Luro, quien la transfirió a su hijo Santiago en 1885, y en la actualidad y desde 1928, está dividida entre varios propietarios.
[9] “El naturalista en el Plata”. Op. cit., p. 311 y 312.
[10] Hijar. Cuero de potro, sin sus garras, bien sobado, que se llevaba en el recado antiguamente como /protección contra la intemperie.
[11] “...habiendo sido asesinado en el partido de Pila, estancia de Micaela Marin, un individuo cuyo nombre y procedencia se ignora. El finado era de estatura regular, delgado, edad como de 30 años, parecía extranjero y se expresaba en castellano, pelo negro lacio. Vestía pantalón de casimir color café con cuadros morados, bota fuerte, chapona de paño azul, forro de tartán mordoré a cuadros, una faja inglesa de regular uso y un sombrero de ala ancha color plomo... Buenos Aires, César Méndez. Comisario de Ordeñes”. (“El Nacional”, número del 23 de mayo de 1856)
[12] Ver en Escritor Costumbrista del lunes, 20 de agosto de 2012 “DON JUSTO P. SÁENZ (h), ese gaucho" carlosraulrisso-escritor.blogspot.com.ar/