Estos conceptos que aquí se transcriben del profesor J.
Jesús López Martínez y que recibimos gracias a la gentileza de la Prof. Raquel
Gail como ningunos otros describen, detallan y conceptualizan los trabajos, investigaciones y documentos que EL QUILMERO
viene haciendo desde hace tres años en este blog y desde hace 47 años desde
distintos medios de divulgación.
MICROHISTORIA
(Fragmentos)
J. Jesús López Martínez *
Aquí se propone la microhistoria
como un ejercicio metodológico para involucrar a la comunidad como parte de
todo un proceso histórico que está vinculado con lo regional y nacional a
partir de su vida cotidiana, lo que le da un carácter identitario, es decir, la
identificación del individuo con su lugar de origen y su relación con el
desarrollo nacional.
En este sentido, el
rescate de la memoria de una población a partir de fotografías, documentos
escritos, mapas o relatos que describen los cambios y permanencias del entorno
físico, las costumbres, las tradiciones, el carácter de las personas, la
mentalidad entre otros son usados como fuentes de información para la reconstrucción
microhistórica para explicar, en parte, la transformación
geográfica, cultural, económica y política de un pueblo o una localidad en el
corto, mediano y largo plazo. [...] Para entender a la microhistoria como una
alternativa de análisis es necesario explicar qué es la historia, cuál su
función social, sus fuentes, su carácter crítico, todo ello con el fin de tener
claro que la historia no es una simple narración del pasado. [...] Entendemos
[…] que la historia es la ciencia que
estudia a las sociedades en el tiempo y en el espacio y que sirve para
comprender el presente por el pasado y el pasado por el presente.
Así, a partir de la interpretación del pasado para resolver
el presente y viceversa es posible fortalecer la conciencia colectiva “para
hacer de la recuperación y el olvido selectivo del pasado un instrumento de
identidad crítica”.[1] Para lograrlo, es
necesario hacer una interpretación crítica de los hechos históricos, pues criticar es transformar, carácter
esencial de la historia, que la define como ciencia y no como una disciplina
carente de rigor científico.
Criticar para
construir, porque es mediante la crítica que se construye y se transforma un
sistema social.
En la reconstrucción
histórica, la materia prima son las fuentes, que son todo documento,
testimonio u objetos que transmiten un conocimiento total o parcial de hechos
pasados.
El carácter crítico
de la historia estará en la forma como se interrogue a la fuente ya sea
documental, oral, pictórica, fotográfica e incluso videográfica y
cinematográfica para responder a una serie de interrogantes sobre la dinámica
de las sociedades en diferentes aspectos, social, económico y político
pues “el vocabulario de los documentos no es, a su manera, nada más que un
testimonio. Precioso entre todos, sin duda, pero como todos los testimonios
imperfecto, es decir, sujeto a crítica”[2] y a la
confrontación con lo que lo rodea en el tiempo y el espacio.
Fuentes de información que nos revelarán diferentes aspectos
de la vida regional y nacional, pública y privada, del comportamiento e
imaginario colectivo en el tiempo corto, mediano y largo.
“La historia no puede ser un simple retablo de las instituciones, ni un
simple relato de los acontecimientos, pero no puede desinteresarse de estos
hechos que vinculan la vida cotidiana de los hombres a la dinámica de las
sociedades de las que forman parte”,[3] puntualiza
Pierre Vilar como para recordarnos de alguna manera lo que Marc Bloch ya había
advertido, “la diversidad de los testimonios históricos es casi infinita. Todo
cuanto el hombre dice o escribe, todo cuanto fabrica, cuanto toca puede y debe
informarnos acerca de él.”[4] De aquí entonces
que para la historia todo aquello que
tenga la huella del hombre es fuente de información sobre su dinámica social.
Por lo que nada debe dejarse de lado, sin
embargo habrá que darle su valor como evidencia histórica, es decir, valorar la información que ayude a resolver
problemas del cómo, cuándo, dónde y por qué. [...] No se puede concebir una historia particular desarticulada de una
historia total, pueden existir particularidades en la historia pero
nunca estar desligadas entre sí, siempre habrá una articulación entre ellas que
le de unidad. [...] La nueva historia
se interesa por casi cualquier actividad humana de tal forma que los
estudios históricos abarcan temas que se consideraban carentes de historia, por
ejemplo, la muerte, la niñez, la juventud, el amor, la locura, el clima, las
enfermedades, el ocio, la embriaguez, la criminalidad, la vagancia, la
suciedad, el cuerpo, la sexualidad, la lectura, la escritura, el lenguaje, la
feminidad e incluso el silencio.
“El fundamento filosófico de la nueva historia es la idea de que la
realidad está social o culturalmente constituida”.[5] [...] Como fruto de esta nueva historia está la propuesta
de la microhistoria como una alternativa de análisis de los procesos sociales
en el tiempo y el espacio. El concepto de microhistoria ha sido
planteado a partir de los trabajos desarrollados bajo esta óptica. [...] Para Luis González [6] la microhistoria
es el estudio histórico del terruño, la
historia matria, la historia de la tierra donde se nace, por tanto, “es
la manera como guardan su pretérito los mexicanos menos cultos, mediante la
historia recordada por los viejos en miles de terruños.”
La microhistoria
no es una crónica o narración de hechos sino que “indaga los avatares de un
terruño desde su fundación hasta el presente; pregunta por los sucesivos
actores y acciones de la minicomunidad; toma muy en serio la geografía, los
modos de producción y los frutos del ámbito municipal; le da mucha importancia
a los lazos de parentesco y demás aspectos de la organización social; destaca
los valores culturales de las distintas épocas; confronta lo lugareño con la
región y la patria común.”
En este sentido podemos entender la microhistoria como el
estudio en menor dimensión de la dinámica social de un barrio, una ciudad, una
comunidad, una comarca, etc. que bajo una visión microscópica nos dará cuenta
en detalle de las actitudes y de opinión de los individuos comunes de los
diferentes ritmos de desarrollo y crecimiento de su entorno pero siempre
vinculado a un proceso regional y nacional mucho más amplio. [...] Otra
concepción muy importante acerca de la microhistoria es la desarrollada por la historiografía italiana del siglo
XX.
En su concepto la microhistoria
es una práctica historiográfica que “se basa en esencia en la reducción de la
escala de observación, en un análisis microscópico y en un estudio intensivo
del material documental […] Para la microhistoria, la reducción de escala es un
procedimiento analítico aplicable en cualquier lugar, con independencia de las
dimensiones del objeto analizado”
[7] se interesa por
lo concreto y lo detallado. [...] La
microhistoria italiana se interesa por el análisis de las relaciones sociales y
de las formas culturales tanto de grupos sociales, comunidades como de
individuos, éstos últimos como parte de un tejido de relaciones que se insertan
en contextos más amplios.
Lo importante de la
microhistoria es formular preguntas generales a objetos reducidos y
formularlas de tal modo que esos objetos menudos, lejanos y extraños cobren una
dimensión universal, sin dejar de ser a la vez irrepetibles y locales. [...]
* J. JESÚS LÓPEZ MARTÍNEZ. Licenciado en Humanidades, Maestro en
Historia y Candidato a Doctor en Humanidades (Historia), por la Universidad
Autónoma Metropolitana (Unidad Iztapalapa). Con amplia experiencia docente en
educación superior, pues ha sido y es catedrático en la Universidad Autónoma
Metropolitana, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, y el Instituto
José Ma. Luis Mora. Autor de diversos artículos, reseñas y textos
históricos.
NOTAS:
[1] Carlos Monsiváis,
“La pasión de la historia” en Carlos Pereyra, et al, Historia ¿para qué?, Siglo
XXI, México, 1984, p. 171.
[2] Marc Bloch, Introducción a la Historia, 2ª.
reimp., FCE, México, 1996, p. 130.
[3] Pierre Vilar, Iniciación al vocabulario del análisis
histórico, tr. M. Dolores Folch, 4ª. ed. Editorial Crítica Gijalbo,
Barcelona, 1982, p. 43.
[4] Bloch, op. cit.,
p. 55.
[5] Peter Burke
(ed.), Formas de hacer Historia,
Alianza Editorial, Madrid, 1993, p. 15.
[6] Luis González,
“Terruño, microhistoria y ciencias sociales” en Pedro Pérez Herrero (comp.), Región e Historia en México (1700-1850),
Instituto Mora/UAM, México, 1991, p. 27-35.
[7] Giovanni Levi,
“Sobre microhistoria” en Pérez Herrero, op. cit., p. 122.
FUENTE
Aprender
a enseñar Historia. Coordinadores: Adela
Guerrero Reyes, Ismael Vidales Delgado Autores: María de los
Ángeles Moreno Macías, José Juan García Ávalos, Nidia Angélica Curiel Zárate,
Alberto Sánchez Cervantes, J. Jesús López Martínez, Eduardo Tarango Reyes. ©
2005, Centro de Altos Estudios e Investigación Pedagógica, proyecto
administrado por el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado
de Nuevo León (CECyTE, NL) Andes No. 2720, Colonia Jardín Obispado, CP 64050,
Monterrey, N.L. México.
Publicado por Raquel Gail
el 3/11/2013 11:58:00 p.m.
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