jueves, 26 de diciembre de 2013

JUAN CARLOS BENAVENTE UN QUILMEÑO EN LA ANTÁRTIDA (COLABORACIÓN)

De Perspectiva Sur
Actualidad Local, del jueves 28 de noviembre de 2013
Por Juan C. Benavente, desde la Base Marambio
El pasado sábado 23 de noviem­bre, desde la cima del cerro Filo de la cadena de los Comechingones, en Córdoba, un gru­po de veteranos radio operadores antárticos hizo contacto radial con las bases Oreadas y Marambio, de nuestra Antártida. Un evento tan emotivo como inusual que preserva el espíritu de la experimentación, la aventura y los desafíos por las comunicaciones distantes mediante la radio. Un docente de la UNQ participó de la experiencia.

¡Y abrase la frecuencia! Y la frecuencia se abrió, exactamente a las 13 hs. Como Dios manda. Parafraseando el famoso pasaje bíblico, luego de más de media hora de infructuosos intentos de comunicación desde la base Marambio, de pronto la señal de la sierra cordobesa llegó con claridad.
Expedición al Filo, aquí LU4ZS Base Marambio, Antártida”. Así se inició una emotiva comunicación que se extendió por treinta intensos minutos entre aquellos vetera­nos antárticos, dos miembros de la flamante dotación XLV de la Base Marambio (entre ellos Juan C. Benavente, el autor, docente de la UNQ) y un inte­grante de la Dirección Nacional del Antártico (DNA) de la base.
Con motivo de la celebración de la Semana de la Soberanía, la Expedición al Filo fue organizada por un equipo formado por ex radio operadores y veteranos antárticos, que prestaron servicio en nuestras bases en los años ‘50 y ‘60 cuando la Antártida era un territorio escasamente explorado que exigía un sacrifi­cio superlativo y heroico de aquellos pioneros que se aventuraban a «invernar» en condiciones muy precarias.

Como si lo realizado en la Antártica no fuera suficiente, estos intrépidos explorado­res, algunos ya octogenarios, decidieron con­tinuar las andanzas y se propusieron unir, usando la radio, el corazón del país con nuestro Territorio Antártico en la “Semana de la Sobera­nía”. Los expedicionarios hicieron la travesía a la cima del cerro Filo “para evocar el espíritu aventurero de recorrer en grupo un paisaje natural que además tiene un profundo signifi­cado histórico”, según explicaron.

LA MAGIA DE LA RADIO 
En la cresta de ese cerro de la cadena de Comechingones, los expedicionarios instala­ron equipos de radio y antenas móviles “con los mismos recursos técnicos y equipos equivalentes” a los que usaban durante el largo invierno antártico. En aquéllos tiempos, sesenta años atrás y aún décadas después, los integrantes de las bases tenían como único nexo de comunica­ción con sus familiares e instituciones de per­tenencia a la radio, quedando aislados por fuera de esa tecnología. Internet ni siquiera existía en la ciencia ficción y la televisión los satélites apenas estaban en la edad del bronce, dando sus primeros y elocuentes pasos.

CONTACTO 
El contacto efectuado el 23 de noviembre con las bases antárticas será sin duda un suceso motivador que impulsará a radioaficionados y radio operadores antárticos a realizar activida­des de esa naturaleza. Ello no sólo con el propósito estratégico de mantener la presencia argentina también en el espectro radioeléctrico, sino además por mantener encendido el espí­ritu que desde hace décadas mueve a la activi­dad de los radialistas y radioaficionados atraí­dos no sólo por la pasión técnica y la aventura de la comunicación humana, sino también por el bien social que constituye la actividad (ca­tástrofes, comunicaciones de emergencia en entornos marginales, etc.)

“Al Filo” fue coordinada por el ingeniero Pablo “Fatiga” Justo, radiotécnico del destacamento naval Decepción en 1965, Participa­ron Antonio “Zorro” Sedano, compañero de invernada de Justo en 1965 y tripulante dé los buques antárticos Bahía Aguirre, del primer rompehielos que tuvo nuestro país, el Gral. San Martín y del aviso Yrigoyen; el veterano radiotelegrafista Hugo “el turco” Abraham que vivió en total diez, de sus actuales 86 años, en la Antártida; los radioaficionados Juan C. Alonso y Alfredo Rikkers; colaboraron con ellos Rubén “gurú” Morales, un docente de la Universidad del Salvador interesado en temas antárticos, y su hijo Walter. 
Por Marambio intervinieron el Lic. Juan C. Benavente, del Servicio Técnico de la base y docente de la Universidad Nacional de Quilmes; Héctor D. Díaz del Servicio de Comunicacio­nes (ambos miembros de la Dotación XLV) y Francisco Carpitella, encargado del Pabellón Científico de la DNA. Las actividades vinculadas a la radio, en cualquiera de sus variantes, que el autor desa­rrolla en la Antártida son auspiciadas, promovidas y apoyadas por la Licenciatura en Comu­nicación Social y áreas del Departamento de Ciencias Sociales de la UNQ, constituyendo esto una singular experiencia no sólo personal sino institucional que se compartirá con la comunidad de la universidad.
Durante el comunicado Filo-Marambio y movidos por la emoción presente en ambos grupos, se intercambiaron experiencias, re­cuerdos, anécdotas y comentarios de color.

Una vez más, aquello de “la magia de la radio” volvió a brillar y a generar entusiasmo y pasión. Una vez más, con las dificultades y el desafío que implican las comunicaciones a distancia (DX en el lenguaje de los radioaficionados) y con los ingredientes de este particular enlace con la Antártida (ascen­so a un cerro con equipos alimentados a bate­rías, antenas de campaña, condiciones de pro­pagación de ondas limitadas, recursos simila­res a los usados en la década del `60, etc.) el espíritu movilizador de la radio tendió un puente de más de 4.000 entre la comunicación, la técnica, el fervor, la aventura y el tiempo.


Juan Carlos Benavente

NOCHEBUENA BLANCA

Por Juan C. Benavente,
desde la Base Marambio, Antártida.
No fue como ilustran las postales navideñas, con árboles europeos y comarcas medievales, con un Papá Noel abrigado para otro tiempo y lugar. Pero hubo (hay) nieve, y los únicos árboles fueron de cotillón, de interior con guirnaldas eléctricas. Allá, en la otra Argentina, la originaria, la de nuestras familias y destinos, el calor arrecia, no da tregua.  
Aquí, en los 64º 14`38” Sur y 56º 38`30” Oeste, nuestro domicilio transitorio, la base antártica Marambio, finalmente el 24 por la tarde comenzó a nevar. Los copos eran grandes y escamados, del tamaño de una moneda de veinticinco centavos. Nevó suave, nevó toda la noche y sigue nevando. La tan esperada nochebuena con nieve, la que muchos nunca conocimos, ocurrió. 
Postales de un lado y del otro de nuestro extenso territorio. Digo nuestro, porque es el único pronombre utilizable para quienes pensamos y sentimos que esto también es Argentina, a pesar de la coyuntura. 
Postales y contrastes. Así es un poco nuestro país, así fue y es nuestra historia, así somos. Contrastes más intensos, con pocos grises. Hasta si hablamos del tiempo meteorológico es así. 
Nochebuena antártica, ¿Se me permitirá aplicar el gentilicio marambiense, de manera transitoria? Porque de alguna manera tenemos que referenciarnos los 110 argentinos que actualmente ocupamos esta base Antártica, la más grande que tiene nuestro país aquí, creada y administrada por la Fuerza Aérea, base que ya cumplió los 45 años de edad. 
Y bien, los marambienses ayer brindamos a medianoche luego de una abundante cena, brindamos por cumplir nuestra tarea, brindamos por nuestras familias que tienen que afrontar difíciles situaciones en la Argentina sudamericana, brindamos por nuestros
hijos que nos extrañan y que deseamos puedan comprender este trabajo, este esfuerzo que hacemos todos, ellos y nosotros. Brindamos por nuestro país, por nosotros, por una buena campaña antártica. 
No hubo muñecos de nieve porque todavía la capa blanca no es abundante, pero sí alegres fotos diurnas a la una, a las cuatro de la madrugada, con agradables -3º C de temperatura. Porque desde que llegamos, el 1 de noviembre, la noche es un recuerdo lejano. En esta época, el sol no se mueve de este a oeste describiendo un arco, como aprendimos en la escuela. El sol sube del horizonte antes de las 3 de la mañana, desde el sudeste, describe casi un giro por todo el cielo para bajar a las 23.30 aproximadamente en el sud-sudoeste. Y con el cielo parcialmente nublado hacia el poniente, la luz crepuscular tiñe de rosas, naranjas y rojos los témpanos y escombros de hielo que flotan en el Mar de Weddell. Un espectáculo único, sublime. La inmensa y hostil soledad antártica, y nosotros, todos los antárticos de ayer y hoy, únicos testigos de esta inmensidad, de la plenitud de la naturaleza. 
Postales y contrastes. No olvido a mi Bernal natal, esa localidad quilmeña del conurbano bonaerense que puja por mantener su olor a pueblo, a pesar de los edificios que crecen por doquier. Aquí, mirando los eternos glaciares y los témpanos, el mar cambiante desde esta pequeña isla antártica,  los recuerdos se parecen más a ensueños, hasta que suena el teléfono o la TV nos muestra la otra realidad a miles de kilómetros. 
La Navidad – la natividad - es la celebración del nacimiento. Tal vez, para los que atravesamos esta experiencia antártica, una navidad aquí no es como cualquier otra. Es también un nuevo nacimiento. Como escribió Ralph W. Emerson en 1836: En el paisaje tranquilo, en la lejana línea del horizonte, el hombre contempla algo tan hermoso como su propia naturaleza.

J. C. Benavente
Diciembre, 2013 
FOTOS
Taringa. 

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