realizó un homenaje al maestro Juan Carlos Lombán en la Biblioteca Goyena, en la fecha de su natalicio y ante su reciente desaparición física, y también con motivo de la publicación y difusión de un ensayo inédito suyo titulado: “Guillermo Enrique Hudson o El Legado Inmerecido”. La presentación del evento estuvo a cargo de nuestro amigo y compañero Chalo Agnelli, del editor del libro Sr. Roberto Tassano, y del Director del Museo Histórico Provincial Guillermo E. Hudson, Sr. Rubén Ravera.
No quiero hacer una crónica periodística del evento. Me surgieron allí dos cuestionamientos internos movilizadores: uno sobre el nombre del Pueblo, y otro sobre el Legado de Guillermo E. Hudson. Entonces iré al grado sobre lo que me convoca.
LA CUESTIÓN
En el momento final de la medida y emotiva charla de Chalo
Agnelli se escuchó un audio del maestro Lombán allá por el año 2008 (que fue prologuista desinteresado de mi libro y le debo mi gratitud, entre otras cosas), en una de sus conferencias dictadas sobre la historia local como clases abiertas a la comunidad. El audio fue proporcionado por nuestro amigo y compañero Juan Corvalán. Allí el gran historiador y erudito del arte atiende una pregunta del público acerca de la utilización de “Quilmes” (con “Q”) o “Kilmes” (con “K”). Lombán estaba respondiendo a una cuestión que se venía instalando a partir de un artículo publicado en la Revista Los Indios Kilmes (1998), del periodista y amigo Dardo Abbattista [1]Y a algún barullo que se había ya originado con el asunto desde aquellos tiempos. Y que me parece, después de tanto tiempo, no está del todo dirimido todavía entre quienes tratamos de “hacer” historia de Quilmes, pese a que una sana y ponderada revisión histórica de los documentos y la aplicación de una metodología científica que sostiene antes que nada el principio de “más vale encontrar una verdad que conquistar un Reino” (Demócrito), ha puesto de relieve, a mi modo de ver, de una manera más o menos concluyente sobre esta cuestión del nombre del Pueblo (no todavía sobre las diversas cuestiones que se desprenden)
LA BIBLIOGRAFÍA
En su momento, cuando estaba yo atribulado con esta cuestión del nombre, y habiendo transitado mucha bibliografía histórica sobre Quilmes (allá lejos y hace tiempo), percibí que el benemérito y antiguo libro de Guillermina Sors en su Apéndice Documental transcribía el famoso Decreto de 1812 de Bernardino Rivadavia, Secretario de la Primera Junta, así: “Declárase al Pueblo de los Kilmes…”. Sin embargo, los demás historiadores de gran difusión (como Craviotto y Lombán), cuando transcribían el mismo
Decreto lo hacían como “Declárase al Pueblo de los Quilmes…”. Algo no cerraba pero ahí quedó mi duda. Hasta que se me acercó el periodista Dardo Abbattista para proponerme como colaborador de la Revista bimensual que tenía en mente y que se llamaría “Los Indios Kilmes”. Escribí algún artículo en el primer número. Y en el segundo número sentí la inquietud por saber por que escribiríamos “Kilmes” de esa manera, y no de otra, y que le debíamos dar algún fundamento o explicación. Retomé entonces la lectura minuciosa del Apéndice Documental de Guillermina Sors, cuyo documento remitía al Archivo General de la Nación. Y allí nos dirigimos con el amigo Dardo a comprobar verosimilitud. La dificultad apareció de pronto puesto que hay un pequeño error en la referencia de ubicación que señala Guillermina en el Archivo. La búsqueda se tornó entonces algo laberíntica. Nos costó encontrarlo en el AGN. Pero al final lo hallamos y lo fotografiamos (están expuesto en el mencionado artículo). Pero a cambio tuvimos el premio de encontrarnos otros documentos previos al Decreto de 1812 (es decir, no sólo uno, sino varios), en los que el tratamiento que le da el naciente gobierno central a la Reducción es respecto a los “Kilmes” (no “Quilmes”, como venía siendo utilizado desde los tiempos coloniales), que también fotografiamos. Y eso ya hablaba de una tendencia y una intención de gobierno, ni siquiera un error gramatical o cualquier otra “aberración” del escribiente (que podría haber sido, el propio Rivadavia). El nombre puesto a la Revista estaba así justificado, y también se abría un barullete impensado. Luego, empezamos a ver en paredes y carteles, y hasta en agrupaciones futboleras cada vez más escrito “Kilmes”, y no “Quilmes”. De más está decir que no hicimos nada deliberadamente para ello. La Revista siguió respetando el uso de “Quilmes” para todo aquello que no tuviera que ver con la comunidad indígena (la propia comunidad del Valle utiliza “Quilmes” y no “Kilmes”, y también fue respetado). Pero el asunto se instaló y es menester me parece volver a aclararlo. El Acta de Nacimiento de nuestro Pueblo ha sido escrita como “Kilmes”, y es la culminación de una tendencia gramatical –como se ha demostrado-, incomode a quien incomodare. Debiera reconocerse en toda su plenitud y verdad. Me pregunto: ¿Qué hubiera pasado si hubiera alguna alteración posterior en nuestra Acta de Independencia o en la de los EEUU respecto al original real? El Decreto del 14 de agosto de 1812 nos funda como “Kilmes”, inexcusablemente. Es nada menos que nuestra Acta de Fundación. Sin duda, no es cualquier documento, aunque, repito, no es el único.
LA COMEZÓN
En el audio citado el maestro de todos nosotros, sin ninguna duda, dice (cito de memoria): que él respetaba a la gente que creía que Kilmes debía escribirse con “K” y no con “Q” porque eso lo remitía a la búsqueda de un origen y de una autenticidad, pero que
RESPONDO:
Es indiscutible que los pueblos calchaquíes eran ágrafos. No se trata de eso el problema de la letra. Se trata de cómo se usaba la nominación en los documentos históricos escritos reales y por qué
se utilizó varias veces, insisto, “K” y no “Q” en el momento clave de la transición ya de por sí traumática de Reducción a Pueblo, y poco después de la Revolución de Mayo (1810/1812). ¿Por qué se dio ese cambio en el nombre propio en diversos documentos desde la Revolución de Mayo? ¿Y por qué no se persistió en él? ¿Por qué no nos llamamos “Kilmes” en vez de “Quilmes”? ¿Por qué Craviotto y también Lombán y otros siguieron transcribiendo “Quilmes” y no “Kilmes”? Me remito al artículo escrito en dicha revista donde a quien le interese - y creo fervientemente que es de nuestra máxima incumbencia - podrá encontrar diversos argumentos e hipótesis expuestos con una ayudita de gramática histórica (habiendo consultado al respecto a profesionales que de la cosa entienden mucho más que uno), la racionalidad y un poco de ferviente imaginación. A veces un pugilato amistoso con los padres nos da cierto aire a los hijos sin por ello dejar de amarlos.
UNA REBELDÍA
Pero además, habiendo pasado más de 18 años de la publicación de aquel artículo hoy puedo notar con mayor claridad todavía algunos otros elementos en esta cuestión que quiero agregar. Y contextualizar mejor aquellos sucesos. Los documentos expuestos en el artículo corresponden a la época del Primer Triunvirato (23/9/1811-8/10/1812), cuyo Secretario y alma de ese gobierno
DISYUNTIVA
De manera tal que revisado así el asunto sobre los documentos reales que están en exposición la elección de una letra por otra es un asunto de fundamentos muy fuertes, y cada una en sí misma entraña contradicciones espirituales profundas. Si elegimos “Kilmes” derivamos hacia una tradición que no es la nuestra (alemana, protestante y anglosajona), pero remitimos al irrenunciable pasado noble indígena, que sí también es nuestro. Si elegimos “Quilmes” seguimos en la continuidad del uso castellano tradicional nacional y católico nuestro, pero tapamos nuestro pasado indígena, y nos asociamos al liberalismo de mercado posterior que lo dominó. No hay solución fácil. Pero tampoco el ocultamiento o mirar para otro lado es aconsejable.
En definitiva: ¿Somos un Pueblo en el origen con hondas raíces
indígenas constitutivas o no? ¿Se siguieron ocultando esas huellas, o se hizo como que esas huellas nunca existieron, o desaparecieron, y por lo tanto nada debió ocultarse? El libro de Lombán nos ayuda ahora a realizar nuevas disquisiciones y preguntas: ¿Somos ahora una Nación ya con rasgos propios o todavía no? Para Lombán parece que no: "nuestro pueblo, que a mi juicio aún no ha modelado caracteres cristalizados que definan una acusada personalidad como nación y no por carencia de posibilidades sino por exceso de ellas..." - dice (pág. 11 y 12 del libro arriba mencionado), increíblemente, cuando ya se había producido en la Nación el terremoto del primer peronismo -. Para ir preparando su justificación final al “Legado Inmerecido” de Hudson (que debe leerse íntegramente con espíritu crítico). ¿Es que acaso como argentinos no nos merecemos a Guillermo Hudson? (Para Lombán es “Inmerecido” su Legado en el sentido en que todavía no lo hemos apropiado, no lo hemos hecho nuestro). ¿Y tampoco entonces nos “mereceríamos” a los Kilmes porque no lo hemos llegado a “apropiar” y hacerlo nuestro? Son cuestiones abiertas.
EL LEGADO DE LOS KILMES
En ambos casos, Los Kilmes y Hudson, se trata de un Legado indiscutible (¿Inmerecido o Merecido?). El Legado del origen indígena, por un lado, y el Legado de la descripción de la pampa y del gaucho, por el otro. Ambos proyectados a la modernidad (uno en realidad a la protomodernidad y otro a la modernidad industrial) que nos tocó transitar. El problema central, a mi entender, es que ambos (Los Kilmes y Hudson) siguen siendo intensamente rechazados por la mentalidad moderna y liberal que nos transita en la sangre y en la mente. Con esta mentalidad como Legado Dominante difícilmente podamos apropiarlos en toda su magnitud (más allá de actitudes individuales).
Creo más bien que es Inglaterra la que jamás se “mereció” a
modernistas ferrocarrileros y humeantes de nuestra generación del 80, la élite culta y el antipueblo que se aproximaba triunfante. Lo sufrió en Inglaterra. Fue lo mismo en todas las grandes capitales. Por ello fue ignorado en la Argentina y fue ignorado en Inglaterra. Hecho de lo cual se queja Lombán sin señalar la causa de tal problema que cruzó a nuestra Nación. A Hudson hay que rescatarlo, me parece, no desde Sarmiento (un hombre de “acción encomiable” para el progreso, según Lombán), que se llevaría objetivamente a patadas con él, sino desde el Martín Fierro “desacomodado” socialmente de Hernández.
Es Inglaterra la que está imposibilitada de merecerlo - no los argentinos ni la Argentina -. Si pensamos como ingleses trasplantados jamás lo mereceremos. Si pensamos como argentinos siempre lo mereceremos, aunque no esté en los catálogos de las
librerías, y en los programas de estudio oficiales, ni en las reediciones de las grandes editoriales. Porque esa Argentina nunca lo quiso ni lo querrá; lo rechaza a Hudson intrínsecamente. Y ni hablar de la pura oligarquía ganadera y agraria para la cual sería una excrecencia: la visión de Hudson sobre la naturaleza y el gaucho no es rentística. Porque de alguna manera su concepción fue sepultada a propósito es bien nuestro, lo merecemos. Y las posibilidades de apropiarlo para los Argentinos estuvo y está en despojarse completamente de la mentalidad liberal “progresista” o “retrógrada” que nos fue infectando gradualmente después de la caída de Rosas, que entró en plena vigencia a partir de la generación del 80, y ahogó a Hudson en el olvido “inmerecido”, pese al rescate valiente posterior - cuando aquella generación mostró su vacuidad y su rumbo antiargentino - que hicieron de él algunas personalidades, incluido nuestro propio Juan Carlos Lombán. Podrá haber un rescate de Hudson por la fuerza de la voluntad –por aquí y por allá-, y en eso estamos quienes no dejamos de conmovernos cuando lo leemos (y que Lombán recrea y transcribe maravillosamente sobre todo en el capítulo La Pampa en la Vida y la Obra de Hudson), pero más lo habrá cuando cambie la mentalidad, cosa que tampoco caerá como maná del cielo al cerebro.
MALICIA BORGIANA
Cuando Borges (se lo menciona en el libro) lo rescata a Hudson por encima (superior a) de José Hernández lo hace con plena malicia, incluso contra el propio Hudson, pues lo realza por sus libros escritos en lengua inglesa, en el lenguaje despojado del eufemismo gauchesco, y no revela un ápice de su acendrado franciscanismo y de sus descripciones del paisaje pampeano, de nuestra realidad natural y social, y de su profundo y fáctico –no filosófico- antimodernismo inglés, que Borges en cambio adoraba. Para Borges –tan brillante y eximio escritor como frío nominalista inglés- Hudson es la ecuación perfecta: solamente se puede hablar bien de lo argentino si el objeto se traduce en lengua inglesa. Cuando se habla de lo argentino desde lo argentino eso es burdo realismo aristotélico, contradictorio e incapaz de sostenerse en el
lenguaje. Me parece entonces que siempre merecimos acaloradamente a Hudson. El no podría haber existido ni escrito sus obras en Inglaterra sino hubiera sido por haber nacido y vivido en la Argentina. Una gran parte de sus obras las escribió por contraste de percepción, de conciencia y de espíritu, melancolía y nostalgia, aceptación y rechazo, entre el mundo apacible de su infancia en la llanura pampeana y la Inglaterra despiadadamente industrialista e imperialista. Lo del lenguaje inglés en las obras de Hudson no deja de ser atendible pero creo que no es esencial por lo menos en estas cuestiones. Lombán sostiene lo mismo en este punto. Luego, fuimos nosotros
quienes le “enviamos” a la Isla Imperial una molesta bomba de tiempo que les explotó en ese corazón venenoso con su propia lengua y que jamás podría haberlo entendido. No podían ni pudieron haber entendido su espíritu y su conciencia. Sólo nosotros. La Argentina profunda. No la Argentina agraria-ganadera, rentística, que modeló la conciencia a su gusto justamente cuando Hudson estaba publicando sus recuerdos. En mi opinión, no es mejor que Hernández, pero es uno de sus hijos excelentísimos, y Hernández se leía o cantaba en las pulperías y en los caminos.
LA VERDAD
Debemos hacer historia y camino al andar, como podamos, con nuestros elementos. Quiero, por último, aclarar categóricamente que mi intención no es iniciar ninguna movida que pretenda cambiar la letra de la denominación de nuestro Partido en el asunto de los Kilmes. Me parece que gran parte de la sociedad hoy lo ignoraría. Pero nosotros como grupo novedoso en la vasta y diversa manera de hacer historia en Quilmes no podemos ignorarlo ni seguir repitiendo errores tan determinantes. Creo que es el pueblo quien decidirá con el tiempo, y tal vez pase muchísimos años, o no pase nunca, qué es lo que corresponde. Pero nuestra obligación es que la verdad sea expuesta en todo su contexto posible.
NOTAS
[1] Revista Los Indios Kilmes Nº 2
http://elquilmero.blogspot.com.ar/2010/09/quilmes-o-kilmes.html/
Ver en EL QUILMERO del viernes, 6 de marzo de 2015, "LOS INDIOS KILMES" ¿QUILMES O KILMES? (2ªNOTA)
http://elquilmero.blogspot.com.ar/2015/03/los-indios-kilmes-quilmes-o-kilmes-2.html/
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