por la magnífica labor que desarrolla la Biblioteca “Estrada”
Juan Carlos Lombán (2)
Muy claramente, el testimonio que nos brinda el testigo revela una dicotomía con términos netamente diferenciados: un sujeto que describe o espíritu y un objeto descripto o naturaleza, ambos regidos por leyes propias e intransferibles. Así el sujeto, espíritu, se
muestra dinámico, inmerso en el tiempo, en tanto que el objeto, naturaleza, se exhibe estático, con características verdaderamente metafísicas. La literatura nos brinda un paisaje intemporal con un procedimiento temporal, desde que no puede abarcar un cuadro, por reducido que sea, simultáneamente en todos sus aspectos. El lector lo va recibiendo por partes, y la simultaneidad que caracteriza la percepción de toda obra pictórica, se ve reemplazada por la sucesión, propia del paisaje literario. En este se produce inevitablemente una desarmonía, un desajuste cronológico, desde que lo descripto se mantiene detenido, fuera del tiempo, se diría que “esperando” al escritor y al lector, en tanto que la descripción se desarrolla en el tiempo. El encanto de las imágenes que surgen muy nítidamente al recordar paisajes literarios leídos muchos años atrás se debe a muy diversos factores, sin excluir los emotivos, pero pienso que lo que generalmente más suele determinarlo es precisamente esa inmovilidad, en la que todo aparece perfecto.
EL PAISAJE EN LA LITERATURA
Tenemos en la literatura argentina numerosos medallones de los más diversos escenarios del país y en especial de la pampa bonaerense, que son otros tantos momentos perfectos y constituyen testimonios invalorables, que nunca hemos de agradecer lo suficiente. Si bien en muchos de ellos encontramos no pocos valores típicamente argentinos, intransferiblemente nuestros, en cuanto a la manera en que ha sido descripto el paisaje no difieren considerablemente, de lo que es corriente en la literatura de otros países y lenguas. Lo distintivo del escenario natural que aparece en la literatura argentina debe buscarse, a mi juicio, mucho menos en la manera de describirlo, que en el fondo, en la sustancia, con la única excepción de Guillermo Enrique Hudson. En diversas oportunidades he procurado explicar el cúmulo de razones que demuestran que a él no se le puede aplicar sin más, la regla general de que el escritor pertenece a su idioma, por todo lo cual entiendo que debe considerarse a su obra como indudablemente perteneciente a nuestra literatura, sin perjuicio del egregio lugar que ocupa en la inglesa, por haber sido escrita en esa lengua (1). Pienso que nadie ha descripto la pampa bonaerense de mediados y segunda mitad del siglo pasado como lo hace Hudson, cuya manera difiere de la habitual, la que a grandes rasgos he procurado delinear en las primeras líneas de este trabajo.
Y no se crea que esa originalidad de Hudson dimana de la lengua inglesa que utilizó, cosa que a mi juicio queda totalmente desvirtuada por la casi evidencia de que cuando Hudson escribe sobre la pampa lo hace como traductor, después de haber sentido y
aun pensado en castellano, y la circunstancia innegable de que la literatura inglesa se caracteriza mucho más que la española, precisamente por el modo de describir tradicional, que no es ciertamente el que utiliza nuestro escritor.
No, no se busque en el idioma la causa de la originalidad del Hudson escritor, sino en el Hudson hombre. Es su nacimiento en un solitario y pobrísimo rancho rodeado por la pampa inmensa; sus primeros treinta y tres años pasados totalmente en el campo, casi sin comunicación con vida urbana alguna; su gozoso crecer en contacto directo con la naturaleza virgen y salvaje sin concurrir jamás a escuela de ningún nivel; su posterior deambular de más de diez años por la llanura bonaerense trabajando como peón y resero en diversas estancias; en síntesis, su existencia de gaucho, su vivir la pampa del siglo pasado desde dentro, como ningún otro escritor pudo hacer jamás, lo que determina su peculiar actitud con respecto al paisaje de su tierra natal.
Son sus treinta y tres años vividos como un auténtico hijo de la pampa, los que determinaron a Hudson una actitud radicalmente diferente ante el paisaje. Ella nunca lo llevó a intentar su descripción con un esteticismo refinado un cientificismo frío, ni a delinear medallones detenidos en el tiempo, ni a presentar esa
diferenciación habitual centre la temporalidad de la descripción y la intemporalidad del paisaje. Menos aún, la invisible pero infranqueable barrera entre espíritu y naturaleza que observamos en otros paisajistas literarios. Hudson supera lo exclusivamente estético o científico y desde su plano estrictamente humano escribe como actor y no como testigo. Por eso sus libros presentan un sincronismo absoluto entre el desarrollo de sus descripciones y el devenir del paisaje y asimismo una total identificación entre el escritor y su mundo, una entrega, una comunión que determina una fusión tal de espíritu y naturaleza, como no observamos en ningún otro creador. Todo ello determina una originalísima manera de describir el escenario natural, que le da al lector la permanente sensación de que está ante un paisaje rebosante de una vida con, la que el autor palpita al unísono. Hudson describe la naturaleza como escribiendo su autobiografía, con una disposición espiritual y una experiencia personal de la vida pampeana que ningún otro escritor ha revelado.
En el Suplemento dominical de “La Prensa” de Buenos Aires: “Los Veinte Ombúes” (23-3-1969); “Nuestra pampa reflejada en idioma inglés” (4-5-1969); “La Patria de Guillermo Enrique Hudson” (13-7- 1969); “Hudson o la imposibilidad del retorno” (14-12-1969); “En torno del escritor y su idioma” (28-12-1969). En el Boletín de la Dirección de Museos de la Pcia. de Bs. As.: “Guillermo Enrique Hudson o el legado inmerecido”, La Plata, 1971; hay separata.
Escritor, periodista, colaborador del Suplemento dominical
de “La Prensa”
Director del Colegio San Jorge y Presidente del Instituto Sarmiento
de Sociología e Historia.
Compilación y compaginación Prof. Ch. Agnelli
1.- Este ensayo volvió a publicarlo en 2014, la editorial Buenos Aires Books a instancias de Chalo Agnelli con la anuencia de su autor poco antes de su fallecimiento. Ver en EL QUILMERO del domingo, 18 de mayo de 2014, "Guillermo Enrique Hudson o El Legado Inmerecido"
2.- Ver en EL QUILMERO del viernes, 6 de febrero de 2015, “Juan Carlos Lombán - Docente, Historiador Y Hudsoniano”
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