a Graciela Linari (1941-2022)
Los que el Dr. Pozzo menciona
como ingleses en realidad, eran en su mayoría, escoceses (aunque entre los colonos titulares varones se registran por lo menos 21 ingleses sin contar a sus familias) y el artículo se refiere a Monte
Grande cuando esta localidad era parte del vasto partido de Quilmes (El Partido de La Paz, hoy Lomas de Zamora donde está incluida la localidad de Monte Grande se separa del partido de Quilmes en 1852, junto con Barracas al Sur, Avellaneda), así como
la capilla lo integró hasta 1891, en que pasó a formar parte del nuevo partido
de Florencio Varela. Este documento nos fue facilitado por la señora Julieta
Stuart Pennington cuyo bisabuelo fue uno de los benefactores de dicho templo de
culto cristiano presbiteriano. Las referencias a varios de estos inmigrantes
escoceses se puden completar en el extraordinario “Diccionario de británicos en
Buenos Aires” de la abogada e historiadora Maxine Hanon que usamos para ampliar
al pie la semblanza de esta porción de historia de un territorio que alguna vez
fue Quilmes.
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Dr. Fernando Pozzo |
El Dr. Fernando Pozzo fue una
personalidad rutilante en la cultura quilmeña, tanto él como su esposa Cecilia
Rodríguez dejaron un legado hudsoniano incalculable e invalorable. [1]
Con solo recorrer a los bibliógrafos hudsonianos se puede sondear en la vida de
este entrerriano de origen genovés que fue modelo “quilmero” de hombre público,
médico y militante de la cultura.
LA CAPILLA DE LOS INGLESES Y LOS COLONIA DE MONTE
GRANDE
Dedico este
trabajo a
doña Merecedes Ayala de Hutchison, “Mamavieja”
y a Graciela
Linari, periodista e historiadora
Por Dr. Fernando Pozzo Para LA NACION) - QUILMES, abril
de 1942
En
el antiguo camino de tierra que va desde Florencio Varela a Mar del Plata, casi
a mitad del recorrido entre aquel pueblo y Brandsen, se encuentra un viejo edificio
al cual, desde tiempos pasados, llaman en ese pago La Capilla de los Ingleses.
[2]
Se
trata de una construcción todavía en buen estado y que comprende una casa de
dos pisos, delante de la cual y unida a ella se ve un salón en saliente hacia
el frente que ostenta un gran portón de madera. Rodéalo un enmarañado monte
con superficie de 13 hectáreas, formado por árboles casi centenarios muchos de
ellos. Frente a la entrada de la capilla un enorme ciprés luce su gallarda figura
circundado por un pequeño jardinillo redondeado, en el que crecen plantas en
su mayoría silvestres.
No
está el edificio al borde del camino, sino unas dos cuadras hacia adentro; pero
el curioso que se interese por conocerlo, con preguntar al primer transeúnte
que halle tendrá noticia exacta del sitio en que se encuentra. Vale la pena
llegar hasta allí. Al frente, sobre la entrada de la capilla, campea una
inscripción que dice:
"Saint
John’s Church
founded in 1853
opened in 1856"
BIBLIAS
Al
abrirse las grandes puertas de la iglesia se encuentra el visitante con una
doble fila de bancos y un púlpito que conserva aún sus adornos de terciopelo
rojo. Sobre uno de los extremos de cada banco descansan cuatro libros, Biblias
que pertenecieron a los cuatro asistentes al oficio que se sentaban allí.
En
un estante hay más libros, más o menos 150, y todos tienen en la primera página
el nombre de sus dueños: Brown,[3]
McNeil, Guthie, [4] Davidson, [5]
etc. Biblias viejas, algunas manuscritas, un poco carcomidas todas ellas por
la polilla.
La
honda emoción que se siente al penetrar en ese lugar nos deja pensativos y nos
lleva a los años de Caseros, cuando toda esa comarca era una parte de la gran
pampa, y nos hace imaginar a los feligreses dotados de una fe tal que los
hacia arrostrar las penurias de los caminos de la época y las largas distancias
por cumplir con su religión, desafiando las lluvias prolongadas del invierno o
los soles arrebatadores del verano; porque esa capilla fue fundada allí,
justamente, para “comodidad” de los británicos residentes en Quilmes, San
Vicente, Monte Grande, Monte Chingolo y hasta Chascomús.
NUESTRA CAMPAÑA
Acuciado
por el interés del asunto, púseme a buscar antecedentes, difíciles, por cierto,
de conseguir; pero tuve la suerte de visitar a la Srta. McNeil, hija de quien fue pastor de esa iglesia y que con su padre
vivió algunos años en ella. La Srta. McNeil me proporcionó un libro: "Records of the Scottish Settlers in the River
Plate and their Churches”,[6]
por James Dodds, con una introducción del Rev. J. W. Fleming y editado por
Grant and Silvester en 1897, después de haberlo buscado durante años. Es sumamente
raro e interesante, pues contiene datos de gran valor histórico no sólo para
los británicos y los argentinos, sino también para los que queremos rehacer la
historia de nuestra campaña.
COLONOS
En
1824 los hermanos John y William Parish
Robertson se dirigieron al gobernador y capitán general de la provincia [7]
proponiéndole un contrato por él cual se comprometían a traer cierto número de
familias europeas, no menos de 200, y que en su
total compusieron un núcleo de
600 personas. En compensación solicitaban del Gobierno tierras aptas al sur de
la provincia, así como dinero y útiles de trabajo en préstamo. Esta colonia
deberla tener sus propios magistrados elegidos entre los más honorables miembros
de la colana, su milicia propia y la libre práctica de la religión protestante.
Por
decreto firmado por Rivadavia el 11 de
mayo de 1824, fueron aceptados los nueve puntos propuestos por Robertson y
en ellos se incluía el permiso para practicar la religión protestante. Este permiso implicaba el reconocimiento,
por primera vez en nuestro país, de la libertad de cultos.
Los
colonos escoceses llegaran a Buenos Aires en el buque Symmetry el 11 de agosto de 1825, [8]
siendo todos los gastos atendidos por los hermanos Robertson (en realidad el buque británico llegó el 2 de agosto y el 11 desembarcaron la mayoría de los colonos). La nueva colonia
debía constituirse lejos de la ciudad, junto a las fronteras de la provincia.
Dificultades insospechadas e insuperables impidieron que así se hiciera,
determinándose al fin que ella se estableciera cerca de la ciudad, conviniéndose
que formarían un establecimiento exclusivamente dedicado a la agricultura, y
como el Gobierno no poseía tierras en lugares cercanos, los Robertson compraron
las tres chacras que habían de ocupar, por las que pagaron 60.000 pesos
fuertes. El sitio elegido fue Monte Grande, y la colonia comprendía, además de
las tres chacras, la residencia de los Robertson, Santa Catalina, [9]
que aun existe y que más tarde fue escuela de Agricultura y hoy constituye el
Instituto Fitotécnico de la Universidad Nacional de La Plata.
Los
Robertson pusieron en la empresa toda su fortuna y la colonia [10]
funcionó durante tres años con extraordinario éxito. En 1828, la guerra con el
Brasil, y sobre todo la revolución de Lavalle, terminaron con ella,
arruinándose los Robertson. En cambio los industriosos agricultores
consiguieron ganar dinero llegando muchos de ellos, años más tarde a hacer
grandes fortunas.
MARTÍN RODRÍGUEZ
Los
gobiernos del general Martín Rodríguez y de Rivadavia - desde 1820 a 1827 -
transformaron a Buenos Aires en todos los órdenes. Tolerancia religiosa,
fomento de la educación pública, organización del Crédito Público y la
promulgación de leyes rurales convirtieron la ciudad en modelo de cultura y de
libertad política y civil. Durante el gobierno de Rodríguez llegó el primer
ministro de los Estados Unidos y Portugal reconoció nuestra independencia. Gran
Bretaña acreditó ante nuestro gobierno un cónsul general con grandes poderes.
Chile envió un ministro plenipotenciario y el Rey de España destacó emisarios
para negociar la paz. Se hizo un tratado del comercio y de amistad con
Colombia. El Reino. Unido, bajo la inspiración de Canning, celebró un tratado
de amistad y comercio con las Provincias Unidas del Río de la Plata. [11]
Fue durante el gobierno de Martín Rodríguez cuando se ratificaron las buenas
ideas económicas y políticas que, con respecto a los extranjeros, había ya
proclamado la Revolución: mutua libertad de comercio, ejercicio de los derechos
civiles, abolición de la esclavitud, perfecta libertad y construcción de
iglesias para todos los credo á cristianos.
SANTA CATALINA
En
medio de esta armadura de seguridad se fundó en 1825 la colonia de Santa Catalina,
que en tres años decayó, arruinando a sus fundadores.
Rosas
y López, de Santa Fe, al constituir el Partido Federal, se trabaron en lucha
con Lavalle, Paz y otros, que formaban el Unitario. Después de grandes
desastres para la campaña, Rosas venció en 1829 a Lavalle en Puente Márquez. El
Partido Unitario quedó entonces y para siempre vencido, ya que nunca más habría
de volver al Gobierno.
* * *
Al
disolverse la colonia después de muchas peripecias y trastornos, se
dispersaron sus componentes, yéndose a la ciudad sus integrantes, donde trabajaron
como albañiles, carpinteros, herreros, etc. llegando muchos de ellos a tener
éxito, como James y William White, [12]
Thomas Bell [13] y William
Grierson,[14] que
fabricaron gran cantidad de carros de modelo nuevo y especialmente aptos para
transportar mercaderías. Otros se establecieron en Chacras como los Robson, [15]
Brown y Young en el distrito de Quilmes; los Barclay y otros es San Vicente y
los Graham en Chascomús.
En
el lugar ocupado por la colonia quedaron algunas familias que vivieron allí
hasta 1858. La señora Grierson en Los
Paraísos; su hijo William Grierson en El
Ombú, la Sra. de Enrecalde, [16]
hija de la señora Grierson y Turnbull Clark en la quinta llamada La Chacra; Mr. Thomas Bell en unas
tierras vecinas pertenecientes a la familia Ortega.
En
1858, además de esas propiedades, la casa de Santa Catalina, las ruinas del
molino y una tapera en las orilla del arroyo, eran lo único que quedaba de la
colonia.
MONTE GRANDE
Entre
las innovaciones interesantes introducidas en la colonia, a decir del “British
Packet” del 23 de agosto de 1828, aparece el uso del tala para cercos.
Anteriormente se usaba el foso, que además de caro era inseguro para los
agricultores. El tala, que es espinoso, no es destruido por animal alguno, y en
tres años forma un cerco cerrado que resulta permanente, barato y hermoso.
La
dispersión de los ex colonos de Monte Grande a través de la vasta Pampa que
comprendía el antiguo partido de Quilmes y Chascomús determinó que los
pastores de la iglesia protestante hicieran giras para que aquéllos pudieran
cumplir los preceptos de su religión y que más tarde fundaran una capilla en
sitio de acceso más o menos fácil.
Muchos
fueron los ex colonos que se hicieron propietarios y se establecieron en los
alrededores de Quilmes, entre ellos James
Brown y William Young, cerca del nacimiento del arroyo Las Piedras; Tomás Robson, sobre el arroyo de
Conchitas (lindando con la propiedad de Daniel Hudson. donde nació Guillermo
Enrique), todo en el distrito de Quilmes. Cerca de ellos: James Rodgers [17] y
Robert y James Barclay y en el de San Vicente; James Cathcart, James Pettigrew, los M’Reavies, Scotts, Blacks y otros acamparon en las vecindades de
Monte Chingolo. De tiempo en tiempo el Rev. William Brown efectuaba servicios
religiosos en la residencia de James
Brown (hoy partido de Florencio Varela), hasta 1849, continuando después
estos servicios el Rev. Dr. Smith. Fundóse así una congregación que culminó con
la construcción de la St. John’s Church
(iglesia de San Juan), abierta al público en 1855. El animador de esta
fundación fue el Rev. Dr. James Smith.
PIEDRA FUNDAMENTAL
El 27 de marzo de 1854, al colocarse la
piedra fundamental de la capilla, ante público numeroso, Mr. Gilbert Ramsay
pronunció el discurso de circunstancias, diciendo: “Este edificio sagrado, que se
erigirá en la planicie de Buenos Aires, representa un sencillo monumento a los
primeros colonos escoceses, a la vez que un testimonio y un incentivo para sus
descendientes, un legado que no habrá de perderse, un punto de reunión para los
futuros inmigrantes que lleguen a estas hospitalarias costas y un vínculo de
bienaventuranza y unión sagrada en que el rodar del tiempo se ha de fortificar
y acrecentar”.
Los
concurrentes firmaron luego un documento
que fue encerrado en una botella y depositado en una caja de plomo y que
contenía además ejemplares del "British
Packert”, “La Tribuna" y el “Ilustrated London News”. Agregaron algunas
monedas y se depositó todo ello sobre la piedra que los guardaría para
siempre.
Dice
así el documento: “La piedra fundamental
de la Capilla de San Juan, construida por subscripción voluntaria para comodidad
de los miembros de la Congregación Presbiteriana Escocesa residente en los
distritos de Quilmes y San Vicente, fue colocada por el Rev. James Smith,
capellán de dicha congregación, en presencia de los testigos abajo firmantes,
el 27 de marzo del año de Nuestro Señor 1854; año 17 del Reinado de S. M. la
Reina Victoria la Reina del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda; siendo
Presidente de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia él Rev. Dr. Barr. de
Glasgow; su excelencia el Dr. Don Pastor Obligado Gobernador y Capitán General
de la Provincia de Buenos Aires; Dn. Laurentino González,[18] Juez de Paz de Quilmes, en cuyo distrito
está situada la Capilla, y Dn. José Vidal, Juez de Paz de San Vicente,
distrito colindante. El lugar ocupado por la Capilla, al que se agregan dos
cuadras (aproximadamente ocho acres ingleses) de tierra, fue cedida
generosamente por el propietario de la Estancia Santo Domingo, Don Juan
Davidson. El plano de la Capilla aceptado fue hecho por el arquitecto don
Eduardo Taylor y los contratistas son los Sres. Alejandro M´Phail y Roque
Petruchi. Quiera el Dios de la Verdad y Padre misericordioso bendecir y hacer
prosperar la obra, para alabanza y gloria de su gran nombre por intermedio de
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.”
Juan
y Guillermo Parish Robertson, que habían ganado grandes sumas en negocios en el
Río de la Plata y en las costas del Pacífico y que conocieron, trataron y
admiraron al general San Martín, quedaron en la mayor pobreza, ausentáronse
definitivamente a Inglaterra, donde publicaron en 1838, sus famoso “Letters of Paraguay”, traducidas en 1918,
por el Dr. Carlos Aldao y publicadas en la Biblioteca de La Nación. También “Francia’s Reing of terror" en 1839,
y “Letters on South America” en 1843.
Juan
Parish Robertson fue realmente uno de los británicos más extraordinarios que
vinieron al Río de la Plata. Fue el iniciador del comercio con el Paraguay, el
primero que envió un barco a vapor al Río de la Plata, el primero que
estableció extensas relaciones con la costa del Este y el primero que intentó
la agricultura en gran escala en Buenos Aires.
Dr. Fernando Pozzo [19]
Gentileza de Julieta Stuart Pennington
TRISTE FINAL
Se percibe poco respeto y consideración
hacia el patrimonio que da testimonio de nuestros pasado, para algunos por
intereses monetarios para otros convencidos que “no hay que atarse al pasado” o
“quedarse atado al pasado”. Los primeros seguramente son los que prefieren que se olviden de algunos sucesos personales o públicos. Los segundos están acertados; las ataduras
siempre son malas, pero no se debe desconocer que si en el presente olvidamos el
pasado podremos repetir los mismos errores en el futuro; y si en el presente
recordamos los buenos momentos pasados tenemos más oportunidad de reditarlos en
el futuro y hasta de mejorarlos. Pero todas estas ideas son muy subjetivas. La
memoria es subjetiva.
Algo de lo predicho aconteció con esta Capilla
que con tanto afecto describe el Dr. Fernando Pozzo. Nos
contaba la historiadora Graciela Linari, bajo el título ‘Hoy la memoria varelense está de
duelo’ (http://www.varelaenred.com.ar), que “en el atardecer
del 25 de noviembre se inició un incendio que puso fin a la vida de la antigua
Capilla de Saint John, pequeño templo presbiteriano
declarado Monumento
Histórico Provincial en 1998 (proyecto presentado por el senador provincial
doctor Luis Esteban Genoud) y abandonado a su suerte sin que, desde los
distintos estamentos del estado municipal, provincial o nacional, se arbitraran
los recursos para su preservación.”
Compilación y
transcripción Chalo Agnelli
Director del
Blog
Integrante de
la Comisión Administradora
de la
Biblioteca Popular Pedro Goyena
FUENTE
Diario La Nación del domingo 10 de mayo
de 1942.
Hanon Maxine. “Diccionario de Británicos
en Buenos Aires” Ed. de autor Buenos Aires. 2005.
Linari Graciela. “Florencio Varela, Pueblo mío…” Ed. de autor. Florencio Varela,
1999.
Documentación personal de la Sra. Julieta
Stuart Pennington.
NOTAS
[2] En realidad era un Templo de la
colectividad escocesa.
[3] Se refiere a James Brown
(n.1800-8.9.1850), escocés que llegó con su esposa Mary Hope a Buenos Aires en
1825 en el buque británico Symmetry. El 14 de agosto de 1837 adquirió 945
hectáreas en los pagos de Quilmes (hoy Florencio Varela) cerca del arroyo Las
Piedras. Fue el abuelo de John James Brown, uno de los “siete Brown”
futbolistas del equipo “Alumni”. (Ver “Diccionario de Británicos en Buenos
Aires Pp. 175/176)
[4] Se refiere a Thomas Guthrie
(19.11.1843-3.11.1900), de Edimburgo, según Graciela Linari en su libro “Florencio
Varela, Pueblo mío…” Pág. 35 Estaba casado con Mary Brown hija de James Brown.
[5] Ver “Diccionario de Británicos en la
Argentina” Pp. 256/257.
[6] “Los registros de los colonos escoceses en
el Río de la Plata y sus Iglesias”. Se halla en la web
http://www.cyclopaedia.es
[7] Martín Rodríguez (1771 – 1845) gobernador
desde 20 de setiembre 1820 hasta 2 de abril de 1824.
[8] Los escoceses embarcan en Leith, y tras
poco más de 2 meses de navegación, el 2 de agosto de 1825 (algunos autores
mencionan como fecha el 11 de agosto, pero este fue el día en que
desembarcaron) llegan a Buenos Aires. El contingente estaba formado por 43
matrimonios, 42 hombres solteros, 14 mujeres solteras, y 78 niños. En total 220
personas, todas escocesas.
[9] El registro documental del establecimiento
tiene su inicio a mediados del año 1588, cuando don Juan Torres de Vera y
Aragón, Capitán General y Justicia Mayor de las Provincias Unidas del Río de la
Plata, extiende el título de propiedad de tierras y solares urbanos a don Pedro
López de Tarifa para el establecimiento de su estancia. El nombre Santa
Catalina aparece por primera vez como mención documental en una escritura del año
1819, en carácter de “Estanzuela de Santa Catalina”. En 1820, don Juan Manuel
Arrotea adquiere la propiedad, la cual contaba para entonces con una superficie
de 2.364 hectáreas, que representaban el 78% de la estancia original. La
Estanzuela fue adquirida por los hermanos Robertson a Gibson en 1825.
[10] La colonia tenía 6.500 hectáreas y llegaba
desde la actual ciudad de Lavallol hasta el Riachuelo. Además de los 220
escoceses, vivían allí 158 nativos.
[11] También durante este gobierno comenzó el
drama de al deuda externa Argentina. Los hermanos Robertson propiciaron un
empréstito que el gobierno de Rivadavia negoció con la firma Baring Brothers
& Co. de Londres en 1824. Y esto fue posible gracias a que un consorcio
representó al gobierno de Buenos Aires para la colocación del empréstito.
Consorcio encabezado por Braulio Costa, Félix Castro, Miguel Riglos, Juan Pablo
Sáenz Valiente y los hermanos Parish Robertson, quienes en virtud del poder
conferido celebraron el acuerdo en Londres con la firma Baring Brothers &
Co. El gobierno argentino deseaba una colocación del 70%. Como la Baring pudo
colocarlos al 85%, el 15% de diferencia resultante se repartió entre los
integrantes del consorcio, incluidos los hermanos Robertson. Como el empréstito
se contrató por 1.000.000 de libras esterlinas, el 15% de diferencia se repartió
de la siguiente manera: 120.000 libras en carácter de comisión para el
consorcio, y 30.000 para la Baring. Como en el contrato no se especificaba cómo
llegaría el dinero a la Argentina, la firma Baring sugirió enviarlo en letras
giradas contra casas comerciales de prestigio de Buenos Aires. No por
casualidad, una de esas casas comerciales era la de Robertson y Costas, dos
miembros del consorcio. Al final, del millón de libras que totalizaba el mismo,
sólo llegaron a Buenos Aires unas 570.000 libras, en su mayoría en letras de
cambio y una parte minoritaria en metálico. Finalmente, el préstamo no se usó -
como estaba planificado - para la construcción del puerto de Buenos Aires, el
establecimiento de pueblos en la nueva frontera y la fundación de tres ciudades
sobre la costa entre Buenos Aires y el pueblo de Patagones, la dotación de agua
corriente a la ciudad de Buenos Aires. El dinero se diluyó en créditos a los
clientes del Banco de Descuento, otorgados a tasas más bajas que las del pago
del empréstito. Ochenta años tardó el país en pagar la deuda.
[12] Ver “Diccionario de Británicos en Buenos
Aires”. Pp. 842, 843, 844 y 845.
[13] Ver “Diccionario de Británicos…” En agosto
de 1829 formo una sociedad con William Grierson de “caballerizas y carros de
tráfico”, rubro con el que también hicieron fortuna los hermanos White” Pág.
139.
[14] Abuelo de la
primera médica argentina Cecilia Grierson. Ver “Diccionario de Británicos…” Pp.
377/378.
[15] Hugh Robson
(dic. 1780, escocés. Su apellido original habría sido Robinson. Casado con Jane
Ferrish. Llegó a la Argentina en el Symmetry como otros escoceses establecidos
en Monte Grande. Tuvo siete hijos, Thomas, estanciero en Quilmes; Mary, Jane,
Hugh casó con Jane Munroe Rodgers, Eduard, Peter y William Parish. Ver “Diccionario
de Británicos en Buenos Aires” Pp. 711 a 713.
[16] Margaret
Grierson (1823-1888) casada con el francés Miguel Enrecalde. Ver “Diccionario
de Británicos…” Pp 378.
[17] James Rodgers,
(1797 – 1857) Escocés. Ver “Diccionario de Británicos en Buenos Aires” Pp.
715/716.
[18] Laurentino
González sucedió a don Tomás Flores. Aún no se había establecido el Juzgado de
Paz y Municipalidad electiva que se instalará en 1856 con don Tomás Flores como
primer juez de paz, presidente de la municipalidad, comisario de policía y
comandante de frontero, electo, todos los cargos en una sola persona y “ad
honorem”. Laurentino
González pertenecía a una familia de comerciantes
criollos. Eran sus hermanos: Justino, Faustino, Remigio quienes con su hermano
político José Domingo Córdoba monopolizaban el comercio de Quilmes en la
campaña, menos Remigio establecido en la zona urbana. Así lo cuenta don José
Andrés López en su “Quilmes de antaño” en el Cap. “Su comercio”. (única edición
Pp. 248 a 253)
2 comentarios:
Qué lindo artículo, además de la pena por el final de la capilla. Yo la visité cuando todavía estaba más en pie, antes de este intencional incendio, producido sin duda por algunos lugareños interesados en ampliar por allí sus actividades agrícolas arrasando el predio, y con la ignorancia de lo que este Monumento representaba para toda la Provincia de Buenos Aires. Lamentablemente, las autoridades varelenses, a quienes alguna vez indirectamente les hice llegar una inquietud por el lugar, como la Gobernación, la ignoraron. Hoy podría ser un lugar de peregrinación incluso constituyendo un polo turístico con el hogar natal de Hudson, que resaltaría la propia calidad cultural del Partido de Varela. En fin, así estamos. Es uno de los Monumentos más antiguos en su tipo en toda la Provincia de Buenos Aires, en pie. Hoy ya no sé lo que queda verdaderamente de ello. Víctor Gullota
Muchas gracias por el interesante artículo desarrollado por el Prof. Chalo Agnelli
Varios de los apellidos nombrados en él, los escuché desde mi niñez en casa.
Y hasta acompañé a una descendiente de los Pennington, a un baile en el Náutico, allá lejos y hace tiempo, junto a una prima hermana mía y a José Craviotto… Mi tío Agustín Salvati vivió plaza por medio, en diagonal con la casa de los Pennington. Saludos cordiales.Ricardo Angelino
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