El archivo historiográfico y la
bibliografía referente sobre la historia de Quilmes y su zona de influencia que
posee la Biblioteca Popular Pedro Goyena y la Agrupación Los Quilmeros, que
lleva el nombre “Librería Prof. Juan
Carlos Lombán”, así como este blog, en los últimos años, están siendo
frecuentemente consultados por estudiantes terciarios y universitarios, tanto
de los Institutos del Profesorado como de la UNQUI de la UBA, de la UCALP y de
la UNLP, en cuya Facultad de Periodismo y Comunicación Social, la joven Mirta
Taboada está concluyendo su carrera para la cual elaboró el documento que
transcribimos a continuación, previo a la tesis de graduación.
El título anterior de la etiqueta
“INDUSTRIA Y COMERCIO”, trató sobre la ex empresa La Bernalesa y su barrio
adyacente; un proyecto desarrollado por docentes y alumnos de la Escuela
Pública Nº 36 que consideramos modelo para nuevos trazados similares. De este
modo intentamos cobrar conciencia de la inusitada dimensión que, tiempo atrás, alcanzó la
industria y el comercio en el partido de Quilmes y revelar la devastación
paulatina que produjeron las políticas económicas liberales y neoliberales que se fueron
gestando desde la década del `60 hasta el catastrófico derrumbe del año 2001.
Durante esos poco más de 40 años
muchos fueron los muertos y heridos, desplazados y desabastecidos, gente común,
secuelas de esa lucha de clases que nació con la historia de la humanidad. (Chalo Agnelli)
LA CRISOLDINIE CAÍDA DE UN GIGANTE
Mirta Taboada
Facultad de Periodismo y Comunicación Social
Universidad Nacional de La Plata, 2013
Un recorrido por la historia de la
metalúrgica Crisoldinie que funcionó en Quilmes desde 1940 a 1965. Cómo pasó de
ser una industria modelo del peronismo a terreno de un hipermercado Carrefour. Las
marcas de la dictadura y las similitudes en los cambios de la fábrica con los
modelos político-económicos aplicados en el país. Por qué es un espacio que
interpela todavía desde su ausencia.
- I -
LA DEMOLICIÓN
El 16 de mayo de 1992, un grupo
de personas se reunían en la intersección de las Avenidas La Plata y 12 de octubre, en
Quilmes Oeste, para asistir a un espectáculo que se anunciaba hacía días en
los
diarios y que duraría varias jornadas. Hugo Lobello estaba allí desde temprano,
pero no iba a presenciar un acontecimiento original. Sabía que esas
instalaciones se desplomarían sobre sí mismas, con la acción de 250 explosivos que
generarían que los 74 mil metros cuadrados de superficie quedaran reducidos a
polvo y escombros. Para Hugo eran mucho más que la atracción del día. Era casi
medio siglo de su vida, quince años adentro de esa fábrica que estaba a punto
de destruirse y significaba, también, otros cuarenta reclamando el
reconocimiento de sus derechos y de otros tantos compañeros.
A las cuatro de la tarde, la Dirección de Defensa
Civil había organizado el operativo en el lugar y ya estaban en sus posiciones
policías y bomberos. También asistieron periodistas y por supuesto,
representantes de la empresa francesa Carrefour, destinataria del espectáculo
en cuestión. Primero se sintieron las sirenas. Luego, la primera detonación. La
chimenea estalló en mil pedazos y se hizo una nube inmensa de polvo. Uno de los
fragmentos voló en un radio de cien metros y alcanzó a un efectivo policial
apostado en los alrededores, que finalmente murió. El hecho desafortunado
ocurrió a pesar de la teoría apaciguante del ingeniero Jorge del Vecchio,
responsable de la demolición ejecutada por la empresa brasileña Blast Com, que
había dicho al diario El Sol que todo
estaba bajo control y que nada volaría fuera de su propio eje.
“Para los nostálgicos una recorrida en horas de la mañana les permitirá
ver la estructura que queda aún de la fábrica, que según los memoriosos
constituyó el primer caso de vaciamiento en la Argentina”, publicó
el diario El Sol ese día. La hipótesis de los
memoriosos anónimos que cita el
matutino no estuvo errada. Quizás ellos fueron los adelantados, los que sin
esperar a la conformación de una mirada histórica pudieron desentrañar el
sentido de las transformaciones en pleno presente.
Crisoldinie fue una fábrica
modelo, responsable, en parte, de fabricar las piezas que montaban los rieles
de los trenes en tiempos en que eran las arterias de acero del país.
Hugo Lobello, fue de aquellos con memoria prematura y sólida. Más
que nostalgia, quizás conserva todavía una sensación amarga y a la vez aguerrida.
No es una melancolía pasiva, sino un recuerdo activo de quince años de
progreso, ese que parecía igualar a todos y que todavía dejaban el rastro y la
larga deuda en el presente. La ausencia de la fábrica dice, interpela, a pesar
del espacio llenado, sólo de forma superficial, por el concreto de Carrefour.
Si se adentra en el espacio, si se pregunta porqué es y porqué dejó de ser, se
descubrirán proyectos políticos, modelos económicos, decisiones y avales.
Resistencias y lucha, todavía, lucha.
- II -
LA ERA DE LA INDUSTRIA
En la década de 1940, Crefin S.A., de capitales alemanes, comenzó
a funcionar en Quilmes y constituía el complejo siderometalúrgico con la
tecnología más avanzada de esos años. Su estructura constaba de tres secciones,
de acuerdo a las tareas que realizaba: laminación, fundición gris y acería. Una
situación de impacto
mundial sería decisiva para la historia de la fábrica: la Segunda Guerra Mundial y la
incómoda situación para el país de no haberse pronunciado, a causa de las
relaciones comerciales con ambos bandos, a favor de los Aliados o del Eje.
Finalmente, ya hacia el final de
la guerra y con el fracaso inminente del las potencias del Eje, Argentina
declara la guerra a Alemania y Japón por presión del Departamento de Estado de
los Estados Unidos en marzo de 1945, de acuerdo al Doctor en Historia Claudio
Belini (CONICET-UBA) en su trabajo, “Una experiencia fallida de empresa pública
industrial: la
Dirección Nacional de Industrias del Estado, 1947-1962”. Ese episodio fue
decisivo para las empresas de capitales alemanes, como Crefin. El gobierno a cargo de Edelmiro Farrell
resolvió intervenirlas debido al papel importante que cumplían en la economía
argentina, así pasaron a la órbita del estado o bien tuvieron una participación
importante del mismo como sociedades mixtas, explica Bellini.
Dos años más tarde, con el
gobierno de Juan Domingo Perón, se crea la Dirección Nacional de Industrias del Estado (DINIE), un
ente autárquico, que estaba bajo la jurisdicción de la Secretaría de Industria
y Comercio. De acuerdo a Belini, se proponía como máxima funcionar como “un organismo de fomento industrial de Estado
con diversas empresas que exploten renglones básicos de la economía nacional,
en forma que produzcan una adecuada competencia en el mercado interno y que
eventualmente puedan promover la exportación de productos industrializados”.
Desde 1947 hasta 1957, el organismo incluyó
bajo su órbita a cuarenta y dos empresas, de acuerdo a información del
Ministerio de Industria y Comercio aportada por Bellini. 1947, es también el
año del antecedente legal más importante para el ramo siderúrgico de la época:
la promulgación de la Ley
12.987, conocida como Ley Savio, que formó el “Plan Siderúrgico Nacional”, para la producción de acero en el país
para suministro de la industria nacional y como materia de exportación, como
consigna Magdalena Liaudat en “Industria
y Política Pública. Los alcances de la intervención estatal en el desempeño del
sector siderúrgico en Argentina. 1947-1976”.
- III -
CRISOLDINIE
Crefin SA se convierte en
Crisoldinie el 31 de julio de 1948, dedicada a la fundición y laminación, de
acuerdo a Claudio Belini y Marcelo Rougier en “El Estado empresario en la
industria argentina: conformación y crisis”.
La primera parte de su nombre hace alusión al recipiente que compone el
horno para fundición que utilizaba la industria. La última parte designa su
pertenencia al grupo DINIE, que además integraba industrias como Electrodinie,
Ferrodinie, Metaldinie, Motordinie y Anildinie, según consignan Belini y
Rougier.
“Cuando yo entré había jefes
alemanes. El personal era excelente, había polacos, rusos, yugoslavos. Era
gente muy preparada, que habían sido oficiales del ejército. A mi me sirvió mucho haber estado en la
empresa. [Crisoldinie] Producía 40 toneladas de acero cada 8 horas, o sea 120 toneladas por día. Tenía una sección de fundición gris, laminaba varillas para
construcción, se trabajaba en ambos turnos y se sacaban 70 toneladas de
varillas por día. Era una empresa fuerte. Ahí se hacían los lingotes para las
ruedas de los ferrocarriles y las vías, que derivaban a Córdoba”, expresa
Lobello, con palabras pausadas y seguras.
El predio extenso que ocupaba
Crisoldinie, contaba con dos torres que almacenaban y reciclaban agua, un
taller mecánico de mantenimiento, un almacén general, aparte de comedor para
400 personas y vestuarios para 1200. Entre 1943 y 1962, “nunca existieron problemas laborales, los trabajadores percibían sus
haberes en tiempo y forma, además de poseer participación en las ganancias”,
sostiene Lobello.
- IV -
CÓMO TUMBAR A UN GIGANTE
La vida del organismo DINIE se
corresponde con la vida de la fábrica Crisoldinie: ambas funcionaron entre los
años 1947 y 1962. Y ese es también el periodo de tiempo en que Hugo Lobello integró
la planta metalúrgica como electricista. Eran la vida del organismo peronista,
la vida de una fábrica y la vida de un hombre, de muchos hombres, unidas
durante quince años. En el año 1949, entró a Crisoldinie como aprendiz y
trabajó hasta el año 1965. Pero “la empresa cerró durante siete meses en 1962,
durante el gobierno de Frondizi, porque DINIE era del peronismo”, explica
Lobello.
A partir de 1955, con la
autodenominada Revolución Libertadora y sus gobiernos sucesores, la DINIE empezó su declive. Los
créditos del banco público, las ventajas cambiarias y de importación y la
reducción de recursos oficiales para su desarrollo cesaron e hicieron que en
1958 comenzara la privatización de las empresas DINIE. Pero no hubo un traslado
masivo de las empresas a la órbita privada, sustenta el especialista Claudio
Bellini en su artículo sobre la
DINIE.
Para el Grupo MEPRIV (Memoria de
las Privatizaciones), dependiente de la Subsecretaría de
Administración y Normalización Patrimonial de la Nación, consultada para
esta investigación, el caso de Crisoldinie no forma parte de los antecedentes
de la privatización neoliberal de 1990, que consideran varios años más tarde, a
partir de 1976.
Tras el remate oficial que
estableció el decreto 11.257, promulgado el 24 de noviembre de 1961, por la Secretaría de Industria
y Minería, Crisoldinie dejó de ser una empresa del Estado y fue comprada por la Compañía Americana
de Aceros, una sociedad anónima comercial, financiera e inmobiliaria, de
acuerdo al texto de la norma. Según Hugo Lobello, Crisoldinie fue adjudicada a
una sociedad integrada por “los señores
Fernández, Figueira, que era militar y Levit, quienes la adquirieron doscientos
millones de pesos en moneda nacional”.
En esos años, bajo el eufemismo
de “racionalización de personal”, con
una política de vaciamiento y tras un cierre temporal en 1962, el 30 de
noviembre de 1965, la sociedad propietaria de Crisoldinie despidió a la planta
de trabajadores sin abonar las retribuciones salariales correspondientes,
vacaciones o indemnización por despido.
Existe una paradoja: pese a la
retórica política del desarrollismo frondicista, al decreto 5.038/61 de en promoción siderúrgica del 1961 y el decreto 3.113 de 1964 de beneficios
impositivos para el sector y a los índices de más alta producción que
registraba Crisoldinie en 1962, como aporta Liaudat, la empresa fue llevada a
la quiebra. Y se hizo en “su mejor momento”, expresa Lobello, por la voluntad
de la sociedad propietaria y puede agregarse, por la ausencia de una política
de intervención y desarrollo estatal nacional.
Las altas chimeneas se veían desde todo Quilmes (circa 1960)
- V -
EL SINUOSO CAMINO DE LO JUSTO
A partir del desmantelamiento de
la empresa, desde materias primas y maquinarias hasta puertas y ventanas, el
personal despedido de Crisoldinie, comenzó a interponer juicios con el
patrocinio del sindicato, la Unión Obrera
Metalúrgica. El expediente que reunía los reclamos de las 1200 personas data
del año 1967 y fue tratado en el Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo
Comercial Nº 6, Secretaría Nº 12. Sin embargo, la acción judicial no fue
fructífera. Asimismo, los trabajadores tomaron la vía del reclamo individual,
que resultó todavía menos efectiva.
Mientras tanto, el predio donde
permanecían las instalaciones abandonadas de Crisoldinie era invadido por
malezas y basura. Desde 1982 hasta 1986 funcionó allí la sede temporal del Club
Ciclista de Quilmes, con un permiso precario de la Municipalidad, de
acuerdo a la información institucional del organismo.
“En el mes de mayo de 1984 se presentaron en el club los supuestos propietarios
del terreno acompañados por un oficial de justicia. El estado nacional después
de haber expropiado Crisoldinie, otorgó todas sus propiedades a la firma Petroquímica
Comodoro Rivadavia que ahora reclamaba la posesión del terreno”, atestigua el
Club de Ciclistas sobre su historia.
Petroquímica Comodoro Rivadavia
es una empresa ferrocarrilera de petróleo, líder en el mercado de la
construcción patagónica con expansión en Ecuador, informa su web institucional.
Fue beneficiada durante los años de la dictadura militar mediante acuerdos ilegales de precios,
distribución del mercado y estatización de su deuda privada por
$52.000.000, de acuerdo al artículo
“Complicidad y responsabilidad empresarial durante la última dictadura militar
1976-1983”,
que publicó en 2012 la
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP) y la lista de
empresas beneficiadas durante la
última dictadura militar, publicada por el diario Tiempo Argentino, el 1 de
enero de 2013.
A fines de 1991, Petroquímica
Comodoro Rivadavia, vende sus terrenos a la empresa Carrefour, refiere el Club
Ciclista. Además, detalla que “Carrefour
apurada por la necesidad de construir inmediatamente su hipermercado no se
arriesga a un juicio por desalojo y pacta con el Club Ciclista Quilmes las condiciones
de desocupación del predio. Se acuerdan dos cuestiones principales. Primero,
que Carrefour le entregará en concepto de indemnización al Club Ciclista
Quilmes la suma de 172.000 dólares y que después de nivelado el terreno,
Carrefour se compromete a llevar la tierra y el escombro sobrante al lugar
dónde será construido el nuevo circuito del club”.
Hugo Lobello, encarnando una
suerte de voz colectiva, se preguntaba entonces, y se sigue preguntando aún,
cómo fue adquirido el terreno por Petroquímica Comodoro Rivadavia, beneficiada
durante los años de la dictadura reciente, cómo fue luego vendido a Carrefour,
en plena política neoliberal menemista y por qué, pese a la normalidad y
celeridad con que se realizaron las transacciones comerciales, los trabajadores
no percibieron retribución alguna
“Consideramos que nuestra situación es
atípica, porque nunca hemos obtenido una respuesta concreta a nuestras
demandas, a pesar de existir los artículos 245 y 247 de la Ley de Contrato de Trabajo Nº
20.744, de tener el convenio de la
UOM o el Artículo 14 bis de la Constitución
Nacional”, expresa Lobello.
“Yo veo que siempre se acuerdan de la gente de Crisoldinie cuando va a
haber un problema político, pero no cuando no hay problemas. Yo tengo definido
que por nosotros no van a hacer nada”, dice Hugo, refiriéndose a los referentes
del gremio.
Investigación Mirta Taboada
Quilmes- La Plata 2013
FUENTES
Archivo personal Hugo
Lobello