martes, 6 de diciembre de 2016

JOSÉ AGUSTÍN MATIENZO – PRIMER FARMACÉUTICO DE QUILMES. 1839 - 1896 (CON APÉNDICE INCLUIDO)

José Agustín Matienzo, hijo de Tomás y de Ramona Capetillo, nació en Villaverde de Trucíos (Trutzioz), [1] pueblo cántabro en el País Vasco, en 1839. [2] Su nacimiento lo unía de alguna manera a don Andrés Baranda, hijo de padre cántabro. En el capítulo “Guerra de
círculos” de su libro "Quilmes de antaño", dice José Andrés López: [3]El círculo de Baranda y el de "la botica" eran antagónicos, respecto de política local menuda, aunque en la general coincidieran casi siempre.” 
En la adolescencia llegó a la Argentina, era 1855. Año en que se produjo una importante inmigración vasca, tanto del Iparralde como del Enogalde; muchos de esos hombres, muchas de esas mujeres, familias euskeras se establecieron en Quilmes. 
José Agustín se graduó en la Universidad de Buenos Aires, de boticario, título que se daba a los actuales farmacéuticos, que si bien el término desaparece a principios del siglo XIX, se conservó en nuestro país como rémora hasta que se regularon los estudios de farmacia, afirmándose el de 'farmacéutico'.[4] El boticario no sólo vendía remedios, sino que los preparaba fundamentalmente.
Con visión de futuro, buscó para ejercer su profesión un punto del país donde no hubiera competencia; ese lugar fue Quilmes. Era el año 1863, conyuntural para su vida. Instaló la primera farmacia a varias leguas a la redonda. 
"Fue su primera diligencia adquirir el botiquín del doctor Wilde y, con él por fundamento, estableció la botica en la hoy calle
Ex Banco Quilmes donde se hallaba la botica de Matienzo
Rivadavia y Mitre.
Algún tiempo después adquirió de don Pedro Costa, padre del ex - gobernador don Julio A. Costa, la casa donde éste naciera, calle Rivadavia y Almirante Brown, y allí trasladó la botica. Pronto el nombre del señor Matienzo era en el pueblo y Partido familiar a todos los oídos en los que sonaba con acentos acariciadores. Y la botica fue […] un centro “sui generis” de atracción social y política, que tuvo pronto influencia decisiva en todas las manifestaciones y actividades de la vida de Quilmes. 

Fue un gran alivio para los dos facultativos locales don Fabián Cueli y José Antonio Wilde el arribo de Matienzo, quitaba un peso grande a sus obligaciones, pues muchas veces después de atender pacientes durante largas jornadas, por la noche, debían preparar medicamentos. Además fue una contención contra los curanderos y los mercachifles y buhoneros de la salud.
La Botica de Matienzo en la esquina NO de Rivadavia y Brown. Foto Colección Alcíbíades Rodríguez - Museo Fotográfico de Quilmes.
CONSEJERO 
No tardaron sus bellas prendas morales en granjearle unánimes simpatías y afectos. Desinteresado y generoso hasta la abnegación. A él se acudía en busca de consejo, orientación y ayuda. "A esa influencia se la llamó el 'círculo de la botica' y durante más de tres lustros, allí tuvieron consagración los candidatos para todos los puestos y empleos electivos o de administración, por el procedimiento más simplista". 
PATRIARCA 
De ahí, que lo rodeara un prestigio de patriarca. Su casa se constituyó, por natural gravitación de su personalidad, en el más importante centro de la vida político-social de Quil­mes. “La ecuanimidad era sólo una faceta de las muchas que reflejaban la luz de su alma; un singular don de gentes, su altruismo practicado en su más recta y noble acepción, su raro desinterés, su carácter franco, abierto a todas las expansiones generosas, la sencillez de su trato, la lógica de su razonamiento, la rectitud de su juicio, la sensatez de su consejo, lo sano de su intención, un buen sentido práctico en todo aquello que no le fuera personal, era otras tantas luces que de su alma irradiaban y que, estando en constante acción lo convirtieron, sin quererlo ni buscarlo, pero sin esquivarlo tampoco, en consuelo y guía de necesitados. Los que  su consejo o generosidad acudían no lo hacían en vano, porque si era pródigo de buenas palabras, lo era también de buenas obras."
POLÍTICO
Matienzo era 'alsinista', admirador de su caudillo don Adolfo Alsina. Asimismo, su participación en el gobierno local fue activa. Miembro del Concejo Municipal du­rante varios períodos: desde 1864 a 1868; en 1874 y 1875 y en 1886 y 1887. Integró el Consejo Escolar y numerosas co­misiones y entidades, puede decirse que no hubo en su época iniciativas de interés general a las que no prestara su entusiasta apoyo. 
Casó el 28 de agosto de 1865, con doña Petrona Ana Joaquina Dupuy Morel (n. 1834), con quien tuvo siete hijos, entre estos: Ramona, Ana (n. 1867), Agustín U. (1869-1954), J. María (n.1875), Carlos Alberto (1878). Ana Dupuy era hija de Indalecia Morel y Dupuy y de José María Dupuy y Patrón fusilado por la mazorca en 1842;  ella con sus cinco hermanas constituyeron familias que tuvieron primordial relevancia socio-política y cultural en lo que fue la tercera fundación de Quilmes a partir de 1852. Su hermano Luis José (1827) fue fundador junto a su primo Fortunato de la Plaza de la ciudad de Miramar. Era sobrina del precursor del arte argentino, Carlos Morel, quien en casa de los Matienzo-Dupuy transcurrió los últimos años de su vida. El 10 de noviembre de 1956, en homenaje organizado por la Escuela Municipal de Bellas Artes 'Carlos Morel', se colocó en esa esquina una placa recordatoria de este artista. 
MODELO DE RECTITUD 
La bondad y generosidad de José Agustín Matienzo, traducidos en
innúmeros actos de bien, hicieron que al ocurrir su fallecimiento, el 6 de mayo de 1896, sus restos recibieran sepultura en el atrio de la iglesia parroquial (hoy Catedral). En la lápida que lo cubre puede leerse: “Modelo de rectitud, bondad y abnegación. La Municipalidad, a nombre del pueblo, en homenaje a sus virtudes”. En tal opor­tunidad, hablaron el doctor Nicolás Videla, en re­presentación de la Municipalidad, don José Andrés Ló­pez por el pueblo de Quilmes, y en nombre de sus amigos, el doctor Pacífico Díaz, quien expresó: “La rectitud de sus procederes, su amor a la justicia y la bondad proverbial de su alma le captaron el amor y la confianza del pueblo que lo miraba y honraba como una especie de patriarca...”. Una calle del casco urbano de Quilmes lleva su nombre.
Investigación y compilación Prof. Héctor Chalo Agnelli
1989 - 2013 - 2016
APÉNDICE
HISTORIA ORAL
Memorias de doña Filomena María F.A.B. de Baunelle y Martel de Yori (Quilmes 1881 – 1962)
EL “COLO”
Ya grande, allá por 1890, tenía don Agustín (siempre se obviaba su primer nombre lo que trajo muchas confusiones) un dependiente muy joven, tendría unos 17 años, español y curiosamente pelirrojo, cosa extraña parecía ser, ese genoma entre los peninsulares, salvo los del norte. Se perdió su nombre, pero en algún documento que hayan preservado los descendientes del boticario debe figurar. Le decían “el colorado de Matienzo” o “Colo”, él no se mosqueaba. Matienzo le tenía paternal cariño y el joven acentuada admiración.
Su tarea era la de repartidor (lo que hoy llaman, “delivery”). Cuando los doctores del pueblo volvían de sus visitas médicas por la Campaña, pasaban por la botica y le dejaban a don Agustín o a su asistenta (después hablaremos de ella) la lista de medicamentos que necesitaban fulano, mengano o perengano, quienes vivían “en el campo de…”, “al lado de la chacra de…” o “entre el arroyo y el camino de las Lomas…”; para más datos. Y allá iba el “Colo” a hacer el reparto con un bayo más cuidado que la indumentaria de su jinete. Nunca tuvo dificultades en hallar el vago domicilio que le daban ni lo amilanaban las lluvias impertinentes ni las tolvaneras, ya sean del sudeste o del pampero; ni jamás se perdió a pesar de sus pocos años de argentinidad.
Solía pasar horas tallando en madera, con una pequeña navaja sevillana, vívidos pájaros que una vez concluidos regalaba a unos o a otros aunque no los conociera, pero siempre que le cayera bien la persona con tan solo verlos; para ese, aunque nunca hubiera intercambiado una palabra, era su ave de madera.
No hablaba más de lo necesario y en un tono bajo con un fuerte acento castizo. Su grupo de ‘trato’, más que amigos, pues no se le conoció ninguno en particular, era el que rodeaba al jocoso flebótomo y barbero Navarro.
Otros de sus ocios los pasaba junto al tío Carlos (Carlos Morel) quien en verano se sentaba en una mecedora de mimbre bajo la galería a la puerta de su habitación, separada de la casa principal, a tomar el fresco de la tarde y el Colo se arrimaba junto a él con un banquito y así permanecían hasta el atardecer sin intercambiar más que monosílabos. Trabajó en la botica de Matienzo hasta que murió don Agustín, el primer farmacéutico que tuvo Quilmes. Luego se fue del pueblo, dicen que a La Plata. No se supo más de él.

LA LUCIANA
Haber instalado la primera 'botica' en un pueblo y Partido tan grande como lo era Quilmes en aquel entonces, le imponía a don Agustín Matienzo mucho trabajo, muchas horas dedicadas a porveer a la población de los ungüentos que la alivien de sus males físicos - y por qué no espirituales -, de modo que, aproximadamente en 1875, tomo un empleado que le llevara las cuentas, pero este individuo no fue honesto con su patrón, fue despedido y a pesar que no había sido poco lo que sisó, Matienzo se negó a denunciarlo y el hombre se escabulló una noche sin dar cuenta de nada.
Un par de años después, por recomendación de la maestra Juana María Cabrera, don Agustín tomó como asistenta a cargo de los libros de caja y papeles administrativos a Luciana Martínez. Ella vivía sola en una casa muy humilde en las calles Nº 8 después Buenos Aires (hoy Nicolás Videla y la Nº 21 hoy Moreno) Sus padres habían muerto allí y sus hermanos se habían dispersado a los cuatro vientos: uno de ellos tenía una colchonería en el pueblo. Había sido alumna y de la señorita Rivero y trabajó, poco tiempo, en una tienda en la Ciudad, pero el viaje no sólo le resultaba oneroso, sino que además le consumía mucho tiempo, de modo que cuando Matienzo le propone trabajar con él, no la asaltó ninguna duda.
A diferencia del anterior, Luciana fue una fiel empleada, dedicada, rigurosa para llevar las cuentas, registros, hacer los pedidos e inventarios. No era común en esos años que una mujer lleve la administración de un comercio y mucho menos de una empresa cualquiera fuera, de manera que don José Agustín Matienzo fue innovador en esto también.
A pesar de ser una bella mujer, Luciana nunca se casó. Un par de años después de la muerte de Matienzo pasó a trabajar para unos comercios de la familia Lavaggi, pero no por mucho tiempo pues siguió los pasos de su mentora, la maestra Juana María Cabrera e ingresó al convento de las Carmelitas Descalzas en el monasterio Santa Teresa de Jesús, casa conventual de clausura junto a la iglesia homónima en la Capital Federal. Malhadado destino para las mujeres más vulnerables de esa época.
Esquina de Brown y Rivadavia, ayer y hoy: Botica de Matienzo y el importante edificio que fue el Banco Popular de Quilmes (Fotos Museo Fotográfico)
Placa señalando el lugar donde se hallaba la Botica de Matienzo, colocada sobre el frente del actual edificio que da a la calle Rivadavia, por el Colegio de Farmacéuticos de Quilmes el 1 de diciembre de 1988.
FUENTES 
Agnelli, Chalo. "Migraciones" Ed. JARMAT, Bernal, 2006.
Cutolo, Vicente Osvaldo. "Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930)" Ed. ELCHE Buenos Aires, 1975. Tomo IV - Pág. 471 
López, José Andrés. "Quilmes de antaño" Ed de autor. Quilmes, 1934
Censo de pobalción de 1895. 
REFERENCIAS

[1] Municipio español de la comunidad autónoma de Cantabria. Como enclave cántabro en el País Vasco limita con los municipios vizcaínos de la comarca de Las Encartaciones, Carranza, Arcentales y Trucíos.
[2] López, José A. “Quilmes de Antaño”. Ed. de Autor, 1934, pp 79- 96.
Craviotto, José A. “Quilmes a través de los años” Ed. de Municipalidad de Quilmes. 1966.
Periódico “La Verdad”, de Quilmes, núm. esp. del 9 de julio de 1924.
[3] López, José A. “Quilmes de Antaño”. Ob. Cit.
[4] “En agosto de 1827 Carta Molina inauguró la cátedra de Física Experimental y de Materia Médica y Farmacia de la Universidad de Buenos Aires. Si bien, habría dictado una sola vez el curso de Física Experimental, siguió impartiendo Materia Médica para los estudiantes de Farmacia hasta 1833”, señala el doctor en Medicina y en Historia de la Ciencia, Miguel de Asúa. Un nuevo hito para el derrotero histórico de la enseñanza de la Farmacia puede emplazarse en el 5 de julio de 1852, cuando el farmacéutico Juan Ignacio Robles solicitó al gobierno provincial de Buenos Aires autorización para formar una cátedra de Farmacia en su laboratorio privado, dada la ausencia de profesores y
cátedras de esa materia. El gobernador Vicente Fidel López autorizó, tres días después, el curso propuesto por Robles y habilitó, a quienes lo hubiesen realizado, a ser examinados para la obtención del título de Farmacéutico en la Universidad de Buenos Aires. A su vez, la propia Facultad de Medicina facultó a Robles para que impartiese “uno o dos cursos” hasta que se constituyera la cátedra de Farmacia. Pero, si de poner de relieve un año clave para la instauración de la enseñanza oficial de la Farmacia en la Argentina se tratase, ese fue 1854. “Por decreto del 24 de abril de 1854 el gobierno argentino autorizó a la Facultad de Medicina de Buenos Aires a matricular alumnos de Farmacia. La primera matrícula fue concedida al alumno Esteban Massini, el 3 de mayo de 1854. Pronto se inscribieron 8 estudiantes más, en lo que constituyó la primera camada de estudiantes universitarios de Farmacia en la Argentina”, señalan los doctores Roberto García, Adriana Carlucci y Carlos Bregni, de la Cátedra de Farmacotecnia I de la FFyB, en un artículo de la revista Acta Farmacéutica Bonaerense. 57 AÑOS DE LA FACULTAD DE FARMACIA Y BIOQUÍMICA DE LA UBA Fragmentos de su rica historia Por Amalia Beatriz Dellamea Centro de Divulgación Científica Facultad de Farmacia y Bioquímica. Universidad de Buenos Aires.