Nos dice Oscar Staffora desde su ausencia:
"No puedo dejar de pensar en Eduardo, el hijo mayor
de mi querida mujer Élida (inconsolable, miraba por sus ojos y esto era recíproco)
e hijo del corazón mío ya hace 16 años. Era un tipo extraordinario, profesor de
geografía, licenciado universitario en historia, escribía cuentos y ensayos
sobre historia y política, militaba y era asesor del Consejo D. de Quilmes. Hacía
ya tres años que hacia teatro. Era una caja de sorpresas y se había venido a
vivir con nosotros hace un año para cuidarnos de la pandemia. A mí me tenía como
si yo fuera el hijo y él el padre: hacíamos gimnasia y boxeo juntos, aprendió a
usar el disco y la parrilla y para que yo no me agitara me echaba y hacia todo él,
(estoy buscando con angustia los guantes de boxeo que le regalé para Navidad) Me
ayudaba en el taller, cuando antes no sabía ni agarrar un martillo. Cuando fue
alumno mío en el secundario era un vago terrible, luego maduró y resultó un
valor querido y reconocido por muchísima gente; tío ejemplar de sus dos
sobrinos Oliverio y Lucia... hermano de sus hermanas como ninguno. Falleció de
una muerte súbita el 4 de marzo pasado. Recién ahora me animo a escribir algo
sobre él entre llantos e incredulidad, miro los partidos de Boca (era fanático)
y me sigo peleando como hincha cervecero que soy. Estoy en el taller y no puedo
retomar el trabajo porque lo siento siempre presente, sigo pensando en la
injusticia de la vida que se lo llevo en su mejor momento a los 45 años, con
mil proyectos por delante y su compromiso militante en el campo nacional y
popular, disculpen mi necesidad de decir todo esto, pero creo que es poco se merecía
muchísimo más no quiero despedirlo, seguirá siempre en mi corazón, y como
siempre digo los únicos hombres imprescindibles son los que luchan toda la
vida, él lo hizo… mañana nos seguimos peleando Eduardo. Será la forma de seguir
juntos chicaneándonos uno al otro, un beso y un abrazo."
Transcribir las palabras del amigo Oscar Staffora sobre su hijo del
corazón, hijo de Élida Petrone - compañera de la Escuela Normal de Quilmes -,
es honrar la memoria de un joven que dejó en su corta vida una huella honda en
muchos corazones. Doy fe de todo lo que Oski dice de Eduardo desde su inmenso sentimiento de ausencia. Tuve el
privilegio de tratarlo mucho. Nos reuníamos en la Biblioteca Goyena o en mi
casa ayudándolo cuando cursaba el profesorado de historia primero - aún noviaba con
Sandra, una encantadora joven que también fue alumna mía – y luego para la
tesis de la licenciatura en Historia. Logros, ambos, que alcanzó, pero la
injusta muerte el 4 de marzo, no le permitió recibir el diploma. Conversábamos
largo sobre historia, sobre educación, sobre política. En una par de ocasiones
me invitó a dar charlas a sus alumnos de la Escuela Normal y fui testigo de su
desempeño didáctico, “abría cabezas”. Sabía que la patria es el otro. Sí,
Eduardo Fraga fue un muchacho esclarecido y franco. Sumamente querible. No
salgo de mi consternación ni de mi pena, aunado con Élida y Oski.
Chalo Agnelli