Algunas cosas son de dominio nuestro, otras
no.
Pertenecen a nuestro dominio;
la opinión, el sentimiento, la aversión.
Epicteto, “Manual”
Residencia Bryce, 12 de Octubre esquina Andrés Baranda (foto gentileza de David Iurescia) |
“Todo pasa y nada queda…” Y cuando nos enfrentamos a una realidad de cambio
tan contundente que golpea nuestro patrimonio, nuestras tradiciones construidos durante 350 años, sentimos una fractura anímica.
¿Nostalgia? No es nostalgia, pues muchas cosas que se fueron y no volverán no las conocimos en acción, vivas, activas, pero quizá esas cosas, esas casas, esas esquina, patios, plazas que ya no son, que ya no están, nos representaron algún día y nos indicaban quienes éramos, quienes somos.
Cuando se destruyen objetos del diario vivir nos queda una ausencia que el tiempo va emparchando por fortuna, pero nos quita
un trozo irrecuperable.
En Quilmes, quizá, por gobiernos que no supimos elegir, nos fuimos quedando poco a poco sin patrimonio. O quizá los que nosotros elegimos no supieron elegir a quienes los acompañaran en el gestión pública, gente ajena, deconocida o desarraigada de lo nuestro, sin valores patrimoniales comunes, indispuestos a integrarse una colectivo cultural ya existente y pretenciosos de imponer el suyo.
¿Que somos pesimistas? No, hay otros progresos por cierto, sería injusto e ingrato no reconocerlos, pero el espacio se fue agobiando de cemento y sombra y las casas aquellas que aunque no fueran nuestras daba gozo cruzarlas ya no están.
Acá enfrente, no más, hay un pueblo uruguayo que se llama Carmelo sobre el mismo río, progresista, tiene las dos bodegas más importantes de la Banda Oriental (como decían nuestros abuelos) que con lucida inteligencia preservó su patrimonio turístico que son
sus casas, sus calles de adoquines (a pesar que el pueblo está sobresaturado de motocicletas) pues el turismo es otros aporte importante a la economía general.
¿Nostalgia? No es nostalgia, pues muchas cosas que se fueron y no volverán no las conocimos en acción, vivas, activas, pero quizá esas cosas, esas casas, esas esquina, patios, plazas que ya no son, que ya no están, nos representaron algún día y nos indicaban quienes éramos, quienes somos.
Cuando se destruyen objetos del diario vivir nos queda una ausencia que el tiempo va emparchando por fortuna, pero nos quita
un trozo irrecuperable.
En Quilmes, quizá, por gobiernos que no supimos elegir, nos fuimos quedando poco a poco sin patrimonio. O quizá los que nosotros elegimos no supieron elegir a quienes los acompañaran en el gestión pública, gente ajena, deconocida o desarraigada de lo nuestro, sin valores patrimoniales comunes, indispuestos a integrarse una colectivo cultural ya existente y pretenciosos de imponer el suyo.
¿Que somos pesimistas? No, hay otros progresos por cierto, sería injusto e ingrato no reconocerlos, pero el espacio se fue agobiando de cemento y sombra y las casas aquellas que aunque no fueran nuestras daba gozo cruzarlas ya no están.
Acá enfrente, no más, hay un pueblo uruguayo que se llama Carmelo sobre el mismo río, progresista, tiene las dos bodegas más importantes de la Banda Oriental (como decían nuestros abuelos) que con lucida inteligencia preservó su patrimonio turístico que son
sus casas, sus calles de adoquines (a pesar que el pueblo está sobresaturado de motocicletas) pues el turismo es otros aporte importante a la economía general.
Quilmes destruyó lo que alguna vez pudo haber sido uno de los patrimonios
turísticos más importantes de este gransudbonaerense
impersonal y anónimo. Y sigue en su cometido.
Todo esto se nos despierta ahora que cayó la casona de los Bryce en la esquina de Andrés Baranda y 12 de Octubre... un baluarte del capitalismo va a levantar allí un banco para cuidar y multiplicar los ahorros de los vecinos (¿?)
Ya quedan contadas de esas viejas casonas, el “progreso” avanza hacia el oeste a paso voraz y un día nos vamos a levantar a la mañana, saldremos al patio y una sombra de 14 pisos acechará nuestra esperanza de sol.
Con 350 años de historia y un Centenario de Ciudad ya solo somos lo que fuimos - o creímos ser - en las redes virtuales de la nostalgia.
Todo esto se nos despierta ahora que cayó la casona de los Bryce en la esquina de Andrés Baranda y 12 de Octubre... un baluarte del capitalismo va a levantar allí un banco para cuidar y multiplicar los ahorros de los vecinos (¿?)
Ya quedan contadas de esas viejas casonas, el “progreso” avanza hacia el oeste a paso voraz y un día nos vamos a levantar a la mañana, saldremos al patio y una sombra de 14 pisos acechará nuestra esperanza de sol.
Con 350 años de historia y un Centenario de Ciudad ya solo somos lo que fuimos - o creímos ser - en las redes virtuales de la nostalgia.
Chalo Agnelli
Enero, 2016
Enero, 2016