viernes, 13 de noviembre de 2009

ANECDOTARIO BOMBERIL - "FUEGO Y AGUA" - 1976



Tomado de la revista Fuego y Aguade diciembre de 1976,  
en el 65ª aniversario de la Sdad. Bomberos Voluntarios de Quilmes.En una Sociedad como la nuestra abundan las anécdotas. Algunas risueñas, otras tris­tes; pero, anécdotas al fin, daremos a conocer varias a nuestros lectores, porque ellas constitu­yen parte de su historia.

UN COCHERO GENEROSO
Corría el mes de agosto de 1912, cuando se produjo un desmoronamiento de tierra en la construcción de las Obras Sanitarias en Wilde. De Quilmes, concurrieron a prestarle ayuda a los Bomberos Voluntarios de Avellaneda, Pa­blo Garavelli, Nicolás Parodi, César Cossoli, Sebastián Semeopale, Mariano Giaimo y Gui­llermo Ithursarry.
Allí, por poco pierde la vida Don Sebas­tián Semeopale, pues mientras se intentaba extraer a los peones enterrados por el primer desmoronamiento, comenzó a producirse un segundo que, afortunadamente, no trajo des­gracias, pues Semeopale y varias personas más, alertadas por Garavelli y Giaimo, pudieron huir poniendo a salvo sus vidas.
Don Guillermo Ithursarry concurrió a este siniestro juntamente con Sebastián Semeopale, llevados por un viejo cochero de plaza de Quil­mes, quien no quiso cobrarles el viaje.

RIVALIDAD MUSICAL
La Sociedad Bomberos Voluntarios de Quil­mes nació como consecuencia de la pobreza que consumía cada vez más a la "Società Fi­larmónica Volontari de Garibaldi", que, a su vez, era un desprendimiento de la "Sociedad Musical Unión Artesanos".
Lo cierto es que a raíz del alejamiento, que­dó flotando entre los componentes de ambas entidades no un resentimiento propiamente dicho, sino más bien una rivalidad que hizo eclosión durante la celebración de una efemé­ride Patria.
Se convino, al programarse los actos, que ca­da una de las bandas alternarían la fiesta; pero, con el agregado de que cualquiera de ellas que interpretara una marcha debía hacerlo de prin­cipio al fin; es decir, ni una nota menos ni una nota más.
Todo anduvo muy bien al comienzo. El recorrido desde la Municipalidad hasta la So­ciedad Italiana de Socorros Mutuos Cristóforo Colombo, fue cubierto con los aires marciales de ambos conjuntos, que se alternaban de acuerdo a lo previamente establecido.
Pero, escasos metros antes de llegar a desti­no, la banda actuante en ese momento pro­longó unos compases más la marcha que estaba interpretando y allí ardió Troya, porque la otra, como impulsada por un resorte, comenzó a su vez otra interpretación, de manera que las dos irrumpieron en el salón "a toda marcha", situación que se prolongó por espacio de casi dos horas ante la perplejidad, primero, de la concurrencia, y la jarana general después.
Así, podríamos decir, empatada, terminó la rivalidad musical de "garibaldinos" y "artesanos ".

HUMOR DE UN COMERCIANTE
En una zapatería céntrica, muy conocida, se declaró un incendio. En medio de la confusión reinante, bomberos, dueños y empleados, sal­varon la mayor cantidad posible de zapatos que, en sus respectivas cajas eran depositados a lo largo de la vereda atestada de curiosos.
A los pocos días de producido el siniestro, un cartel muy visible pegado en una de las vidrieras del comercio, decía así: "Se ruega a las personas que se han llevado equivocada­mente un zapato o un botín de un número 1 otro de distinta medida, tengan la amabilidad de pasar a cambiarlos. Le daremos el numeren correspondiente".
No ha llegado hasta nuestros oídos la noticía de la comparecencia de ninguno de los aprovechadores. Pero lo rescatable de todo es­to es el excelente humor del dueño de la zapatería ante los dos infortunios sufridos: el in­cendio y el robo.

¡A LA COMISARIA!
En el que se recuerda como el siniestro donde hicieron sus primeras armas los flaman­tes bomberos quilmeños, ocurrieron dos hechos que conforman esta anécdota. Se originó fue­go en una fideería establecida en la calle 3 de Febrero (hoy Leandro N. Alem), entre las de Alvear y Brown.
Fue en octubre de 1912 y, como podrá su­ponerse, en una sociedad recién creada, falta­ba de todo; fundamentalmente, conocimiento y consideración popular y elementos para tra­bajar.
Así es que sin baldes —los que usaron duran­te el siniestro los facilitó el señor Ramón Dapena— pero con un gran sentido de honor y de responsabilidad, nuestros hombres consiguie­ron dominar el incendio, no sin antes pasar un susto tremendo cuando Vicente Baldi, viendo que se derrumbaba el techo donde estaba para­do, se arrojó al vacío, siendo recibido en sus brazos por Mariano Giaimo, que evitó de esta manera que aquel fuera a estrellarse contra las paredes de un tanque de agua vecino.
Era ya medianoche; y no bien sofocado el incendio, fueron invitados a concurrir a la Comisaría, donde tuvieron que prestar declara­ción sobre lo ocurrido, operación que los de­moró hasta las 4 del día siguiente. Apenas el tiempo suficiente para reposar un momento, tomar el desayuno y partir hacia el trabajo dia­rio. Lo que demuestra con harta elocuencia que ayer, como hoy, un bombero voluntario no se improvisa. Nace, y juntamente con él se desarrolla una profunda vocación de servir, que no es frecuente en los hombres.
Cabe agregar que recién a fines de 1912, el Comisario de Policía instruyó al personal a sus órdenes a fin de que toda persona que exhibie­se la medalla distintiva del Cuerpo de Bombe­ros Voluntarios tuviese libre acceso a cualquier siniestro que ocurriese en la localidad.

¡85 HORAS TRABAJANDO!
Un incendio originado en la Papelera de Bernal, demandó por sí sólo 85 horas de inten­sa labor. Durante todo ese tiempo estuvieron en pie nuestros hombres. Algunos dejaban su puesto para acudir a su trabajo, y terminada la jornada regresaban nuevamente al lugar del incendio, en el cual la motobomba destinada para extinguirlo trabajó ininterrumpidamente durante 80 horas.
El Cabo Luís Malaspina, que resultó dañado en la vista en esa circunstancia, recibió al segundo día la noticia de que a un hijito suyo un caballo lo había coceado.

¡A BALAZO LIMPIO!
Informan en el Cuartel que en Alsina (Carlos Pellegrini) y An­drés Baranda, en La Colonia, necesitan a los Bomberos. Se acude, naturalmente, pero por defectos de la información, se regresa inme­diatamente porque en el lugar indicado no ocurre nada anormal.
La Policía, que también ha sido reclamada, destaca a varios de sus hombres en el lugar preciso: un horno de ladrillos. Pero, con gran sorpresa de sus efectivos, es recibida a tiros.
¿Qué ha ocurrido? Sencillamente, se trata de obreros huelguistas que defienden a balazos sus derechos.
Los bomberos escapan así, milagrosamente a la agresión, debido al defecto de información que apuntamos al comienzo de este recuer­do.
Nota del compilador.
La revista “Fuego y Agua”  estaba editada por la subcomisión de prensa de la sodiad de Bomberos Voluntarios de Quilmes. Era de distribución gratuita. Era redactor el periodista y locutor Omar R. Andragnez, cronista David M. Tolzes y colaboradores Eleodoro M. Lemos, José Goldar (padre), Fernando Lara, Miguel Fernández Más, reporteros gráficos: Alcibíades Rodríguez, Carlos Scott y Vito J. J. Nebbia y Víctor Alberto Giordano, como secretario de prensa de la institución.
 Fotos gentileza Claudio Schbib, Carlos Scott, Fernando San Martín
Conpaginación y compilación Chalo Agnelli

ALGO DE HISTORIA QUILMEÑA Y LOS BOMBEROS VOLUNTARIOS


Escribió ELEODORO M. LEMOS
Para la revista “Fuego y Agua” de diciembre de 1976,
en el 65º aniversario de la Sociedad de Bomberos Voluntarios de Quilmes

Al finalizar el siglo y a comienzos del presente, Quilmes experimenta algunas novedades en cuanto al quehacer cultural, societario y edilicio.

En 1898, siendo Intendente el señor Olegario Ponce de León, por Ordenanza del 18 de marzo se sustituye el viejo alumbrado a kerosene por el de luz eléctrica.

El edificio de la actual Biblioteca Pública Municipal, creada en 1872, se construyó en 1904; y la Sociedad Italiana Cristóforo Colombo, inaugura su salón de teatro, hoy desaparecido, en la calle Hipólito Yrigoyen, con una función de gala, el 12 de setiembre de 1909.

El año del Centenario, 1910, se hizo cargo de la parroquia el Presbítero Manuel Bruzzone, y con él llegó el educador Doroteo Yoldi, siendo ambos los fundadores del Colegio San Luís, que estuvo en la calle Alem esquina Alvear; y el 31 de julio se inauguró la sucursal del Banco de la Provincia de Buenos Aires.

El pueblo adelantaba, era tranquilo y veraniego, pocos ruidos y poco tránsito. Pero de pronto, después de retumbar tres granadas, se ven algunos hombres que corren por las calles del pueblo, de día o de noche; unos los conocen, otros no. ¿Adonde van? Son los Voluntarios, que acuden a cumplir con su deber. Estas escenas se suceden desde el año 1911, en que fue fundada la actual Sociedad de Bomberos Voluntarios.

De las chatas tiradas por rápidos caballos, que sacaban chispas de los empedrados, y los primitivos materiales, hoy el Cuerpo de Bomberos local cuenta con implementos modernos, con los cuales la lucha se hace más eficaz. Son orgullo de la ciudad ver las poderosas autobombas y transportes, que al llamado de auxilio salen raudas del cuartel, manejadas por diestros conductores. Esta benemérita Institución cumplió ya 65 años de vida, gracias al espíritu de sacrificio de sus dirigentes, de ayer y de hoy, y los hombres del Cuerpo Activo, que a través de los años formaron en sus filas.

Son importantes los servicios que los cuerpos de voluntarios prestan en la Provincia de Buenos Aires, salvando vidas y bienes, y sometiéndose sus componentes a la disciplina que toda institución militarizada necesita, para mantener su eficacia, subordinación y valor, en todo momento que las circunstancias lo requieran.

Por otra parte, tengamos en cuenta la economía que para las finanzas de la Provincia significan estas organizaciones, que si bien deben ser subvencionadas para que puedan afrontar su mantenimiento, muchos millones quedan en las arcas fiscales, al no pagar a cientos de servidores, que voluntariamente prestan tan importantes y meritorios favores a la comunidad, robando horas al descanso, y poniendo en muchas oportunidades en peligro sus vidas, por vocación de servicio y amor al prójimo.