Hay que haber comenzado a perder
la memoria, aunque sea solo a retazos, para darse cuenta de que esta memoria es
la que construye toda nuestra vida (…) Nuestra memoria es nuestra coherencia,
nuestra razón nuestra acción, nuestro sentimiento.
Luis Buñuel “Mi último
suspiro”
Chalo
Agnelli
Allá,
principiando la década de los ’70 y hasta mediados de la de los ’90 se destacó
una mujer en Quilmes que realizó una movida cultural incesante y consecuente,
Sara Sastre. Cuando la conocí era administrativa de la Universidad Nacional de
La Plata.
De una
altura imponente, robusta sin ser “echada en carnes”; cuidaba con atildado
esmero, su aspecto exterior, el maquillaje de una perfección dramática, pelucas
siempre en tonos (se notaba la calidad de Pozzi) que iban del cobrizo al
borgoña, que iluminaban su piel muy blanca. No era una persona que pasara
desapercibida, ni por su aspecto físico, ni por su selecta y variada vestimenta,
sus tacos de considerable altura, ni por su voz rotunda, pero femenina, de buen
decir: Sara no necesitaba micrófono ni en la sala amplia del teatro de la
Sociedad Italiana (lamentablemente perdido) o en el - aún de dimensiones más
considerables - viejo cine Cervantes.
Cuando
iba por la peatonal Rivadavia, exactamente por el centro de la arteria, no
pasaba desapercibida para nadie, siempre acompañada por algún aliado o aliada,
afecto o afecta, contertulios, amigas como la locutora Ely Fontana, la maestra y
poeta Teresa Bajman, el escritor Francisco D. González, Rosa Massone u otros.
ENCUENTRO
Y DESENCUENTRO DE INSTITUCIONES
La
conocí en la Sociedad de Escritores de la Provincia, la S.E.P., que
presidía en profesor Francisco Míguez, también con una personalidad muy
característica y discutible, con una abundosa trayectoria, docente, cultural y
política que se emparejaba con la de la señora Sastre, con quien no tuvo buena resolución,
motivo este, entre otros (como la disparidad ideológica), que la impulsaron a
fundar (tras una tormentosa asamblea de la S.E.P.) con otros militantes de la
cultura el “Centro de Intelectuales de la Provincia” (C.I.P.);
institución que alcanzó bajo (y sobre) su presidencia absoluta y su
sorprendente energía, un accionar que fue in crescendo año a
año, acompañada por otros miembros 'exiliados' de la S.E.P.
Su sede habitual era
el Club Social, también realizó algún reducido encuentro en la Biblioteca Popular
Pedro Goyena, cuando se hallaba en el viejo Mercado Municipal (antigua plaza
Pinto) o en su propia casa en el primer piso de la esquina de Moreno y Ortiz de
Ocampo, donde vivía con quien fue su segundo marido, el político-sindicalista Cipriano
Reyes (Lincoln 7/8/1906 – Quilmes 1/8/2001), a quien conoció en La Plata,
porque también fue activa militante del Partido Laborista entre 1945 y 1950.
Reyes junto con Luis Gay y otros dirigentes sindicales, habían fundado
el Partido Laborista con el fin de apoyar la candidatura de Juan D. Perón, de
quien luego se apartó.
El locutor y periodista Omar "Clavelito" Andragñez durante un agasajo a Cipriano Reyes en el Círculo de La Prensa de Quilmes. (1989 circa)
VIDA
SOCIAL
Si
bien toda su vida fue social en grado sumo, aún muy mayor, su presencia era
infaltable en las fiestas más sonadas del Quilmes de aquellos años, como los “14
de Julio”, el aniversario de la Revolución Francesa, que hacía la Alianza
Francesa de Bernal organizada por Marta Policcichio, Marta Zereal y Jorge Lemal
a la cabeza; o las cenas “Noche de
los Amigos” que hacía la Sociedad Italiana todos los años entre fines de
noviembre y principios de diciembre organizada por la señora de Vespoli, Elvira
Deriar y por supuesto el Dr. Carlos Eusebi. Para estos eventos contaban Sara y
Cipriano con el Peugeot 404 de don Rodolfo Marchese quien, sin ser taxista ni
remisero, siempre estaba dispuesto, a cualquier hora, para llevarlos y traerlos
a donde sea, con su natural simpatía y sincero afecto por sus pasajeros.
PUBLICACIONES
Publicó
varios folletos, plaquetas, obleas, libros, entre otros: “Sinfonía Otoñal”
en 1987 con tapa ilustrada por el artista Ángel Ottonello, prólogo de la
psiquiatra Marga Iturburu y edición del C.I.P. Una colección de 20 poemas de
variada temática y letra sencilla y blanda, con ciertas vetas modernistas
empezando por el título que se presentó en un gran evento en la Sociedad
Italiana, donde no faltaron, como decía el jocoso amigo Eusebi, los comestibles
y los 'bebestibles'.
Dice
la Dra. Iturburu en el prólogo de esta producción de Sara:
"No
puedo dejar de comparar a Sara Sastre con una hoguera, pero tampoco puedo
ignorar, que una hoguera no puede arder eternamente si no se la alimenta. En la
fuente inagotable donde ella abreva se encuentra el enigma de este ser, que con
candor nos entrega, la evocación de su vida en un resurgimiento que con natural
crescendo se transforma, en sus poemas, en una poderosa sinfonía otoñal."
Marga Iturburu
En
1991 en C.I.P. editó de la querida Sara “Un nuevo amanecer”, en cuya
tapa se presentaba la autora en una caricatura realizada por el dibujante Altamirano.
Notas que recogió de sus publicaciones realizadas para el diario “El Sol” de
Quilmes como un “grito de esperanza, de reflexión, de amor y de justicia que
permita al hombre transformar su estado belicoso en hombre humano, en ser de
seres, con amplitud de miras, que le permitan usar el vocablo Humano”, así se
presenta la autora.
Y
en esta oportunidad tuvo como prologuista al benemérito profesor Juan Carlos
Lombán, siempre tan buscado por los autores (me incluyo) para dar lustre a
nuestras publicaciones. Dice el Maestro:
PRÓLOGO
He
aquí un libro que es un canto a la vida, escrito con palabra sencilla, clara,
entendible para todos, pero no por ello menos profunda, que huye siempre de la
retórica grandilocuente para expresar de manera muy directa con llaneza, el
idealismo de la autora y su posición personal, que sin dejar de ser crítica,
resulta decididamente optimista y constructiva. Aun el lector que menos conozca
a esta incansable divulgadora de la cultura que es Sara Sastre, habrá de
reparar desde las primeras líneas del texto, en la jerarquía de la autora y en
el hecho, nada desdeñable, de que esta obra ha sido escrita desde el fondo de
un corazón cálido y una conciencia alerta. […] Si yo tuviera que elegir sólo
uno de los valores que enriquecen a este volumen, no dudaría en decidirme por
la profundidad con que en él está constantemente presente la fraternidad, […] lo cual genera una amplia exaltación de la
vida en general, sin exceptuar hasta el ser el más insignificante de la
naturaleza. […] Este libro se singulariza, asimismo, porque en él subyace
siempre una intención ética que no pretende suministrar recetas ni rígidas
lecciones de moral, sino más bien plantear inquietudes, sacudir a los lectores,
hacerlos pensar críticamente, sacarlos del conformismo, la autosatisfacción y
la pasividad. Es evidente que Sara Sastre no escribe por mero goce personal,
sino para asumir una militancia ética, una lucha con la pluma que es siempre
fervorosa y nunca panfletaria. Todo aquel que aun necesite la prueba de que la
palabra puede ser también una forma de la acción - y en ocasiones, de las más
eficaces – la va a encontrar, sin duda alguna, en este libro de manera tan
rotunda como inequívoca. Yo debo confesar que me ha impresionado sobremanera la
entrega generosa y vehemente de la autora para lograr que el lector pueda
desarrollar sus propios sentimiento e ideas a partir de una base tan sólida y
segura como inspiradora. La dilatada e intensa experiencia que ella misma ha
ido atesorando […] en todas las áreas y en particular en los terrenos de la
creación poética y la divulgación cultural. Y ese dar que es darse se hace más
intenso y más fervoroso aún en los casos en que plantea los temas más
recurrentes de esta obra: la entera problemática de la niñez y la juventud,
todo lo relacionado con la mujer, su drama su destino, la convivencia regida
por el amor y la solidaridad, el porvenir del pueblo argentino, el futuro de la
humanidad. En todas las páginas de este libro […] Sara Sastre nos hace de comprender
en profundidad que cada uno de nosotros no existe sin el prójimo. Aquí
encuentro la demostración más palmaria de que de alguna manera muy profunda, mi
ser quedaría incompleto sin la existencia de los demás. Los otros son partes
esenciales de nosotros mismos, nos enseña Sara Sastre.
Juan Carlos Lombán Quilmes, junio de 1991
DISTINCIONES
Obtuvo
numerosas distinciones: fue nombrada Ciudadana Ilustre, recibió el “Candil
Kilmes”, el “Sol de Oro” que otorga el diario El Sol, el premio Cervantes de la
Sociedad Española, además de otros reconocimientos a nivel internacional como:
Fue
muy viajera: estuvo en Europa, en Washington, EEUU, Centroamérica, Uruguay,
Chile, Bolivia y Perú, además de recorrer casi todas las provincias argentinas.
Falleció a avanzada edad en su casa donde solíamos ir los amigos sábado por
medio a tomar el té con scons (que encargaba a los Hinterwimmer de la
Panadería Alemana), a ponerla al día de todo los que pasaba
en Quilmes y sobre todo a escucharla, pues tuvo muchas cosas para decir hasta
sus últimos días.
Nunca
reveló la fecha de su nacimiento, no festejaba sus cumpleaños, tan solo reunía
amigos (era una católica no practicante) los 31 de mayo que, para el calendario
católico, es la festividad de Santa Sara de Marsella (que según una leyenda
gitana era hija de María Magdalena y Jesús de Nazareth), pero, que esta mujer
quilmeña pasó los 90 años con holgura, es seguro.
Libros
de Sara Sastre se pueden encontrar en la Biblioteca Popular Pedro Goyena de la
calle San Luis 948 e/Larrea y Azcuénaga del barrio La Colonia.
Crónica biográfica Chalo Agnelli/2002