lunes, 9 de octubre de 2017

DON ESTEBAN YORI, EL QUIOSCO "EL SATÉLITE" Y UN REENCUENTRO


EFECTO MARIPOSA
por Chalo Agnelli
En la esquina SE de 12 de Octubre y Gran Canaria hay un quiosco de madera al mejor estilo francés pertenecía a los hermanos Víctor Julio y Alberto Roumieu y su padre cuando lo abrió en 1910 lo bautizó "El Satélite". En la sesión del H.C.D. del 4 de agosto de 1926,[1] se trató el permiso municipal de instalación en el mismo lugar donde aún hoy se halla bastante maltrecho por el paso del tiempo.

Los obreros de la Cervecería al entrar y salir del trabajo cuando cumplían doble turno comían en las churrasquerías inmediatas: la de Massa, la de Colombini y la de Ferrari. El quiosco los proveía de cigarrillos, periódicos y uzurus. Comenzó antendiéndolo don Esteban Bartolomé Yori un saboyano-genovés tullido y de graciosa actitud; un hombre rico en anécdotas de su vida como navegante en la marina italiana, siempre en el socavón de las calderas y la sala de máquinas, historias que pocos llegaban a entenderle por la amalgama de ligur, occitano y castellano en que se había transformado su confusa parla.
Harto de la ‘Regia Marina’ había desertado en el puerto de Buenos Aires y llegó a Quilmes, donde tenía parientes, quienes lo hicieron ingresar como obrero en la Cervecería. Allí permaneció hasta que se lo permitió la artritis con que lo empapó el mar. Así fue como los Roumieu, apiadados, le dieron trabajo en su quiosco.

LA PRIMICIA
Sucedió que una mañana, un individuo, desde la vereda frente a la churrasquería de Ferrari, increpaba a los gritos a una de las empleadas acusándola de adúltera. Algunos curiosos se detuvieron a presenciar la gresca. Doña María Ferrari protegía a la mujer y trataba de calmar al desencajado marido, cuando este sacó un revólver y disparó al voleo hacia el interior del mesón. Tanto los curiosos como los comensales se dieron a la fuga en desbandada.
Don Esteban, inseguro con muletas, pero decidido, cruzó la avenida 12 de Octubre y le propinó con todas sus fuerzas un ‘muletazo’ al energúmeno desmayándolo. Llegó la policía y cargó con el desencajado marido.
Entre los testigos había un joven periodista, en ciernes, quien llevó la primicia al periódico quilmeño ‘El Plata’ que la publicó unos días después, incluyendo una foto del heroico quiosquero.
EL REENCUENTRO
Por esas causalidades de la vida un quilmeño que viajó a Rosario, llevaba para entretenerse en el trayecto un ejemplar del periódico en cuestión. Ya en la ciudad entró a almorzar a un restaurante cercano a la estación. 

Don Esteban, ya anciano, con uno de sus nietos Hugo Yori.
El mozo era un joven xeneize de unos 18 ó 20 años, quien, mientras lo atendía, curioseaba el semanario que el comensal hojeaba. Para su sorpresa reconoció un rostro familiar, si bien hacía casi 10 años que no lo veía, arrebató el periódico al desconcertado quilmeño y comprobó que ese individuo que había salvado a una joven mujer de ser asesinada era su padre, don Esteban Yori.
Tres o cuatro días después ya estaba en Quilmes frente al quiosco cervecero. Se paró frente a ese hombre avejentado y sufriente.
Ambos se quedaron mirando un largo rato, buscándose en sus pasados, hasta que un ‘papa’ y un ‘Luigi’ los unió en un abrazo que derritió las distancias.

Stefano se había vuelto a unir con una bella quilmeña y ya tenía tres
hijos argentinos, todos quienes acogieron con ternura al nuevo miembro de la familia.
No mucho tiempo después el saboyano-ligur tuvo que dejar el quiosco comido por la artritis reumatoide en que devino esa experiencia con la humedad, el calor desmedido de las calderas, luego el frío en las cubiertas y nuevamente bajar y recibir otro choque de la bochornosa canícula.
Luigi, el hijo recuperado, se radicó en Montevideo, allí se casó y tuvo siete hijos uruguayos, pero siempre mantuvo comunicación con su padre.  
El quiosquito francés, frente a la entrada de la fábrica Cervecera, pasó por diversas manos hasta hoy en que taparon su verde original por un azul deslucido y allí permanece desvencijado, como curioso testigo de un siglo de cambios y nostalgias, lo que lo hace un patrimonio más del acervo quilmeño que es imprescindible poner el valor en lugar resguardado de la intemperie y el vandalismo.
por Chalo Agnelli
FUENTES
Agnelli, Chalo (2009) "La Colonia de Valerga . Historia Social del segundo barrio de Quilmes. Ed. Tiempo Sur, Quilmes.
Periódico "El Plata", junio de 1926.
NOTA

[1] Libro de Actas del H. C. D. de Quilmes N°10, fs. 482 y 483 - Biblioteca Pública Municipal D. F. Sarmiento.

4 comentarios:

Andrea Viglietti dijo...

¡Qué historia interesante!¡Gracias por compartirla! Yo fui la la Escuela No 30, Gral. Manuel Belgrano, y también había un quiosco así en la esquina de Triunvirato, frente a la entrada del parque de la cervecería, ¡cuántos recuerdos lindos!

MK Hacia la meta dijo...

Tendrían que declararlo patrimonio cultural!!!

Unknown dijo...

Hola Chalo que bueno tener algunas fotos de las churrasquerias! de mi bis abuelo don Juan Colombini. Y las demás familias

Unknown dijo...

Trabaje en ese kiosco que el dueño era mauri 'hueso' año 1966