EL HIPÓDROMO
Aproximadamente en 1880, según cuenta José Andrés López [1] existió en lo que se conocía como chacra de Durañona, que este compró a Juan Chichisola (A. Baranda, 12 de Octubre, Urquiza, y C. Pellegrini; después adquirida por Alejandro Daul) un circo de carreras. Precisamente sobre la calle Baranda entre Pellegrini y 12 de Octubre (antes entre Alsina y Olavarría)
Allí se construyó una pista y una casilla para cantina. Pretenciosamente se lo denominó hipódromo. Al frente de dicho emprendimiento se hallaba un barbero.
La vida de este circo o hipódromo fue breve pero cubrió con un vaho de mala fama a la zona pues la concurrencia no era lo más destacado de la vecindad. Se solían generar trifulcas dignas del lejano oeste, que bien lo podría ser por su ubicación. Mala fama que perduró mucho tiempo después por ciertos individuos de una misma familia que habitaban la zona y eran de armas cargar y descargar. A este rincón se lo denominaría luego por otras circunstancias y otros protagonistas, la Curva de Lemos. Rincón quilmeño que años después será semillero de notables artistas, creadores, periodistas y profesionales.
El 18 de mayo de 1890 el H.C.D. trata el pedido de Enrique Mouget y de los hermanos Olegario y Valerio Ponce de León que deseaban instalar a cinco cuadras de la estación del ferrocarril un hipódromo. Aproximadamente en el mismo sitio donde estuvo el anterior. Se les concedió el permiso, pero no tuvo mucha vida.[2]
En 1970, según algunos vecinos, en una subdivisión realizada en el lote pulmón de la manzana formada por A. Baranda, E. Ríos, T. de Alvear y C. Pellegrini, sobre esta última calle, los trabajadores excavando hallaron una considerable cantidad de herraduras carcomidas por el óxido; algunas adheridas entre sí; lo que hace suponer que allí se arrojaban cuando los caballos las perdían en las carreras o se les cambiaban. De manera que la pista estaría próxima a ese sitio.
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