sábado, 31 de julio de 2010

VÍCTOR DE POL - LUIS BOSSI - MANUEL DA SILVA - LA LABOR DEL INMIGRANTE

LOS QUE LEVANTARON LA PLATA
Cuando con exactitud y mucha ligereza se informa “Dardo Rocha fundó la capital de la provincia de Buenos Aires, La Plata, el 19 de noviembre de 1882, rara vez uno se pregunta, pero ¿Quiénes desmalezaron esa extensa planicie, quiénes abrieron calles y caminos y plantaron ladrillo a ladrillo esa ciudad? Sí, por supuesto que, necesariamente, se recuerda al arquitecto Pedro Benoit, pero él fue el que la planificó detalladamente en su concepción geométrica, concebida en conjunto con la traza y la arquitectura de trama, arquitectura institucional; Benoit fue el que hizo los planos, dirigió la obra general y vigiló que se respetara el proyecto.
Un fundador y un arquitecto no podían hacer más que lo que hicieron, fundar y trazar, pero en esos años después de las luchas por la cruel conquista de las tierras del indio, de los enfrentamientos por la capitalización de Buenos Aires, otros males propios de la época y el atraso que significa para los pueblos los encontronazos internos, no había en el país suficiente mano de obra calificada como para  levantar una ciudad moderna ni idoneidad en aspectos urbanísticos que el mentado “progreso” positivista había incorporado en Europa.
Así fue que el gobierno pensó en el país de Europa con la mayor y mejor tradición en esto de levantar edificios monumentales y construcciones imponderables, Italia, y allá mandó contratar ingenieros, constructores y operarios.
A poco llegaron al país 4000 obreros especializados, además de ingenieros, escultores, albañiles, yeseros, ebanistas, carpinteros, herreros, pintores, parquistas, jardineros calificados, que fueron poniendo sus conocimientos y pericia en innumerables edificios y monumentos. Así se destacaron, entre muchos otros: Juan Antonio [1] y Juan Carlos Buschiazzo, Luis Gamba, Ángel Fiorini, Juan Mariani, Pedro Rimoldo, Leopoldo Rocchi, Ángel Bellome, Rafael Scarpa, Luis Castiglioni, Juan Baggio, Francisco Ventafridda, Agustín Rebagliatti, S. Pellerini, etc. Y entre los escultores se distinguió el veneciano Víctor de Pol que llegó a los 22 años en 1887 a darle a la ciudad los detalles de estilo, como el Museo de Ciencias Naturales y el Palacio Legislativo. [2] Para más ejemplos, la ex estación “19 de Noviembre”, actual pasaje Dardo Rocha, obra de otro arquitecto italiano, Francisco Pignaroli.

LOS RESIDENTES EXTRANJEROS
En un primer momento los hombres que vinieron de Europa sin compañía se alojaron en campamentos próximos al lugar de labor y los que trajeron a sus familias, en la cercanas localidades de Ensenada, Abasto y algunos en Quilmes, el pueblo más apto en comodidades y más próximo, hasta el momento, a la ciudad en ciernes; que, además, había sido pretendiente a la designación de Capital de la Provincia.
Esos hombres viajaban todos los días ida y vuelta en el ferrocarril Buenos Aires-Ensenada. En los escasos francos – en esos años todavía no existían las 8 horas de trabajo - a los ponchazos, fueron levantando sus casas para que esposa e hijos no pasaran penurias. Otros se alojaron en las pocas pensiones, fondas o en casas de familia que alquilaban piezas.
El mismo Benoit fue varias veces huésped de los Casares que tenían su suntuosa quinta en la manzana de las actuales calles Rivadavia, Moreno, Alem y San Martín.
En Alem y Brown, sobre el SE, en la propiedad de Juan Sánchez se alquilaban habitaciones a hombres solos. Había un inquilinato en la esquina SO de Humberto Primo y Mitre. En la esquina NO de Lavalle y 25 de Mayo la viuda de Lavaggi había transformado su propiedad y almacén en inquilinato. Alojaba hasta seis familias italianas, siempre y cuando le trajeron constancia que demostrara que el hombre tenía trabajo fijo. Este inquilinato era cómodo de habitaciones amplias, había una letrina cada dos familias y una cocina aprovisionada para que las mujeres no se molestaran en los momentos de compartirla, preparando los alimentos para los suyos. Estos inquilinatos se diferenciaban de los conventillos que proliferaban en la Capital Federal al culminar el siglo e iniciarse el XX, en que no había hacinamiento y los terrenos eran amplios, había galerías soleadas, espacios verdes  y el agua no estaba contaminada como la de la de los barrios de La Boca, Barracas, Monserrat y Balvanera, que eran los puntos de mayor concentración de inmigrantes en conventillos por esos años.

LOS CONSTRUCTORES DE QUILMES
La inmigración aportó la mayor parte de los emergentes culturales que hicieron nuestra idiosincrasia. Europa dio hombres idóneos en todas las expresiones de la labor humana y los aportes al progreso que aparecieron en las últimas décadas del siglo XIX y principios de XX. Quilmes califico alto en esa calidad de personalidades, que aquí se afincaron, formaron familias hicieron y dejaron obras imperecederas.
Muchos de estos trabajadores de la construcción, algunos de los que llegaron con algún capital, pero con mucha iniciativa, dejaron escuela en Quilmes y surgieron importantes empresas constructoras y contratistas que hicieron obras significativas en al ciudad que en las últimas dos décadas cayeron baja la picota del seudo-progreso urbano.
Entre esos se pueden mencionar a Marcelo Traversi, Alfredo Fossati, Leonardo Ruggieri, los hermanos Zito, Formica Hnos., Cairoli Hnos., Trovato Hnos., Broeders y Braga, Mateo Dessio, Francisco Bossi, Santiago Agosti, Marcelo Traversa. [3]
Algunos de estos trabajadores volvieron a su patria, pero la mayoría se quedaron y contribuyeron al crecimiento edilicio de todo el país.
Si bien Quilmes no logró el cometido de ser Capital de la República se benefició demográficamente con la fundación de La Plata. Luego se podrá comprobar esto con la la llegada de maestras de esa ciudad designadas en esta localidad, que aún carecía de cuerpo docente suficiente. Esas mujeres formaron familias con hombres residentes en Quilmes y aquí transcurrieron sus vidas y las de sus descendientes como fue el caso, por ejemplo, de Josefa Albornoz de Custer que llegó en 1918.

VICTOR DE POL
El escultor Víctor de Pol, en sus ocasionales visitas a Quilmes, mientras concretaba sus magníficas obras platenses: el frontispicio, la acrótera y los leones del Museo de Ciencias Naturales y los paños animados del Palacio Legislativo, se trató con la familia del Valle y en 1898 en un baile realizado en el Club del Progreso conoció a Asimilda del Valle, sobrina nieta de Aristóbulo del Valle. Entre danza y danza el tema común fue Quilmes y el 5 de enero de 1910 se casaron. Tuvieron tres hijos. Durante los veranos siguieron visitando este pueblo del sur hasta que en 1923 se establecieron en la quinta “El Refugio”, no por mucho tiempo ya que enfermo se trasladaron a una casa en Buenos Aires donde de Pol falleció en 1925.
Su hijo, que conservaba el recuerdo de los veranos de la infancia en la costa quilmeña, una vez que se recibió de escribano se radicó en Quilmes, se casó con Raquel Gouaillard y López Osornio, de familia de largo arraigo local, y tuvieron ocho hijos: María Florencia, Víctor María, María Raquel, María Verónica, Luis María, Patricio María, Enrique María y Esteban María. Los que dieron prolífica descendencia de esta familia a Quilmes.
Pareciera que virtualmente los cambios urbanos en nuestro país los concretan inmigrantes, pues hoy la transformación descomunal y desmedida que vive y sufre  Quilmes tiene como mano de obra, principalmente, a emigrados de las hermanas naciones de Paraguay y Bolivia

LUIS BOSSI
El edificio de la tercera municipalidad, levantado alrededor del año 1911, donde hoy se halla la Casa de la Cultura y el suntuoso Teatro Colón, de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos Cristóforo Colombo en la calle Hipólito Yrigoyen y Alsina, fueron obras de la empresa del constructor milanés Luis Bossi, bajo la dirección del arquitecto Federico Pío Collivadino.
La firma reunía lo más calificado de cada rubro de la construcción: albañiles, yeseros, frentistas, ebanistas, carpinteros, herreros, pintores, parquistas, que pusieron sus conocimientos y pericia en edificios que cambiaron el perfil chato del pueblo.
Don Luis Bossi había llegado a Quilmes procedente de La Plata en 1895, atraído por la pujanza que estaba tomando este pueblo y donde había mucha menos competencia que en la capital de la provincia que aún estaba en plena pujanza constructora.
Estaba casado con Luisa Recaltati, tuvieron nueve hijos: Francisco, Virgilio, Ercilio, José, Ángela, Juana, Luis, Victorio y Carlos Pascual. La casa familiar estaba en la esquina de 12 de Octubre y Sáenz Peña. Allí nació el menor de sus hijos, Carlos Pascual, el 30 de marzo de 1902 y allí se casaron en 1925, Victorio con Ana María Olivencia y Ercilio con Margarita Demarchi que con Francisco y José continuaron la huella paterna con la empresa Bossi & Hnos., que levantó en Quilmes y Berazategui numerosos y notorios edificios, casas y suntuosas residencias.

MANUEL DA SILVA
Mientras las paredes de la Casa de la Cultura se levantaban orgullosas en Rivadavia y Sarmiento, la magnífica puerta de ingreso y los restantes diseños en madera se estaban construyendo en una de las más importantes carpinterías, que desde 1900, había sobre la calle Rivadavia, entre Lavalle y Moreno.
Uno de los operarios fue Manuel da Silva, portugués llegado a América en 1909. Con 26 jóvenes años, oficio de carpintero y deseos de trabajar, arriba a nuestra ciudad. Manuel, como obrero especializado ingresó en esa carpintería.
En ese entonces se construía con pocas maquinarias y mucha mano de obra, trabajan un año en la "obra blanca", hermosas talladuras de caoba, de tres pulgadas de espesor, tres metros de altura y 1, 30 metros de ancho. Escaleras, puertas, ventanas, todo lleva el sello de un de­licado trabajo, del cual Manuel da Silva fue tenaz traba­jador y testigo.
Cuando la obra estuvo concluida el intendente José Augusto Otamendi, y autoridades locales, invitaron al personal de obra y carpintería a la inauguración que se realizó el 12 de setiembre de 1912.
Las dos hojas se abrieron y cerraron cientos de veces para dejar pasar autoridades, alumno y profesores de la Carlos Morel, visitantes de la Casa de la Cultura y, sin embargo, nada pudo deteriorar su impo­nencia, líneas y detalles.
Manuel da Silva en Lisboa había aprendido su oficio junto al maestro carpintero Jacinto de Oliveira. Des­de los 18 años se ganó el sustento con la madera. En Argentina encontró paz y felicidad, pero nunca alejó de su corazón a Portugal. Realizó varios viajes a su tierra, pero siempre volvió a Quilmes.
Adquirió un lote e hizo su casa en Vicente López y Benito Pérez Galdós, donde vivió con su esposa, María da Luz da Silva, y sus hijos Manuel y María. También trabajó en obras de carpintería en la Cervecería Quilmes.
Manuel da Silva, hijo, aprendió el oficio de su padre. Ocupó un importante puesto en la Cervecería y enseñó la especialidad en institutos de la zona. Con su es­posa, Elia Bertoia de da Silva, atesoró los diseños y maquetas de puertas, ventanas, escaleras rampantes, muebles, que realizó su padre don Manuel, cuyos originales existenten en edificios y casas de la ciudad; testimonio de una labor de más de 50 años.
La Casa de la Cultura es modelo de la arquitectura neoclásica de la época. Sus líneas, sus trabajos de carpintería, todo asombró a los pobladores del viejo Quilmes y hasta hoy sobrecoge su armonía y su imponencia.
Investigación Prof. Chalo Agnelli

NOTAS

[1] En La Plata, hizo el edificio para el Banco de la Provincia de Buenos Aires. V. Córdoba, Alberto O. “Juan A. Buschiazzo” Col. Grandes ítalo-argentinos. Asociación Dante Alighieri.  Bs. As. 1992.
[2] Rocca, Edgardo J. “Víctor de Pol” Colección “Grandes ítalo-argentinos Nº 12. Asociación Dante Aligieri – Buenos Aires. 1992
[3] Prof. María del Carmen Aizpurúa: “Inmigración italiana en Quilmes 1880-1910”. Conferencia dictada en el Colegio de Abogados, 13/8/2004.


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