lunes, 30 de abril de 2012

EL ALTRUISMO Y LA BATALLA CULTURAL (colaboración)

  Horacio Liñan

Cada vez que en la escuela nos hablaban de la vida de nuestros próceres, aparecía la ignota palabra: "altruismo"  y se aplicaba a la actitud de sacrificio personal de aquellos héroes en beneficio de sus semejantes y de la patria naciente, sin esperar nada a cambio.      Según la Real Academia Española, altruismo proviene del francés "altruisme" y significa: procurar el bien ajeno aún a costa del propio, es la preocupación desinteresada por el otro o los otros, es la antítesis del egoísmo. 
Se dice que el filósofo Augusto Comte acuñó la palabra "altruisme" en 1851, adoptada luego por el castellano.
¿A qué viene todo esto?  A que en la progresiva derrota cultural que sufrimos a manos del consumismo, de la voracidad sin límites contra todo recurso natural y humano, se fueron deteriorando también los mas altos valores acumulados por la humanidad: la solidaridad, la paz, los grandes ideales, la hermandad entre los pueblos, etc.
Gestos  y  actitudes positivas conviven con otras teñidas de especulaciones y acuerdos espurios para sostener una porción de poder.  Por un lado principios sanos y  generosos son empuñados por una parte de la sociedad que pone pasión y esfuerzo al servicio de un curso liberador.
Por otro lado la corrosiva política de  premiar esos esfuerzos  con prebendas  de todo tipo, confunde  lo que debe ser un deber de la conciencia, con la de pensar que todo esfuerzo debe tener una recompensa monetaria u otro tipo de ventajas. Por ese camino muere el altruismo y se opaca la reconstrucción de una mística emancipatoria. 
A pesar del repunte de la energía social, en general en todos los movimientos alternativos, falta  gente que aporte esfuerzo desinteresado.
Sobrevive la idea de que todo lo que  implique un esfuerzo mas allá del interés personal, es cosa del pasado, idea funcional  al pensamiento mercantilista de  los  años 90’.
 Los abnegados militantes de la cultura,  los sin becas, sin subsidios y  sin padrinos del poder ,  no hemos sabido mostrar que la batalla cultural debe entrañar una crítica potente a la impudicia del clientelismo, al amiguismo, a las estructuras políticas y/o sociales basadas en el entorno rentado  de funcionarios oficialistas u opositores y  sus “aportes” económicos  para sostener la “tropa propia” de  aliados, parientes, compañeros  y amigos. Estas prácticas  son moneda corriente, sobre los que se edifica el poder político desde hace décadas.     
Si ese andamiaje perverso no se destruye, no hay posibilidad de victoria real en la batalla cultural por una sociedad  plena y liberada.
Hace falta estimular en los jóvenes el cuestionamiento crítico, la búsqueda de la verdad y  la justicia, la lucha contra la naturalización de procederes enemigos de las actitudes altruistas de la militancia cultural, territorial y política.
 Sólo así  podremos desarrollar una base desde la cual proyectar sujetos activos de los cambios que propiciamos. 

                                                         Colaboración de  Horacio Liñan
                                          Publicado por la Revista Artenpie Nº 10 2ª Epoca (Nº 20)

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