En 1934 don José Andrés López [1] publicó un libro de misceláneas que develó el tanscurrir del Quilmes de la tercera fundación. Sus tradiciones, sus constumbres, su gente. Se titula "El Quilmes de antaño". Este es el capítulo donde describe los carnavales de esos años en que todo estaba por hacerse. Eran los años de su juventud, una juventud llena de inquitudes que diseñaron el perfil de un pueblo que supimos ser y se transformó irremediablemente después de la década de 1960.
CORSOS Y COMPARSAS |
ANTES de 1877,
Quilmes no festejaba el carnaval en forma peor ni mejor que lo hacía la mayor
parte de los pueblos de la provincia. Este año pudo señalarse como punto de
partida de una reacción dirigida a desplazar el ya decadente carnaval del agua
a balde y jarro, con variaciones de cáscaras de huevos y otros proyectiles.
La
novedad del corso, que en la Capital vecina desalojara al viejo carnaval,
traspuso al fin el Riachuelo de Barracas y llegó hasta nosotros.
Todos
convenían en la necesidad de adoptarlo, pero sin decidirse — ¡hacía tanta
fuerza la tradición!— hasta que un pequeño grupo de espíritus atrevidos,
cerrando los oídos a las voces del pesimismo, se empeñó en que Quilmes había de
tener corso.
Para
dar aliento a los atrevidos, otros, que no lo eran menos, organizaron con tanto
entusiasmo como rapidez una estudiantina, denominada "El Trueno", presidida por un
cordobés y médico distinguido, el doctor Salomé Luque. Sus elementos, empero,
eran en su gran mayoría españoles, circunstancia auspiciosa SINDO como es la
estudiantina manifestación feliz del espíritu jocundo de la raza.
Un
versificador local escribió la marcha, que puso en música el profesor señor
Barrera, y muchas de sus oportunas coplas eran fruto de la facundia poética de
su vice-presidente, el señor Máximo Garay, cuya sangre bullía, así como su
numen, al entusiasta calor de la trilogía de la alegría española: jota,
pandereta y castañuelas.
Hecha
con espíritu optimista, la estadística de carruajes y carros de lodo género que
adornados (ad libitum) formarían el corso, el resultado fue satisfactorio.
Si
por ese lado se clareaban las perspectivas del corso, por el de la luz aquello
no podía ser más obscuro, y no había forma de clarearlo con los tres faroles a
petróleo que en cada cuadra había para el alumbrado público.
El
socorrido recurso de los faroles de colores, si por su policromía podía dar
encanto a la vista, no daba luz.
Era
necesario conformarse con la única que se tenía, la del sol, y el corso que se
iniciaría a las cinco da la tarde, terminaría con las últimas claridades de
aquél.
Y
como era esta la única solución posible, con ella se conformó la comisión,
formada por los señores Carlos Casavalle, Mariano Solía, Pedro Risso, Salomé
Luque, Máximo Garay, Jorge Bate, Roberto Muir y Francisco Younger, estos tres
de la colectividad británica, y con ella todo el mundo.
No
había comparsas, como el carnaval en acción no las improvisara, fuera de la
estudiantina "El Trueno"; pero, por la muestra del entusiasmo que a
la calle salía, tampoco eran necesarias otras.
La
comisión hizo adornar carnavalescamente la calle Rivadavia, de la Plaza a la
Estación, que era el recorrido asignado al corso, y varios vecinos hicieron
otro tanto con los frentes de sus fincas.
Desde
algunas horas antes de la oficial para que empezara el corso, había en la calle
una animación que crecía a medida que la esperada hora se aproximaba.
El
corso empezó oficialmente a las cinco y terminó a las ocho, disuelto por la
obscuridad. La estudiantina fue objeto de las más entusiastas manifestaciones populares
y de amables agasajos sociales.
Para
recibirla, se abrieron por la noche el salón municipal y los de los vecinos
señores, Carlos Casavalle, Maldonado de Marull, Udaeta, Wilde, Baranda de Risso,
Rodríguez, etc.
Pero,
si durante el carnaval brilló este en el cielo de la alegría del vivir como
magnífico planeta, su vida, fue la de fugaz meteoro, y se extinguió pasado
aquel.
Se
diría que aquel ensayo de torso había agotado todas las energías sociales y al
año siguiente no bufeo ni corso ni comparsas, como no demos ese nombre a lo que
un grupo de conocidos jóvenes: Indalecio Sánchez, José María Rubio, José A.
López, Carlos Rubio, Rodolfo Luís Vega, Dalmiro Rubio, Miguel R. Machado,
Celestino H. Risso, etc., organizó, simulando un ferrocarril en marcha,
dirigido a satirizar por el ridículo al nuestro.
Estaba
representada la tal parodia por una fila de esqueléticas cabalgaduras, unidas
entre sí a guisa de coches de ferrocarril, tirados por una locomotora (el más
escuálido de los jamelgos), que apenas arrancaba, y cuando lo hacía, era para
descarrilar al poco trecho. Esto, y las interminables pavadas en cada una de
las muchas estaciones, provocaba la protesta airada de los pasajeros, con
excepción de los ingleses, une soportaban aquello resignados, como si por ser el
capital inglés, lo demás tuviera sus propias excelencias.
Aquella
comparsa, analizada en su satírica intención, lo mismo comprendía la marcha de
nuestro ferrocarril, que la de nuestra administración y progreso.
Al
año siguiente, desde varias semanas antes del carnaval, se observaron sintonías
favorables de esfuerzos, en el sentido de salir de la depresión producida en la
curva de los tradicionales festejos. Un grupo de jovencitos, casi niños aún,
presididos por el hoy conocido martillero Publio C. Massini, y que llevaban los
conocidos apellidos de Massini, Otamendi. Labourt Matienzo. Ithuralde,
Rodríguez, Garay, etc… habían organizado una comparsa juvenil que llamaron “Los
Negros Bonitos”.
De
sus canciones haremos aquí una muestra, reproduciendo el coro y una de las
estrofas.
CORO
Abran
las puertas
bellas
quilmeñas,
blancas,
morenas,
rubias,
trigueñas,
que
los negritos
van
a cantar
estos
versitos
de
carnaval.
¡Somos
los Negros Bonitos
que
venimos a cantar.
Todos,
a cual más chiquitos,
en
obsequio al Carnaval.
Si
acaso nuestras canciones
del
agrado vuestro son,
por
un beso las ponemos
a
vuestra disposición!
La
iniciativa de ellos encontró eco simpático entre ellas, y bajo la presidencia
de la niña Ercilia Matallana se organizó otra comparsa, igualmente juvenil, con
personitas que llevaban los más calificados apellidos.
La
llamaron "El Porvenir de Quilmes", y sus versos, letra del
versificador que escribiera los anteriores, y música del entones joven
Barrera, decían así:
Unamos nuestras voces,
y en coro angelical
unísonas, cantemos
al loco carnaval.
CORO
¡Tiernos
pimpollos
de
ese vergel
somos,
y un día
seremos
de él
fragantes
flores
de
suave aroma,
de
donde el nardo
el suyo toma.
Del porvenir de Quilmes
somos
la imagen fiel;
en
nosotras entraña
el
mañana de aquél.
Que
escrito está en el libro
del
mundo, que ha de ser,
de
sus destinos dueña
la
que fué niña ayer.
Para
honrar dignamente a estas simpáticas comparsas, se organizó el segundo corso,
por el patrón del primero, y ellas, como antes "La Estudiantina", le dieron brillo, animación y encanto,
arrancando a su paso cálidos aplausos, y siendo objeto de las más delicadas
atenciones de parte de las familias, que solicitaban su visita, o que la
recibían por deferente iniciativa de los visitantes.
Para
mejor obsequiarlas se dieron en su honor recepciones y bailes en casa de los
señores Francisco Rodríguez y Carlos Casavalle y doctor José A. Wilde.
Para
despedir dignamente al carnaval, la víspera de su entierro tuvo lugar en los
salones de la Municipalidad un baile, que fue sin duda, el mejor de los muchos
buenos de que guarda memoria la crónica socia! de la época.
La
sociedad carnavalesca "La Africana"
y "Los Turcos de Barracas"
se disputaban entonces en los corsos de la Capital los laureles de Momo, con
los que iban cargados sus respectivos estandartes, con evidente orgullo de
aquellos que los ganaran.
Especialmente
invitada, "La Africana"
concurrió al bailé en número no inferior de ochenta socios, música, estandarte
y banderas.
Concurrieron
también "El Porvenir de Quilmes"
y "Los Negros Bonitos",
todo lo cual dio a la reunión, de suyo hermosa, pintoresco realce.
Una
comisión formada por las señoritas Carmen y Lola García y Carmen y Rita
Faggiano, por medio de una colecta, reunió los fondos necesarios para adquirir
una artística corona, con que obsequiar a "La Africana", y otra de flores naturales destinada a su presidente,
el joven Juan Gianetti.
En
uno de los intervalos de la danza, tuvo lugar la entrega de las coronas, acto
no despojado de emoción y simpático colorido.
Las
dos juveniles comparsas y este final, salvaron la memoria del corso y carnaval,
que tampoco tuvo otra cosa digna de ser recordada.
Pasado
aquél, se disolvieron las dos comparsas que lo animaron, como lo hiciera "la estudiantina" dos años atrás,
sin que vinieran otras a sustituirlas, y durante varios años el carnaval se
distinguió por su insípida vulgaridad. Es que al corso, como a todos los
espectáculos de ficción, la luz solar los perjudica. Y un corso de carnaval a
la luz del sol, sin máscaras ni comparsas, ni es corso ni es carnaval.
Una
comisión hubo que creyó haber resuelto el problema de la luz, con el empleo de
unos grandes antorchones a petróleo denominados "sol", pero que si se llamaban así no era, sin duda, por lo que
alumbraban.
En
los ensayos preliminares llegó a creerse pudieran ser eficaces; pero con la
práctica vino el desencanto, y el fracaso de las antorchas trajo, como natural
corolario, el del corso.
Por
fin Cassels y Beaucire establecieron la usina productora de corriente
eléctrica.
Desde
entonces, si el carnaval decae, si el corso carece de lucimiento y
originalidad, la culpa no es la falta de luz como sucedía antaño.
VER: http://elquilmero.blogspot.com.ar/2009/06/el-intendente-jose-andres-lopez.html
2 comentarios:
Norma Alicia Clementi comenta: "En el año 1953, se hacian los corsos en la calle 9 de Julio de Bernal y 12 de Octubre de Quilmes....y salí reina del corso de Bernal, no por lo linda, sino por el traje de dama antigua que me hizo mi tía y en el de 12 de Octubre obtuve el primer premio, y recuerdo perfectamente, cuando nos llevaron al Q. A.C., Clavelito Andragnez, hizo parar la orquesta de mi tio Cafiero Clementi y Tesei y dijo: "paren la música, llega la reina y el rey"...nos llevaron en carroza. Gracias maestro, muy bellos recuerdos.
No soy de quilmes , soy nacida en bernal, me casè con un quilmeño y mi suegro era Carlos Amoruso muy conocido, y con respecto al carnaval tambièn me comentò mi suegra Nèlida Morales y mi suegro que cuando llegaban al carnaval con sus tres hijos, Daniel, Claudio y Marcela, Clavelito Andragnez hacìa un comentario por el micròfono refieriendose a la llegada de la familia Amoruso entre risas y algarabìa de todos los presentes =) si mal no recuerdo era por av. Rivadavia donde tambièn yo concurria con mi familia o en 12 de Octubre, hermosos recuerdos donde era para toda la familia y que se disfrutaba al màximo.
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