Cuando para entrar en política era necesario pertenecer a
alguna familia acaudalada o militar, o tener un título universitario -abogado y
médico en especial -, la aparición en el escenario público de Francisco Cúneo
fue sorprendente. ¡Un técnico electricista, un hombre humilde, de barrio!
Eran épocas de cambio en la Argentina del nuevo siglo: épocas de inmigración, de surgimiento de la clase obrera y expansión de la clase media. El partido conservador digitaba los destinos del país. En 1904, en las únicas elecciones llevadas a cabo por el sistema de circunscripciones en la Capital Federal, ganó en el barrio de La Boca el doctor Alfredo Palacios, que así se convirtió en el primer diputado socialista. Pocos años después, en 1912, el voto secreto y obligatorio, promovido por el presidente Roque Sáenz Peña, permitió el ingreso de nueva sangre a los estrados decisorios.
Eran épocas de cambio en la Argentina del nuevo siglo: épocas de inmigración, de surgimiento de la clase obrera y expansión de la clase media. El partido conservador digitaba los destinos del país. En 1904, en las únicas elecciones llevadas a cabo por el sistema de circunscripciones en la Capital Federal, ganó en el barrio de La Boca el doctor Alfredo Palacios, que así se convirtió en el primer diputado socialista. Pocos años después, en 1912, el voto secreto y obligatorio, promovido por el presidente Roque Sáenz Peña, permitió el ingreso de nueva sangre a los estrados decisorios.
El mes de noviembre de 1902, el
gremio de panaderos llamó a paro bajo el reclamo de una mejora salarial,
la disminución de las largas horas de trabajo y mejores condiciones
laborales. La respuesta del gobierno fue una brutal
represión. Acto seguido y a modo de solidaridad los obreros portuarios
porteños paralizaron sus actividades, originando el cese de las
operaciones en el puerto de Buenos Aires, el más importante del país. Ante este panorama, la anarquista Federación Obrera Argentina (FOA) llamó a huelga el 20 de noviembre, agregando a los reclamos el rechazo a la Ley de Residencia. Al día siguiente, la huelga se conformó en un éxito inédito para la
historia del país, sorprendieron al
mismo gobierno, dada la presencia de veinte mil obreros en paro y en las
calles. Siguieron a esta la huelga de estibadores del puerto Ingeniero Guillermo White, en 1907 y la Semana Roja de 1909.
El terreno estaba preparado para el salto de
Francisco Cúneo que gozaba de prestigio por su sabiduría práctica en el campo
de la electricidad. Curiosamente, no solo impulsó la promulgación de nuevas
leyes de reivindicación obrera, sino también creó un sistema para conteo en la
votación que aún se utiliza.
POLÍTICO, GREMIALISTA
Y COOPERATIVISTA
En 1875, nació en Buenos Aires Francisco Cúneo. En una época
en que prevalecía el analfabetismo se educó en una escuela estatal y al poco
tiempo ingresó al colegio salesiano Pío IX de Artes y Oficios del barrio de
Almagro, el mismo que tuvo como alumno a su futuro compañero en la Cámara de
Diputados de la Nación el Dr. Nicolás Repetto. En esa institución Cúneo terminó
sus estudios de mecánico electricista
Afiliado desde muy joven al Partido Socialista, se muda en
1907 a Bernal, donde construye su
propia casa en la calle 9 de Julio
mientras trabaja en la papelera Celulosa
Argentina, cerca de su domicilio; donde desarrolló actividades sindicales.
Creó el primer Centro Socialista de Bernal, fue cooperativista y en 1909, fundó
en Quilmes el periódico “El Ariete” [1] para difundir las
ideas de su partido. Este medio de prensa fue
contemporáneo de los periódicos conservadores "El Platense" o ''La Comuna". El primer número
apareció el
día 5 de Julio de 1909, publicaba ediciones extraordinarias los días 1º de Mayo. En esta hoja, que es la segunda por su
antigüedad en el periodismo quilmeño de comienzos del siglo XX, colaboraban: Humberto Barraza, Luis Ricagno, Antonio Zamora, José M.
Lemos, Luchelli, Gallo y muchos otros. Fue un periódico de combate,
sostenía airosamente en su redacción por Jorge Silvia y Raimundo Cavagnolo. En 1927, se habían publicado 615 números.
También se le debe la creación de la biblioteca “Agustín Álvarez”, en 1916, la primera de
Bernal; que perduró hasta 1970 con varias clausuras durante los sucesivos
gobiernos de facto. [2]
Cúneo asume como diputado nacional en 1914. Es el cuarto más votado en la Capital Federal (43.094), precedido por sus colegas socialistas Nicolás Repetto, Mario Bravo y Antonio de Tomasso y superando a los también socialistas Ángel Giménez y Antonio Zaccagnini. Los últimos tres porteños en entrar a la legislatura eran los radicales Castellanos, De Veiga y Le Bretón.
Enseguida, Cúneo propone la creación de la Comisión de Legislación del Trabajo, que quedará conformada en 1920. La oportunidad de alcanzar esta posición legislativa la aprovecha al máximo proyectando ideas, como la liberación de derechos aduaneros a la importación de carne fresca y ganado en pie, el cierre de comercios a las 20 (se hará ley en 1934) y normas de seguridad e higiene en el trabajo (1917). Además suscribe el proyecto de ley de exploración y explotación de yacimientos petrolíferos situados dentro y fuera de las reservas fiscales (1914), y presenta el proyecto de ley que prohíbe a las empresas de servicios públicos o de cualquier otra naturaleza la imposición a sus obreros y empleados de constituir asociaciones o comités o firmar petitorios de apoyo o de combate de iniciativas o proyectos de cualquier naturaleza (1915). En 1916 impulsa la idea de declarar feriado al primero de mayo, recordando que él había estado en la primera celebración de este día en la Argentina en 1890. Se discute el tema y en 1925 se lo oficializa.
Viendo que no siempre el recuento de las votaciones en el recinto se ajustaba a la realidad, propone en 1915 el uso de un procedimiento electromecánico con un letrero luminoso donde se establecía la cantidad de diputados presentes y el número de votos afirmativos y negativos. El proyecto le pertenecía ya que Cúneo era técnico electrónico, pero, no obstante, dos años más tarde promovió la apertura de un concurso y el llamado a licitación. La cámara aprobó su proyecto, pero recién en 1938 se implantó el sistema que actualmente se utiliza.
Cúneo asume como diputado nacional en 1914. Es el cuarto más votado en la Capital Federal (43.094), precedido por sus colegas socialistas Nicolás Repetto, Mario Bravo y Antonio de Tomasso y superando a los también socialistas Ángel Giménez y Antonio Zaccagnini. Los últimos tres porteños en entrar a la legislatura eran los radicales Castellanos, De Veiga y Le Bretón.
Enseguida, Cúneo propone la creación de la Comisión de Legislación del Trabajo, que quedará conformada en 1920. La oportunidad de alcanzar esta posición legislativa la aprovecha al máximo proyectando ideas, como la liberación de derechos aduaneros a la importación de carne fresca y ganado en pie, el cierre de comercios a las 20 (se hará ley en 1934) y normas de seguridad e higiene en el trabajo (1917). Además suscribe el proyecto de ley de exploración y explotación de yacimientos petrolíferos situados dentro y fuera de las reservas fiscales (1914), y presenta el proyecto de ley que prohíbe a las empresas de servicios públicos o de cualquier otra naturaleza la imposición a sus obreros y empleados de constituir asociaciones o comités o firmar petitorios de apoyo o de combate de iniciativas o proyectos de cualquier naturaleza (1915). En 1916 impulsa la idea de declarar feriado al primero de mayo, recordando que él había estado en la primera celebración de este día en la Argentina en 1890. Se discute el tema y en 1925 se lo oficializa.
Viendo que no siempre el recuento de las votaciones en el recinto se ajustaba a la realidad, propone en 1915 el uso de un procedimiento electromecánico con un letrero luminoso donde se establecía la cantidad de diputados presentes y el número de votos afirmativos y negativos. El proyecto le pertenecía ya que Cúneo era técnico electrónico, pero, no obstante, dos años más tarde promovió la apertura de un concurso y el llamado a licitación. La cámara aprobó su proyecto, pero recién en 1938 se implantó el sistema que actualmente se utiliza.
INVENTOR
El centenario de la Revolución de Mayo fue una excelente
excusa para mostrar la creciente Argentina de entonces. Además de los festejos
en el quinto mes de 1910, en julio de ese año se celebró la Exposición Internacional de Ferrocarriles y
Transportes Terrestres. Era el momento y el lugar justo. Francisco Cúneo
tenía un proyecto interesante para mostrar, el anunciador electro automático para evitar choque de trenes. No
contaba con suficiente dinero para pagar los derechos de expositor, pero
solicitó a la comisión organizadora que lo eximieran y así logró su cometido.
El aparato ayudaría a mermar el número de accidentes ferroviarios siempre que las empresas transportistas lo adoptaran con un costo “insignificante comparado con los perjuicios morales y materiales que se evitarían”.
Para esto, Cúneo preparó una maqueta en la que exhibía al público y al jurado de honor las bondades de su proyecto. El trabajo lo hizo en la Compañía General de Fósforos. La fábrica de cigarrillos y habanos Monterrey le facilitó el dinero para sus folletos. La labor fue ardua, no sólo en la construcción de la miniatura sino también en la preparación minuciosa de los planos, cuyos originales aún se conservan. Los periódicos siguieron de cerca la exposición y a los expositores y, por caso, La Argentina, La Nación y El Diario cuentan acerca del éxito del aparato de Cúneo en el citado encuentro.
Por medio de lámparas y campanillas eléctricas, que pueden accionarse simultáneamente, la locomotora en marcha anunciará su paso a uno o más kilómetros de las estaciones o paso a nivel. El aviso sólo se detendrá automáticamente una vez que el tren haya pasado. Cúneo remarca lo de “automáticamente”, porque esto eludía la necesidad de tener una persona atendiendo el sistema con el costo y la falibilidad que acarrea.
Además había un camino inverso: los días de niebla, cuando el conductor de la locomotora no puede ver las luces o señales de los semáforos, se le informará si la vía está ocupada, también por medio de luces y campanillas.
En las estaciones, además, se agregará un cartel luminoso que indicará de dónde viene el tren, a dónde va y en qué estaciones de ese trayecto parará. Incluso, llegando a un verdadero extremo de seguridad para la época, si dos trenes se enfrentan accidentalmente por la misma vía, no solo recibirán el anuncio del peligro, visual y sonoro, sino que las locomotoras se detendrán de inmediato sin intervención del personal de conducción.
En la ocasión presentó al comisario general de la Exposición, ingeniero Juan Pelleschi, un petitorio con el objetivo de que el jurado presencie las operaciones en su maqueta, pues merecía un examen bien prolijo tras el enorme sacrificio que había realizado, y obtuviera así una recompensa como inventor que sirva a su vez de estímulo “para que otros obreros apliquen sus aptitudes a algo que, honrándose a sí mismos, honren también al país”. Así obtuvo la Medalla de Oro y Diploma de Honor.
El aparato ayudaría a mermar el número de accidentes ferroviarios siempre que las empresas transportistas lo adoptaran con un costo “insignificante comparado con los perjuicios morales y materiales que se evitarían”.
Para esto, Cúneo preparó una maqueta en la que exhibía al público y al jurado de honor las bondades de su proyecto. El trabajo lo hizo en la Compañía General de Fósforos. La fábrica de cigarrillos y habanos Monterrey le facilitó el dinero para sus folletos. La labor fue ardua, no sólo en la construcción de la miniatura sino también en la preparación minuciosa de los planos, cuyos originales aún se conservan. Los periódicos siguieron de cerca la exposición y a los expositores y, por caso, La Argentina, La Nación y El Diario cuentan acerca del éxito del aparato de Cúneo en el citado encuentro.
Por medio de lámparas y campanillas eléctricas, que pueden accionarse simultáneamente, la locomotora en marcha anunciará su paso a uno o más kilómetros de las estaciones o paso a nivel. El aviso sólo se detendrá automáticamente una vez que el tren haya pasado. Cúneo remarca lo de “automáticamente”, porque esto eludía la necesidad de tener una persona atendiendo el sistema con el costo y la falibilidad que acarrea.
Además había un camino inverso: los días de niebla, cuando el conductor de la locomotora no puede ver las luces o señales de los semáforos, se le informará si la vía está ocupada, también por medio de luces y campanillas.
En las estaciones, además, se agregará un cartel luminoso que indicará de dónde viene el tren, a dónde va y en qué estaciones de ese trayecto parará. Incluso, llegando a un verdadero extremo de seguridad para la época, si dos trenes se enfrentan accidentalmente por la misma vía, no solo recibirán el anuncio del peligro, visual y sonoro, sino que las locomotoras se detendrán de inmediato sin intervención del personal de conducción.
En la ocasión presentó al comisario general de la Exposición, ingeniero Juan Pelleschi, un petitorio con el objetivo de que el jurado presencie las operaciones en su maqueta, pues merecía un examen bien prolijo tras el enorme sacrificio que había realizado, y obtuviera así una recompensa como inventor que sirva a su vez de estímulo “para que otros obreros apliquen sus aptitudes a algo que, honrándose a sí mismos, honren también al país”. Así obtuvo la Medalla de Oro y Diploma de Honor.
Tiempo después fue entrevistado por la revista Caras y Caretas. En una nota sobre los
inventos afirma que, además de los millares de patentes de invención (la suya
era la 7740), hay muchos obreros que no podían avanzar en sus investigaciones
debido a la falta de dinero y que intentaría conseguir en diputados un
presupuesto para crear un instituto de experimentación. En ese momento estaba
trabajando en el proyecto de un aparato para evitar accidentes de aviación.
Una carta que obra en poder de su nieto muestra que, medio año más tarde que la exposición, en junio de 1911, Cúneo se dirige al ingeniero principal de la Administración General de los Ferrocarriles del Estado enviándole los dibujos o planos de su invento más los costos de las piezas que, con los gastos de “instalación, viage (sic), estadía, etc, no excedería en mucho a la suma de 6.000 pesos”. El manuscrito termina con sus deseos de obtener el apoyo del gobierno “de mi país de acuerdo con lo expresado al Sr. Diputado Nacional Don Manuel B. Gonnet por el Excmo. Sr. Ministro de Obras Públicas de la Nación”. No se sabe si estas gestiones prosperaron.
Una carta que obra en poder de su nieto muestra que, medio año más tarde que la exposición, en junio de 1911, Cúneo se dirige al ingeniero principal de la Administración General de los Ferrocarriles del Estado enviándole los dibujos o planos de su invento más los costos de las piezas que, con los gastos de “instalación, viage (sic), estadía, etc, no excedería en mucho a la suma de 6.000 pesos”. El manuscrito termina con sus deseos de obtener el apoyo del gobierno “de mi país de acuerdo con lo expresado al Sr. Diputado Nacional Don Manuel B. Gonnet por el Excmo. Sr. Ministro de Obras Públicas de la Nación”. No se sabe si estas gestiones prosperaron.
LA LEY SÁENZ PEÑA
Francisco Cúneo fue diputado hasta 1917. Durante ese período
siguió trabajando en la fábrica de papel y donaba sus ingresos estatales al
partido socialista. En marzo de 1918 integró con Nicolás Repetto la fórmula del partido Socialista que ocupó el
tercer lugar en las primeras elecciones bajo la Ley Sáenz Peña para gobernador
de la provincia de Buenos Aires. En octubre, ocupó una banca en el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos
Aires hasta su muerte. Sobre 28
concejales electos, el partido Socialista aportó diez, entre los que se
encontraban, además del inventor, figuras de la talla de los doctores Adolfo Dickmann
y Ángel Giménez. En esta función trabajó duro para la construcción de obras de
saneamiento, higiene y trabajo en la capital como así también la provisión de
ropas para escolares. Los detalles de su extraordinario aporte legislativo pueden verse
en el libro de Juan Antonio Solari, publicado a un siglo de su nacimiento.
DECESO TEMPRANO
Cúneo falleció en Córdoba el 14 de noviembre de 1920, tenía sólo 45 años. Sus
restos fueron trasladados en tren hasta Retiro y luego velados en el local
socialista de la calle México al 2000. Si bien la compañía de tranvías Lacroze
había dispuesto treinta coches para llevar su cadáver y el cortejo fúnebre
hasta el cementerio de Chacarita, los socialistas cargaron el cajón a pulso
hasta Rivadavia y Junín, donde estaba la sede del Comité Ejecutivo Nacional del
Partido Socialista, y recién allí fue cargado en la carroza mortuoria.
Pese a su corta vida, su obra política y sus inventos se perpetuaron hasta nuestros días. Así como Alfredo Palacios fue el primer diputado socialista de América, Cúneo y el ferroviario Antonio Zaccagnini fueron los primeros obreros socialistas que llegaron a diputados nacionales.
Pese a su corta vida, su obra política y sus inventos se perpetuaron hasta nuestros días. Así como Alfredo Palacios fue el primer diputado socialista de América, Cúneo y el ferroviario Antonio Zaccagnini fueron los primeros obreros socialistas que llegaron a diputados nacionales.
Era un orador certero, contundente, directo; no abundaba en remilgos retóricos ni en adjetivación florida; breve, pero sustancioso, sin fraseo demagógico"; escribió de él en El Ariete, el profesor Luis Ricagno en 1945, en el 25º aniversario de su muerte.
Escribió el historiador de Bernal don
Felipe Firpo, quien conoció a Luis, uno de sus hijos: “Cúneo tuvo en su vida una conducta ejemplar y de fidelidad a sus
ideales.” Sus
descendientes viven en Bernal y Don Bosco.
Una calle porteña del barrio de Villa Real lo recuerda desde
1933, no así en Bernal.
Compilación Chalo Agnelli
FUENTES
Firpo, Felipe Jorge. “Recuerdos del viejo Bernal”. El Monje Editor. 1992
Santillán, Diego A. de. “Gran Enciclopedia Argentina”. EDIAR Soc. Anon. Editores. Buenos
Aires, 1956. Tomo II - Pág.524.
Solari, Juan Antonio. "Francisco Cúneo, un obrero socialista en el parlamento argentino." Editorial Afirmación, 1975.
NOTA
No hay comentarios:
Publicar un comentario