ALGUNAS REFLEXIONES PERSONALES SOBRE SU INCIDENCIA POLÍTICA Y SOCIAL, SU UTILIDAD Y ENSEÑANZA
Por Ariel Ghizzardi
Estamos regidos por el pasado, aunque si miramos a nuestro alrededor, nadie parece comprenderlo. Sucede que, excepto algunos pocos, no somos concientes del poder del pasado. Pero si nos paramos a pensar en ello, veremos que el pasado ha sido siempre más importante que el presente. El presente es como una isla de coral que asoma sobre el agua, pero que se asienta sobre millones de corales muertos bajo la superficie que nadie ve. Análogamente, nuestro mundo cotidiano se asienta sobre millones y millones de acontecimientos y decisiones que tuvieron lugar en el pasado. Y lo que cada uno individualmente añade en el presente, carece de la menor trascendencia.
Como nos dice Juan B. Justo, “El presente es un momento fugaz. Salimos continuamente del pasado, entramos a cada instante en el porvenir.” [1] Y ese pasado del que estamos saliendo constantemente es un enorme territorio que la mayoría desconoce.
Rara vez pensamos que ese pasado ha contenido múltiples promesas de futuro - futuro que es nuestro presente y también nuestro porvenir - pero que solo una de ellas se ha realizado: es en la que estamos viviendo. Como dice Arnold J. Toynbee, un historiador británico que fue famoso durante algunos años del siglo XX: “La transformación del pasado en futuro es el proceso que hace posible una sola de estas múltiples posibilidades y que deja en el limbo el resto de ellas”[2] ¿Por qué esa posibilidad se convierte en presente y no alguna de las otras? La respuesta está escondida en ese pasado que ignoramos.
Pensemos en un ejemplo de la vida cotidiana: un adolescente desayuna y luego va a un comercio a comprar el nuevo CD de su grupo favorito. El chico cree que vive en un momento moderno, en un puro presente.
Pero ¿Quién ha definido que es un “grupo”? ¿Quién ha definido que es un “comercio”? ¿Quién ha definido que es un “adolescente”? ¿O un “desayuno”? ¿O la religión que practica, la ropa que viste, lo que debe o no comer? Por no hablar de todo lo demás, del entorno social de ese chico: la familia, los estudios, el transporte, el gobierno, las leyes... eso que llamamos la cultura a la que pertenecemos. En resumidas cuentas, la sociedad en que vivimos. ¿Nos preguntamos alguna vez cómo se decidió todo eso? Casi nunca.
Nada de eso se ha decidido en el presente. La mayor parte se decidió hace muchos años. Cien años, quinientos, mil años. Algunas cosas, hace decenas de miles de años. ¿Quiénes, cómo y por qué lo decidieron?
Pensemos que nuestra historia, la de los humanos, comienza hace mucho tiempo y es consecuencia de la interacción del hombre con la naturaleza. Como dice George Novack, “La formación, reforma y transformación de las estructuras sociales durante el último millón de años no puede entenderse recurriendo a ningún ser sobrenatural, a factores ideales, a mezquinas causas personales o a causas invariables. El hombre se hizo a sí mismo, actuando sobre la naturaleza y cambiando sus elementos para satisfacer sus necesidades mediante el trabajo. El desarrollo posterior y la diversificación del proceso del trabajo desde el salvajismo hasta nuestra civilización actual ha continuado transformando sus aptitudes y características.” [3]
Somos, pues, la suma de los actos de nuestros antepasados - desde los más remotos a los más cercanos - en la lucha con la naturaleza para obtener de ella lo necesario para la vida humana. A lo largo de la misma, en forma colectiva, se fueron construyendo las diversas formas de organización social que en el transcurso del tiempo tuvo la humanidad.
¿De qué nos puede servir la historia, entonces? Siguiendo a José Luis Romero, podríamos decir de ella que: “...maestra debía ser - y seguir siendo - porque es capaz de enseñar a pensar históricamente y de descubrir al hombre lo que posee sin saber que lo posee.”[4] Y eso que poseemos, sin saberlo, y que nos moldea sin que nos demos cuenta, es el pasado.
Ese chico del que venimos hablando - y todos nosotros - está y estamos sentados sobre una montaña de pasado. Y no se da cuenta de ello. Su vida se rige por aquello que nunca ve, en lo que nunca piensa, que ni siquiera conoce. Es una forma de coerción que se acepta sin cuestionamientos. Con casi toda la actividad humana pasa lo mismo. No sabemos, por que se nos ha ocultado, que "... El presente incluye todo el pasado”,[5] tal como lo expresara Antonio Gramsci.
Siguiendo con el mismo chico, vemos que se muestra escéptico ante otras formas de control: las restricciones paternas, los reglamentos escolares, la publicidad política, las leyes. En cambio, el dominio invisible del pasado, que gobierna casi toda en su vida, no lo pone en tela de juicio. No conoce la historia, no conoce el pasado, y por lo tanto no conoce el presente, si aceptamos que conocer es explicar por razones. Lo mismo que la mayoría de los adultos.
Pero al hablar de historia, debemos recordar que esta palabra designa “...el proceso de la investigación en el pasado del hombre en sociedad”,[6] tal como lo dice otro historiador británico, Edward H. Carr: “Los hechos históricos son, por supuesto, hechos acerca de individuos, mas no de acciones de individuos llevadas a cabo aisladamente ... Son hechos acerca de las relaciones existentes entre los individuos en el seno de la sociedad ...”[7] Lo que deja en claro el escaso papel de los “grandes hombres” en el desarrollo de los acontecimientos históricos.
Pero nos es imposible olvidar el pasado, recordarlo es una ventaja evolutiva para los humanos como especie. La suerte de la especie no puede depender del redescubrimiento de la cultura por cada generación.
No es posible escapar a este control si no se puede conectar activamente la vida actual con ciertos condicionamientos sociales que proceden del pasado, sin darse cuenta de que lo que pasa en la vida actual está relacionado con cierto tipo de constricciones cuyas raíces se hunden en el pasado remoto. Estas constricciones pocas veces actúan por medios materiales, tal como la violencia física: el control se ejerce casi siempre a través de un programa interiorizado que naturaliza el hecho de que las cosas son como son. Se transforman en habituales. Así, tal como lo dice Ángel J. Cappelletti hablando sobre la idea de la libertad en el Renacimiento "... la primer causa de la servidumbre (y más concretamente, de la sociedad dividida entre gobernantes y gobernados o, en otras palabras, del Estado), es el hábito.”[8] Es decir que hemos aceptado como natural a la sociedad dividida en clases, en la que existen pobres y ricos, explotados y explotadores, y por último, la existencia de un Estado al servicio de los poderosos.
Entre esas cosas naturalizadas está el resistirse a conocer lo que contradice ese programa. La experiencia y las investigaciones en el campo de las ciencias sociales proveen suficiente evidencia como para suponer con cierto margen de seguridad que la resistencia a conocer está ligada profundamente a diferentes prohibiciones sociales que pesan sobre el conocimiento. El conocimiento está ligado al cuestionamiento y la crítica social y por eso es peligroso.
¿Y, entonces, no podemos hacer nada desde nuestro presente/isla? Bien, podemos bucear para ver lo que hay bajo la superficie, podemos penetrar el suelo del presente buscando los restos del pasado que mantienen en su lugar a nuestra cultura y ver de qué está hecho. Podemos pensar por qué y cómo y quiénes intervinieron y cuándo y dónde pasaron las cosas, podemos conocerlo, podemos investigar nuestra historia Y así entender por qué las cosas son como son, qué configuró esta isla/cultura/presente en la que vivimos.
Pensemos en un problema técnico o social cualquiera, que este ocurriendo en este momento; lo vemos, podemos describirlo, casi, es como sacarle una fotografía y, aún más, a partir de ella, podemos intentar un diagnóstico y una solución, pero ¿será el diagnóstico acertado? ¿A partir de él podremos hallar la solución correcta, la que acabe con el problema con menor costo y esfuerzo, sin causar perjuicios?
Pensemos un poco más. La detallada descripción de un fenómeno - no importa dentro de que campo esté situado - solo nos indica la situación actual. No nos dice casi nada con respecto a cómo y por qué se llegó a esta situación. No tenemos bases firmes para la correcta solución del problema; nos falta conocer el cómo y el por qué, sin los cuales difícilmente lleguemos a una solución acertada. Un intento de remediar la situación/problema puede llevarnos a tomar medidas incompatibles con el proceso que lo ha causado. No podemos resolver un problema a partir de una visión “fotográfica” del mismo: necesitamos ver la película que nos explique cómo y por qué se llego a esta escena. Y para la sociedad humana y sus problemas, la película se llama historia.
Por eso mismo, el conocimiento del pasado - eso a lo que llamamos historia - es la herramienta social más poderosa que posee la humanidad. La historia no es una relación desapasionada de acontecimientos. Ni es el patio de recreo de los académicos que sobre ella discuten. Ni su finalidad es que obtengamos un conocimiento que es mero adorno o fuente de prestigio.
La finalidad de la historia es explicar el presente, decir por qué el mundo que nos rodea es como es. La historia nos cuenta qué es importante en nuestro mundo, y cómo ha llegado a serlo. Nos cuenta por qué las cosas que valoramos o despreciamos son las cosas que debemos valorar o despreciar. Y también nos cuenta qué ha de pasarse por alto o desecharse. Sin olvidarnos que todos estamos material y afectivamente implicados en los juicios de valor que hacemos. Al ser conscientes de esto, nos aseguraremos que los aspectos personales o grupales incluidos en el material/problema/situación que estudiamos no confunda nuestro análisis.
Y esto nos permite saber qué hacer para cambiar las cosas. Este es un verdadero poder, un poder profundo. El poder de definir toda una sociedad. Nadie puede tenerlo individualmente, ya que lo que cada uno agregamos es intrascendente, pero podemos tenerlo colectivamente.
Cada uno se puede construir a sí mismo, pero sólo puede hacerlo a partir de la imagen de lo mejor que la humanidad pudo desarrollar. Y la humanidad siempre pudo, afortunadamente, construir “modelos”. Tomar ejemplo de los mejores no implica una actitud pasiva, porque el ejemplo del otro es un llamado a la actividad, a la construcción y a la acción.
Dicho de otra manera, el individualismo no soluciona ni siquiera los problemas personales y mucho menos los colectivos, ni ayuda a cambiar el mundo. De nuevo en palabras de E. H. Carr: “La tendencia a proclamar al genio individual como fuerza creadora de la historia es característica de las fases primitivas de la conciencia histórica.”[9] Y más adelante agrega: “Todos los movimientos efectivos tienen unos cuantos adalides y multitudes de seguidores; pero esto no quiere decir que la multitud no sea esencial para su triunfo. En historia el número cuenta.”[10] Y hoy ya hemos superado esas interpretaciones individualistas y somos concientes de la importancia de las masas en la luchas por cambiar el presente y el futuro.
No nos sirve de nada conocer el pasado, si no es para entender el presente. Y si no entendemos el presente, mal podremos modificarlo. Y para modificarlo, debemos saber que nuestras acciones individuales poco cuentan, que eso es una tarea colectiva. Y la acción colectiva de los seres humanos actuando en sociedad, organizada racionalmente y con fines predeterminados, se llama política.
Cabe agregar una reflexión sobre la posibilidad de tratar de imaginar cómo habrían sido las cosas si tal o cual hecho del pasado no hubiera sucedido. Preguntarnos, por ejemplo: ¿qué hubiera sucedido si Perón hubiese fracasado el 17 de octubre? Sobre este asunto dice el historiador argentino Juan Carlos Torre: “Ahora bien, el desenlace del 17 de octubre no tuvo nada de inevitable. Durante esa jornada crucial se insinuaron cursos de acción que hubieran llevado quizás… al fracaso de la movilización popular...al eclipse político de Perón.”[11] Este tipo de ejercicio es llamado “Historia virtual” y Niall Ferguson, historiador que se incluye en esta corriente, dice que “Somos perfectamente conscientes de que no podemos viajar hacia atrás en el tiempo y hacer las cosas de manera diferente. Pero ocuparnos en imaginar contrafactuales de este tipo forma parte esencial de nuestra manera de aprender. Dado que las decisiones sobre el futuro están - por lo general - basadas en una ponderación de las consecuencias potenciales de diversos cursos de acción, es sensato comparar los resultados de lo que en efecto hicimos en el pasado con resultados concebibles de lo que podríamos haber hecho.”[12] Ahora bien, tanto Carr como Novack (y otros historiadores de diversas corrientes) rechazan esta práctica por considerarla inútil. Carr dice sobre el tema: “Nada es inevitable en la historia, excepto en el sentido formal de que, para haber ocurrido de otra manera, las causas antecedentes tendrían que haber sido otras.”[13] lan Kershaw la llama “experimento mental”, agregando: “Dado el elevado número de posibles variables que habría que tener en cuenta, esta fórmula degenera rápidamente en poco más que un juego de adivinanzas académico.”[14] En lo personal, creo que - realizado con prudencia y realismo - puede ser un ejercicio válido. Un buen ejemplo es el artículo mencionado de J.C. Torre.
No debemos perder de vista que la actividad, la construcción y la acción necesarias para poder cambiar el curso de los acontecimientos, es una tarea de conjunto. Pero el plantearse una “tarea de conjunto” implica el preguntarnos a donde queremos llegar. Como decía J. B. Justo: "... ¿Cómo guiarnos hacia el porvenir? Para ello es necesario ante todo querer andar, querer dirigir las actividades humanas en algún sentido. ... Esa intención práctica es lo propio del método para indagar las leyes de la Historia... No sabríamos qué preguntar al pasado sin nuestros anhelos para el porvenir... Para comprender la Historia hay que hacerla, defendiendo al pueblo con inteligencia y con amor.”[15]
Y para eso sirve conocer, estudiar y enseñar la historia.
Lic. Ariel Ghizzardi/2016
Compilación Prof. Chalo Agnelli
NOTAS
[1] Justo, Juan B.: (1969) “Teoría y Práctica de la Historia”; Ed. Libera, Buenos Aires Pág. 6
[2] Toynbee, A. J.: (1964) “El experimento contemporáneo con la civilización occidental”; Emece Editores SA, Buenos Aires. Pág. 14
[3] Novack, G. (1975) “Para comprender la historia...”; Ed. Plunna, Buenos Aires. Pág. 34 y 35
[4] Romero, J.L.(1988) “La vida histórica”; Ed. Sudamericana SA, Buenos Aires. Pág. 62
[5] Gramsci, A.: (1975) “Cuadernos de la cárcel”; Ed. Einaudi, Turín (Italia) Pág. 137
[6] Carr, E. H. (1993) “¿Qué es la Historia?”, Ed. Planeta Argentina SA, Buenos Aires. Pág. 64
[7] Carr, E. H. (1993) “¿Qué es la Historia?” Ed. Planeta Argentina SA. Buenos Aires. Pág. 69.
[8] Etienne de la Boetie y la libertad política, en: Cappelletti, A. J.: (1986) “La idea de la Libertad en el Renacimiento”; Ed. Laia SA, Barcelona (España) Pág. 67.
[9] Carr, E. H.: (1993) ¿Qué es la Historia?, Ed. Planeta Argentina SA, Buenos Aires. Pág. 59.
[10] Carr, E. H. (1993) ¿Qué es la Historia? Ed. Planeta Argentina SA, Buenos Aires. Pág. 67.
[11] Puede verse la respuesta a esta pregunta en: Torre, J.C., VI. La Argentina sin el peronismo ¿Qué hubiera ocurrido si hubiese fracasado el 17 de octubre? , en: Ferguson, N. (director): (1998) “Historia virtual”; Grupo Santillana Ediciones SA Madrid (España) Pp. 273 a 311
12 Ferguson, Niall (director) (1998) “Historia virtual”; Grupo Santillana de Ediciones SA Madrid (España) Pág. 14
13 Citado por Ferguson, N., en: Ferguson, N. (director) (1998) “Historia virtual”; Grupo Santillana de Ediciones SA, , Madrid (España) Pág.56
[14] Kershaw, I.: (2008) “Decisiones trascendentales”; Grupo Ed. 62, Ediciones Península, Barcelona (España) Pág. 135
[15] Justo, Juan B.: (1969) “Teoría y Práctica de la Historia”; Ed. Libera. Buenos Aires, , Pp. 10 y 11
No hay comentarios:
Publicar un comentario