El
punto de vista del archivista no es el mismo que el del historiador. Mientras
el archivista aparentemente está exento de pasiones históricas y acepta que su
oficio es el de acopiar papeles suspendiendo el juicio sobre su significación,
pertenencia o inclinación, el historiador debe interpretarlos con una desesperación
que le es propia. El archivista mantiene una mirada neutra sobre sus tesoros,
el historiador debe encarnizarse con ellos, preguntarles como quien los toma con
urgencia de la solapa y considerar que son rebeldes a querer significar, que
guardan un secreto imposible de saberse y que incluso son sus enemigos.
Horacio González
SUR 5/10/2008
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