FUNDAMENTOS
Recientemente estuve en Punta Indio donde hay una reserva autóctona que se preserva la costa rioplatense según era en 1841, en que nació Hudson y durante sus 33 años en la
Recientemente estuve en Punta Indio donde hay una reserva autóctona que se preserva la costa rioplatense según era en 1841, en que nació Hudson y durante sus 33 años en la
Argentina y
recordé el libro "Guillermo Enrique Hudson o el legado inmerecido"del profesor Juan Carlos Lombán que tuve el honor de prologar para esta segunda edición - la primera data de 1971 - a pedido de su editor Roberto Tassano de "Buenos Aires Books" (http://elquilmero.blogspot.com.ar/2014/05/nuevo-libro-del-prof-juan-carlos-lomban.html)
Este libro permite ahondar en
toda la obra de Hudson y
entender conceptos que nunca habían sido totalmente esclarecidos. Su ausencia de los textos de
estudio de la literatura nacional para la escuela secundaria, lo asombran y
alarman a Lombán. Recién en 1976, quizá después de publica da esta denuncia en
1972, el Lic. Luis Alberto Sánchez lo incluye en su “Historia Comparada de la
Literatura Argentina” y el libro de Willimas Álzaga sobre el gaucho en la
novela argentina. El profesor Lombán hizo un
minucioso recorrido de toda la obra de Hudson y tomó aquellos trozos, párrafos,
conceptos que denotan significativamente su argentinidad si en esos años se
podría señalar con ese sustantivo a cualquier hombre de su tiempo .
Punta Indio |
ARGENTINO O INGLÉS
Lombán demuestra que un escritor no pertenece a su idioma
Lombán demuestra que un escritor no pertenece a su idioma
o
que ese principio no es decisivo porque toma en cuenta un cúmulo de hechos
esenciales y circunstanciales reveladores que procura enunciar en este libro y
es a través de la misma obra de Hudson que lo hace. Toma Lombán la conferencia
que dio Borges en el Inst. Sup. de Cult. Inglesa con el auspicio de la
Asociación Amigos del Museo y Parque Evocativo G. E. Hudson el 1º de agosto de
1967, cuando dice: “… es absurdo alimentar la polémica de si
Hudson es argentino o inglés a mi juicio, Hudson escribe en inglés lo que
siente y piensa en castellano.”
En “La Tierra Purpúrea”, hay
hechos, anécdotas, incidentes entre los gauchos que debe haberlos pensado
primero, invariablemente, como dice Richard Lamb, el protagonista de
icidad de su obra, Hudson contribuyó más
que ningún otro escritor argentino a universalizar nuestra pampa y elevarla a la
categoría de notable fuente de creación estética, conocida y admirada en la
redondez del plantea
LITERATURA GAUCHESCA
Quizá ninguna de las obras de la literatura gauchesca aventaje a The Purple Land […] The Purple Land es fundamen
LITERATURA GAUCHESCA
Quizá ninguna de las obras de la literatura gauchesca aventaje a The Purple Land […] The Purple Land es fundamen
talmente criolla. Dice Borges: “En Ascasubi
hay una felicidad no menor, hay rasgos más vívidos, pero están inconexos y
secretos en tres tomos incidentales, de cuatrocientas páginas cada uno. El Martín Fierro (pesé al proyecto de
canonización de Lugones) está falseado por inconvincentes bravatas y por una quejumbre casi italiana; Don Segando, por el afán de magnificar
las tareas más
inocentes. Nadie ignora que su narrador es un gaucho; de ahí lo
doblemente injustificado de ese gigantismo
teatral que hace de un arreo de novillos una función de guerra. Güiraldes ahueca la voz para referir
los trabajos cotidianos del campo; Hudson […] narra con toda naturalidad hechos acaso atroces. Alguien observará que en The Purple Land el gaucho no figura
sino de modo lateral, secundario. Tanto mejor para la veracidad del retrato,
cabe responder. El gaucho es hombre taciturno, el gaucho desconoce, o desdeña,
las complejas delicias del recuerdo y de la introspección; mostrarlo
autobiográfico y efusivo, ya es deformarlo…”
Agrega Lombán con respecto a
los valores literarios de su obra: que “la gazmoñería de los ortodoxos sacerdotes
de la cultura, altamente especializados, no le perdonan su heterodoxia, y
libérrimo espíritu mamás atado a ninguna sacramental perceptiva, a nada que pudiera
parecerse a recetas estereotipadas y rótulos simplistas excelentes para los
mediocres carentes de imaginación.”
GAUCHO ENTRE LOS GAUCHOS
Hudson en la Inglaterra Victoriana y frívola al mismo tiempo, la de los salones suntuosos donde se despliega una vida aristocrática, frívola, cargada de hipocresía y donde reinan figuras de la cultura como Oscar Wilde, a pesar de haber
GAUCHO ENTRE LOS GAUCHOS
Hudson en la Inglaterra Victoriana y frívola al mismo tiempo, la de los salones suntuosos donde se despliega una vida aristocrática, frívola, cargada de hipocresía y donde reinan figuras de la cultura como Oscar Wilde, a pesar de haber
entablado cierto trato con aristócratas como Margaret de
Sarawak elige la vida sencilla y auténtica del hombre común. Cuando escribe sobre
el gaucho experimenta una transfiguración y se llena de una calidez que no
demuestra ni siquiera para los rústicos aldeanos ingleses a los que también
estimó. En el Cap. II de “La
tierra purpúrea” Richard Lamb al
oír el habla de un gaucho dice: “Juzgué a este orador de pulpería como una
verdadero genio… su cortesía oriental no es fría ni efusiva” y resalta “la
primorosamente expresiva fraseología gauchesca”. Lo que denota su
conocimiento del lenguaje propio del hombre de la llanura.
En “Allá lejos” recuerda muy
frecuentemente al gaucho, “que se pasa el día a caballo y es
libre como un pájaro”. Así le dedica cálidas líneas a don Amaro Ávalos, Barboza, don Gregorio
Gándara, de Anastasio Buenavida, don Evaristo Peñalba, nos dice de su
rancho: “El aspecto de aquel largo rancho de adobe erigido solitario en la
llanura sin otros
árboles que tres viejas acacias secas y torcidas, se ha conservado indeleblemente en mi memoria”. De su morador, escribe: “Reposado
y circunspecto en todos sus movimientos, distinguido en sus modales,
ceremonioso y gravé en su lenguaje, se sabía que a pesar de su altivo
continente poseía un carácter dulce y apacible”.
Otras figuras de gauchos han
sido delineadas por Hudson, como Santos
Ugarte, Valerio de la Cueva en El
Ombú, así como Anacleto en “El cuento de un overo… “hombres
cuya existencia o cuyo éxito en la vida dependía tanto de su equitación, y cuya
gloria principal era poder mantenerse a caballo en todo apuro, y cuando eso no
era posible, dejarse caer graciosamente y de pie, como un gato”.
Cuando en el capítulo IX de “Una
cierva…” analiza el sentido de la orientación en personas y animales,
ejemplifica casi exclusivamente con hechos y costumbres de la pampa, a menudo
extraídos de su propia experiencia. Allí escribe: “Era aquella una tierra donde,
como dicen los gauchos, el caballo representa las piernas que llevan al hombre.
Era común oír decir al gaucho, cuando le robaban el caballo, que esperaba
recobrarlo, pues por lejos que lo llevaran y por más tiempo que lo tuvieran, maneado o acollarado con otro, en la próxima oportunidad que se le presentase habría de escapar para volver a la “querencia”.. Finaliza ese capítulo refiriéndose al rastreador de nuestro país y relata una anécdota de “un joven gaucho amigo mío qué demostró ser un buen rastreador y habitualmente, como era un pobre diablo, andaba sin botas. Levando las espuelas de hierro atadas a los pies desnudos. Pero desde entonces sentí por él un gran respeto, envidiándole la posesión de algo de que yo carecía
y que echaba de menos en mucho”. Y agrega: “Hombres que nunca se perdían o que jamás hubieran estado perdidos, no eran raros en nuestras fronteras argentinas. A hombres de esta clase, que tenían un espíritu atrevido y aventurero se les llamaba rastreadores, y se les utilizaba en el desierto como espías de los indios”. Acaso sea “El naturalista en el Plata” el libro de Hudson donde más claramente puede constatarse cuan profundamente llegó a conocer el escritor las costumbres de los gauchos y todo lo relacionado con su tierra natal. Allí recuerda sus galopes en la pampa y escribe: “Hablando de mis sensaciones personales cuando cabalgo, diré que ello me facilita la facultad de pensar, más que si estuviera simplemente marchando a pie. El rítmico movimiento del animal y esa sensación como de vuelo que se experimenta, estimula extraordinariamente mi cerebro. Es incomprensible que alguien pueda pensar mejor estando acostado, sentado o caminando, que andando al galope del caballo”.
recobrarlo, pues por lejos que lo llevaran y por más tiempo que lo tuvieran, maneado o acollarado con otro, en la próxima oportunidad que se le presentase habría de escapar para volver a la “querencia”.. Finaliza ese capítulo refiriéndose al rastreador de nuestro país y relata una anécdota de “un joven gaucho amigo mío qué demostró ser un buen rastreador y habitualmente, como era un pobre diablo, andaba sin botas. Levando las espuelas de hierro atadas a los pies desnudos. Pero desde entonces sentí por él un gran respeto, envidiándole la posesión de algo de que yo carecía
y que echaba de menos en mucho”. Y agrega: “Hombres que nunca se perdían o que jamás hubieran estado perdidos, no eran raros en nuestras fronteras argentinas. A hombres de esta clase, que tenían un espíritu atrevido y aventurero se les llamaba rastreadores, y se les utilizaba en el desierto como espías de los indios”. Acaso sea “El naturalista en el Plata” el libro de Hudson donde más claramente puede constatarse cuan profundamente llegó a conocer el escritor las costumbres de los gauchos y todo lo relacionado con su tierra natal. Allí recuerda sus galopes en la pampa y escribe: “Hablando de mis sensaciones personales cuando cabalgo, diré que ello me facilita la facultad de pensar, más que si estuviera simplemente marchando a pie. El rítmico movimiento del animal y esa sensación como de vuelo que se experimenta, estimula extraordinariamente mi cerebro. Es incomprensible que alguien pueda pensar mejor estando acostado, sentado o caminando, que andando al galope del caballo”.
En el mismo libro, Hudson
defiende al gaucho de la acusación de haragán
que le han formulado algunos viajeros extranjeros, acaso recordando que a él
mismo le hacían ese cargo. Dice que hacen tal afirmación los que no lo conocen
y no lo comprenden, y por tanto no lo asocian con el caballo, en relación con
el cual despliega una notable actividad: “Montado
a caballo es el más activo de los hombres”. Su paciente resistencia a
privaciones que desesperarían a otros, sus días de penoso trabajo, sus proezas
de equitación, sus largas jornadas sin descanso ni alimento, impresionan como
verdaderos milagros al resto de los habitantes de este mundo. Si se le priva de
su caballo, nada puede hacer sino sentarse en el suelo, en cuclillas sobre sus
talones. Según su propio y gráfico lenguaje “le han cortado los pies”.
Por ello, Hudson piensa que Darwin no entendió al gaucho y sólo así se explica
que se hubiera quedado atónito
ante las palabras de un gaucho que le había contestado que era muy pobre: para trabajar. Nuestro escritor aclara: “Sin embargo, quien aprecie y comprenda las palabras de aquel peón sabe lo que respuesta significaba. ¿De qué modo mejor pudo haber respondido? El quería decir que sus caballos le hablan sido robados, lo que ocurre con frecuencia en esas regiones, o quizás, que algún empleado del gobierno se había apoderado de ellos para el servicio del Estado”.
ante las palabras de un gaucho que le había contestado que era muy pobre: para trabajar. Nuestro escritor aclara: “Sin embargo, quien aprecie y comprenda las palabras de aquel peón sabe lo que respuesta significaba. ¿De qué modo mejor pudo haber respondido? El quería decir que sus caballos le hablan sido robados, lo que ocurre con frecuencia en esas regiones, o quizás, que algún empleado del gobierno se había apoderado de ellos para el servicio del Estado”.
La tesis de Hudson sobre el
gaucho, desarrollada en el capítulo XXIII de “El naturalista en el Plata”, titulado “El caballo y el hombre”, podría sintetizarse así: toda la vida del
gaucho, su personalidad total y por ende su. estructura mental, está
determinada por el tipo de existencia qué lleva, y ésta depende en grado
superlativo del caballo, sólo en relación al cual adquiere sentido todo lo que
hace y aún piensa ese señor de la pampa. Así pues, establece- una diferencia
abismal entre el gaucho a caballo y el qué “se ha quedado de a pie”.
Sobre
éste, escribe: “El gaucho tiene las piernas más o menos
arqueadas. Naturalmente, cuanto más arqueadas son, mejor le sirven en su lucha
por la vida. Cuando no está a caballo, sus movimientos son torpes, su andar se
asemeja al de ciertos mamíferos tardígrados de costumbres arbóreas que cuando
bajan del árbol camina balanceándose; sus manos buscan las riendas y sus pies
se vuelven hacia adentro como las patas de los patos”. Más adelante, para
ejemplificar la influencia del ambiente,
escribe: “Tomemos el ejemplo del gaucho;
este hombre debe atravesar diariamente grandes distancias, auscultar el
ambiente circundante con rapidez, juzgar instantáneamente, estar siempre pronto
a sufrir hambre, fatiga y bruscos cambios de temperatura, la mismo que hacer
frente a grandes y repentinos peligros. Estas condiciones de vida y de ambiente
lo hacen completamente diferente del campesino español, su antecesor. Tiene la resistencia
y la vista penetrante del lobo. Es fértil en expedientes, rápido en la acción,
estoico en el dolor o en la derrota y no concede ninguna importancia a la vida
humana”.
Finaliza Hudson ese capítulo
de El
naturalista en el Plata, refiriéndose al caballo del gaucho: “Está
fuera de toda duda que también su caballo ha sufrido un gran cambio. Difiere
tanto del caballo inglés de pura sangre empleado en las cacerías del zorro,
como es posible que sean diferentes dos animales de la misma especie. El caballo
de la pampa nunca golpea el suelo con sus manos ni desperdicia sus energías en
vanas ostentaciones”.
Si bien las descripciones que
Hudson hace de costumbres y usos pampeanos son muy numerosas, invariablemente
fieles y a menudo de gran valor, pocas alcanzan la significación de las líneas
que le dedicó al juego del pato en el Apéndice a El Ombú. Es que él fue
uno de los primeros en describir esa diversión.
hombres de letras que no lo consideraron un creado literario,
sino un naturalista y científicos ortodoxos que con estrecho criterio pusieron
en duda el valor científico de sus obras. Algo que hace recordar el hecho de
que no pocos argentinos piensan que fue inglés, así como muchos ingleses lo
consideran argentino…”. En Un vendedor de bagatelas,
Hudson nos dice: “Una sensación de inmenso alivio, de escapar al encierro y de alegre
liberación, experimento espiritualmente cuando, después de largas semanas o
meses en Londres, llego a una rústica aldea” […] “La sensación del alivio se debe
principalmente a las condiciones artificiales de la vida en Londres, y sin
duda su intensidad varía según que se haya crecido en la ciudad o en el campo;
es tan fuerte en mi, que la primera vez que llego donde haya bosques, praderas
y cercos, me conmuevo casi hasta las lágrimas”.
EL SER DE HUDSON
Solitario y reservado. No es así que Hudson completó su personalidad en Inglaterra ni la forjó totalmente allá y sólo
Solitario y reservado. No es así que Hudson completó su personalidad en Inglaterra ni la forjó totalmente allá y sólo
conservó recuerdos de la Argentina natal. Los años más decisivos en la formación
de la personalidad individual son los de la primera infancia y los
subsiguientes, aquellos que proporcionan las primeras impresiones, las experiencias
iniciales, que dejan sobre el espíritu virgen del niño una marca indeleble
imposible de borrar por el transcurso del tiempo. En Aventuras entre pájaros
escribe Hudson: “en la edad de la frescura de los sentimientos y de la brillantez de los
sentidos, nos era dado maravillarnos y deleitarnos ante el mundo visible”.
Y en “Allá lejos…” se refiere a la impresión que le causa la belleza
de los flamencos en las tranquilas aguas de las lagunas, las cientos de veces
que los observó, termine con esta afirmación: “Pero la primera impresión fue
para mi la más auténtica”.
Está claro que si Hudson sólo hubiese vivido en la
pampa durante la niñez y hubiese abandonado la misma antes de haber conformado
una personalidad definida es lógico que su vida
posteriores hubiese adquirido mayor significancia, hasta desplazar casi por completo, aunque no totalmente, las primeras influencias ambientales. Pero es el caso que él vivió una vida intensa, participó con fruición y honda sensibilidad en la existencia pampeana, hasta la madurez de 33 años. No se fue de niño ni de adolescente. Cuando dejó esta tierra era un adulto con una rica y variada experiencia adquirida en una vida libre en contacto con la naturaleza y sus seres, a través de la aguda sensibilidad de un observador minucioso, certero y detallista, con una personalidad completamente formada. Hudson formó su personalidad en la pampa, allí la consolidó y allí quedó instalado por el resto de su existencia, no importa a cuantos miles de kilómetros separado de ella se
encontrara. Esto se desprende claramente de los hechos de su vida y se ve confirmado, con significativa reiteración, por sus propias palabras, a lo largo de toda su obra. Y esto lo afirma él mismo: Escribe en Allá lejos sobre el lugar de la pampa donde vivió de los cinco a los quince años, en “Las Acacias”, y dice: “que tan profundas huellas, tan imborrables recuerdos dejara en mi vida”. Y cuando finaliza ese libro y sintetiza lo que significaron para él su infancia y juventud pasadas en la pampa, asevera que “el deleite que he experimentado en contacto con la naturaleza no se ha esfumado nunca”. En Un vendedor de bagatelas “La infancia tiene más recuerdos tiernos y hermosos que los demás períodos”.
posteriores hubiese adquirido mayor significancia, hasta desplazar casi por completo, aunque no totalmente, las primeras influencias ambientales. Pero es el caso que él vivió una vida intensa, participó con fruición y honda sensibilidad en la existencia pampeana, hasta la madurez de 33 años. No se fue de niño ni de adolescente. Cuando dejó esta tierra era un adulto con una rica y variada experiencia adquirida en una vida libre en contacto con la naturaleza y sus seres, a través de la aguda sensibilidad de un observador minucioso, certero y detallista, con una personalidad completamente formada. Hudson formó su personalidad en la pampa, allí la consolidó y allí quedó instalado por el resto de su existencia, no importa a cuantos miles de kilómetros separado de ella se
encontrara. Esto se desprende claramente de los hechos de su vida y se ve confirmado, con significativa reiteración, por sus propias palabras, a lo largo de toda su obra. Y esto lo afirma él mismo: Escribe en Allá lejos sobre el lugar de la pampa donde vivió de los cinco a los quince años, en “Las Acacias”, y dice: “que tan profundas huellas, tan imborrables recuerdos dejara en mi vida”. Y cuando finaliza ese libro y sintetiza lo que significaron para él su infancia y juventud pasadas en la pampa, asevera que “el deleite que he experimentado en contacto con la naturaleza no se ha esfumado nunca”. En Un vendedor de bagatelas “La infancia tiene más recuerdos tiernos y hermosos que los demás períodos”.
CONCLUSIÓN
Syhria Poletti es una autora argentina que nació en Italia de donde vino en la adolescencia; una parte de su obra es de
temáticas netamente italiana (“Línea
de fuego”) y no por eso su magnífica letra deja de pertenecer a la
Literatura Argentina. Cuando se lee “La
Casa” de Mujica Láinez, el lector se puede sentir recorriendo el salón
parisino de los duques de Guermantes donde Proust, observador atento a las
conductas de las personas y a la figuración de los objetos, se pasea. Mujica
Láinez no pertenece a la literatura francesa por esa efusión francesa.
En el epitafio de Hudson se plasmó el siguiente pensamiento: “Amó los pájaros, los lugares verdes y el viento de los matorrales y vio el brillo de la aureola de Dios”.
Dijo de él su amigo Cunninghame Graham: “Sí que era argentino y lo fue hasta el último día de su vida… hasta en el físico conservó el tipo del gaucho, su hablar lento y su acento de la pampa siempre me hacían pensar que tenía ante mí a un gaucho de viejo cuño” Y el mismo dijo “Mi verdadera vida terminó cuando dejé las pampas”
Syhria Poletti es una autora argentina que nació en Italia de donde vino en la adolescencia; una parte de su obra es de
Cunningham Graham |
En el epitafio de Hudson se plasmó el siguiente pensamiento: “Amó los pájaros, los lugares verdes y el viento de los matorrales y vio el brillo de la aureola de Dios”.
Dijo de él su amigo Cunninghame Graham: “Sí que era argentino y lo fue hasta el último día de su vida… hasta en el físico conservó el tipo del gaucho, su hablar lento y su acento de la pampa siempre me hacían pensar que tenía ante mí a un gaucho de viejo cuño” Y el mismo dijo “Mi verdadera vida terminó cuando dejé las pampas”
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