“Quilmes, Capital futura de la Provincia” de Luis Vicente Varela;
publicado en 1881, dividido en 10 notas consecutivas. La primera es una
transcripción del libro “Quilmes a través
de los años” del Dr. Craviotto. Las dos siguientes, corresponden a “los
antecedentes”, la biografía de Luis V. Varela, seguidas por 6 que presentan los
12 capítulos, la última con la carta sobre la vegetación y la higiene del Dr.
Carlos D. Spegazzini y el plano y estudio del terreno por don José Benites. A
continuación se desarrolla la CUARTA
PARTE con los CAPÍTULOS VII y
VIII (Chalo Agnelli)
-
VII -
Cuando la Provincia de Buenos
Aires tenía por cabeza á la ciudad, se comprendía la
división territorial en setenta y siete partidos de campaña, cada uno con
autonomía é individualidad propias.
La convención de 1870-1873, que
creó esos municipios
federales, dentro del Estado Federal de Buenos Aires,
realizaba una obra factible. El equilibrio político y administrativo nada
sufría. Una gran Provincia, con una gran ciudad por Capital podía bien
dividirse en tantos partidos cuantos pueblos importantes tuviera, sin que la
administración se resintiera por ello.
Toda la población de la campaña reunida,
formaba apenas el doble de la población aglomerada en la sola ciudad de Buenos
Aires; resultando de allí que no era posible la deformidad en un cuerpo así
construido. La cabeza que domina, que impone, que impera, tenía todos los
prestigios que ofrece una población concentrada, que representa la tercera
parle de la población total; sobre todo, cuando el resto de esa misma población
está diseminado y esparcido sobre millares de leguas de territorio.
Entonces, pues, cuando teníamos á Buenos
Aires por Capital la actual división política y administrativa de la Provincia
tenía fundados motivos de existencia.
La fuerza absorvente (sic) del
centralismo de la ciudad, mantenía el equilibrio del cuerpo. No había movimiento
subversivo, azonada (sic) ó motín en la campaña, que no fuese instantáneamente
dominado por los elementos de la ciudad.
Cuando en 1874 una gran parle de la
campaña se sublevó en armas, apoyada por fuerza de línea, bastó la actitud de
la ciudad de Buenos Aires para dominar el conflicto.
Era la evolución natural de los astros
girando en la esfera. Reconocida la ciudad de Buenos Aires como el centro de
todos los intereses políticos, económicos y administrativos de la Provincia,
nada podía obstar (sic) al desarrollo y á la marcha armónica y equilibrada
de las pequeñas autonomías
rurales, que aceptaban como cabeza a esta gran autonomía urbana.
En el lenguaje oficial mismo, sé aceptaban estas verdades innegables.
El Partido de
Campaña de Dolores tiene en su seno la Ciudad de
Dolores y
estas palabras ciudad y campaña, se han mezclado tanto en
nuestras relaciones políticas, para designar á la ciudad de Buenos Aires y al
resto de la Provincia que hubo diputado inteligente, ilustrado y liberal, que
en un debate parlamentario á propósito de una subvención á los hospitales de
las ciudades de San Nicolás y de Mercedes, las llamó ciudades de la
campaña sin
apercibirse siquiera de que una clasificación, ciudad, excluía
(sic) la otra, CAMPAÑA.
Es que no se puede luchar
sistemáticamente contra las convicciones tradicionales; y son ya una tradición,
entre nosotros, estas preocupaciones, que nos señalaban á la actual Capital de
la República, como la cabeza inteligente y cariñosa, que velaría siempre por el
resto de la Provincia, sirviendo, con su sola influencia, de contrapeso y de
equilibrio, al resto de la campaña, reunida como una sola masa de
población, de intereses y de propósitos.
Pero hoy hemos dejado de tener á
Buenos Aires como cabeza y directriz de los actos de la Provincia. Hoy, en el
lenguaje de nuestras viejas tradiciones, ya no hay ciudad. Todo es campaña.
Cualquiera que sea el
punto elejido (sic), para, asiento de las autoridades que gobiernan la
Provincia, será siempre un parage (sic) de la antigua campaña, sin que, ni su posición,
ni su población, ni siquiera sus posibles elementos de engrandecimiento futuro,
puedan eximirlo de esta especie de condenación tradicional urbana: “es un punto de la campana.”
La vieja división
territorial ya no nos sirve. ¡Ya no podemos quedarnos en el desierto, con
nuestros partidos alejados de toda
influencia y de todo recurso y sin elementos propios de gobierno! Ya Monsalvo
ó Tres Arroyos no podrán emprender grandes obras, grandes obras á que antes tenían derecho, porque la
rica Buenos Aires les ayudaba!
Hoy, donde quiera que la Capital se
fije no existirá esa fuerza motriz del progreso, que nace de la acción
combinada del gobierno, el pueblo, y el centro, y que produce como resultado
fructífero el dinero y la influencia que hacen los milagros que, en el siglo
XIX, se traducen en el májico (sic) desarrollo de las poblaciones. Qué podría
dar San Fernando, Zárate, Mercedes ó la Ensenada, á la Mar Chiquita, cuando
esta tratase de construir un puente, hacer un camino ó levantar un templo.
¿Qué temor podrían inspirar á los
revolucionarios de Las Heras, los elementos reunidos en la Capital de la Provincia, si esta fuese San Nicolás de los Arroyos?
La epidemia que se desarrollara en el Nueve de Julio ¿Qué concurso podría
esperar de la Capital situada en Zárate?
No se decretan influencias ni
recursos. El gobierno de la Provincia, situado en cualquier punto de la campaña, CON SU ORGANIZACIÓN ACTUAL, no
podría nunca contar con los grandes elementos de que ha dispuesto en los buenos
días, en que la Provincia de Buenos Aires, dirigía y gobernaba, los destinos de
la República Argentina.
Perdida, pues, la ciudad de
Buenos Aires, como Capital de la Provincia, no hay ni capital creada, ni
capital á crearse, capaz de reemplazarla en las múltiples influencias que ella
ejercía.
Y aun hay más.
La ecsistencia (sic) de la Provincia
en su actual división territorial como base del gobierno político y
administrativo, es imposible de mantenerse. Ya no hay punto céntrico que
atraiga y apoye los rayos que parten de la circunferencia; ya no hay poder
moral que influya y gobierne la marcha de estos pequeños astros que jiran
(sic) en nuestro sistema planetario provincial. Ya no hay riqueza, fuerza,
saber acumulados,
que se impongan al resto de la Provincia, para decidir en sus cuestiones, para
ayudarle en sus necesidades, para llorar ó alegrarse, cuando algún luctuoso
suceso ó algún gran triunfo le alcance.
Las ciudades
de la campaña quedan huérfanas, como está huérfana la Provincia;
y sin centro que les atraiga á todas ellas, los setenta y siete partidos de
campaña, son, hojas sueltas de distintos libros, encuadernadas soto para formar
con ellas un volumen, en que se encuentran confundidas todas las ciencias,
todas las artes; todos los caprichos de las imaginaciones inspiradas, pero sin
orden sin combinación, sin propósito serio.
Sin la ciudad de Buenos Aires, cada
partido de la antigua Provincia, es el alfa
de grandes cosas. Ninguno de ellos tiene el omega.
No hay, hoy, capital posible, que tenga el poder de irradiar luz y calor sobre
los setenta y siete partidos que forman la provincia; y, por tanto, tenemos:
que admitir que, ó bien no hay posibilidad de mantener el territorio actual de
la Provincia en su integridad, ó no podemos reconocer como posible el gobierno
de ella, en su actual organización política y administrativa.
Lo primero sería un crimen de
lesa-autonomía; lo segundo seria una solución indispensable. Reorganizar la
provincia, bajo una forma conveniente; no matar esas autonomías
rurales,
y procurar que ellas depende directamente
de un poder central, por medio de operaciones indirectas, esa es la labor de los hombres de Estado.
El Gobernador de la
Provincia se ha preocupado de estas cuestiones sin duda, cuando atribuye tan
preferente atención á la cuestión Capital. El ha creído que no se trata de
buscar solo un punto hijiénico (sic) y conveniente para el asiento de las
autoridades; sino de armonizar la designación de la Capital, con la
reorganización política administrativa
del Estado.
Para ello es menester,
ante todo, reformar la Constitución actual de Buenos Aires, exelente (sic)
como Código de una Provincia como la que existía en 1870 - 1873, cuando ella
fué dictada, pero inaplicable hoy, que es menester rehacerlo ó reconstruirlo
todo.
Y esa reforma de la
Constitución Provincial, tiene que producir un cambio completo en la
organización política y administrativa del Estado; de tal manera que, no es
solo una
Capital,
lo que es menester encontrar, sino diversas pequeñas capitales.
Hemos dicho, al principio
de este trabajo, que la centralización que ha imperado, como sistema de
gobierno, era imposible en la Provincia, después de la federalización de la
ciudad de Buenos Aires.
La descentralización que
se opere, tiene que producirse por medio de una sub-división territorial que,
agrupando distintos partidos de la campaña, vengan á
formar un solo departamento con un gobierno propio y peculiar para todas las
necesidades departamentales.
Más claramente esplicado
(sic): podríamos hacer una progresión creciente de poderes y autoridades. Del
municipio del partido, pasaríamos al gobierno departamental, para de allí llegar á
la Provincia, que pertenece y obedece
á la Nación.
Todas las autonomías,
todos los intereses, desde las pequeñas preocupaciones de barrio, que nacen en
la comuna, hasta los grandes
intereses internacionales, que terminan en las autoridades de la Nación,
tendrían su representación y su núcleo en esta forma del futuro mecanismo
político de la Provincia de Buenos Aires.
Los que solo estudian la
cuestión a Capital de la Provincia, bajo el prisma de las utilidades que ella
produciría á los pequeños centros poblados; no se han preocupado del cúmulo de
circunstancias que deben rodearla; circunstancias agenas (sic) á las
condiciones peculiares del suelo, y puramente vinculadas con
los intereses generales del Estado.
Que haya ó no población
acumulada en el sitio elegido, nada influiría en la solución del problema, que
debe mirar solo al porvenir, sin preocuparse para nada de la actualidad de esas
localidades.
Defensores sinceros y
apasionados de QUILMES para futura Capital, no tenemos inconveniente en reconocer que,
la ley que designara cualquier punto del desierto para asiento de
las autoridades de la provincia, reuniría, en
un mes, los ocho ó diez mil habitantes
que puede tener hoy el pueblo de QUILMES.
Pero ¿Qué haría esa población
aventurera, sin vínculos en el partido, sin antecedentes ni conocimientos de las poblaciones
que la rodeasen?
En cualquiera parte que
se coloque la nueva influencia nunca seria ni tan inmediata ni tan poderosa
como para poder dilatar su acción á todos los ámbitos de la estensa (sic)
Provincia de Buenos Aires.
Las preocupaciones de la
propia construcción de la ciudad nueva; los cuidados de su organización: sus
necesidades peculiares; sus relaciones frecuentísimas sobre puntos de
lejislación (sic) transitoria, con la Capital de la República y en una palabra, todo lo que se
refiere á la traslación de las
autoridades provinciales á su nuevo alojamiento, atraerá forzosamente la mayor
suma de atención por parte del Gobierno Provincial, que, difícilmente, podría
atender inmediata y constantemente los demás intereses de la Provincia.
Para obviar
todas estas dificultades, y dar impulso á la gran masa de población que le
queda á la actual Buenos Aires, es indispensable darle una nueva organización
política y administrativa. En ella los partidos
perderán tal vez algo de su personalidad vecinal, creada por la Constitución
de 1873; pero en cambio, ganarán en medios de progreso y en elementos de
existencia, porque de su unión resultará su propia fuerza.
Un sistema de administración vecinal,
combinado con un gobierno que atienda las necesidades departamentales y ambos
dependientes del Gobierno General del Estado, podría satisfacer perfectamente
las exigencias actuales de la Provincia.
Las autoridades del partido, serían
esclusivas (sic) en todo aquello que solo tuviese relación con sus necesidades
municipales; las autoridades -departamentales tendrían á su cargo los impuestos,
los caminos generales, la policía ínter-vecinal, etc.; en tanto, que el
Gobierno del Estado sería el regulador y protector de todos los actos en que se
encontrasen afectados los intereses que dicen relación con la provincia entera.
En el sistema
actual, creado por la Constitución, pero nunca puesto en práctica, cada partido de campaña,
es un municipio, al que se dan ciertas facultades, que lo constituyen casi en
un pequeño estado autonómico, independiente, en cuanto se refiera á su propia
administración.
Es la
descentralización llevada á tal estremo (sic), que, podría decirse que la
Provincia de Buenos Aires, bajo el imperio de la Constitución de 1873, es una
verdadera República federativa, en la que, cada municipio, desempeña el papel
de un estado federal. Este sistema, avanzado como institución del gobierno
libre de los pueblos modernos, era quizá posible, cuando el centro de esa
federación era la gran ciudad de Buenos Aires.
Hoy es de todo
punto imposible. Es, pues, indispensable crear cuerpos atrayentes, centros de
influencia directa, entre los partidos de Campaña y la Capital de la Provincia.
A esto respondería una división territorial como la que indicamos.
Establezcamos capitales de departamento,
y dividamos el territorio de la Provincia en siete ú ocho departamentos,
compuestos de un número determinado de partidos,
cuya cifra solo puede señalar la
proximidad entre ellos y el radio que cada departamento puede abarcar.
Con esa división, podríamos
alcanzar un doble resultado. En primer lugar, tendríamos mayores elementos de
gobierno y de influencia, para el rápido desarrollo de los intereses
provinciales.
En segundo lugar, tendrían cabida como capitales de
Departamentos, muchos de los actuales puntos que se presentan como candidatos
para Capital de la Provincia.
Las capitales de Departamento
tendrían gran importancia, porque, no solo serían el asiento del Prefecto,
sino también del Consejo General, formado por delegados de los partidos, y que
funcionaría casi como un cuerpo legislativo departamental.
El arrondisement francés, modificado
según nuestras necesidades peculiares, podría servirnos de modelo teniendo
nosotros la ventaja inmensa de nuestra práctica democrática, que nos ha alejado
de las influencias perniciosas, que han impedido la descentralización en Francia.
Y si ese sistema se
adoptase, entonces con más razón, la Capital de la Provincia debería colocarse
en QUILMES.
Suposición geográfica la
pone en aptitud de comunicarse con todas las capitales de Departamento, con
más facilidad y más economía, que cualquier otro punto de la Provincia.
La mayor parte de los
Departamentos estarían al Sud y al Oeste.
- VIII -
Cuando se discuten, bonna fídoe, las condiciones generales, que debe reunir la futura
Capital de la Provincia de Buenos Aires, hay un doble deber de patriotismo y de
hidalguía, que manda á todos los que de la cuestión se ocupan, evitar
confusiones y mistificaciones capciosas al lector.
Por nuestra parte - lo
hemos dicho desde el principio - , tenemos solo un interés cívico en la
solución de este problema; y si algún propósito personal puede atribuírsenos,
es solo aquel que justifica hasta la vanidad, puesto que consiste en haberse
preocupado demasiado de los grandes intereses de la patria.
Queremos llevar un grano de arena a la
obra del engrandecimiento común. No tenemos fé en los hombres enciclopédicos,
que pretenden que todo lo saben ó todo lo prescienten (sic). La Enciclopedia
pudo engañar al siglo XVIII y pudo hasta hacerlo avanzar intelectualmente con
su mentira. El siglo XIX es especialista y solo rinde culto á la consagración
especial del espíritu del hombre, cuando se dedica á una rama de los
conocimientos útiles, que pueden servir á la generalidad.
La Comisión nombrada por el Gobierno de
la Provincia, para dictaminar sobre esta cuestión, no está compuesta ni de
ingenieros, ni de geógrafos, ni de higienistas, ni de políticos, ni de
economistas. Y, sin embargo, todas esas especialidades afectan á la solución
del gran problema que se llama “la futura Capital de Buenos Aires”.
Hay, entonces,
un deber cívico en llevar nuevas luces, nuevos conocimientos ó siquiera, nuevas
preocupaciones especiales, al seno de esa Comisión, procurando que ella obtenga
el mayor acierto, en la solución que le está encomendada.
Y si este es un deber impuesto al
patriotismo de cada uno, podría casi considerarse un crimen, el estrado voluntario
de las ideas, cuando él se produce por personas capaces de comprender el mal
que causan.
Decimos todo esto, á propósito de una
tendencia marcada que venimos notando hace días, á confundir dos puntos y dos
cuestiones esencialmente distintas, y que afectan primordialmente á esta
propaganda.
Es menester no confundir, ni dejarse
confundir, tomando como exactamente iguales los intereses que aconsejan la elección
de un puerto
para el comercio exterior de Buenos Aires, y la elección de una Capital para la
actual Provincia de Buenos Aires. Un puerto
tiene por objeto atender intereses puramente marítimos. Se consulta al
elejirlo (sic) la mayor comodidad de la parte del comercio confiada á la
navegación.
La preocupación del estadista y del
ingeniero, es buscar facilidades al buque que trae y lleva la carga, sin detenerse
mucho á considerarlas consecuencias que en
tierra pueda producir la designación de ese puerto.
Una Capital
tiene que ocuparse de intereses diametralmente opuestos. Ella responde á
combinaciones de política general,
de intereses económicos generales, de administración general de un Estado.
El
desarrollo del comercio y las facilidades que un puerto puedan ofrecer, son accidente, y no exencia (sic), en la designación de una Capital, ya se trate de
una Nación, ya de una Provincia.
La Provincia de Asturias, en España,
tiene como Capital á Oviedo, situada exactamente en el centro de su territorio.
Todas las conveniencias de la localidad, aconsejaron esa Capital sabiamente
elejida (sic). Y, sin embargo, Gijón, puerto de mar, va adquiriendo hoy una importancia
que pronto dominará á Oviedo.
¿Se creerá, acaso, que los que elijieron
(sic) á Oviedo y no á Gijón para Capital de Asturias, ignoraban la importancia
de los puertos de mar? ¡No! es que al designar al primero y no al segundo, para
Capital de Asturias, consultaron intereses más generales que los
que solo se refieren al comercio marítimo. Hoy tiene que suceder lo mismo
entre nosotros.
Cuando la razón tranquila domine los
vastos horizontes que abarca la cuestión capital de la Provincia, tendrá que
pesarse mucho la opinión de los grandes estadistas, con que pretende hacerse
presión en favor de algunas localidades, que se señalan de antemano como las
predestinadas.
Por ejemplo: se pretende que D.
Bernardino Rivadavia, señaló desde hace cincuenta años, á la Ensenada, como la
Capital
futura de Buenos Aires. Esto es calumniar á Rivadavia y falsear la historia y
las ideas. Rivadavia nunca pensó en otra capital, que no fuese Buenos Aires
mismo; y cuando se ocupó, alguna vez de la solución más
adecuada al problema del puerto
exterior, fué siempre buscando darle mayor importancia centralista á esta gran
ciudad de Buenos Aires.
El unitario
político, no podía pretender quebrar la influencia de su sistema
de gobierno, rompiendo la unidad económica,
que deseaba establecer en Buenos Aires.
Si alguna vez, discutiendo distintos
proyectos de puerto
encostro preferible el de la Ensenada á los demás que le
presentaban; esa preferencia
fué solo en cuanto se refería al punto más adecuado para el embarque y desembarque
de mercaderías entregadas al tráfico ultramarino; pero no en cuanto se refería
á la capital
de la Provincia de Buenos Aires.
Y tan es así, que cuando una ley
federalizó este municipio de Buenos Aires, en
la época de Rivadavia, ni él ni los hombres de su tiempo,
pensaron en la Ensenada como capital
posible; ni siquiera cuando se intentó hacer del territorio de
Buenos Aires tres distintas provincias, ninguna
de las cuales tenía como Capital á la Ensenada. (Ver bibliografía)
Siempre que D. Bernardino
Rivadavia buscó resolver la cuestión puerto, lo hizo sujetando esa cuestión, á la que él
consideraba, con razón, como más esencial y más 'grave, la organización del
país.
E1 mismo Dr. Alberdi lo
ha reconocido, sin decirlo, al hablar de la Ensenada como puerto. El recuerda que, situada
una nueva ciudad en la Ensenada, tendría, entre otras vías de comunicación con
la ciudad de Buenos Aires: “el canal que pensó Rivadavia” (testual –
sic-) Y
bien ¿cuál fue ese canal? Era el que, aprovechando las corrientes del río, y
sirviéndose del flujo y reflujo de las aguas para su propia conservación,
ligase el puerto de la Ensenada, Punta de Lara ó Quilmas, con la ciudad de
Buenos Aires, á fin de que fuese siempre Buenos Aires la beneficiada y no la
población problemática que se alzase en el parage (sic) elejido (sic) para
puerto.
Ese canal se habría (sic)
en el bañado de Quilmes, y lo cruzaba por
completo utilizándolo, porque Rivadavia conocía, sin duda, los estudios hechos
en esos puntos del Rio; estudios que demuestran que las embarcaciones de ultramar
pueden llegar, por canales naturales, hasta mil metros de la playa misma frente
á Quilmes.
Pero, cuando Rivadavia se ocupaba
de estas cuestiones, no pensaba, siquiera, en que un día sus opiniones serian
citadas en favor de tal ó cual localidad, para futura Capital de Buenos Aires.
El no buscaba una
Capital para
la Provincia; buscaba un
puerto
para la ciudad de Buenos Aires; y es esencial, es leal y es honesto, no confundir,
en esta propaganda, dos cosas tan sustancialmente distintas.
Para que la Ensenada fuese un
excelente puerto del comercio exterior (sic), no le estorbaría en nada la
revolución y confusión de sus aguas, cuando soplan fuertes vientos del
Sud-Este.
En esos días de terribles sudestadas, como se llaman en
nuestro lenguaje vulgar, las aguas del mar Atlante se mezclan con las del Río
de la Plata, haciéndose impotable la que queda en la ensenada que da nombre á
aquel lugar.
Seguramente este no es un
inconveniente para un puerto, pero lo es inmensamente
grande para una Capital, pues que, en esos días,
la ciudad tendría que verse privada de aguas potables, (porque hasta la de los
pozos es allí salada), á no ser que se adoptase, como único recurso el de las
viejas cisternas que la conquista árabe introdujo en España.
Rivadavia, que sin duda sabía
todo esto, no pudo, pues, haber pensado en hacer de la Ensenada una gran
ciudad, rival de su Buenos Aires amada; y cuando prefirió, para más tarde, aquel
punto como un puerto fácil, fue haciéndolo el tributario, el dependiente, el
auxiliar del engrandecimiento de esta ciudad, que él reputaba, con razón, el
emporio de riqueza, de luz y de inteligencia.
Hacer decir hoy lo contrario á
las ideas de Rivadavia, aplicándolas como opiniones decisivas á la cuestión Capital
de la Provincia, es alterar, con el comentario, la esencia del pensamiento del
autor que se comenta.
Hace tiempo que tenemos
un terror inmenso por los comentarios y los comentadores de frases
sueltas.
Un literato notable nos infundió ese terror, con una anécdota. El poeta
italiano había dicho: “Veder
Napoli, é poi Moriré”.
Los escritores Napolitanos,
orgullosos con el elojio (sic) inmenso de su bella “dormida al pié del Vesubio comentaron é hicieron célebre la
frase, traduciéndola: ¡Ver á Nápoles y después morir! El amigo literato
nos explicó (sic) un día el error de los comentaristas. En las inmediaciones de Nápoles, hay una pequeña aldea llamada Morir. Allí tuvo el poeta unos
amores llenos de recuerdos y cuando dijo en sus versos: “Veder Napoli, e poi Morir”, solo
quiso como consejo romántico á los viajeros, aconsejándoles que, primero vieran
á Nápoles y después a Morir, es decir al villorrios inmediato, sin que se le
ocurriera siquiera aconsejarles que murieran de la emoción después de haber
visto á Nápoles…
Tememos que hoy, se hace
lo mismo comentando á Rivadavia, que habló de la Ensenada, como puerto de
Buenos Aires,
y no como Capital
de la Provincia.
(CONTINÚA
EN LA SIGUIENTE NOTA CAP. IX y X)
Digitalización,
escaneo y configuración Prof. Chalo Agnelli
Gentileza
del Prof. Claudio Schbib
Asociación
Historiadores Los Quilmeros
Biblioteca
Popular Pedro Goyena
Quilmes,
agosto 2016
“EL
QUILMERO 10 AÑOS”
BIBLIOGRAFÍA PARA CONSULTAR
Craviotto, José A. (1966) “Quilmes a través de los años”. Ed. Municipalidad de Quilmes. Pp. 241 y 242
Salmerón, Luis Arturo. “La Gran Hambruna irlandesa, 1845-1849”. https://relatosehistorias.mx
Trujillo, Juana. “Breve historia de Antoine Augustin Parmentier y la patata” https://www.directoalpaladar.com
Varela, Luis V.: (1877) “Debates de la Convención constituyente de Buenos Aires 1870-1873”. Publicación Oficial. Hecha bajo la dirección del convencional Luis V. Varela. Bs. As., La Tribuna, 1877. 2 Tomos
Ver en EL QUILMERO del lunes, 17 de octubre de 2011, “William Wheelwright y una excursión fluvial por el Rio de La Plata hasta Ensenada”
Craviotto, José A. (1966) “Quilmes a través de los años”. Ed. Municipalidad de Quilmes. Pp. 241 y 242
Salmerón, Luis Arturo. “La Gran Hambruna irlandesa, 1845-1849”. https://relatosehistorias.mx
Trujillo, Juana. “Breve historia de Antoine Augustin Parmentier y la patata” https://www.directoalpaladar.com
Varela, Luis V.: (1877) “Debates de la Convención constituyente de Buenos Aires 1870-1873”. Publicación Oficial. Hecha bajo la dirección del convencional Luis V. Varela. Bs. As., La Tribuna, 1877. 2 Tomos
Ver en EL QUILMERO del lunes, 17 de octubre de 2011, “William Wheelwright y una excursión fluvial por el Rio de La Plata hasta Ensenada”
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