Investigación Chalo Agnelli
El refrán: “A río revuelto ganancia de pescador”, no condice con la realidad de nuestra Ribera, donde las aguas contumaces del Plata produjeron pérdidas de vidas y materiales tan extremas que en muchos casos cambiaron irremediablemente la fisonomía de la costa de Quilmes.
Fue el 15 de abril de 1940. Quilmes fue presa de la fatalidad. El drama se produjo entre las 22 hs. del día 15 y las primeras horas del día siguiente; sorprendiendo a la mayoría de los pobladores durmiendo. Las ráfagas de viento eran tales que, antes de la llegada de las aguas, voltearon más de una casilla sobre pilotes.
Las primeras noticias de la creciente se conocieron cuando un poblador de la ribera, apodado "el Inglés", se puso en contacto con el señor Casabona para informarle de la novedad; éste, a su vez, alertó a los Bomberos Voluntarios, y de allí en más comenzó una desesperada lucha contra la furia de las aguas, la inclemencia del tiempo y el temor de la muerte.
Bomberos, policías, agentes de la Prefec tura, civiles, profesionales, muchos héroes anónimos, colaboraron en la tarea de rescatar personas y socorrer a las victimas de la terrible inundación - superior a las registradas en 1888 y 1914 - y trasladarlas a lugar seguro.
El cuartel de los Bomberos Voluntarios, las instalaciones de la Cervecería Argentina Quilmes. La casi totalidad de los clubes del partido y casas particulares rivalizaron en la tarea de albergar a los damnificados, que en número de 500, aproximadamente, quedaron provisoriamente sin techo.
En los terrenos donde actualmente se levanta el Taller Regional Quilmes de la Fuerza Aérea Argentina, funcionaba entonces el Sindicato Cóndor de Transportes Aéreos, la altura de las aguas, al superar los 3 metros sobre la calzada causó daños de consideración en dos cuadrimotores, tres trimotores y ocho máquinas de propiedad particular. Igualmente se produjeron desastres en el Centro de Aviación Civil.
Tras varios días de búsqueda y ante la certeza que había víctimas fatales fueron hallados los cuerpos de Valentín María Campillo, argentino de 75 años; Emilio Marini de 41 años, su hija Raquel de 17; Alejo Parkett, argentino naturalizado de 64 años; Beatriz Pastor de 8 años; Fermín Conde que pereció ahogado cuando pretendió salvar a esta niña; Mateo Villegas argentino de 66 años; Carolina y Margarita Napoleón de 9 y 3 años de edad y una hermana pequeña de ambas, de 3 meses.
Consecuentemente se organizaron colectas, funciones, recitales y actos en beneficio de los damnificados, destinándose lo recaudado para aliviar su situación. El Estado Nacional y el Gobierno de la provincia de Buenos Aires, la Cruz Roja y otras asociaciones de caridad contribuyeron con dinero, medicamentos y ropas. También el periodismo aporto su cuota de generosidad organizando por medio de Gente de Prensa de Quilmes un festival en el cine Rivadavia que arrojó un beneficio de $ 661,75.
La inundación que alcanzó una altura de 3,85 m lo cubrió todo durante varios días. Y después, lodo, destrucción y miseria.
EN 1958 NUEVAMENTE LAS AGUAS DEL ESTUARIO SOMETIERON A LA RIBERA DE QUILMES CON EL VIGOR DE SU LEY
Fue el sábado 26 de julio de 1958. Poco antes de la media noche. Las aguas en inesperado avance alertaron a la Prefectura , a los Bomberos Voluntarios, a la policía y las autoridades municipales. En pocas horas alcanzó 3,50 m de altura produciendo escenas por demás dramáticas y heroicas. Las familias que pudieron escapar a tiempo subían por Otamendi con los pocos enseres salvados. Cerca de 500 personas hallaron refugio en el cuartel bomberos de la calle Garibaldi.
Los que habían vivido la creciente del 40´ percibían un drama similar. Como en aquel entonces todas las dependencias públicas se pusieron en alerta: la Municipalidad , la Cruz Roja , el Hospital de Quilmes, el de Bernal, establecimientos fabriles, los clubes, la Sociedad San Vicente de Paul, los Boy Scout Almirante Guillermo Brown. Cobijaron poco más de 2000 refugiados.
El intendente Rodolfo Adalberto López junto con el comisario Miguel Daneff trabajaron en la tarea de brindar abrigo y alimento a los damnificados, durante todas las horas que duró la emergencia, a la par del personal permanente designado: 80 hombres de la Prefectura y 60 de la Municipalidad.
En Bernal el agua llegó a la avenida Caseros. Los bomberos rescataron de las aguas cerca de 1500 personas que recibieron una primera asistencia en el cuartel de la calle 9 de Julio 252, el Hospital Vecinal Julio Méndez, el Hogar Escuela Santa Teresita y la Capilla de Santa Coloma; luego fueron distribuidos en otros centros más adecuados, evitando el hacinamiento.
Constantemente se elaboraban la lista de refugiados para tener una nómina lo más exacta posible de los rescatados y advertir posibles desapariciones. La lista oficial se centralizó en el Cuartel de Bomberos de Quilmes.
El último computo determinó los siguientes datos: en el Hospital de Quilmes, había 35 personas más la asistencia constante a las personas que llegaban con cortes o con daños producidos por las aguas; en el Policlínico del Vidrio de Don Bosco se asistían 400 evacuados; en el Colegio Salesiano de Bernal había 70 personas; en el Círculo Universitario, 165; en el Colegio San José, 150; en el de La Merced , 200; en el Nazareth, 30; en el Club Quilmes, 60; en el Argentino de Quilmes, 50; en el Sarmiento, 70; en el Alsina, 140, en el 12 de Octubre, 130; en el Moreno, 100; en el Tucumán 46; en el Club Ducilo, 200; en el Círculo Católico de Obreros de Bernal, 60; la Parroquia de Bernal, 70; en el Parque de la Cervecería , 150; en el comité de la UCR de la calle Alem, había 28 personas y en el del PC, 30; en la Casa del Pueblo de la calle Humberto Primo, 20; en la escuela “Carlos Morel”, 27; en el Club Rigoleau de Berazategui que también sufrió los efectos de la creciente, había 56 damnificados; en la escuela Nº 60 de esa misma localidad, 25. La gente llegaba a esos centros gracias a la colaboración de una multitud de vecinos de Quilmes que poseían automóvil, iban hasta distintos puntos de Cervantes o Caseros recogían a familias enteras y las trasladaban a los centros para volver luego por más. Así durante horas. Además muchas mujeres trabajaron en los centros elaborando comidas, acondicionando las donaciones de prendas de abrigo que llegaban en gran cantidad y distribuyéndolas. Las donaciones de los particulares fueron cuantiosas e inmediatas.
Al amanecer el Jefe de Policía de la provincia Inspector General Parotti con helicóptero y botes de la Armada comenzaron a recorrer las áreas afectadas con el fin de detectar posibles víctimas. Pero las fuertes correntadas impulsadas por el fragor del viento hacía dificultaba la labor.
El Regimiento III de Infantería repartió en los centros de evacuación 1000 colchones y mantas y, para contrarrestar los efectos del intenso frío, instalaron en la esquina de Cevallos y Rivadavia una cocina, tanto para los que escapaban de las aguas como para los rescatistas.
LOS HECHOS HEROICOS
El 27 a la 1 hs. de la madrugada, Domingo Ruiz que vivía a dos cuadras de Pejerrey hacia el arroyo Giménez, aguardaba con su familia esperanzado que las aguas volvieran a su cause, pero advertido que el peligro crecía y que ya no podrían salir por sus medios, hizo disparos de revolver al aire para pedir auxilio. Nadie escuchó, por lo que su hija Amanda de 16 años, vestida, tan solo con una malla de baño se lanzó a la oscuridad de las aguas y nadó 200 metros en procura de un bote, iluminada apenas con una farol de noche que su padre sostenía en alto para guiarla. Llegó, pero la embarcación había sido amarrado con tanta fuerza que no pudo desprenderla con sus manos heladas, de modo que nadó otros 100 metros hasta la casilla del vecino Ángel Cabezas que la acompañó a través de las aguas y logró desatar el bote. Juntos fueron a buscar de otros 4 botes cercanos, iniciando el salvataje de más de 35 personas y varios animales.
Colaboraron con la joven, su padre y el vecino Cabezas, los hermanos Segura, José Salifrese y el agente de policía Roberto Laría que llevaron gran cantidad de personas al Gran Hotel, propiedad del señor García.
Tres boys scouts de la compañía Alte. Brown, de 15 años, desde el monolito que recuerda a los Quilmes, se internaron 300 metros en dirección sud con un bote sin medir riesgos y rescataron a tres criaturas de corta edad que permanecían en una casilla desvencijada a punto de derrumbarse por el golpe de las aguas.
Así y todo el domingo por al mañana apareció ahogado José Pastor Luna de 30 años, vecino de El Monte que colaboraba en el salvataje y cayó a un pozo ciego. Luego hallaron el cadáver de una mujer de 20 a 25 años no identificada.
BAJANTE
A las 21:30 del domingo las aguas comenzaron a bajar a 2,50 m , pero antes de medianoche se produjo otra arremetida. Recién la bajante alentó a la gente en las primeras horas del lunes.
La desolación y la ruina eran impensadas. Gran parte de los recreos habían sufrido daños costosísimo, la gente en su mayoría había perdido todo pues las casillas, no solo las más precarias, estaba en ruinas. El Pejerrey y el club Náutico también se vieron dañados por la violencia de las aguas y del viento.
En 1940 las aguas habían cobrado una altura de 3,85 m ; en la sudestada del 24 de abril de 1950, 2,90 m .; en la del 13 de febrero de 1951, 1,10 m . a las 21 horas, subiendo a 2,80 al día siguiente que descendió a 2,36 m a las 21 hs.; en la creciente del 13 de mayo de ese mismo año beligerante de 1951 las aguas subieron 2,80 m y el 20 de agosto 3,16 m a las 15 hs y 2,90 a las 22hs; el 31 de mayo de 1952, 3,12 m ; en 1958, 3,50 m ; el jueves 8 de noviembre de 1979 alcanzó por la noche los 2,90 m . de altura, a las 22 era de 2,20.
En otras costas del Plata las aguas alcanzaron 4,65 m, record que no fue superado hasta 1985, que no tuvo tamaña agudeza en Quilmes. El Delta del Paraná quedó sumergido y las zonas de La Boca y Barracas fueron completamente anegadas. Entre los efectos destructivos que resultaron de esa sudestada se ensañaron en daños a las vías del ferrocarril Gral. Bartolomé Mitre, la inundación de las áreas de cocina y farmacia del Hospital Dr. Cosme Argerich, entre otros.
En los años siguientes el Plata manifestó nuevas furias, pero ya no con tanto tremendismo; jamás desde que se llevan registros las crecientes superaron las alturas de 1940 y la de 1958.
FUENTES
Costa L. y D. Albini (1988) "Las inundaciones en el Área Metropolitana de Buenos Aires". En Medio Ambiente y Urbanización Nº 23, Buenos Aires.
Echechuri, H, y otros (1991) "La ciudad y el río", en Medio Ambiente y Urbanización Nº 37, Buenos Aires.
Giordano, Víctor Alberto; Rodríguez, Alcibíades; Inverti, Benigno. “El Sol” 15/4/1980.
Servicio Meteorológico Nacional (1989) "Inundaciones, sudestadas y crecientes repentinas" en Boletín Informativo, Nº 2, Buenos Aires.