Horacio Liñan
Cada vez que en la escuela nos hablaban de la vida de nuestros próceres, aparecía la ignota palabra: "altruismo" y se aplicaba a la actitud de sacrificio personal de aquellos héroes en beneficio de sus semejantes y de la patria naciente, sin esperar nada a cambio. Según la Real Academia Española, altruismo proviene del francés "altruisme" y significa: procurar el bien ajeno aún a costa del propio, es la preocupación desinteresada por el otro o los otros, es la antítesis del egoísmo.
Se dice que el filósofo Augusto Comte acuñó la palabra "altruisme" en 1851, adoptada luego por el castellano.
¿A qué viene todo esto? A que en la progresiva derrota cultural que sufrimos a manos del consumismo, de la voracidad sin límites contra todo recurso natural y humano, se fueron deteriorando también los mas altos valores acumulados por la humanidad: la solidaridad, la paz, los grandes ideales, la hermandad entre los pueblos, etc.
Gestos y actitudes positivas conviven con otras teñidas de especulaciones y acuerdos espurios para sostener una porción de poder. Por un lado principios sanos y generosos son empuñados por una parte de la sociedad que pone pasión y esfuerzo al servicio de un curso liberador.
Por otro lado la corrosiva política de premiar esos esfuerzos con prebendas de todo tipo, confunde lo que debe ser un deber de la conciencia, con la de pensar que todo esfuerzo debe tener una recompensa monetaria u otro tipo de ventajas. Por ese camino muere el altruismo y se opaca la reconstrucción de una mística emancipatoria.
¿A qué viene todo esto? A que en la progresiva derrota cultural que sufrimos a manos del consumismo, de la voracidad sin límites contra todo recurso natural y humano, se fueron deteriorando también los mas altos valores acumulados por la humanidad: la solidaridad, la paz, los grandes ideales, la hermandad entre los pueblos, etc.
Gestos y actitudes positivas conviven con otras teñidas de especulaciones y acuerdos espurios para sostener una porción de poder. Por un lado principios sanos y generosos son empuñados por una parte de la sociedad que pone pasión y esfuerzo al servicio de un curso liberador.
Por otro lado la corrosiva política de premiar esos esfuerzos con prebendas de todo tipo, confunde lo que debe ser un deber de la conciencia, con la de pensar que todo esfuerzo debe tener una recompensa monetaria u otro tipo de ventajas. Por ese camino muere el altruismo y se opaca la reconstrucción de una mística emancipatoria.
A pesar del repunte de la energía social, en general en todos los movimientos alternativos, falta gente que aporte esfuerzo desinteresado.
Sobrevive la idea de que todo lo que implique un esfuerzo mas allá del interés personal, es cosa del pasado, idea funcional al pensamiento mercantilista de los años 90’.
Los abnegados militantes de la cultura, los sin becas, sin subsidios y sin padrinos del poder , no
hemos sabido mostrar que la batalla cultural debe entrañar una crítica
potente a la impudicia del clientelismo, al amiguismo, a las estructuras
políticas y/o sociales basadas en el entorno rentado de funcionarios oficialistas u opositores y sus “aportes” económicos para sostener la “tropa propia” de aliados, parientes, compañeros y amigos. Estas prácticas son moneda corriente, sobre los que se edifica el poder político desde hace décadas.
Si ese andamiaje perverso no se destruye, no hay posibilidad de victoria real en la batalla cultural por una sociedad plena y liberada.
Hace falta estimular en los jóvenes el cuestionamiento crítico, la búsqueda de la verdad y la
justicia, la lucha contra la naturalización de procederes enemigos de
las actitudes altruistas de la militancia cultural, territorial y
política.
Sólo así podremos desarrollar una base desde la cual proyectar sujetos activos de los cambios que propiciamos.
Colaboración de Horacio Liñan
Publicado por la Revista Artenpie Nº 10 2ª Epoca (Nº 20)