viernes, 5 de julio de 2019

"QUILMES CAPITAL DE LA PROVINCIA" (VI) - CAP. V y VI


Quilmes, Capital futura de la Provincia” de Luis Vicente Varela; publicado en 1881. Por la extensión del material, se dividió en 10 notas consecutivas. La primera es una transcripción del libro “Quilmes a través de los años” del Dr. Craviotto. Las dos siguientes, corresponden a “los antecedentes” y datos biográficos de Luis V. Varela, seguidas por 6 que presentan los 12 capítulos, la última con la carta sobre la vegetación y la higiene del Dr. Carlos D. Spegazzini y el plano y estudio del terreno por don José Benites. A continuación se desarrolla la TERCERA PARTE con los CAPÍTULOS V y VI (Chalo Agnelli)
- V - 
Continuando el estudio de las condiciones generales que debe reunir la futura Capital de la Provincia, debe­mos detenernos, especialmente, á hacer breves considera­ciones sobre la altura del terreno en que la nueva ciudad se edifique.
No es este un simple detalle en cuestión tan importante. Los errores cometidos en Europa y en América, elijiendo (sic) mal el asiento de muchas ciudades, hoy mal sanas, debe evitarse en nuestros días.
No se trata solo – lo repetimos – de buscar un punto cualquiera donde colocar una ciudad, para Capital del Estado. Se trata de encontrar el que mejor convenga, aquel que mas promesas entrañe para el porvenir; aquel en que las generaciones actuales, que salgan de Buenos Aires, puedan levantar su tienda, en la seguridad de legar a sus hijos un hogar rodeado de todas las comodidades de las grandes poblaciones. Los errores del pasado tienen que servir de lecciones al presente.
No creemos en la repetición de los hechos históricos. Pensamos que la historia es solo una necrópolis, donde, las edades sepultan sus propios acontecimientos que, como lodos los cadáveres no vuelven á levantarse del sepulcro.
Pero la esperiencia (sic) de los pueblos, en cuestiones hijiénicas (sic), no es la historia. La investigación, que pro­duce el análisis de cuanto existe; que descompone el aire, la luz y el agua, para averiguar sus influencias sobre la vida animal y vejeta (sic) que penetra en las entrañas de la tierra, para estudiar el suelo y el subsuelo; que inventa las combinaciones circulatorias del drenaje inofensivo, y luego fecundiza los campos permeables, con las materias servidas de las grandes ciudades; todo eso, en fin, que forma el resultado do las ciencias físicas, naturales, químicas y matemáticas, que sostienen y levantan las poblaciones modernas, todo eso, no es la historia; es la experiencia (sic) que enseña y aconseja.
Si los pobladores primitivos, que llegaron con D. Pedro de Mendoza, volvieran hoy á estas comarcas, ó los que más tarde fundaron esta ciudad acompañando a D. Juan de Garay, buscasen otra vez un asiento para una nueva población, inspirados por la ciencia y los conocimientos  de este siglo, es casi seguro que se situarían donde hoy está Buenos Aires, si lo hicieran no creemos que cometieran el mismo error de formar una ciudad, en las condiciones higiénicas de la actual.  Los viajeros que han recorrido la Europa continental, cuando llegan a á nuestra gran metrópoli, se sienten con frecuencia atacados de afecciones á la vista y de dolores a las piernas. El fenómeno se repite con una constancia no interrumpida, sin que haya sido hasta ahora encontrada la esperiencia (sic)
Por nuestra parte, cuando alguna vez nos hemos preocupado de esplicárnoslo (sic), lo hemos siempre atribuido á manera como está construida la ciudad de Buenos Aires. Una ciudad de un solo piso, con calles rectas, formando cuadrados como un damero, copia de las ciudades árabes de España, con techos de azotea y paredes blanqueadas, es una ciudad preparada para multiplicar la intensa luz del día, en vez de debilitarla. Es, pues, natural que los viajeros que llegan de París, de Londres ó de cualquiera de esas grandes ciudades, cuyos edifi­cios tienen cuatro ó cinco pisos, con calles irregulares, techos de pizarra y pintados de colores oscuros que amortiguan la fuerza de los rayos solares sientan inme­diatamente la influencia de la luz entre nosotros.
En cuanto á los reumatismos articulares, sobre todo de los miembros inferiores, la explicación (sic) es sencilla, los vientos del Norte y del Naciente acumulan vaporas acuosos, sobre este bajo, en que está situada Buenos Aires. Esos vapores quedan detenidos en el bajo sin que los vientos de las capas superiores de la atmósfera puedan arrastrarlos y entonces producen esa humedad cenagosa y malsana, que se nota en todas las aceras que miran al Sud, en los días en que aquellos vientos dominan.
 Si el terreno en que Buenos Aires está situado, fuese más elevado, si dominase en altura á sus propios alrededores, esto no sucedería; pues los vientos que soplan sombre las planicies altas, arrastrarían consigo los vapores que producen esa humedad, al encajonarse en el valle que ocupa Buenos Aires. 
Además, estas ciudades, tienen que ser muy caras en sus obras, ya sean de construcción particular, ya sean públicas. La distancia aumenta en ellas en una escala que no guarda proporción con otras ciudades de pobla­ción igual. La razón es bien sencilla. 
Hemos reunido, próximamente, trescientos mil habi­tantes en la actual Capital de la República, pero la po­blación ocupa extranjero tres veces mayor que la que, una población igual en número, ocupa en cualquier ciudad europea. 
La exuberancia de tierra que encontraron los conquistadores y las facilidades de seguirse estendiendo (sic) sobre la planicie, han concluido por hacer de Buenos Aires una gran ciudad, en cuanto á su inmensa estensión. (sic) 
Si se edificaran pisos altos, como en Europa, sobro todos los edificios actuales de esta Capital, habría, dentro del actual recinto del municipio, alojamiento bastante  para tres millones de habitantes, que es lo que Londres contiene.
Pero, las disposiciones municipales prohíben felizmente que los edificios se eleven y que produzcan mayores males que los que ya sufre la ciudad, en sus actuales condiciones hijiénicas. (sic)
Terreno bajo, callos angostas  y edificios estrechos, tres pésimos elementos que reunidos bastan para hacer de una población cualquiera, un verdadero foco infesto. Sí pues, nuestros antiguos fundadores vinieran hoy á la conquista, ayudados por la ciencia y la esperiencia (sic) de estos tiempos, es seguro que no esperiencia (sic) para su ciudad el terreno que hoy ocupa Buenos Aires. Irían más al Sud, buscando una mayor altura, y no sería difícil que se situaran en la tierra de los antiguos QUILMES, la patria de los álamos (ver bibliografía) y cuyas torres cristianas, se divisan desde el bajo qué forma esta ciudad, alzándose como atalayas, en la colina que les sirve de pedestal.
 Un terreno bajo tiene que ser desechado por los hombres de ciencia de nuestros días. La esperiencia (sic) aconseja buscar las colinas para situar en ellas las ciudades.
Ya no hay que temer las guerras primitivas, en que para defenderse de las tribus vecinas, era menester esconder las poblaciones en los valles y las vegas, buscando ­que la naturaleza prestase sus propias alturas, como fortaleza de las mismas aldeas.La nueva ciudad, que sirva de futura Capital, tiene que alzarse y prosperar como Chicago, sobre las márgenes del Río, en terreno elevado, amplio y abierto, para allí se estienda (sic) y desarrolle, el impulso de los elementos propios de la tierra y de los fecundos auxilios que nos envíe el extranjero (sic). Y en esas condiciones es muy  difícil encontrar punto alguno que mejor sirva que QUILMES.
Su altura es lo primero que dice al inmigrante europeo que está la tierra de promisión. Cuando á la vista del viajero se describe en el orizonte (sic)  la ondulante línea curva que ofrecen el Plata y e| Paraná, en su confluencia, al llegar la nave á estas pla­yas; lo primero que sorprende y detiene la mirada, es el blanco caserío de QUILMES, situado en lo alto de una loma, teniendo su frente custodiado por sus bosques de álamos, que, como centinelas de la patria, dan el ¿quién vive? Al enemigo, ó envían la bienvenida al poblador, saludándole con su erguido penacho de ramas frondosas y perfumadas.
Si allí situamos la nueva ciudad, cuando el inmigrante llegue á estos países, al saludar las alturas de QUILMES, podrá decir, con razón, que llega á habitar una tierra donde sus hombres de Estado, han tenido en cuenta todos los adelantos de la ciencia de su tiempo, y obedeciendo a las leyes de la higiene, de la política y de la administración, han colocado su capital en una altura tan eminente que día llegará en que domine, de todas maneras a cuanto le rodea.

- VI – 
Las condiciones generales que hemos venido señalan­do como necesarias á la capital futura de la Provincia pueden, con razón quizá, alegarlas, en su propio provecho, la mayor parte de, los pueblos de las costas del Paraná y del Plata, comprendidos entre Zarate y la Ensenada.
Efectivamente, dentro del cuadro trazado, en nuestros anteriores escritos, caben bien muchas poblaciones ó zonas despobladas de terrenos ribereños; pero, cuando desde el principio de nuestro trabajo, hemos señalado a QUILMES como el paraje adecuado para la futura capital, debemos tener razones primordiales que inspiren esta opinión.
Esa peculiaridad que, para nosotros, designa á QUILMES sobre todos los demás puntos de la provincia consiste en que QUILMES es el único terreno alto, higiénico, situado a tres leguas de la capital de la República, en la costa del río, con puerto fácil y que mirando al Naciente, queda al Sud de la ciudad de Buenos Aires.
Para muchos parecerá trivial este detalle, para nosotros él tiene una importancia trascendental, tanto en sus resultados políticos, como en sus consecuencias eco Gnómicas.
Sabemos que pugnamos con intereses valiosos al emitir francamente nuestra opinión en esta parte de la cuestión; pero una convicción profunda, lenta y concientemente (sic) elaborada, nos hace sostener que, por motivo alguno, la Capital de la Provincia de Buenos Aires, debe situarse al Norte de la Capital de la República.
La geografía, rechazada por nosotros, cuando se trata de buscar en el desierto, el punto céntrico del territo­rio tiene aquí una aplicación admirable.
Para todas las relaciones de política y de administración, la República Argentina queda al Norte de la ciudad de Buenos Aires.
Para todas las relaciones de interés, de progreso, de porvenir, la Provincia de Buenos Aires queda al Sud de la Capital de la República. 
Interponer la ciudad de Buenos Aires, con sus inmen­sos y poderosos atractivos, entre el Sud de la Provincia y la Capital, es hacer de esta, un villorrio sin esperanzas de desarrollo.
Al Norte, la tierra está subdividida de tal manera, que tienen los partidos que lo forman; elementos propios de progreso y de engrandecimiento.
No hay al Norte una pulgada de tierras fiscales y todas las industrias y ramos del comercio que allí se practican, buscan sus mercados de esportación (sic) por puer­tos propios ó hacen directamente el tráfico con las provincias limítrofes.
Cuando  salga de la Capital de la República para el Interior ; ó para el litoral del Paraná, tendrá forzosamente que pasar tránsito, haciendo sobre ella solo presión de dependencia y de influencia, sin dejar nada que importara utilidad práctica.
Situada la Capital de la Provincia en Campana ó en San Fernando, por ejemplo, su desarrollo sería muy lento, si es que alguno alcanzaba.
Desde luego todo el Sud de la Provincia, (que es la verdadera tierra del porvenir para Buenos Aires), no concurriría á la Capital, porque no solo no tendría objeto, sino porque le seria inconveniente.
Los productos del país que se embarcan en los ferrocarriles que reconocen como cabeza el Azul ó las Flores y que llegan á la plaza Constitución, teniendo puerto de esportación (sic) en la Capital de la República, no tendrían objeto alguna en seguir hasta San Fernando ó Campana, recargando con los fletes del transporte, solo por llegar hasta la Capital de la Provincia.
Si por el contrario, la Capital de la Provincia se situase en QUILMES, uniéndola por una ramal de dos leguas de estensión (sic) con el ferro carril del Sud,  tendríamos que todos los productos del Sud y del Oeste, llegarían directamente á QUILMES sin necesidad de venir á Buenos Aires y probablemente con menos costos de transporte.
Construido allí el muelle que pusiese en contacto la población con el gran canal que está situado frente á QUILMES, muelle que no tiene sino mil metros de estensión según estudios hechos, la Capital de la Provincia tendrían un escelente (sic) puerto de exportación, que atraería, con preferencia, por su comodidad y su baratura, todo el embarque y desembarque de mercaderías que fuesen para el estranjero (sic) ó que nos viniesen de él.
Una Capital al Sud, ligada a las líneas que vienen del Oeste, con buen puerto, sería la mejor solución del gran problema, porque ella nacería con elementos de rápido engrandecimiento, y todas las aspiraciones del pueblo y del gobierno de la Provincia se verían colmadas.
Económicamente hablando, no es ni posible siquiera la discusión entre las ventajas de una Capital al Norte y una Capital al Sud de Buenos Aires.
Y si la estudiamos bajo su faz política y administrati­va; si ligamos á su estudio hasta los altos intereses na­cionales, vinculados á la rápida población y desarrollo del Sud de la Provincia, entonces hay hasta el deber de patriotismo de resolver la cuestión en la forma que lo indicamos.
Al Norte el progreso y su marcha grandiosa está asegurado. Es allí donde todos los gobiernos pasados han concentrado la influencia del poder oficial.
Los disturbios que siguieron á la guerra de la Independencia; los celos interprovinciales; las guerras civiles, que llevaban los ejércitos á la pelea, los tratados de paz, todos los actos, en fin, de nuestra vida como Estado ó como Nación, se han desarrollado siempre al Norte de la ciudad de Buenos Aires. Con pequeñísimas excepciones (sic), todos nuestros campos de batalla se encuentran allí situados; y si alguna vez se han sentido movimientos autonómicos políticos, han sido cuándo San Nicolás de los Arroyos, Arrecifes y Ramallo tomaban parte en las revoluciones que han convulcionado (sic) á Santa Fé.
Ese pasado, unido á la forzosa vitalidad que el comercio de tránsito con toda la República, tiene que dar al Norte, hará que él desarrolle rápidamente sus elementos de progreso, sin mayores esfuerzos ni preocupaciones del Gobierno.
Al Sud no sucede lo mismo. Al Sud todo empieza á hacerse recién ahora. La conquista del desierto, tiene que ser seguida por la población de la pampa y la influencia directa, instantánea que produce el ferro carril y el telégrafo, tiene que dilatarse hasta nuestras tierras de los Andes y del Cabo de Hornos.
El Norte tiene hoy un punto céntrico, á donde con­vergen todos sus caminos y sus líneas telegráficas: Bue­nos Aires. El Sud no lo tiene, y es necesario dárselos: QUIL­MES.
Para ligar la Capital de la Provincia, situada al Norte, con nuestras poblaciones del Sud y del Oeste, sería menester construir líneas dispendiosas, por su estensión (sic) ó pasar por el centro de la ciudad de Buenos Aires, lo que traería el inmenso perjuicio de inutilizar por completa aquella Capital porque todo el comercio y la industria serían absorbidos por esta ciudad.
Para ligar al Sud con el resto del territorio Provincial, sin tocar á Buenos Aires, bastaría como lo hemos dicho, una línea cortísima que uniera á QUILMES con Lomas de Zamora; independientemente de que hoy se reconoce por todo los pensadores y hombres de Estado, que es indispensable aumentar los ramales y la estensión (sic) de los ferro carriles al Sud.
La colonización y los canales, que tienen que ser dos de los más poderosos elementos del desarrollo rápido de Buenos Aires, no tienen al Norte ni tierras ni aguas que los hagan posibles en aquella región de la Provincia; mientras que al Sud, no solo hay inmensas zonas ter­ritoriales para la colonización, sino grandes arterias de aguas surgentes y correntosas, que facilitarían la cons­trucción de canales navegables.
Todos los puertos que la Provincia podría habilitar al Norte, ya están habilitados por el Gobierno Federal. Al Sud tenemos inmensas costas sobre el Plata y sobre el mar Atlántico, con excelentes puertos que, un día habilitados, tendrán que servir de núcleo á poblaciones florecientes, que aumenten el progreso de Buenos Aires.
Y, hasta los insignificantes detalles de la higiene, nos aconsejarían elegir (sic) un punto al Sud, tratándose de este país, donde está hoy científicamente probada la influencia mórbida del viento del Norte; influencia que aumenta á medida que las poblaciones están más cerca de los esteros cenagosos del Paraguay o de los bosques con lagunas fétidas del Brasil.
Entre las condicionas que hemos señalado, pues, para la futura Capital do la Provincia, debe incluirse como una de las principales, la de que esté situada al Sud de la ciudad de Buenos Aires, para salvar todos los inconvenientes que tendría el colocarla en un punto donde esta se interpusiere entre aquella y sus territorios del Sud. Y no hay en todo el territorio Sud, un solo punto que reúna, como QUILMES, todas esas condiciones; porque no solo es el más elevado, el más sano, el que tiene puerto más fácil y practicable, sino que también es el que se encuentra á una distancia más conveniente de esta ciudad y con mejores elementos de comunicación con el resto de la Provincia. 
(CONTINÚA EN LA SIGUIENTE NOTA – CAP. VII y VIII) 
Digitalización, escaneo y configuración Prof. Chalo Agnelli
Gentileza del Prof. Claudio Schbib
Asociación Historiadores Los Quilmeros
Biblioteca Popular Pedro Goyena
Quilmes, agosto 2016
“EL QUILMERO – 10 AÑOS”

BIBLIOGRAFÍA PARA CONSULTAR 
Craviotto, José A. (1966) “Quilmes a través de los años” Ed. Municipalidad de Quilmes.
Salmerón, Luis Arturo. “La Gran Hambruna irlandesa, 1845-1849”. https://relatosehistorias.mx 
Trujillo, Juana. “Breve historia de Antoine Augustin Parmentier y la patata” https://www.directoalpaladar.com 
Varela, Luis V.: (1877) “Debates de la Convención constituyente de Buenos Aires 1870-1873”. Publicación Oficial. Hecha bajo la dirección del convencional Luis V. Varela. Bs. As., La Tribuna, 1877. 2 Tomos 
Ver en EL QUILMERO del lunes, 17 de octubre de 2011, “William Wheelwright y una excursión fluvial por el Rio de La Plata hasta Ensenada”