viernes, 20 de mayo de 2011

ENRIQUE CERRI, "EL CURA GAUCHO"


Por Chalo Agnelli
El Cura Gaucho fue un sacerdote muy particular que tuvo Quilmes. Nada querido por sus pares y mucho por los más carentes, sobre todo por los vecinos de La Ribera donde hacía su trabajo evangelizador. Era el cura de los pobres, era un humanista ante todo, ya que estaba hondamente preocupado en rescatar de entre la pobreza a los más desheredados; fue un pionero de los que después fueron los curas villeros, los de la teología de la liberación y la opción por los pobres.[1] 
Tenía su enclave en una capilla raída, próxima a la calle Isidoro Iriarte, donde vivió largos y duros años. Solía llegar al centro de Quilmes a caballo con una sotana arratonada, con bordes deshilachados y un poncho cruzado sobre el hombro izquierdo.
 Pero entre sus amigos más fieles, tuvo a otro providencial personaje de nuestra Ribera, el Dr. Vicente Macignani y a la señora Gerónima Inés Giles y Gaete de Mayol, [2] una mujer, también de carácter, pero altruista, íntimamente ligada por origen y parentesco con las familias más antiguas del Partido desde épocas de Juan de Garay.

SU VIDA 
El sacerdote Enrique Cerri, nació en Gualeguay, Entre Ríos, el 8 de abril de 1875, fue el segundo de los seis hijos de don Juan Cerri y doña Isabel Caffarena. Sus padres poseían una zinguería y hojalatería, emprendimiento con el que habían adquirido una desahogada posición económica. Enrique y sus hermanos varones trabajaron junto a su padre, pero él desde la primera infancia manifestó inclinación al sacerdocio.
Sus padres no se opusieron, pero prefirieron que antes de asumir los rigurosos estudios que le permitirían alcanzar su propósito, hiciera un viaje a Francia donde tenían familiares, más allá de cualquier otra distracción, el joven Enrique inició la carre­ra sacerdotal. Rápidamente logró su ordenamiento religioso como fraile dominico.
En carácter de misionero, fue enviado a Lima, Perú. En este país se ordenó y celebró su primera misa. Se graduó, también, como profesor de colegios secundarios. Además del latín eclesiástico, hablaba con fluidez francés e italiano. Luego fue enviado a Buenos Aires donde trabajó como profesor en el desaparecido colegio Lacordaire de la calle Esmeralda 650; práctica que abandonó para  trasladarse por breve tiempo a la iglesia San Antonio de Gualeguay como teniente cura, siendo párroco don Ángel Armelín.
 Iglesia San Antonio de Gualeguay, Entre Ríos

LA RIBERA DE QUILMES
En 1926, fue trasladado a la parroquia de la Inmaculada Concepción de Quilmes, como teniente cura, donde permaneció hasta 1966. Era párroco don Manuel Bruzzone quien le encomendó que asistiera a los fieles del paraje de la Ribera, lo que hizo con absoluta probidad cristiana. Los vecinos que lo veían chapotear en el lodo y andar por la playa en las bajantes esquivando basura, le regalaron un caballo que fue su compañero durante muchos años; con él recorría de norte a sur la Ribera, visitando a todas las familias, oficiando misas bajo los sauces, asistiendo a los damnificados en las sudestadas, acompañando enfermos al Hospital donde siempre recibía la atención del Dr. Iriarte. Muchas veces en sus andanzas ribereñas lo hacía junto con su entrañable amigo el Dr. Aníbal Silva, al que había conocido en Francia en su época de estudiante, con quien solía sostener largas charlas mates de por medio, sentados en el murallón. 
Tras el fallecimiento de Bruzzone, no fue tan cordial su tarea junto al nuevo párroco el Pbro. Ángel Banfi. A algunos, considerados ‘buenos cristianos’, les chocaba su andar campechano, su sotana arratonada, su poncho pardo demasiado usado, su único abrigo, ya que le preocupaba muy poco su aspecto exterior, y el deambular siempre rodeado de niños con los que hacía recorridas por casas y comercios de la ciudad para proveerse de víveres, ropas y otros ele­mentos para su “Despensa del Desamparo”.  Cuando la sudestada castigaba la Ribera, realizaba su trabajo de apoyo desde canoas facilitadas y guiadas por personal de la Prefectura Naval.
Tenía su enclave en una capilla también raída, próxima a la calle Isidoro Iriarte, donde vivió largos y austeros años.
Afortunadamente, cuando asumió como párroco el padre Silvio Rodolfo Cartasegna la relación cambió y tuvo gran apoyo de este sacerdote. Poco duró la armonía pues cuando ocupó la parroquia el Pbro. Ovidio Merola, volvieron los encontronazos. Fue uno de sus oponentes más tenaces; otro sacerdote muy particular que tuvo la parroquia de la Inmaculada Concepción, por su temperamento un tanto irascible. Fastidiaba al Párroco que Cerri, en algunas oportunidades, subía por la barranca hasta el templo parroquial en su caballo y lo ataba a las rejas del atrio.
El nacimiento del peronismo, que ofrecía una nueva esperanza para los humildes, hizo que Cerri se convirtiera en sincero admirador de Eva Perón, le escribió cartas y recibió su apoyo, a pesar de ello, nunca estuvo afiliado a su partido. Esto también distanció a Merola del Cura Gaucho.
Fue recompensado, en sus últimos años, por Mons. Gerónimo Podestá, el obispo de Avellaneda desde 1962, un hombre de la Iglesia que apoyaba por entero a todos los curas que se mantenían rectos en el camino trazado por Cristo y los Evangelios.
VIVIENDAS 
Proviniendo de una familia de desahogada posición económica, renunció a todo beneficio, solamente aceptó una chacra en la primera sección de Gualeguay que vendió para destinar el dinero a su misión por los pobres.
Entre 1944 y 1946, gracias  a la generosidad de Arnold P. Herck vivió gratuitamente en el recientemente inaugurado Hotel Astrid. Luego se mudó a la casa de una familia solidaria en la calle Olavarría 321. Era costumbre verlo tomar el colectivo 8 con su viejo bolso negro, volviendo de la costa. En 1949, el empresario don Antonio Fiorito le facilitó una vivienda prefabricada frente al río, desde donde pudo continuar su tarea, compartiendo necesidades con la vecindad.
 Sus últimos años en Quilmes, fatigado y enfermo de tantas mojaduras e intemperies, los transcurrió en el Hogar Sandford.[3] Un día, presa de una gran depresión, fue internado en el Hospital de Quilmes, no pudo sobrellevar las críticas que en forma permanente recibía de quienes no entendían que diera rienda suelta a su amplia generosidad y espíritu samaritano. Solía contestar a los despro­pósitos diciendo: "En todos lados se cuecen habas".
"Un puñal de plata y una cadena de monedas de plata dejan filtrar sus resplandores en el escaso arsenal que conforman sus posesiones. El primero - manifiesta con un matiz emocionado en al voz - le fue obsequiado por monseñor Podestá; en tanto que una expresión de reconcentrada nostalgia asoma a su rostro cuando confiesa que la segunda fue producto de un insólito trueque con el general Mitre, cuando este le cambió la cadena de monedas de plata por una estampilla que le faltaba en su colección." (El Mundo, 27/8/1966) 
 
LA GRANDEZA EN LA HUMILDAD
En 1967, Cerri fue internado en una casa para sacerdotes de tercera edad, en la Capital Federal, donde falleció a los 92 años, el 26 de setiembre de 1967, el mismo año que Mons.Podestá fue obligado  renunciar debido a sus ataques a las políticas económicas de la dictadura de Onganía, su presencia en actos gremiales y su apoyo a los curas obreros.
Los restos del Cura Gaucho, según su deseo, yacen en el Cementerio de Ezpeleta. Tal era su grandeza que pretendió que su muerte pasara desapercibida, así era de sencillo, como lo es su modesta sepultura.
Investigación por Chalo Agnelli 
Fragmento de la nota enviada por su sobrino-nieto
Carlos María Moreyra. Gentileza de  Susana Moreyra de Verán
Anécdotas del Dr. Vicente Marcignani y la señora Gerónima Giles
FUENTE 
"Quilmes generando cultura" Año V N° 16. Diciembre de 1998. Pág. 31
NOTAS
[1] En “Curas villeros - De Mugica al Padre Pepe. Historias de lucha y esperanza” de  Silvina Premat. Ed. SUDAMERICANA, Febrero 2012 
[2] Ver en EL QUILMERO del miércoles, 21 de septiembre de 2016, “GERÓNIMA IRMA GILES Y GAETE DE MAYOL (COLABORACIÓN)” 
[3] Ver en EL QUILMERO del lunes, 12 de marzo de 2018, “EL HOGAR SANFORD”





TOMÁS GIRÁLDEZ – JUEZ DE PAZ Y PLACERO


Investigación: Prof. Chalo Agnelli
LA ÉPOCA.
En 1869 gobernaba el país Domingo Faustino Sarmiento. Paraguay seguía desgarrado por la “Triple Infamia” que al año siguiente tendrá su triste fin. El primer censo nacional arroja una población de 1.877.490 habitantes, 200.000 extranjeros y 90.000 aborígenes; el 80% de toda esta población es analfabeta. Se inaugura el telégrafo entre Buenos Aires y Rosario. Se aprueba el Código Civil de Vélez Sarsfield y sale el primer número del periódico “La Prensa”. Del otro lado del mar se inauguraba el Canal de Suez. EEUU es atravesado por el primer ferrocarril  transcontinental y en 1870 estalla la guerra franco-prusiana.

¿Y EN QUILMES?
Mientras tanto en el pequeño, pero creciente, villorrio e inconmensurable partido que era Quilmes por esos años, Tomás Giráldez fue electo juez de paz, presidente de la municipalidad, comandante de milicias y comisario de policía. Siguió en el cargo a Patricio Fernández, luego fue reelecto en el período de 1870. Había sido municipal en 1857.
Los jueces de paz eran electos anualmente y asumían los 1º de enero de cada año. Fueron municipales (concejales) en su primer período: Andrés Baranda (autonomista), Eduardo Bernal (hijo de Félix Bernal), Francisco Casares, Manuel Fabal, Remigio González (mitrista), Orleans Larralde (vascofrancés, bisabuelo del político Crisólogo Larralde), Pablo Pardo y Martín Puig y Tomás Flores que fuera el primer intendente electo como secretario. En el segundo período a Baranda, Casares, González y Larralde, se sumó Manuel Doroteo Soto. Hombres todos junto a Giráldez que participaron directa ya activamente en la tercera fundación de Quilmes. Giráldez había y si bien Giráldez aspiró a una nueva reelección vio defraudadas sus expectativas pues lo sucedió Mariano Vega.

ORIGEN
Giráldez nació en Buenos Aires el 15 de marzo de 1824. Su familia era de origen español, de la provincia de Tuy, una de las siete en que estuvo dividida Galicia en la Edad Moderna, hasta la división provincial de 1833, en que pasó a integrar la nueva provincia de Pontevedra, como su territorio más meridional. Fue una de las últimas en ser creadas. La ciudad episcopal de Tuy era la capital. Estaba casado con Juana Martínez. Fueron sus hijos Carmen, Isabel, Eduardo y Tomás N.
Eduardo Giráldez se casó con Hersilia Josefa Otamendi, hija de Fernando Julián Otamendi (5/4/1843 – 27/7/1923) fuerte hacendado; muy joven fue municipal en 1866, juez de paz y presidente de la municipalidad en 1878 y en 1891 fue intendente a poco de crearse ese cargo. [1]

GENIO Y FIGURA
Don Tomás Giráldez fue un hombre estatura media y contextura muy fuerte, poseía una abundante cabellera negra, ligeramente ondulada, tenía ojos negros y expresivos, labios finos y apretados, frente amplia y prominente, dinámico, de carácter decidido y empeñoso. Tuvo que lidiar con las sombras de dos figuras beneméritas que habían crecido significativamente en el aprecio de los pocos pobladores de Quilmes, eran esos prohombres, don Andrés Baranda y don Augusto Otamendi, motores, como Giráldez, de lo que fue la tercera fundación de Quilmes.
No faltó quien lo señalara por su genio destemplado y violento, pues cuando se proponía un objetivo no tenía miramientos ni contemplaciones.

EL PLACERO
A su administración se debieron varias mejoras urbanas como la parquización y diseño de las plazas que eran míseros baldío intransitables cubiertos de cicutales y alimañas.
En la actual plaza San Martín, por esos años tan solo Principal, hizo colocar una fuente circundada por cuatro estatuas que representaban las cuatro estaciones del año, bancos con viseras, farolas con velas de sebo, la dividió con macizos que se convirtieron en jardines y la mandó circundar de sauces. Para el surtidor de la fuente había un molino y tanque en la esquina de Sarmiento y Alsina. La fuente hoy se halla en la plaza Aristóbulo del Valle.
Giráldez fue pionero de la “tercerización”.  [2] Pues para la conservación de las otras plazas designó a vecinos de las mismas que compartían sus objetivos urbanísticos. Para la plaza de la Libertad, hoy del Bicentenario, contó con la colaboración de Andrés Baungart, que tenía un comercio en la esquina NE de Moreno y Conesa, para la plaza principal, con la ayuda de Antonio Silva con comercio en la esquina NO de Rivadavia y Mitre “El Positivo”; el Dr. Wilde colaboró con la plaza del Regocijo, que hoy lleva su nombre; y de la perdida plaza Pinto se hizo cargo Marcelo Loredo propietario de un importante almacén de ramos general en la esquina SO de Lavalle y Olavarría, por eso también la llamaron la plaza de Loredo y se creyó que él era el propietario de esa manzana pues hacía un uso un tanto arbitrario de la misma más que disponerla para uso de la vecindad. [3]

LA ESTACIÓN DEL FERROCARRIL
Cuando se anunció que el ferrocarril a la Ensenada estaba por llegar a Quilmes, después de tediosos trámites y largas demoras, empujado por el ingeniero William Wheelwright, Giráldez pretendió que la estación se levantara junto a su finca en la calle Vicen­te López y Rodolfo López, con entrada en la cuadra larga que va desde R. López a Tucumán calle sobre la que había una tranquera. Esta chacra, la Nº 14, circundada por las actuales calles Vicente López, Rodolfo López, Andrés Baranda y Carlos Pellegrini, había sido concedida por el agrimensor Francisco Mesura, en 1818 a Juan Benítez, descendiente de indios quilmes. [4]
Su propósito fue combatido por otros vecinos que también querían la estación a las puertas de sus casas. [5] Ninguno fue beneficiado con esa concesión, finalmente el tren hizo una curva y la estación se ubicó en el nodo opuesto al centro urbano del pueblo, lo que se conoce como la Manzana Histórica.

DECESO
Grande fueron los dos disgustos que le produjeron a Tomás Giráldez la frustración por no ver instalada la estación a las puertas de su casa y no haber sido reelecto para un nuevo período en el ejecutivo local; más el desgaste propio de sus funciones que el 18 de enero de 1871 murió en su chacra en compañía de sus hijas, tenía 47 años. Según el “Libro de Muertos del Partido[6] su deceso, de acuerdo a los testimonios de Antonio Silva (n. 1845) y Juan Ithuralde (n.1836), dos de sus amigos más cercanos, se produjo por una fístula, “tan repentinamente que no hubo tiempo para los santos sacramentos”. Fue enterrado en el cementerio de la Recoleta.

TOMAS N. GIRÁLDEZ, EL POETA
Poca es la información que se pudo obtener para adentrarnos en la vida y la historia de este antiguo vecino. No figura en los diccionarios biográficos conocidos.
Si bien, José Arturo Scotto [7] en sus “Notas Biográficas”, menciona a un Tomás N. Giráldez, en realidad hijo del juez, un disímil poeta del siglo XIX, confunde las fechas de nacimiento y muerte de estos homónimos. Dice que nació en 1824 y que en 1859, "La Tribuna", "El Nacional" y "La Nación Argentina", publicaron composiciones de Giráldez, a veces con su firma; otras con iniciales (T. N. G.)” En esa fecha el poeta tendría 35 años, una figuración tardía pues ya era un hombre maduro para la época. En realidad Scotto que no encuentra datos del natalicio y la muerte de este “Tomás N.” le adjudica la de su padre el juez de paz quilmeño.  
Agrega este biógrafo: “Con el doctor Lean­dro N. Alem fundó y redactó el periódico político ‘El Guardián’, en el cual firmaba con el seudó­nimo de Acacio.”
Leandro Nicéforo Alem nació el 11 de marzo de 1842 y murió el 1º julio de 1896. Cuando el fundador del radicalismo nació el Juez de Paz tenía 18 años y cuando se editó “El Guardián”, varios años más que Alem. De manera que es muy dudoso que el poeta y el funcionario quilmeño sean la misma persona. Tomás Giráldez no tenía el perfil de poeta, condición que José Andrés López hubiera aprovechado muy bien en los “aguafuertes quilmeños” de “Quilmes de antaño” 
Concluyendo Tomás N. Giráldez era hijo de Tomás Giráldez y Juana Martínez.
La obra poética de Tomás Giráldez, hijo, no tuvo relieve, los poemas más discretos, cargados de un romanticismo abusivo y tardío, hallados en publicaciones de la época son: “Suspiros del alba” (can­ción); Mi amor”, “El Pimpollo”, “La Violeta” y “Desen­canto”. En 1860, publicó una novela de escaso vuelo: “Vengador y Suicida”, que transcurre durante la época de Rosas, entre los años 1842 y 1850. En la misma fecha, compuso un dra­ma en dos actos y en prosa bajo el título:Garibaldi en Napoles”, que no se llegó a representar. En 1863, editóLa Guirnalda Argentina”. Recopilación de poemas de jóvenes argentinos: Juan Cruz Várela, Pastor Obligado, Leandro N. Alem, Estanislao del Campo, Amancio Alcorta, José Manuel Estrada y otros.

CONCLUSIÓN
Las distancias considerables que, muchas veces, separaba a la criatura recién nacida como al difunto de las escasas parroquias existentes, impedimento que demoraba notablemente la inscripción del niño o la muerte de algún pariente o vecino; así como la pérdida de libros parroquiales que, hasta la creación de los Registros Civiles, eran los únicos documentos que atestiguaban nacimientos, matrimonios y defunciones, y el extravío de libros de actas de los juzgados de paz o municipios, más la dificultad para interpretar algunos de esos documentos por la particularidad de la grafía, algunas estrambóticas, de vicarios y sacristanes, donde se confunden apellidos, nombres y fechas, son impedimentos que encuentran los historiadores para dar plena certeza a un hecho histórico o a una biografía. Es fructífera ayuda hallar descendientes que – pocas veces – guardan escritos, actas, documentos, fotos y memorias oídas que pueden ser pie para nuevas investigaciones. La confusión que hace el biógrafo José Arturo Scotto entre Tomás Giráldez y Tomás N. Giráldez es un ejemplo de esta aseveración.

Prof. Chalo Agnelli


[1] Otamendi, Luis E. “Una familia de arraigo en Quilmes” Serie Biográficas.  Municipalidad de Quilmes. Biblioteca Sarmiento. Quilmes agosto de 1965
[2] Ales, Manuel.
[3] López, José Andrés. “Quilmes de Antaño” Ed. de autor. Quilmes 1934.
[4] Otamendi, Luís E. “Historia de la Reducción 1666-1812”. Municipalidad de Quilmes Biblioteca Sarmiento Serie Archivos y Fuentes de Información Nº 2 Quilmes julio de 1968 Pág. 94.
[5] El historiador Guillermo Ñañez se publicado en su blog el libro “Quilmes de antaño” completo.
[6] En la Catedral de Quilmes. Foja 10.
[7] Scotto, José Arturo. Notas Biográficas. Publicadas en la Sección Efemérides Americanas de "La Nación" 1907- 1909 por Talleres Gráficos de L. J. Rosso y Cía. Buenos Aires, 1910.