Con el anhelo de registrar en EL QUILMERO algunas
referencias de antaño hice uno de mis habituales transmigraciones en el tiempo.
Llegué a 1936, para visitar a algunos viejos vecinos de aquel entonces.
En la plaza San Martín, me quedé un rato contemplando la
hermosa fuente que hizo instalar allí el juez de paz don Pedro Giráldez en 1870
(hoy sus “restos” están en la plaza Aristóbulo del Valle), con sus cuatro
estatuas que representan a las estaciones del año y llegué a la esquina de
Alsina y Sarmiento; en diagonal con esta esquina está la casa de don Francisco
Soto, a quien visité. Me recibió con su llaneza criolla y se prestó con agrado
a la entrevista, advirtiéndome, con real modestia, que no era mucho lo que
podría contarme.
UN VIAJE AL PASADO QUILMEÑO
EL QUILMERO.-
Muchas gracias don Francisco por recibirme con tanta gentileza. Usted es uno de
los vecinos más viejos hoy en día en Quilmes ¿Verdad?
FRANCISCO SOTO.-
No me precio de ser el más viejo de los quilmeños, por más que en la carrera de
los años vividos, puedo asegurarles que no voy a ocupar mal lugar; pero eso sí,
le afirmo que soy de los contados que a los 88 años se abrigan aún bajo el
mismo techo que los vio nacer. Pues ha de saber que yo nací aquí, en esta casa,
donde ahora estamos, el 17 de enero de 1847, cuando Don Juan Manuel de Rosas
gobernaba en la Provincia y en el país y mi tío don Manuel Gervasio López, su
gran admirador y amigo, gobernaba en Quilmes como juez de paz. En esta casa funcionó el juzgado de paz mientras se construía
el edificio de Rivadavia y Sarmiento, que fue la segunda municipalidad de
Quilmes. No la que está ahora (se refiere a la Casa del Cultura levantada en 1912) Fueron mis
padres Manuel Doroteo Soto y Trinidad Acosta. Mi padre fue municipal
(concejal) entre 1870 y 1873, fue uno de los municipales que en 1873, impulsados
por el Dr. Wilde, lograron cambiar el alumbrado público con velas
de sebo por el querosén; agregando un progreso más al pueblo que recién
estrenaba ferrocarril (1872) En 1875 fue juez de paz, mi padre.
EL Q.- Años de progreso vertiginoso para el Pueblo que estaba abotargado desde hacía algunas décadas. Y su familia fue protagonista.
F.S.- Así es... (se queda pensando)
El Q.- Entonces usted
es pariente de los Casavalle, pues una hija de López, prima suya, se casó con
Carlos Casavalle, vecino ocasional de Quilmes en su casa de Mitre esquina
Nicolás Videla.
F. S.-
¿Casavalle?...
EL Q.- Casavalle
era el propietario de la Librería de Mayo, que por el valor histórico de sus
publicaciones se lo llamó el “Librero de la Patria”. [1]
F. S.- ¡Ah! Sí,
mi prima María Andrea. Mi padre le perdió el afecto a Casavalle cuando publicó
ese horrible pasquín contra el Restaurador… que no voy a nombrar. [2]
EL Q.- ¿A Manuel
Gervasio López su tío, lo conoció?
F. S.- Yo tenía 5
años cuando murió. Él había nacido en Buenos Aires. Fue juez de paz en 1939,
tenía 39 años. Lo recomendó don Juan Manuel Gaete. Los Gaete fueron muy amigos
de mi familia por generaciones. Aún hoy me veo con algunos.
EL Q.- ¿Qué
ocupación tenía Manuel Gervasio López?
F. S.- Mi tío
tenía una chacra en este partido
y una pulpería cerca de Santa Catalina
(oeste de Lomas de Zamora) En la segunda
Restauración (año 1833) fue teniente de milicias de la compañía del capitán Grigera
y fue comisionado por el General Pinedo para hacer tropas de ganado y abastecer
al Ejército Restaurador. Con motivo de la caída de Rosas después de
Caseros, fue procesado, acusado de confiscación de bienes, pero luego lo
absolvieron de culpa y cargo; sin embargo murió de pena poco tiempo después al ver mancillada su honorabilidad
con tal proceso… Cuando lo destituyeron fue reemplazado por Martín J. de
la Serna el 8 de febrero de 1852, lo recuerdo bien pues había estado en mi casa
tomando mate ese día. A pedido de de la
Serna se dividió el partido de los Quilmes
creando el de Barracas al Sur que hoy se llama Avellaneda. En la nueva
jurisdicción reducida del partido de Quilmes nombraron juez de paz a don Andrés
Baranda… Mi padre repetía siempre que don Manuel Gervasio López había
sido un hombre muy digno.
EL Q. (Lo saco
del tema que evidentemente lo entristece) ¿Cómo era el Quilmes de su niñez y
juventud?
F. S. ¡Sí! (Recupera
rápidamente el ánimo) Yo conocí a Quilmes en “pañales edilicios”, con escasas
construcciones de material, muchos ranchos y predominaban los baldíos sin cerco
y todo a la “buena de dios”. Mi señora madre que también murió a fines de 1862,
sabía decir, no sé si en broma o en serio, que no quería ser enterrada aquí,
por temor que turbasen su último sueño los cerdos de Marteluna.
EL Q.-
¿Marteluna?
F. S.- Se trataba
de un vecino de este barrio (Se refiere al centro de Quilmes) cuya piara
andariega, no sólo llegaba hasta la plaza principal en sus dañinas correrías
alimenticias, sino que hasta se atrevía a cruzar la calle, que hoy se llama
Rivadavia, e iba a hozar en los terrenos de la Iglesia parroquial donde estaba
el enterratorio.
EL Q.- ¡Ah! Sí. El
Dr. Craviotto lo nombra en su libro.
F. S.- Claro, yo
se lo conté ¿Escribió un libro?
EL Q.- Sí,
primeros lo publicó el Archivo de la Provincia y luego la Municipalidad, “Quilmes
a través de los años”. Pero cuénteme ¿Cómo eran esos pañales edilicios que usted
menciona don Francisco?
F. S.- Conocí la
antigua Casa Municipal, la que hizo construir don Andrés Baranda, cuyo frente
más o menos era el que conservaba hasta el año 1910, en que se construyó el
actual Palacio que diseñó el arquitecto Ítalo
Benedetti, y recuerdo también la antigua Iglesia. Si señor, la recuerdo
como si fuera hoy y le hablo del año 1852. Era una construcción de material
sobre la calle Mitre, casi a mitad de cuadra, de “media agua” como se decía
entonces, más bien pequeña. Sobre uno de sus muros se elevaban dos pilares que
servían de soporte a una viga, de la que pendían dos campanas cuyas sogas
caían hasta el suelo. Yo hice un día de sacristán campanero (ríe a carcajadas)
Una travesura infantil que todavía recuerdo.
EL Q.- Cuente la
travesura.
F. S.- Bien. Se la voy a relatar, es bien corto el
cuento. Mi madre me mandó a comprar hilo a la tienda “El Sol” de
González, en la esquina de la calle del Comercio y la del Progreso, hoy son Mitre
y Humberto Primo, y viendo las campanas y sus cuerdas colgantes, me tenté y se
me ocurrió dar unos cuantos tirones de ellas y así lo hice. De inmediato llegó
hasta mí, sorprendido por el inusitado repique, el Párroco Andrés Ramos, [3] con el
propósito de darme una severa reprimenda, pero al reconocerme, comprendió la infantilidad
de la falta y me acompañó hasta aquí, donde me entregó a mi madre que luego se
encargó de la reprimenda (ríe a gusto)
|
Casa que hizo levantar el cura párroco Andrés Ramos y luego vendió a don Andrés Baranda |
EL Q.- Su padre
fue concejal, es decir municipal como se denominaban antes y luego juez de paz ¿Usted desempeñó algún
cargo público en el partido de Quilmes?
F. S.- En el año
1869 fui nombrado Alcalde del Cuartel 1º, (el área céntrica de Quilmes) designación
salvadora, pues como funcionario público se me permitió quedar en Quilmes y no
formar parte de la “leva para las fronteras’’ que se hacían temporalmente. Había,
sido designado oficial del contingente que ese año debía marchar, y debo
confesarle que recibí muy complacido la alcaldía, que me eximía de ‘visitar’ a
los pampas, tehuelches y ranqueles, visitas que a veces duraban años y de las
que no todos volvían y si volvían, bastante maltrechos por cierto.
EL Q.- ¿Cuál fue
su actuación en la llamada Revolución del `80?
F. S.- En 1880,
cuando la Revolución, yo no estaba en Quilmes, me encontraba en el Azul
dedicado a la ganadería. Allí conocí y traté en ese entonces a los comandantes
Leyría, Villar y Supisiche y
también al general Nicolás Levalle, que me
dispensó y honró con su amistad. Tenía parientes en Quilmes, pero con su
apellido correcto no el que le pusieron cuando llegó a América. [4]
EL Q.- Pero
después retornó a Quilmes.
F. S.- Volví a
Quilmes después de larga ausencia ya en 1897, y he sido empleado nacional del
Ministerio de Agricultura, inspector general del Municipalidad… siempre me
interesó el tema de la ganadería y la agricultura... y fui un buen jinete. Supe tener una de las tropillas de alazanes más lucida del Partido, mejor que la del vasco Ourracarriet, por cierto.
EL Q.- Conoció a
casi todos los grandes hombres que le dieron a Quilmes a fisonomía que hoy
tiene. A ese período, yo lo llamo la Tercera Fundación.
F. S.-
Efectivamente. Los conocí a todos y tuve trato con varios de
ellos: Don Andrés
Baranda, que era vecino mío; Don Tomás Flores el primer juez de paz electo, un
hombre bonachón; al Dr. Wilde, una eminencia que estaba siempre dispuesto a
ayudar a la gente, de trato cordial con todos por igual; a Matienzo, a su
tío don Carlos Morel; a un querido amigo don José Andrés López y a sus hijos
Rodolfo y José Eduardo, este último fue intendente; a Santiago Goñi, a Juana Gauna que impulsó
la creación del primer hospital con aquella mujer imponente que fue doña Federica
Dorman de Quijarro, "la embajadora" como le decían, que se paseaba por Quilmes en un breck
destartalado que ella misma conducía con un matungo achacoso; los doctores Julio
Fernández Villanueva, Pacífico Díaz y Pedro Elustondo … yo voté a Elustondo, a don Santiago Valerga y por supuesto al joven don Isidoro... muchos, muchos más. Tendríamos que estar hasta mañana nombrando a toda esa gente notable, pero ya
es tarde y estoy un tanto cansado. Los años no vienen solos.
EL Q.- Si no es mucha molestia don Francisco ¿Podría facilitarme algunas fotos suyas?
F. S.- No es molestia. Aquí tengo unas que le di vez pasada al periodista de "La Verdad", que también vino a hacerme una nota. Ahora, con tantos años en este pueblo, soy como una especie de rareza... (ríe) Esta me la sacaron en la "Cigarrería del Fotógrafo" que estaba en la calle Rivadavia 52. Mirá la abundante barba que tenía... bien negra y brillante, le ponía mucho cuidado (ríe) Esta otra es más reciente, me la tomó don Santiago de La Fuente ¿Lo conocés? Fue para esa publicación que te cuento.
EL Q.- Muchas
gracias don Francisco. Las escaneo, ¡Bah!, digo, las copio y se las devuelve a la brevedad. Ha sido para mí un honor esta entrevista. Le daré
saludos suyos a su bisnieto, Tacho, [5] que
también es una figura notable en el Quilmes de mañana.
RETORNO
No me deja de asombrar descubrir en estas personalidades al Quilmes de
ayer, la bonanza de su gente, el silencio amodorrado que sólo musicalizan los
pájaros que sobrevuelan el pueblo por centenares. Salí de la casa de don
Francisco, volví a cruzar la plaza y pensé ir hasta la casa de don Santiago Goñi que vive allí cerca, pero
ya no era una hora apropiada para una visita, sobre todo que en esta época
aún no hay celulares para avisar con antelación y los teléfonos aún son lujos de
algunos pocos. De modo que tomé rumbo al enclave estratégico desde
donde despego a mis transmigraciones temporales y volví a este 2015, que recién
empieza.
Investigación y ‘entrevistador’ Chalo Agnelli
Quilmes, 1987 - 2014
FUENTE
Periódico “La Verdad”
Número aniversario, 1936.
REFERENCIAS
[1] Carlos Casavalle, impresor y
bibliófilo de Ricardo Piccirili. Y http://es.scribd.com
[2] Se refiere
a las “Tablas de Sangre” de Rivera Indarte.
[3] Andrés Ramos y Otero fue párroco entre 1845 y 1854, había hecho construir la casona de la esquina NE de Rivadavia y Sarmiento que luego le compró don Andrés Baranda y fue la residencia de sus descendientes hasta 1972 en que se derribó para hace un alto edificio.
[3] Nicola
Levaggi nació el 6 de diciembre de 1840, en Cicagna, Génova. Era
hijo de Lorenzo Levaggi y Benedicta Daneri. Llegó a la Argentina
junto a sus padres, en 1842, radicándose en la ciudad de Buenos Aires. Al
arribar al país, los oficiales de la aduana castellanizaron su nombre,
transformándolo en Nicolás Levalle. El 10 de octubre de1857, ingresó
como asistente en la Academia Militar; dos años más tarde, en 1859, se
encontraba en la 2º Compañía del 1er Escuadrón del Regimiento de
Artillería Ligera, actuando también como asistente. Participó en
la Guerra de la Triple “Infamia” donde
fue herido dos veces y de la Conquista del Desierto. Fue uno de los fundadores
del Círculo Militar, jefe del estado mayor, general y tres veces ministro de
guerra y marina bajo las presidencias de Miguel Juárez Celman, Carlos
Pellegrini y José Evaristo Uriburu. Comandó las tropas que vencieron en la
Revolución del Parque de1890, y mantuvo una estrecha relación con Julio
Argentino Roca. Gravemente enfermo, para intentar curarse viajó a Francia, pero
al enterarse que no tenía remedio, regresó para morir en su patria adoptiva. No
lo logró: murió el 28 de enero de1902, a bordo del barco que lo traía, ya cerca
de Buenos Aires. Sus restos descansan en el cementerio de la Recoleta.
[4] Ver en EL QUILMERO del 29 de mayo de 2012 OSCAR TACHO SOTO - BIOGRAFÍA - "EL ÁRBOL DE
LA BUENA SOMBRA" y en
RETRATOS EN LA CIUDAD del martes, 9 de diciembre de 2014, OSCAR TACHO SOTO - MÚSICO Y ECOLOGISTA (MAYO
2003)