lunes, 26 de septiembre de 2011

UN LIBRO PARA LA COLONIA DE VALERGA DE CHALO AGNELLI




"LA COLONIA DE VALERGA - HISTORIA SOCIAL DEL SEGUNDO BARRIO DE QUILMES"

Un libro de CHALO AGNELLI

ED. TIEMPO SUR 

Su contenido recorre: las viejas chacras, sus propietarios; don Santiago Valerga; su calle; los terrenos anegadizos; la comunidad genovesa, la canaria, los polacos; primeras familias; primeros loteos, apertura de calles, nomenclaturas, pasos a nivel, la instalación de los servicios públicos, las plazas: Aristóbulo del Valle y Armonía; el tranvía; La curva de Lemos; la Cervecería; empresas subsidiarias; el gremio cervecero; sociedades culturales de servicios y clubes; instituciones, eventos deportivos y personalidades del deporte; las bibliotecas, origen y evolución del teatro, nacimiento del elenco “Luz y Sombra”; el periodismo y periodistas; instituciones religiosas; reseñas biográficas de figuras relevantes de la comunidad barrial de ayer y hoy, referentes del arte, la cultura, la educación, el deporte; anécdotas, sucesos policiales, curiosidades y más curiosidades…

Comentario del periodista Jorge Eduardo Padula Perkins, sobre este publicación:
"Transcurrieron unos días hasta que compré y leí el libro. Por eso recién ahora vengo a escribir algunas palabras al respecto.
Si no hubiésemos compartido proyectos culturales y, a partir de ellos, generado un vínculo de respeto y afecto recíproco; si "La Colonia de Valerga" no incluyera varias referencias a mi persona y actividades, podría pretenderme imparcial al referirme a este nuevo libro de Chalo. Pero no es así, razón por la cual definitivamente no lo seré. Sí, entiendo que intelectualmente, honesto y justo. "La Colonia de Valerga" es un aporte rico y necesario a la memoria colectiva. Hacía falta que La Colonia consolidara su historia en un cuerpo único y ordenado que la revalorice como legado para las generaciones presentes y futuras. Chalo se hizo cargo de la tarea y nos regala esta obra, a partir de hoy, ineludible fuente para quien de una u otra forma incursione en la búsqueda de información sobre el pasado barrial, sobre los recuerdos socializados.
Es un trabajo por el que desfilan nombres propios, espacios, hechos, con protagonistas de ayer y de hoy, simples personas, vecinos que, en comunidad con otros tantos no mencionados nominalmente pero integrados al espíritu de la obra, construyeron y conformaron a través del tiempo y de sus actos de vida el cuerpo y el alma de La Colonia.
Siento que es un libro para leer y conservar, para comentar en familia y entre amigos, para consultar y disfrutar…para agradecer a su autor…"

Ventas: Librerías "El Monje" y "Ramos" y Casa de pastas "La Romana" Avda. Andrés Baranda e/Malvinas y Pellegrini


EL FERROCARRIL, UNA LARGA TRAVESÍA A QUILMES

UN PERIPLO TRAGICÓMICO
1857 - 1872
Chalo Agnelli
Las peripecias que determinaron el arribo del ferrocarril al incipiente pueblo de Quilmes fueron ingeniosas, desopilantes e irónicamente narradas por la agudeza del primer cronista local, don José Andrés López, intendente en 1904 y figura consular en el panteón de los prohombres quilmeños que gestaron la tercera fundación de Quilmes. [1] Esos incidentes se hallan en el capítulo “El Ferrocarril” de su libro “Quilmes de Antaño”.
Un cronista actual, don Martín Cristoforetti, escribió: “El desarrollo de Quilmes no se puede considerar sin tener en cuenta al ferrocarril. Si bien, cuando su llegada a estos lares ya tenía cierta presencia en el quehacer nacional, es indudable que su desenvolvimiento y desarrollo se incrementó radicalmente, no en forma instantánea, pero sí tuvo una evolución constante, tal vez a los saltos, pero imparable.[2]

EL NACIMIENTO
El 25 de agosto de 1857 el Congreso del Estado de Buenos Aires [3] sancionó la ley 147 que permitía a la empresa ferroviaria gerenciada por el francés Alfonso Lelievre (o Le Lievre: la liebre) a trazar una línea férrea desde la ciudad de Buenos Aires hasta el puerto de la Ensenada, que aún conservaba el auge de la exportación de insumos provenientes de la producción ganadera, principalmente cueros y tasajo o charque, la carne salada que provenía de los saladeros que ocupaban la vera de los arroyos y las costas del Río de la Plata, desde el Riachuelo hasta ese puerto natural.

PRIMERAS DEMORAS
No crea el lector que las locomotoras comenzaron a ahumar el aire inmediatamente. La ley mencionada, como muchas de ayer y de hoy, se tomó su tiempo para cobrar vigencia.
El 16 de febrero de 1860, 2 años, 5 meses y 22 días después de la sanción se firmó el contrato entre las partes, es decir, el gobierno y la empresa. Dicho marco legal establecía que 6 meses después de la firma se debían empezar los trabajos, es decir, el 16 de  agosto; la primera sección, que debía partir de la Boca hasta Barracas al Sur (Avellaneda) tenía que concluirse 2 años después, el 16 de agosto de 1862 y en 2 años más, o sea el 16 de agosto de 1864, la vía hasta la Ensenada tendría que estar concluida y abierta al público.
El rigor de la letra escrita no fue determinante porque 2 años después nada de lo pautado se había hecho. El 10 de abril de 1862, Lelievre sin hacer honor a la cualidad de su apellido, pidió a las autoridades una prórroga.

EL FERROCARRIL DEL SUD
Se presta a confusión la creación de la línea del Ferrocarril Buenos Aires-Ensenada (de ahora en adelante FCBAE) , también llamado Ferrocarril de La Boca, que pasa por Quilmes, con la del Ferrocarril del Sud o Gran Ferrocarril al Sud de Buenos Aires (de ahora en adelante FCS), de una firma de capitales británicos constituida por Edward Lumb en 1862 con la razón social: Buenos Aires Great Southern Railway (BAGS) Su primer gerente fue Edward Banfield, que perpetua su nombre en una estación abierta en 1873 [4] y luego se extendió a toda una localidad perteneciente al partido de Lomas de Zamora creado en 1864 con en el pueblo de La Paz.
Este embrollo se debe a que en 1862, año en que Lelievre delega su compromiso, se firmó el contrato para la construcción del Ferrocarril Sud, de trocha ancha, que partía del mercado de Constitución hasta Chascomús, con prolongación hasta Dolores sobre tierras fiscales y tarifas que fijaron la empresa y el gobierno provincial. Las obras se iniciaron en 1864 y en diciembre de 1865, gracias a su excelente administración, se concluyó el tramo hasta Chascomús. Mientras tanto, en Quilmes esperaban con bucólica paciencia. 
En 1872, cuando definitivamente la formación del FCBAE holló suelo quilmeño, la línea del FCS ya se extendía hasta Dolores y hacia el este a las localidades de Las Flores, Tandil y Azul. 
La empresa del FCS adquirió, recién en 1898, la línea FCBAE. Es a partir de ese año que llegan ingleses especialmente importados para trabajar en dicha firma.
Es bueno recordar aquí, que gran parte de la comunidad británica de Quilmes, existente en el período llamado “Quilmes de antaño” llegó entre fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, es preexistente al ferrocarril; después de 1898 llegó otra camada de súbditos del Reino Unido, muchos de los cuales, años después, se volvieron a su país de origen.

Vista del Paseo de Julio, en la Ciudad de Buenos Aires. Se puede ver a la derecha la estación central y el ferrocarril, a la izquierda algunas edificaciones. Al fondo se ve el río.

DE MORATORIA A MORATORIA 
Pero volvamos atrás. El 23 de febrero de 1863 se firmó un acta que concedía la moratoria. Finalmente el 20 de mayo del mismo año, se comenzaron a tirar rieles con una mano de obra inexperta, muchos extranjeros que desconocían el idioma y un clima adverso. No fue venturoso el “camino de fierro”. Los trabajos empezaron en la Estación Venezuela - aún no existía la Av. Paseo Colón -, el río estaba próximo a los andenes de modo que se levantaron las vías sobre andamios de hierro y madera que bordeaba la Ciudad sobre las toscas del Río; [5] luego debían seguir a la Estación Central, sobre el Paseo de Julio, vecina al lado norte de la Casa de Gobierno, desde allí los rieles pasaban por un viaducto hacia Casa Amarilla, Almirante Brown, en Olavarría y Garibaldi, hasta La Boca,Barraca Peña - la más antigua estación de cargas porteña - en avenida Pedro de Mendoza y continuaba en la estación Tres Esquinas en las cercanías del cruce de Pedro de Mendoza, Montes de Oca y Osvaldo Cruz, seguía por esa calle, tomaba San Antonio y cruzaba el Riachuelo hacia Barracas Iglesias (Avellaneda)
El puente sobre el Riachuelo era el obstáculo de mayor labor. Fue concluido en 1865 y tiempo después reemplazado por un puente levadizo tipo Scherzer.

WILLIAM WHEELWRIGHT
Volviendo a abril de 1864, el concesionario Lelievre comete otro traspié, transfiere la concesión a James C. Simpson que a su vez  la cede al ingeniero ferroviario William Wheelwright.
Según las Actas Municipales de Quilmes, fue el Dr. José Antonio Wilde [6] quien había asumido la responsabilidad de mediar ante el ingeniero norteamericano para que se haga cargo de la empresa y los trabajos interrumpidos.
Wheelwright tomó las riendas del ferrocarril gustoso pues recordó el lance que lo vinculaba con el villorrio quilmeño cuando en su adolescencia, simple grumete de un navío norteamericano, naufragó frente a las costas de Quilmes, hacia las que llegó nadando y fue auxiliado, curado de sus lesiones, hospedado y alimentado durante una convalecencia de 3 ó 4 meses por los vecinos del pueblo, hecho que quedó grabado en su memoria y recuperado para la historia en las mayólicas del monolito que mandó hacer y colocar en la plaza Wheelwright – o de la estación - por la Junta de Estudios Históricos de Quilmes en 1940 y que aún permanece allí bastante maltrecho.
Ing. William Wheelwright
EL PUERTO DE LA ENSENADA 
Además de lo expuesto referente al afecto nostálgico que sentía Wheelwright por Quilmes, se agregaba la especulación comercial. El Ingeniero había comenzado a  construir en 1863 el ferrocarril Gran Central que unía Buenos Aires con las provincias, pero era su convencimiento que la obra estaría concluida cuando lograra ligar el Océano Pacífico con el Atlántico a través de los Andes y el puerto fluvial más apropiado al este era el de la Ensenada, situado a 12 leguas de Buenos Aires, y para demostrar su acierto y conseguir el apoyo de las autoridades nacionales y provinciales, el 25 de marzo de 1870 los llevó a un paseo fluvial por el Río de la Plata desde Buenos Aires a ese puerto. Lo acompañaron el presidente Sarmiento, Vélez Sarsfield, el gobernador Castro y otros figurones de la época. Hecho que quedó registrado en el periódico “Standard[7]
Mientras tanto en Quilmes seguían soñando con el ferrocarril para beneficio de la compañía de diligencias de Marcelino Córdoba y Melitón Acuña. [8] 
NUEVAS DEMORAS 
El notable Ingeniero propuso cambiar el contrato innovando con el empleo de materiales que aceleraran las obras. Los rieles no apoyaban sobre durmientes, era difícil obtenerlos, sino sobre especie de discos de hierro apoyados directamente sobre la tierra y carecían de balastro, cada 3 ó 4 metros una escuadra de hierro mantenía unida la trocha (Rogind, William) 
Cuando el ramal estuvo completo, se vieron las consecuencias de este diseño, acertadamente descripto por José A. López con su personal estilo: “… las locomotoras, coches y vagones, desde que salían de Quilmes hasta que llegaban,  cuando eso era posible, iban jugando a los descarrila­mientos y no son raros los pasajeros que aun viven y recuerdan hasta tres descarrilamientos en sólo un viaje, ni pocos los que puedan contarnos cuántas ve­ces, cansados de esperar a que el tren fuera encarri­lado, o que llegara otro para trasbordar a él, se decidieron hacer a pie el resto del viaje, sin tener motivos para arrepentirse; en cambio lo tenían aquellos que no los habían querido imitar.” 
El nuevo acuerdo establecía que la sección a “Tres Esquinas” debería estar concluida antes del 1º de marzo de 1867. Y así fue, pero tan rápido como llegó se detuvo, pues una serie de circunstancias fortuitas: el clima, las lluvias torrenciales que obligaban a los obreros a trabajar dentro del aguas, el cólera, la fiebre amarilla y la malaria se cobraron muchas víctimas y, pese a la continua incorporación de nuevos trabajadores, hubo veces que el trabajo se detuvo por falta de mano de obra. Todo esto obligó a la nueva compañía a permanecer casi 5 años en esa estación.
EL QUILMES DE ANTAÑO 
La época que consideramos iniciada con la llegada del ferrocarril ha sido llamada el ‘Quilmes de Antaño’, por el caracterizado autor que años atrás se ocupó por primera vez de la historia de Quilmes, José A, López”, nos dice el Dr. Craviotto.
Según datos que suscribe nuestro máximo historiador, en 1870, el extenso partido de Quilmes tenía 6809 habitantes y en el pueblo vivían 1586; “Conchitas, San Juan, la Casa de Teja [9] y Monte Chingolo no pasaban de ser pequeñas agrupaciones de viviendas con tan pocos habitantes que a juicio de quien llevaba la planilla de estadística no se justificaba su inclusión en ellas” (?) [10] 
Se habían superado las secuelas del cólera de 1868 y de la fiebre amarilla de 1871, secuela de la guerra de la “triple infamia” (1864-1870). Para asistir a los enfermos se había creado una Comisión Humanitaria de la mano higienista del Dr. Wilde.
El boletín estadístico agrega: “Pampas no existen”. Había una comisión encargada de promover la inmigración. En la Exposición Nacional de Córdoba, Quilmes obtuvo 12 premios que abarcaban desde la producción agroganadera hasta la cultural y, en lo educativo el libro del Dr. Wilde, “Silabario Argentino”, primer libro de texto escolar netamente argentino en sus contenidos.
LA FUMATA BLANCA 
Un día las vías estuvieron próximas a la iglesia de Barracas. [11] Saltaron a Sarandí pronto y de aquí a Santo Domingo donde se debió tender un nuevo puente. Concluida esta obra, no sin cierta modorra se armaron en 1870, en la altiplanicie próxima a la chacra de Félix Bernal unas cuantas carpas de las cuadrillas de trabajadores. Donde volvieron a tomarse su tiempo laso.
Ese año, era juez de paz en Quilmes Tomás Giráldez y municipales: Andrés Baranda, Francisco Casares, Remigio González, Orleans Larralde y Manuel Doroteo Soto. Esta Corporación debía resolver dónde se instalaría la estación. Y aquí surge un nuevo conflicto que prolonga la demora. 
LA ESTACIÓN 
Giráldez  tenía una chacra con entrada en la esquina de las actuales calles Vicente López y Rodolfo López y pretendía la estación en ese lugar. Los demás municipales se opusieron pues cada uno pensaba en su beneficio. Baranda y Soto bogaban por establecerla frente a la Plaza San Martín - aún llamada “25 de Mayo” - en la calle Mitre entre Rivadavia y Alem. Sus casas estaban próximas. La del primero en la equina NE de Sarmiento y Rivadavia y la del segundo en la equina NE de Sarmiento y Alsina.
Francisco Casares quería la estación en calle San Martín entre Rivadavia y Alem, frente a su quinta que ocupaba la manzana circunscripta por las calles San Martín, Alem, Moreno y Rivadavia. [12] 
Remigio González y Orleans Larralde no tenían preferencias ya que no creían que esa “máquina infernal” pudiera aportar algún progreso al pueblo. Por el contrario traería todos los males de la humanidad a la cándida paz lugareña - esto pasó y pasa siempre ante los vertiginosos cambios de la ciencia, la tecnología y hoy agregaríamos la cybernética -. El trazado de los rieles variaba según donde se instalaría la parada con sus andenes de modo que por falta de acuerdo de los funcionarios municipales, aún no se pudo levantar los terraplenes sobre los que avanzaría la locomotora con sus vagones.
Esta puja de intereses llevó todo un año y las obras seguían esperando en las proximidades de la propiedad de Félix Bernal.
En 1871 asumió una nueva administración municipal con Mariano Vega como juez de paz y como municipales: Pedro Carrera, Juan Ithuralde, el Dr. Wilde y fueron reelectos: Baranda, Casares, Soto, González y Larralde.
Fue el Dr. Wilde con los dos imparciales de la administración anterior y los dos incorporados que pusieron fin al conflicto, estableciendo que la estación se ubicara: “en uno de ambos extremos de la calle Municipal" (en las actuales calle Belgrano al este o Gaboto al oeste)
Para ello se adquirió una porción de terreno de la chacra próxima a la actual avenida Hipólito Yrigoyen, la última calle del pueblo, y la actual avenida Vicente López, primera al oeste de la zona de chacras, quedando dividida la propiedad del boticario, precepto y hotelero Martín Cristoforetti [13]
El lugar no era exclusivo de ninguno y era cómodo para todos. Los señores Gotland y José María Rubio [14] representantes de la empresa obtuvieron de Cristoforetti el donativo del terreno (3 ha aproximadamente) para la estación en parte de su chacra (ocupaba las actuales arterias Hipólito Yrigoyen, Olavarría-12 de Octubre, Vte. López y Pellegrini-Alsina) Luego venderá a la municipalidad la manzana donde se hizo la plaza en homenaje a William Wheelwright.
La edificación de la estación fue muy humilde y hubo múltiples inconvenientes que se fueron paliando con el andar de los años; no decimos correr pues caeríamos en una falacia según la lentitud con que se daban las cosas para el malhadado Ferrocarril Buenos Aires-Ensenada. 
EL DÍA TAN DESEADO
Nada mejor que la narración que hace José Andrés López del día tan deseado, esperado, desesperado… con toda la fanfarria que correspondía y, sobre todo, que permitía el modesto pueblito sureño; dice López: “Por fin se designó la fecha para la inauguración del ferrocarril, que tuvo lugar el 18 de abril de 1872, día de San Eleuterio, obispo. Desde el 1° de enero de ese año, era juez de paz y presidente de la municipalidad, el señor don Agustín Armesto y municipales, el doctor José Antonio Wilde, Juan Ithuralde, Manuel D. Soto y Juan López, y a ellos correspondió el honor de presidir el tan largamente esperado acto, cuya realización pare­ciera mejor un sueño. Fue, el de la inauguración, un hermoso día otoñal. […] La hoy calle Rivadavia, con su intermitente y modesta edificación, había sido engalanada para aque­lla fiesta con profusión de follaje, banderas y gallardetes. […] Desde mucho tiempo antes de la hora indicada para la llegada de la locomotora y convoy inaugu­ral, con la comitiva de invitados y representantes de la empresa, la estación y sus adyacencias se habían ido llenando de concurrentes, felices de que sus ojos vieran aquello, y dieran testimonio de cómo el fe­rrocarril, quince años prometido y esperado había llegado realmente. […] Después de larga espera, centenares de voces, confundidas en prolongado y tenante clamoreo, sa­ludaron la aparición de la columna de humo que se vio alzarse en dirección a Bernal. Aquella columna era el penacho gris de la locomotora Wheelwrigth, que se alzaba hacia las nubes en tanto que la voz estridente del silbato anunciaba su llegada. Trayendo a su frente, entrelazadas, las banderas: argentina e inglesa, se detuvo la locomotora […]” 
Vale aclarar aquí, que la bandera británica fue por cuestiones de practicidad. No se conseguía con la celeridad que imponían las circunstancias una bandera estadounidense - la nacionalidad del presidente de la compañía - ya que “aún” no era grande la influencia de esa nación en la nuestra; y mandarla a hacer era otra dificultad pues no se ponían de acuerdo de cuántas eran las barras y las estrellas, los colores exactos, la disposición de los mismos. De modo que la elección se hizo por coincidencia idiomática… ¡Total!
Pero sigamos con el momento crucial en que Quilmes comenzó a ser parte de la gran Nación – también en ciernes -, y que con los años, nos unió a dos capitales. El protagonismo que tuvo el Dr. Wilde como intercesor ante la empresa ferroviaria, le mereció dirigir las palabras de bienvenida. 
Continúa López: “El ingeniero señor Wheelwright descendió el primero, siendo recibido por el juez de paz señor Armesto, el doctor Wilde, municipales y vecinos calificados, que a las autoridades acompañaban. En nombre de la Municipalidad, habló el doctor José A. Wilde, en forma sencilla, impregnadas sus palabras de sinceridad, sentimiento y generosos auspicios, quien, aludiendo al lento avance de los trabajos dijo: ‘Una mañana, cuando menos lo esperábamos, dibujáronse en lontananza allá, sobre la margen del Riachuelo, unos pequeños puntos blancos, que fueron poco a poco definiéndose. Esos puntos blancos eran las tiendas de campaña de un ejército que invadía nuestro territorio; pero un ejército de paz, de progreso, de engrandecimien­to. Esto hizo reaparecer la confianza, que en algunos había desaparecido, hasta que llega el día de hoy; día fausto, día inolvidable para nuestro pueblo. Es que ca­da paso que dan los pueblos en el camino del progreso, es una nueva victoria obtenida por la civilización sobre el atraso, una nueva esperanza que brota, un nuevo estímulo que nace para inducirnos a continuar ganando terreno hacia la felicidad y el bienestar’.” [15] 
Poco más de 600 personas rodearon el acontecimiento. La traza completa de este ramal de 61 km llegó hasta Ensenada el 31de diciembre de ese año. El responsable del ramal en movimiento Mr. Crabtree, de quién José A. López hace mofa confundiendo crabtree, cangrejo [16] con turtle, tortuga: 
Dice López: “El gerente administrador se llamaba Enrique Crabtree, es decir, tortuga; y si el primer concesio­nario con llamarse Lelievre hizo avanzar la obra a paso de tortuga, pensemos lo que harían los trenes con un gerente y administrador que se
El Quilmero, 7/IV/1889
apellidaba Crabtrée, y que se empeñaba en suprimir toda anti­nomia entre su apellido y la empresa que dirigía.
Las estaciones partiendo desde el pueblo eran: Quilmes, Bernal (instalada en 1878), General Mitre (hoy Sarandí), Ba­rracas Iglesia (Avellaneda), Empalme, Tres Esquinas, Barraca Peña, Almirante Brown, Casa Amarilla, Venezuela y Central (incendiada en febrero de 1897) 
 
EL PROGRESO 
El concepto de “progreso” era para los hombres de esa época un objeto de culto, un dios, un fin ineludible, un salto a lo que se consideraba “civilización”, y el ramal ferroviario que llegaba al pueblo después de un camino sinuoso los uniría al mundo; era el triunfo de los protagonistas de la Tercera Fundación de Quilmes. Fundación que tendrá su apogeo en 1916 cuando Quilmes es declarada Ciudad.
Como se señala más arriba la empresa británica FCS adquirió en 1898 el ramal FCBAE y remodeló con un estilo neoclásico la estación de Quilmes, que aún persiste. 
En el reciente libro sobre la historia de Ezpeleta publicado por el historiador Claudio Schbib hay documentos que dan fe de esta particularidad histórica pues en 1890, cuando se instala la estación de Ezpeleta para servicio de la empresa de carnes Highland Scot Canning Company, el ferrocarril todavía era de la empresa "The Buenos Ayres and Ensenada Port Railway Company Limited".
En 1903 se trazó un enlace entre la estación Avellaneda del FCS y la línea FCBAE poco antes de la estación Sarandí. En 1905 se dejó de utilizar la estación Casa Amarilla y los trenes a Quilmes comenzaron a partir desde Plaza Constitución, como lo venían haciendo los del FCS. 
CONCLUSIÓN FERROVIARIA 
Para Scalabrini Ortiz: “... Los ferrocarriles constituyen la llave fundamental de una nación. La economía nacional, pública y privada, el equilibrio de las diversas regiones que la integran, la actividad comercial e industrial, la distribución de la riqueza y hasta la política doméstica e internacional están íntimamente vinculadas a los servicios públicos de comunicación y transporte. 
Desde su desguace iniciado en 1961, durante el gobierno de Arturo Frondizi bajo la vigilancia del F.M.I. y los cipayos cómplices que ampliaron el cauce entreguista durante la dictadura Videla-Martínez de Hoz (1876-1882) y tuvieron su apogeo neoliberal con la frase “…ramal que para ramal que cierra…” en los ’90, desde ese desmantelamiento, los argentinos tenemos una frustración que oscila entre la utopía y la nostalgia, y bregamos por el sueño de reforzar nuestra soberanía recuperando el entramado de todos los ramales que como una red sanguínea recorría todos los rincones del país y traspasara las fronteras, como soñara el Señor de los Andes, don José de San Martín, en sus luchas para construir la tan anhelada Patria Grande Latinoamericana.
 
 APÉNDICE 
 
ACLARACIÓN DE UNA SUPUESTA FUNDACIÓN
 
El terraplén de Bernal a Quilmes, sobre el cual avanzarían las vías del ferrocarril, considerando que toda la zona oeste del pueblo era anegable, comenzó a levantarse entre noviembre y diciembre de 1871 y fines de abril de 1872. En marzo, quizá, ya estaría llegando a las actuales avenidas Las Heras-Lamadrid. Hasta esa fecha el oeste del partido de Quilmes era zona de chacras y escasa población. El primer loteo comienza a realizarlo en su propiedad don Manuel Gerónimo Bacigalup, tras un pedido que hace a la municipalidad y se trata en la sesión del 9 de junio de 1873
El colono genovés don Santiago Valerga instala en 1974, una fonda que llama "La Colonia", en la equina NO de Vicente López y 12 de Octubre, el centro "fundacional" del barrio. A partir de esta fecha comienza a crecer ese extremo del pueblo y se establece una variada población de origen inmigratorio a partir de la construcción de la Cervecería en 1888 y su apertura en 1890. 
En 1896, durante la intendencia de don Joaquín R. Amoedo, se hace la proclama del reconocimiento oficial del Barrio La Colonia en el Cuartel 1º, segunda sección.
En 1912, el Honorable Concejo Deliberante: "... cree conveniente la subdivisión de dicho cuartel (el Cuartel 1º) en dos secciones: la Primera comprendería la acera que mira al oeste de la calle Centenario (Hipólito Yrigoyen) y todo el cuartel 1° al Este, la Segunda, la acera que mira al Este de la calle Centenario y el resto del cuartel 1° al Oeste (La Colonia); debiendo estas dos secciones ser servidas por dos alcaldes que se denominarán Alcalde del Cuartel 1°, primera sección y Alcalde del Cuartel 1°, segunda sección. Haciendo moción en este sentido, apoyada la moción del Concejal Federico von Wernick, la presidencia la puso a votación. Siendo aprobada se resolvió en conformidad."
De manera que La Colonia - o para quienes prefieren denominar Quilmes Oeste a la zona al oeste de las vías del Ferrocarril Roca - comienza en la vereda oeste de la avenida Hipólito Yrigoyen. Y si bien nunca hubo una fecha de fundación de ese barrio, como no la tiene Quilmes, histórica y documentalmente no puedo haber sido antes de 1873.
Chalo Agnelli
docente, escritor, historiador y bibliógrafo
chaloagnelli@yahoo.com.ar
BIBLIOGRAFÍA
Agnelli, Ch. “Cuaderno de Identidad I”. Ed. Tiempo Sur. Quilmes, 2010.
Agnelli, Ch. “Dr. José Antonio Wilde - médico, periodista y educador quilmeño” Ed. Jarmat, Quilmes 2008
Alberdi, Juan Bautista. “Vida de William Wheelwright” Emecé. Memoria argentina. Buenos Aires. 2002. 
Cortese, Luis O. “La Boca del Riachuelo”, coordinación e investigación, junto a la Lic. Nora Capaccioli, Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2005, 120 páginas.
Craviotto, J.A. “Historia de Quilmes – desde sus orígenes hasta 1941” Ed del Archivo Histórico de la Provincia “Dr. Ricardo Levene”, 1967.
Craviotto, J.A. “Quilmes a través de los años”, Municipalidad De Quilmes 2ª edición, febrero de 1969.
López, José A. “Quilmes de Antaño. Ed. de autor. Quilmes, 1932.-
López, Mario Justo. “Historia de los ferrocarriles de la Provincia de Buenos Aires – 1857/1886”. Ed Lumiere. Buenos Aires, 1991.
Rogind, William. “Historia del Ferrocarril Sud 1861-1936”, Edit. Ferrocarril Sud, Buenos Aires, 1937.
Schib, Claudio. “Ezpeleta – Aportes para su historia”. Ed Tiempo Sur. Quilmes, 2011
http://galerias.educ.ar // Keyword Album: ferrocarril Autor: Desconocido. Colección/Fuente: Colección Witcomb/AGN. 
Museo Fotográfico de Quilmes. 
Archivo Rodolfo Malaver 
Archivo Fernando San Martín 
Archivo del autor.   

NOTAS


[1] Ver “Cuaderno de Identidad I”, Cap. Los López una dinastía de políticos quilmeños.

[2] Ver en este blog EL QUILMERO del viernes 3 de julio de 2009 “DESVENTURAS DEL PROGRESO - EL TREN Y EL TRANVIA” de Martín Cristoforetti. Etiqueta: Notas de Color.

[3] La Provincia, luego de la revolución del 11 de septiembre de 1852 se separó de la Confederación Argentina, actuando como un estado independiente, el Estado de Buenos Aires, hasta después de la Batalla de Pavón. Sólo se incorporará a la Argentina en 1862, bajo la dirección de Bartolomé Mitre.
[4]Historia del Ferrocarril Sud 1861-1936 de William Rogind
[5] www.atlasdebuenosaires.gov.ar
[6]Dr. José Antonio Wilde - médico, periodista y educador quilmeño” de Chalo Agnelli
[7] Del 26 de marzo de 1870.
[8] ¡Como
[9] Luego llamada de San Juan y hoy Florencio Varela.
[10]Quilmes a través de los años”, Municipalidad De Quilmes 2ª edición, febrero de 1969. Cap. X Pág. 226. Y del mismo autor Historia de Quilmes – desde sus orígenes hasta 1941. Ed del Archivo Histórico de la Provincia “Dr. Ricardo Levene”, 1967. –Cap. IX,  Pág. 154.
[11] Avellaneda.
[12] Libros de Acta de la Municipalidad existentes en la Biblioteca Municipal Domingo Faustino Sarmiento.
[13] Ibdem nota Nº 6
[14] Su nombre completo era José María Valentín de la Santísima Trinidad Rubio de Velasco Molina (n.1819 m. 1904) estaba casado con Máxima del Carmen Otamendi y Pereyra, nacida en Quilmes, hija de Juan Eusebio Otamendi y Videla
[15] De “Quilmes de antaño” Cap. “El ferrocarril”
[16] En realidad cangrejo en el árbol o cangrejo de árbol, “crab + tree

MARIANO GIAIMO, EL COMERCIO EN QUILMES Y LOS SUPUESTOS "TÚNELES"

Prof. Chalo Agnelli
Don Mariano Giaimo tenía un importante bazar-ferretería en la Av. Centenario 633 al 649 (luego J. F. Uriburu, hoy H. Yrigoyen U.T.: 0040) y Alsina. Junto con los establecimientos de Angelletti, Fornabaio, Deyá, Marchissotti, la 'Casa Mariano Giaimo' fue a principios del siglo XX, de las de mayor movilidad comercial de Quilmes. Era importador e incluso hacía envíos a todos los rincones del partido y localidades vecinas. La razón comercial de don Mariano Giaimo en Quilmes era vasta.
Se caracterizaba por la extraordinaria variedad de mercancía: artículos de juguetería, electricidad, bazar, menaje, artículos para regalos de todo tipo.
Don Mariano Giaimo con los atributos de su logia
Fue un vecino estrechamente vinculado al progreso local, promotor de notables iniciativas. Su nombre estuvo ligado a la insta­lación de la sucursal del Banco de la Nación, a la Socie­dad Italiana "Cristóforo Colombo" y a la organización del Cuerpo de Bomberos. En 1911, integró el grupo que respondió a la propuesta de Guillermo Ithurzarry (o Ithursarri) para formar la Sociedad de Bomberos Voluntarios de Garibaldi, como se llamó en sus orígenes la Sdad. de Bomberos Voluntarios de Quilmes. El 31 de octubre de ese año firmó el acto fundacional como vicepresidente, presidiendo la entidad don Miguel Oliveri. Será vocal de la primera asamblea que eligió las nuevas autoridades de la Comisión Directiva, realizada el 16 de octubre de 1912, efectuada en el local social de la calle Garibaldi 90. [1]
 Sociedad de Bomberos Voluntarios de Quilmes (El Sol, 1936)
En 1928, fue tesorero de la Comisión Directiva de la Soc. Italiana, responsable de los festejos del cincuentenario de su fundación, durante la presidencia de Vicente Vaccaro. [2]
El crecimiento industrial que vivió Quilmes a partir de la segunda década del siglo XX, con las consiguientes expansiones demográfica y comercial exigió de la clase dirigente instrumentar nuevas instituciones.  En 1925, Mariano Giaimo fue co-fundador del Centro Comercial,
Industrial y Propietarios de Quilmes, integrado por las más representativas firmas comerciales e industriales del distrito, con el propósito de velar por los intereses de los asociados, frente a ordenanzas o resoluciones impositivas. El 21 de diciembre de 1925, obtuvo la personaría jurídica y en 1927, Giaimo fue electo presidente de la misma.
En la década de 1880, había adquirido un solar (1/4 de manzana) en el loteo de la chacra de don Celestino Risso (Vte. López, 12 de Octubre, A. Baranda y C. Pellegrini) en lo que luego sería el barrio 'La Colonia', y en un terreno sobre la calle Córdoba N°314 (actual Pte. Perón) entre Andrés Baranda y Manuel Quintana, vereda sur, de entre 30 x 80 m, con otra entrada en 12 de Octubre, hizo levantar un depósito de harina, cereales,  todo tipo de bebidas alcohólicas y herramientas de la agro-industria que aún era fuerte en Quilmes. Allí se proveían todas las panaderías,  vinerías y vecinos del pueblo. Mandó cavar un extenso sótano con varias dependencias divididas por amplias arcadas donde se almacenaba la mercadería. Un túnel conducía, en un carro carril (sistema Decauville), los productos de las ventas, hacía la calle 12 de Octubre. Sobre el sótano estaba el despacho comercial, oficinas y vivienda de los serenos. La mercadería se subía con un montacarga manual. En numerosas oportunidades se vio en problemas por las napas de agua que emergían del acuífero Puelche. Eso determinó que ese importante depósito cayera en desuso. En ese establecimiento, desde 1880 hasta 1910, llegaron a trabajar más de 80 personas en su mayoría inmigrantes. Años después hizo construir, a cada lado del establecimiento ocho departamentos - cuatro de un lado y cuatro del otro - de dos ambientes muy amplios y confortables, con patio-galería, dependencias y jardín al frente.
Los departamentos fueron habitados por varias familias de arraigo en La Colonia: a la derecha los Mergassi-Piazzardi; Yori-Baunelle; Yori Faggiano; Ruesta-Jordán y Seredi y del otro lado, las familias Mezzullo, Ferrari-Celasco (que tenían una churrasquería frente a la entrada de la Cervecería, sobre 12 de Octubre, donde se levantó el Centro de Salud de esa empresa) los Perata y los Cabezas, que vivían en el cuarto y último del ala izquierda, a esta última familia pertenece el ingenioso miniaturistas de automóviles fabricados con cartapesta, Délfor Arsenio Cabezas. En las puertas de calle de hierro forjado que permiten ingresar a los corredores que conducen a las viviendas aún hoy se pueden ver las iniciales de su propietario original.
En lo que fue el despacho de mercadería se instaló en 1919 el cine La Paz [3] la firma Marrero & Mergassi. Como se puede leer en la la nota de este Blog editada el viernes 28 de mayo de 2010 en: “El cine La Paz – Del arcón de la abuela”.
En los sótanos hubo entre otros fines que se le dio una "academia" de tango, donde los muchachos aprendían entre ellos las primeras piruetas tangueriles que luego les darían lustre ante los ojos de las señoritas en las pistas de baile, de los clubes de la zona, de los té-danzantes que organizaba la Municipalidad o el Club Universitario. También allí se hicieron las primeras reuniones para la fundación de clubes del barrio y hubo una sala de juego a donde llegaban apostadores de todo Quilmes y pueblos aledaños.
La casa familiar de don Mariano se hallaba próxima a la esquina SO de Andrés Baranda y Santa Fe (hoy Rodolfo López), construida sobre terrenos anegadizos que adecuó con un relleno sólido, pero las lluvias y quizá la tierra extraída para hacer ladrillos para la vivienda, produjo una cava que en el barrio llamaban "la laguna de Giaimo". Años después en esa esquina hubo un almacén de la familia Abiricha. Fue su esposa Dominga Zito, otro apellido muy resonante en La Colonia, y sus hijos: Ángel, Sara y María Elena. Esta última puntal de otra empresa que hasta hoy persiste en Quilmes.
TRAS LAS HUELLAS
En el año 1953, al perder María Elena Giaimo a su esposo, Enrique Castro, decide dejar la Capital Federal, donde vivía, y volver a Quilmes. Eran años difíciles ya que la abuela tenía que enfrentar la vida con sus 3 hijos: Enrique, Emilio y Mariano Castro Giaimo, que aún eran pequeños. Pocos años después los hermanos Castro comienzan a trabajar para su primo Ernesto Scrocchi, que poseía uno de las pocas funerarias en La Colonia (C. Pellegrini 311 U.T.: 1347). Alcanzada la experiencia y los conocimientos en los servicios fúnebres los hermanos Castro inauguran la Cochería Castro Hnos. en Andrés Baranda 269. En los primeros tiempos la actividad se desarrollaba bajo la razón social 'Scrocchi,' pero por disposición municipal debieron desarrollar la actividad como Castro Hnos. que hasta hoy persiste.
IDENTIDAD
Genuina muestra, esta última, de cómo aquella fuerza inusitada de la inmigración creó espíritu de lucha y transformación que dieron a nuestra Argentina una identidad indeleble que, aún con todos los contratiempos, lo bueno y lo malo, persiste y se trasmite de generación en generación.
Don Mariano Giaimo fue pionero y patriarca de una numerosa familia y de una comunidad que se expandió por todo Quilmes y la región 'gransudbonaerense' en redes y rieles que aún prevalecen.
Prof. Chalo Agnelli
Periódico El Plata, colaboración: Mora Camarero Deprati, Délfor Cabeza y Hugo Yori
Revista “Cien ciudades argentinas – Quilmes” 1927. Pp. 22 y 37
Foto de Don Mariano Giaimo gentileza de Hernan Castro, bisnieto
chaloagnelli@yahoo.com.ar
BIBLIOGRAFÍA
Schbib, Claudio "Fuego y agua". Ed Tiempo Sur. Quilmes, 2000.


NOTAS

[1] Ver “Fuego y Agua” de Claudio Daniel Schbib, Pp. 29; 33 y 170
[2] Ver: “Un nombre para la historia de Quilmes” de Carlos Eusebi.
[3] Ver “La Colonia de Valerga – historia social del segundo barrio de Quilmes” del autor de este blog.

sábado, 24 de septiembre de 2011

LA REPÚBLICA DE VILLA CRAMER - CURIOSIDADES BERNALENSES DE AYER

Chalo Agnelli 
Sabía que …
Hubo un tiempo en que el insular barrio bernalense de Villa Crámer una vez fue República. [1]
Efectivamente, fue en 1937 que un grupo de vecinos característicos y otros no tanto, resolvieron festejar los carnavales con una farandulesca resolución y declararon su autonomía plena del resto del partido de Quilmes y, ya que estaban, del resto del territorio argentino.
Fue una independencia en paz y bastante anónima porque ni a las autoridades municipales ni a las nacionales se les movió un pelo al respecto.
La comunidad tenía antecedentes independentistas pues los abuelos de sus antepasados, genoveses provenientes, en su mayoría del barrio de La Boca de la Capital Federal, que llegaron a ese rincón bernalense a principios del siglo XX, en 1876, siendo vecinos de ese barrio porteño, iniciaron un movimiento separatista de carácter político-electoral para reclamar la autonomía boquense y se constituyó la República Independiente de La Boca. [2]  Izaron su propia bandera, que superponía a la superficie albiceleste, un escudo con la cruz blanca de la Casa de Saboya, coronada por un gorro frigio que representaba el republicanismo del novísimo “Estado”. Esto fue abortado por Julio Argentino Roca, ministro de guerra del presidente Nicolás Avellaneda, quien se apersonó en el lugar con una reducida e hilarante tropa y arrió la bandera de los secesionistas.
En Villa Cramer no llegaron a tanto; aunque dicen algunos vecinos que ganas no les faltaban.
Las autoridades de la flamante República salían de bambalinas durante el Carnaval, donde, si bien era republicano el régimen, había un monarca temporal, el rey Momo, que lucía toda su majestad durante la semana que duraba su reinado. Participaban las “Sociedades Unidas de la República de Villa Cramer” que eran el Club Giuseppe Verdi, el Manuel Belgrano, el Club Juventud de Villa Crámer y el Gimnasia de Bernal.
Era presidente de la República en 1940 el señor Nicolás Vattuone, vice Pedro Acosta, secretario de la presidencia Dr. Silvio Festa, edecán de guardia de la presidencia y embajador extraordinario Dr. Juan Vanni; los ministros eran: de hacienda Benjamín Trabado, del interior Benigno Rodríguez, de relaciones exteriores Luis Gianelli, de obras públicas Gabriel Corbisier, de guerra Francisco Stedile - cuya familia estaba muy vinculada a la Sdad. Coral Italiana “Giuseppe Verdi” -, de marina Juan J. Loidi, de justicia e instrucción pública Juan Torlaschi, de agricultura Dr. Simón Sibano, el intendente era el Dr. Mariano Manzotti, director de correos y telégrafos Ing. Juan Burattini, jefe de policía Dr. Juan García, introductor de embajadores Vicente Mulero y el Poeta Máximo de la República el Dr. Galio Cesana.
El primer sábado de Carnaval, por la mañana, abría los actos una procesión-comparsa que, en varios carros con pretensiones de carrozas y unos pocos autos descapotados, desfilaba por la calle Crámer, encabezada por todas las autoridades debidamente emperifolladas con relumbrantes condecoraciones y sombreros de copa a quienes el público arrojaba papel picado - en agresivas y contundentes cantidades a veces -. Seguía a los nombrados un séquito de personalidades de Bernal encabezado por don Máximo Salaberry, director propietario del diario “Crónica” de esa localidad, a quien los funcionarios de la república había concedido el título de “Jefe de Informaciones y Comunicaciones, Periodismo, Decretos y Archivo”; acompañado del dramaturgo Carlos V. Drumont, los periodistas David Canovas y Antonio Zamora, el profesor José Oderigo, el historiador Ángel Castellón, el notable artesano de la herrería don José Thenne, el compositor Agustín Bardi, el farmacéutico Juan Scandroglio, el futbolista Carlos Ísola, el boxeador Ángel Sotillo, Carlos Clark, fundador el periódico “El Heraldo”, etc.
Estas fiestas de carnaval tenían una trascendencia social que hoy sería inimaginable. Era una semana de desbordante alegría. Nadie quedaba afuera, y si bien la Iglesia Católica le hacía una férrea propaganda en contra, considerando esos excesos festivos pecaminosos, muchas señoras ocultaban su “pecado” asistiendo a los bailes y comparsas con primorosos antifaces que ellas mismas confeccionaban a escondidas. Otras lo hacían a cara descubierta y una vez fallecido Momo pedían el debido perdón en el confesionario.
El mismo día del desfile se realizaba en las instalaciones del Club Verdi un baile infantil a las 16 hs. y un gran baile popular que comenzaba a las 18 hs.
A las 21:30 hs. se iniciaba el Corso con una competencia de carrozas que los jóvenes preparaban desde un mes antes. Se elegía la reina del corso que acompañaba en todos los actos al presidente de la República; en 1940 fue electa Nina Parasuolo, obrera de la empresa Papelera. Se otorgaban premios a la mejor comparsa y al disfraz más llamativo, tanto de varón como de mujer.
Una de las más entusiastas participantes de estas fiestas eran las señoritas, Stedile, Pozzo, Bagú, Valdez, Oderigo, Bradley, Robinson, Bo, hermanas, estas últimas, del cineasta Armando Bo, cuya familia los Bo-Weber eran vecinos de Bernal.
Al día siguiente se hacía un Corso de Flores. Desde las carrozas y vehículos, adornadas con hiedras y guirnaldas, las jóvenes intercambiaban ramilletes con los caballeros y se arrojaban pétalos en lugar de papel picado. No faltaban graciosos, oportunos para la ocasión, que marchaban con una corona mortuoria colgada del cuello.
El último día de carnaval, miércoles de cenizas, se hacía un banquete encabezado por el presidente de la República y se otorgaban a los invitados especiales los atributos y condecoraciones de “Caballero de Capa y Espada”  y de “Defensor de los Festejos Permanente de la República”. Los agasajados con tales honras, principalmente, eran las autoridades del municipio y de la policía local que auspiciaban esos desbordes.
La mesa, de más de 10 metros, se tendía en el medio de la calle frente a las puertas del club G. Verdi. Salvo los sitios correspondientes a las autoridades e invitados, preparados por las esposas de los funcionarios lideradas por la Primera Dama, cada vecino traía su silla, su vajilla y su comida, por supuesto.
Por la noche se reiteraba el Corso y el arresto, prisión y condenación del rey Momo representado por un imponente muñeco que se quemaba a las 24 hs.
Luego "tasa-tasa-cada-cual-iba-a-su-casa" y el relumbrón republicano y carnavalesco permanecía debidamente apagado para dedicarse a las obligaciones rutinarias de la vida hasta el año siguiente.
Crónica de Chalo Agnelli
Quilmes, febrero de 1990 - 2011
REFERENCIAS

[1] “Festejos de carnaval en la República de Villa Crámer” El Sol. .Sábado 10 de febrero de 1940.
[2] Weiss, Ignacio. Gauchos, gesuiti, genovesi. De Luca, Ed. Nueva Impresora, 1955.