Por Chalo Agnelli
El movimiento social, comunitario e
institucional que vivió Quilmes a fines del siglo XIX y las primeras décadas
del XX fue vertiginoso y positivo.
EL QUILMES ORPHANAGE
En 1889, William Charles Kirkby Torre llegó a Buenos Aires con su esposa Alicia Woodman, emigró de Gran Bretaña a Argentina para trabajar en la empresa de ferrocarriles de capitales británicos Buenos Aires Great Southern Railway. Se establecen en Quilmes y el 10 de noviembre de 1894, fundaron el “Quilmes Orphanage”. [1] El 1 de julio de 1898, el Ferrocarril Buenos Aires y Ensenada y los bienes de la sociedad Ensenada y Costa Sud, fueron adquiridos por el F.C.S “The Buenos Ayres and Ensenada Port Railway Company Limited”.
EL QUILMES ORPHANAGE
En 1889, William Charles Kirkby Torre llegó a Buenos Aires con su esposa Alicia Woodman, emigró de Gran Bretaña a Argentina para trabajar en la empresa de ferrocarriles de capitales británicos Buenos Aires Great Southern Railway. Se establecen en Quilmes y el 10 de noviembre de 1894, fundaron el “Quilmes Orphanage”. [1] El 1 de julio de 1898, el Ferrocarril Buenos Aires y Ensenada y los bienes de la sociedad Ensenada y Costa Sud, fueron adquiridos por el F.C.S “The Buenos Ayres and Ensenada Port Railway Company Limited”.
Este emprendimiento del
matrimonio Kirkby Torre-Woodman
tuvo otra vez en Quilmes, oportuno reproducción en 1917, con el "Hogar Sanford",
fundado por la empresa transportista
“Anglo Argentina”.
LOS INICIOS
Mr. Charles H. Sanford compró a Federico Lacroze (1835-1899) la línea de tranvías a Barracas, que luego se convirtió en la Anglo Argentino.
Mr. Charles H. Sanford compró a Federico Lacroze (1835-1899) la línea de tranvías a Barracas, que luego se convirtió en la Anglo Argentino.
La Compañía “Tramway Anglo Argentino” fue creada
en diciembre de 1876, y a partir de 1880, con la “Cía. Ciudad de Bs. As” fue adquirida,
anexándose a otras menores. Simultáneamente en esta década surgen nuevas empresas
como "La Gran Nacional", "La Capital", "La Nueva"
y "El Metropolitano". Este crecimiento puso a la ciudad de Buenos
Aire en plan de igualdad con las grandes metrópolis del mundo en lo que a
transporte tranviario se refiere y, en algunos casos, superándolas, si se compara el kilometraje de vías con relación
al número de habitantes.
File:Tranvía a caballos
tipo jardinera (Lacroze - Tramway Rural).png
En 1907, la “Tramway Anglo Argentino” con las compañías
anexadas fue absorbida por un holding internacional y dos años después ya
era considerada la empresa transportista más grande del país, con más de 2.000
coches, con 240 millones de pasajeros anuales y un ingreso de más de 25
millones de pesos al año.
Este desarrollo promovió que periódicos franceses se apodara a la Capital Argentina como: "Buenos Ayres, la cité des tramways".[2]
Este desarrollo promovió que periódicos franceses se apodara a la Capital Argentina como: "Buenos Ayres, la cité des tramways".[2]
La bodega y viñedos de Fortunato L. Cichero, "La Regina"
EL HOGAR
La Anglo adquirió una gran casa
de campo rodeada de vastísimo terreno que había sido parte de ‘La Regina’, la
quinta y chacra de Fortunato Luis Cichero ubicada al SE del pueblo de Quilmes,
al borde de la barranca que mira al río, de cuya playa un camino unía la Ribera
con la propiedad. [3]
El objetivo era que los hijos de los guardas, motormans y demás
empleados de esta compañía tranviaria gozaran de 15 días de recreación durante
el período de las vacaciones escolares, es decir, desde noviembre hasta marzo
de cada año.
La obra comenzó con una primera gran donación de $ 50.000 de su principal propulsor Mr. Charles H. Sanford, empresario estadounidense residente en Inglaterra, quien alrededor de 1915, puso en manos de la C. T. A. A. La empresa añadió de sus fondos otra suma similar y adquirió la propiedad descripta, donde se inauguró el “Hogar Sanford” el 18 de noviembre de 1917.
La obra comenzó con una primera gran donación de $ 50.000 de su principal propulsor Mr. Charles H. Sanford, empresario estadounidense residente en Inglaterra, quien alrededor de 1915, puso en manos de la C. T. A. A. La empresa añadió de sus fondos otra suma similar y adquirió la propiedad descripta, donde se inauguró el “Hogar Sanford” el 18 de noviembre de 1917.
Nomenclatura catastral tomada por la Arq. Marta Oliva
LA
PRIMERA TEMPORADA
En 1920, se realizó la primera temporada de veraneo infantil. Desfilaron desde el 15 de noviembre hasta el 15 de marzo del año siguiente, 282 niños: 202 varones y 80 niñas, a razón de 47 por vez, ocasionando gastos de 25.000 $, íntegramente sufragados por la C. T. A. A.
En 1920, se realizó la primera temporada de veraneo infantil. Desfilaron desde el 15 de noviembre hasta el 15 de marzo del año siguiente, 282 niños: 202 varones y 80 niñas, a razón de 47 por vez, ocasionando gastos de 25.000 $, íntegramente sufragados por la C. T. A. A.
Ocupaba la dirección del establecimiento, desde la
fundación, la señorita Elena Brydges, quien daba una sana orientación
pedagógica y poseía habilidad táctica en la conducción de la infancia.
Los niños contaban diariamente con las cuatro comidas, tres
mudas de indumentaria deportiva, guardapolvos, ropa blanca, calzado apropiado y
enfermería en caso de requerirlo. Médicos de Quilmes como el Dr. Iriarte, el
Dr. Planes y otros hacían un control regular a los niños. Poseía instalaciones
completas. Contaba con un gran pabellón dormitorio que fue bautizado “Pabellón
Ingeniero Pedriali”, inaugurado el 7 de marzo de 1919.
El Ing. José Pedriali [4]
había sido funcionario-administrador de la empresa y fundador de la Mutualidad
que brindaba amplia colaboración para acrecentar las comodidades del “Hogar”,
como la instalación de aparatos para juegos gimnásticos y toda clase de entretenimientos,
además de un llamado “Pabellón Africano”, con cabida para más de 100 criaturas,
bajo cuyo ancho techo de quincho, los niños por la tarde, se resguardaban de la
canícula del verano, permitiéndoles continuar sus juegos a temperatura benigna.
Para el mantenimiento del "Hogar" en los 4 meses que permanecía abierto se invertían $ 40.000, aproximadamente, con un costo por criatura de $ 70 por temporada.
Para el mantenimiento del "Hogar" en los 4 meses que permanecía abierto se invertían $ 40.000, aproximadamente, con un costo por criatura de $ 70 por temporada.
RECREO
QUILMES
En los días propicios, los llevaban al “Recreo Quilmes” en
la Ribera, también propiedad de la C. T.
A. A. Estaba a tres cuadras a la derecha
de la rambla era atendido por el personal del “Recreo Antonieta” contiguo al
mismo. [5]
Los niños bajaban por el camino directo que unía la casa
con la costa. Al llegar, se les servía una merienda y luego se solazaban en una
calesita o disfrutaban de los baños en el río. Todo se realizaba bajo el
cuidado de un personal compuesto por unas 20 personas, entre maestras,
enfermeras, preceptores y cocineros que trabajaban en el establecimiento
durante toda la estadía de los menores.
Al "Recreo", también concurrían en tranvías exclusivos,
cedidos por la empresa, dos veces a la semana - los martes y los viernes - las
familias de los empleados de la C. T. A. A. Los jóvenes se divertían en la
pista de baile con la música de orquestas típicas o de jazz de Quilmes,
contratadas para toda la temporada. Realizaban excursiones a caballo, baños en
el río y juegos en la playa, partidos de fútbol, etc., todo un día de solaz y
esparcimiento, sin costo alguno para los usuarios.
MR.
CHARLES H. SANFORD
En 1923, Mr. Charles H. Sanford con 83 años, viajó desde
Londres, su lugar de residencia, a la Argentina, especialmente para visitar la
obra que él había pergeñado y entusiasmado por los resultados alcanzados realizó
una nueva e importante donación de $ 16.222,43, que se destinó a la ampliación del
edificio construyendo un comedor de dimensiones considerables y mobiliario para
70 comensales que fue bautizado con el nombre de la esposa del principal
donante “Señora Emie A. de Sanford”. Este edificio fue declarado patrimonio histórico de Quilmes en 2008 por la ordenanza N° 10.855.
Era intendente en Quilmes el Dr. Héctor J. Terrile quien secundado por su secretario Julio J. Raris recibieron en la estación del ferrocarril
y condujeron en automóvil a Mr. Sanford hasta “El Hogar”. Acompañaban a Mr. Sanford su esposa, el Sr Samuel Hale Pearson, su esposa María Teresa Quintana y otros funcionarios de la C. T. A. A.
La visita concluyó con un agasajo. Se sirvió un asado criollo, en largas mesas tendidas a la sombra de los grandes árboles que rodeaban el edificio.
El 6 de enero de ese mismo año, Mr. Sanford fue entrevistado por la revista “Caras y Caretas” junto al señor Samuel Hale Pearson. Sanford. Hacía 16 años que se había ausentando de este país al que había venido de muy joven durante la presidencia de Bartolomé Mitre (1862/1868)
La visita concluyó con un agasajo. Se sirvió un asado criollo, en largas mesas tendidas a la sombra de los grandes árboles que rodeaban el edificio.
El 6 de enero de ese mismo año, Mr. Sanford fue entrevistado por la revista “Caras y Caretas” junto al señor Samuel Hale Pearson. Sanford. Hacía 16 años que se había ausentando de este país al que había venido de muy joven durante la presidencia de Bartolomé Mitre (1862/1868)
(Ver transcripción textual debajo)
LOS
AÑOS POSTUMOS
La Compañía de Tranvías Anglo-Argentina
abrió la Línea A del subterráneo de Buenos Aires en 1913, convirtiéndose en el
primero de América Latina.
En 1922, los primeros colectivos
comenzaron a aparecer en la ciudad y en 1928 ya estaban compitiendo con los
tranvías.
En los años posteriores la creciente competencia de los
colectivos, la construcción de nuevas líneas de subterráneos, las leyes
antimonopolio y una devaluación del peso argentino significaron que la Anglo-Argentine
Tramways Company estaba en una situación cada vez más difícil en 1930. Esto fue
menguando las actividades del “Hogar Sanford” que tuvo un fuerte declive a partir
de 1936; con las pérdidas acumuladas de la compañía que habían alcanzado £ 2.5
millones (alrededor de £ 92 millones en 2015 dinero ) y la seria competencia de
la Compañía Hispano-Argentina de Obras Públicas y Finanzas (CHADOPyF). Ese
mismo año, el gobierno de porteño también comenzó a organizar el transporte
público bajo un gran holding mixto conocido como Corporación de Transportes
Urbanos, que entró en vigencia en 1938.
La AATC permaneció en gran parte independiente, sin embargo
en el período de la posguerra, el clima político en Argentina había cambiado y
en 1948, el Congreso aprobó una ley que nacionalizó el transporte público de
Buenos Aires.
Al reducirse el personal también las actividades del "Hogar
Sanford" se redujeron considerablemente.
En 1951, una gran parte de la Corporación de Transporte
Urbano fue comprada por el estado por AR $ 400 millones, mientras que la
Corporación ya había acumulado deudas con el estado por valor de AR $ 2 mil
millones. Todos los activos de la Corporación
fueron transferidos al estado en enero de 1952.
Los accionistas de AATC no reconocieron la compra y junto con
los otros accionistas de la Corporación de Transporte Urbano, recurrieron al
embajador británico en Argentina. Argentina y
Gran Bretaña llegaron a un acuerdo en diciembre de 1952, para resolver el asunto
de la transferencia de activos; rápidamente el conflicto se resolvió en 1963,[6] cuando finalmente fue llevado ante el Tribunal de
Apelaciones de Buenos Aires, que reconoció que el Estado argentino era, en parte,
responsable de la pérdida de capital de los accionistas extranjeros.
El Plata, domingo 10/3/1929 |
El
recorrido póstumo del tranvía, después de 48 años de vida plena fue el jueves
22 de febrero de 1962. Ya a
esta altura de la decadencia tranviaria hacía algunos años que el “Hogar
Sanford” había cerrado sus puertas iniciando un grave período de deterioro de
lo que fueron sus magníficas instalaciones.
ENTREVISTA DE CARAS Y CARETAS
Cuando se
conversa con Mr. Sanford, uno se imagina en compañía de un abuelo. Su cabello
y su bigote de niveo, su mirada de una serenidad Afectuosa, su modo de hablar el
español, recuerda aquellos ingleses y yanquis que fueron tan criollos viejos y
que, siendo niños, nos contaban historias del mar... Porque el inglés cuando
aprende nuestro idioma, resulta un hombre realmente encantador.
Mr. Sanford es un viejo amigo de la Argentina que nos habla, sencillamente, de la presidencia de Mitre, de la revolución que Tejedor le hizo a Avellaneda y de una partida de armas que tenia para el gobierno del Brasil y que vinieron a dar al Puente Alsina.
- ¡Estos yanquis!... ¡Estos yanquis!... - decía después Tejedor.
Mr. Sanford es un viejo amigo de la Argentina que nos habla, sencillamente, de la presidencia de Mitre, de la revolución que Tejedor le hizo a Avellaneda y de una partida de armas que tenia para el gobierno del Brasil y que vinieron a dar al Puente Alsina.
- ¡Estos yanquis!... ¡Estos yanquis!... - decía después Tejedor.
Ríe Mr. Sanford como
quien relata picardías de muchacho. Hoy hace edificar un “Hogar” para los niños
argentinos, allí en Quilmes, en un país que ya trabaja
de firme, desengañado de tantas “muchachadas” históricas.
Sencillo, activo, no para un segundo a pesar de sus ochenta y tres anos. Cuando fuimos a verlo en el Plaza Hotel ocurrió un pequeño incidente, que ya Eça de Queiroz habla previsto hace más de veinte años, cuando escribió “La ciudad y las sierras”: el ascensor se descompuso. El magnífico ascenso de bronce, una obra perfecta, se paró de golpe merced a un detalle imprevisto. Así pues, usamos la escalera en cuya solidez confiábamos por inveterado espíritu de rutina. En la mitad del camino encontramos a Mr. Sanford que bajaba:
- ¡Pero si algo decía yo que algo habría sucedido!...
¿No es encantador este interés y ese gesto de abuelo? Seguimos andando, mientras comentábamos risueñamente aquel ligero episodio que había establecido una corriente de cordialidad entre nosotros. Ya en la sala, interrogamos con interés:
- Venimos a saludarlo en nombre de Caras y Cajistas y a pesar de su declaración de que este viaje es sólo un paseo, un motivo de gratos recuerdes… siendo usted un hombre de acción, lo natural es que traiga en proyecto alguna nueva idea, alguna útil iniciativa…
- Si… iniciativas siempre hay… claro… pero momentáneamente me siento incapaz de adelantar lo más mínimo. Estoy, ¿cómo diré?, aturdido. Buenos Aires me desconcierta de una manera extraordinaria. Creo que si saliera a caminar por sus calles me perdería… De tal modo ha cambiado, se ha modificado en diez y seis años que falto de aquí.
- Pero las ciudades norteamericanas…
- ¡Ninguna!... esa masa de pueblo que se ve aquí por las calles no se encuentra en otra parte... Es, en realidad, lo poco que hasta ahora he visto de la ciudad, porque como tengo algún tiempo disponible, quiero andar despacio… ¡Si hasta ahora no he ido a conocer el “Hogar” de la compañía!
Esta palabra “compañía” nos recuerda que Mr. Sanford es uno de los ‘pioneer’ de nuestra vialidad metropolitana.
- Yo compré a Lacroze - dice haciendo un vago ademán con el brazo - el tranvía que iba a Barracas... a Barracas...
No logra ubicar bien a Barracas en el plano imaginativo de la ciudad y se echa a reír.
- ¡Estoy perdido!
Esa primera línea es hoy lo que constituye la empresa del Anglo Argentino. En aquel instante hace su entrada en la sala el señor Hale Pearson. Su figura es bien típica y su barba y grandes mostachos, que ya platean algunas canas, el impecable vestir, la corbata escocesa y la opulenta boutonniére [7] hacen inconfundible. Habla algunas palabras en inglés con nuestro interlocutor antes de saludarnos y, rápidamente, pensamos si pasará con su inglés lo que sucede con el castellano de Mr. Sanford… Nunca como en ese momento lamentamos no conocer el idioma de Shakespeare.
- Aquí tiene usted quien podrá contestar a sus preguntas sobro iniciativas – se apresura el simpático anciano, con cierta fruición - el señor Hale Pearson tiene todo en sus manos...
Este, después de tomar asiento, muy grave, se presta de muy buen grado a darnos algunos informes; los informen que un hombre de negocios puede adelantar sobre su acción futura, que nunca son muchos. Sin embargo, agrega algunas impresiones personales sobre el tráfico de la Capital que son interesantes, Preguntamos:
¿Por qué razón todas las líneas de tranvías, acuden inevitablemente al centro de la ciudad? Esto hace imposible aligerar el tránsito, descongestionarlo.
- Porque todo se ha aglomerado aquí, en el Centro.
- ¿Qué líneas nuevas piensa instalar la empresa?
- Ya debieran colocarse nuevas vías y ahora va a empezarse con eso que ha estado demorado por razones... (No nos da las razones)
- ¿No cree usted - se nos ocurre - que hay barrios muy poblados de la Capital que se hallan inexplicablemente aislados entre sí? Por ejemplo una línea de tranvías que uniera a Flores, Villa Devoto, General Urquiza, Belgrano…
- Sí, efectivamente, son barrios muy poblados y que deberían unirse, pero es el Concejo Deliberante quien traza los itinerarios.
- Actualmente hay allí unos servicios de automóviles – insistimos
- que son algo así como una antesala del Purgatorio... Todavía no se usan los techos del vehículo para el transporte de pasajeros, pero como van las cosas pronto sucederá. Últimamente hemos viajado veintiocho personas en un autito de esos cuya capacidad reglamentaria no pasa de doce. [8]
- Sí - convino el señor Hale Pearson - pero creo que parte de esa línea ya está… - Se detuvo para no ser indiscreto. Ya está para hacerse, había querido decir. Nos alegramos con un sentimiento de gratitud que no exhorta cierto saborcillo de venganza. Mr. Sanford no ha estado quieto un momento. Se levanta, da órdenes, vuelve y nos mira complacido y sonriente.
- ¿Cómo hace usted para mantener ese envidiable espíritu de jovial alegría? - no podemos menos de preguntarle.
- Estoy sano, soy sobrio y trabajo siempre. - fue su respuesta.
Como tiene que asistir a una inauguración de la compañía no queremos abusar por más tiempo, de su exquisita amabilidad. Al despedirnos nos invita a que lo visitemos otra vez. Quiere que hablemos de los periódicos, de sus grandes instalaciones y tirajes. Se acuerda de los ‘diaritos’ de antes. Una vez publicaron su caricatura en el 'Don Quijote'… o 'El Mosquito'.
- Los espero el martes, entonces ¿eh? Y al ascensor ya no se va a descomponer. - agrega riendo como un chico. Así es el espíritu de este anciano. Por eso, al cumplir los ochenta años, coronó su larga vida de labor mandando construir un “Hogar” donde pudieran jugar los niños y encontrarse como en su casa. (“Caras y Caretas” Enero 6, de 1923)
Sencillo, activo, no para un segundo a pesar de sus ochenta y tres anos. Cuando fuimos a verlo en el Plaza Hotel ocurrió un pequeño incidente, que ya Eça de Queiroz habla previsto hace más de veinte años, cuando escribió “La ciudad y las sierras”: el ascensor se descompuso. El magnífico ascenso de bronce, una obra perfecta, se paró de golpe merced a un detalle imprevisto. Así pues, usamos la escalera en cuya solidez confiábamos por inveterado espíritu de rutina. En la mitad del camino encontramos a Mr. Sanford que bajaba:
- ¡Pero si algo decía yo que algo habría sucedido!...
¿No es encantador este interés y ese gesto de abuelo? Seguimos andando, mientras comentábamos risueñamente aquel ligero episodio que había establecido una corriente de cordialidad entre nosotros. Ya en la sala, interrogamos con interés:
- Venimos a saludarlo en nombre de Caras y Cajistas y a pesar de su declaración de que este viaje es sólo un paseo, un motivo de gratos recuerdes… siendo usted un hombre de acción, lo natural es que traiga en proyecto alguna nueva idea, alguna útil iniciativa…
- Si… iniciativas siempre hay… claro… pero momentáneamente me siento incapaz de adelantar lo más mínimo. Estoy, ¿cómo diré?, aturdido. Buenos Aires me desconcierta de una manera extraordinaria. Creo que si saliera a caminar por sus calles me perdería… De tal modo ha cambiado, se ha modificado en diez y seis años que falto de aquí.
- Pero las ciudades norteamericanas…
- ¡Ninguna!... esa masa de pueblo que se ve aquí por las calles no se encuentra en otra parte... Es, en realidad, lo poco que hasta ahora he visto de la ciudad, porque como tengo algún tiempo disponible, quiero andar despacio… ¡Si hasta ahora no he ido a conocer el “Hogar” de la compañía!
Esta palabra “compañía” nos recuerda que Mr. Sanford es uno de los ‘pioneer’ de nuestra vialidad metropolitana.
- Yo compré a Lacroze - dice haciendo un vago ademán con el brazo - el tranvía que iba a Barracas... a Barracas...
No logra ubicar bien a Barracas en el plano imaginativo de la ciudad y se echa a reír.
- ¡Estoy perdido!
Esa primera línea es hoy lo que constituye la empresa del Anglo Argentino. En aquel instante hace su entrada en la sala el señor Hale Pearson. Su figura es bien típica y su barba y grandes mostachos, que ya platean algunas canas, el impecable vestir, la corbata escocesa y la opulenta boutonniére [7] hacen inconfundible. Habla algunas palabras en inglés con nuestro interlocutor antes de saludarnos y, rápidamente, pensamos si pasará con su inglés lo que sucede con el castellano de Mr. Sanford… Nunca como en ese momento lamentamos no conocer el idioma de Shakespeare.
- Aquí tiene usted quien podrá contestar a sus preguntas sobro iniciativas – se apresura el simpático anciano, con cierta fruición - el señor Hale Pearson tiene todo en sus manos...
Este, después de tomar asiento, muy grave, se presta de muy buen grado a darnos algunos informes; los informen que un hombre de negocios puede adelantar sobre su acción futura, que nunca son muchos. Sin embargo, agrega algunas impresiones personales sobre el tráfico de la Capital que son interesantes, Preguntamos:
¿Por qué razón todas las líneas de tranvías, acuden inevitablemente al centro de la ciudad? Esto hace imposible aligerar el tránsito, descongestionarlo.
- Porque todo se ha aglomerado aquí, en el Centro.
- ¿Qué líneas nuevas piensa instalar la empresa?
- Ya debieran colocarse nuevas vías y ahora va a empezarse con eso que ha estado demorado por razones... (No nos da las razones)
- ¿No cree usted - se nos ocurre - que hay barrios muy poblados de la Capital que se hallan inexplicablemente aislados entre sí? Por ejemplo una línea de tranvías que uniera a Flores, Villa Devoto, General Urquiza, Belgrano…
- Sí, efectivamente, son barrios muy poblados y que deberían unirse, pero es el Concejo Deliberante quien traza los itinerarios.
- Actualmente hay allí unos servicios de automóviles – insistimos
- que son algo así como una antesala del Purgatorio... Todavía no se usan los techos del vehículo para el transporte de pasajeros, pero como van las cosas pronto sucederá. Últimamente hemos viajado veintiocho personas en un autito de esos cuya capacidad reglamentaria no pasa de doce. [8]
- Sí - convino el señor Hale Pearson - pero creo que parte de esa línea ya está… - Se detuvo para no ser indiscreto. Ya está para hacerse, había querido decir. Nos alegramos con un sentimiento de gratitud que no exhorta cierto saborcillo de venganza. Mr. Sanford no ha estado quieto un momento. Se levanta, da órdenes, vuelve y nos mira complacido y sonriente.
- ¿Cómo hace usted para mantener ese envidiable espíritu de jovial alegría? - no podemos menos de preguntarle.
- Estoy sano, soy sobrio y trabajo siempre. - fue su respuesta.
Como tiene que asistir a una inauguración de la compañía no queremos abusar por más tiempo, de su exquisita amabilidad. Al despedirnos nos invita a que lo visitemos otra vez. Quiere que hablemos de los periódicos, de sus grandes instalaciones y tirajes. Se acuerda de los ‘diaritos’ de antes. Una vez publicaron su caricatura en el 'Don Quijote'… o 'El Mosquito'.
- Los espero el martes, entonces ¿eh? Y al ascensor ya no se va a descomponer. - agrega riendo como un chico. Así es el espíritu de este anciano. Por eso, al cumplir los ochenta años, coronó su larga vida de labor mandando construir un “Hogar” donde pudieran jugar los niños y encontrarse como en su casa. (“Caras y Caretas” Enero 6, de 1923)
COLEGIO MONSEÑOR EMILIO DI PASQUO
Desde 1963 funciona en este predio el colegio
Monseñor Emilio Di Pasquo, perteneciente al Obispado de Quilmes, ubicado entre
las calles Guido; Primera Junta; Pringles y Mozart. Es una institución
educativa de gestión privada, mixto, de jornada
simple y con orientación católica. Fue declarado en el año 2008, Patrimonio Histórico
de Quilmes, pues el edificio fue construido en el año 1867. Actualmente en ese
lugar funciona un jardín de infantes, escuela primaria y secundaria, con una
matrícula de, aproximadamente, 500 educandos.
Monseñor Emilio Antonio Di Pasquo fue el primer
obispo de la diócesis Avellaneda-Lanús creada el 10 de abril de 1961, con la
bula papal “Cum Regnum Dei” de Juan XXIII.
FUENTES
Archivo: Pedriali José por Cao.jpg
"Caras
y Caretas" del 6 de enero de 1923
Biblioteca
Popular Pedro Goyena
"Cien Ciudades Argentinas" Publicación Periódica. Tomo I, 1927.
Hemeroteca
del diario "El Sol" de Quilmes
Periódico
“El Plata”
Scalabrini Ortiz, Raúl. “Historia De
Los Ferrocarriles Argentinos"
(Contiene Ley Mitre De
Ferrocarriles). Ed. Plus Ultra, Bs As, 4ta edición 1964, 20x14, 363 pp
http://www.acciontv.com.ar
accion@argentina.com
NOTAS
[1] Ver EL QUILMERO del lunes, 3 de mayo de 2010, “ORFANATO EVANGÉLICO DE QUILMES - Del ‘Quilmes Orphanage’ al Dios Suplirá”
[1] Ver EL QUILMERO del lunes, 3 de mayo de 2010, “ORFANATO EVANGÉLICO DE QUILMES - Del ‘Quilmes Orphanage’ al Dios Suplirá”
[2] “Asociación
Amigos del Tranvía” y Biblioteca Popular Federico Lacroze
http://www.barriada.com.ar
[3] Ver en EL
QUILMERO del viernes, 10 de junio de 2011,
“FORTUNATO LUIS CICHERO - QUINTA LA REGINA”
[4] Ingeniero
electricista italiano con amplia experiencia en sistemas tranviarios. Alrededor
del año 1907, la empresa belga Societé Financière de Transports et
d'Enterprises Industrielles, más conocida por la sigla SOFINA, obtuvo el
control de la Anglo, aunque sin cambiar su nombre. La Anglo comenzó entonces
una agresiva campaña de captura del mercado del transporte urbano de la ciudad
de Buenos Aires, comprando todas las empresas del rubro a su alcance bajo la
gerencia general de José Pedriali, quien también fue responsable de la
construcción del primer subterráneo de Buenos Aires.
[5] Ver en EL
QUILMERO del sábado, 23 de octubre de 2010,
“RECREO DE ANTONIETTA, A 100 AÑOS DEL BALNEARIO DE LA RIBERA”
[6] Ver en EL
QUILMERO del martes, 21 de febrero de 2017, “EL
ÚLTIMO TRANVÍA… 22 DE FEBRERO DE 1962”
[7]
Boutonnière, que en español significa ojal, es una decoración floral usada
frecuentemente en el pasado generalmente por hombres de cierto nivel social, y
que consistía normalmente en una sola flor en el ojal de la solapa del saco.
[8] Se refiere
a los primeros colectivos que suplían la falta de tranvías en algunos barrios,
una muestra de la corta visión empresarial de los nuevos gerentes de la Anglo.