viernes, 12 de marzo de 2021

EL MAESTRO ARTURO CORRAL, SEMBLANZA - POR JOSÉ ÍTALO NONNA

Por José Italo Nonna.

Con la pureza, simplicidad e ingenua alegría de la niñez de aquellos años, intercaladas con juegos como “el huevo podrido”, estatuas vivientes, la “mancha” y el saltar la soga de las niñas; en medio de incansables correteos se sucedían las clásicas rondas compartidas con los varones, en aquel patio con piso de ladrillos totalmente cubierto por un alto parral, mientras las estridencias de un inquieto loro lo integraban a la algarabía infantil.

Bajo la atenta mirada que fluía de la imponente y adusta imagen del maestro paseándose con sus manos tomadas detrás y su saco gris oscuro como el de los almaceneros de entonces, el único recreo concluía con una orden verbal al no existir campana, ni timbre.

Trascurre la cruenta década de 1940 y acabamos de ingresar al colegio particular de don Arturo Corral, amplia y popularmente conocido como el maestro “Corrales”, tan admirado, respetado, elogiado como a la vez discutido por su estricta disciplina, y hasta temido por sus alumnos más aterradores, pero siempre reconocido por su eficiencia como educador. Nos referimos al Colegio Mixto Sarmiento, que estaba ubicado en la calle Garay entre Moreno y Lavalle, a pocos metros del entonces denominado “Asilo de huérfanas San Vicente de Paúl”, lindante con la actual iglesia “Caracol” de Primera Junta y Lavalle.

Julio Codesal – uno de los tantos alumnos – relata que cuando él llega a vivir a ese barrio alrededor de 1930, contiguo a la casa de los Corral, existía el pequeño tambo de Ríos, con 6 o 7 vacas. En la esquina de Garay y Moreno estaba el almacén de los hermanos Barni, fundado en 1923, luego dedicados a la industria textil a pocos metros de allí; el almacén, luego fue adquirido por don Agustín Comedeiro.

En la intersección de las calles Primera Junta y Lavalle, la familia Francavilla regenteaba un almacén, que luego se fusionó en bar, posteriormente incursionaron en la industria textil; sobre la calle Primera Junta, la vidriería de Melidoni y por Lavalle, la carbonería de Roberto Biassoti. En Garay y Lavalle, don Gregoria de Codesal atendía su comercio de librería y mercería, y los socios Tocalini – Cavanna, hacían los suyo con el corralón “El Roma”, sobre la calle Brown.

Por aquél entonces sobre las improvisadas calles de tosco empedrado y algunas aún de tierra, como lo era Triunvirato, circulaban algunos colectivos de color azul-celeste, cuyo propietario era don Ramón Pérez de la Rocha, la cual denominábamos línea Nº 6, actual 324.

En esta somera semblanza barrial, corresponde destacar la importante labor socio – deportiva – cultural que realizaban los prestigiosos clubes Alumni y El Porvenir, ambos próximos al barrio.

Pero retornemos al colegio Sarmiento, y a don Arturo Corral, nacido en Quilmes el 1º de septiembre de 1893, hijo único de Ramón Corral y de María Causillas, ambos padres de nacionalidad española. Arturo se casa con Mariana de Grazia, y tienen una hija, Elida, quien ejerció también la docencia, secundando  a su padre hasta el fallecimiento de esté, ocurrido a mediados de 1956.

Don Arturo cumplía funciones en el horario de la mañana, en las dependencias del Correo Central, de la capital Federal; a él asistía diariamente mediante el ferrocarril, portando siempre un impecable traje oscuro, sombrero, corbata y chaleco, donde dejaba asomar su reloj de bolsillo.

Las clases se dictaban por la tarde, inclusive los sábados, el aula, era una habitación de la amplia casa con piso de pinotea, a la cual asistíamos alrededor de 30 alumnos de diversas edades; por la noche también asistían adultos.

Por lo general, los padres enviaban a sus hijos a lo de “Corrales”, para apoyar la enseñanza que se impartía en las escuelas públicas, como por ejemplo las escuelas Nº 9 y N° 19, cercanas ambas a la institución; aunque también hubo casos de alumnos que cursaron el ciclo primario completo con el maestro “particular”, debiendo luego rendir un examen para obtener su correspondiente certificado oficial.

Asimismo, muchos padres, confiaban al maestro el encausar a sus hijos que acarreaban con problemas de conducta, a sabiendas y aprobando los métodos de penitencias, los cuales incluían ciertos leves castigos corporales que en la actualidad serían impensados y que, en muchos casos se complementaban con las palizas propinadas por los propios padres, o el tan temido cinturonzazo, por intentar quejarse de las reprimendas impartidas por el maestro.

Las anécdotas son variadas y hasta pintorescas, muchas veces creo, magnificadas, coscorrones, bofetadas, golpes con alguna regla sobre los dedos apretados de una mano, punterazos, (blandir amenazante de una vara de mimbre), y hasta en casos extremos, arrodillarse sobre granos de maíz.

Al margen de cualquier consideración que puedan originarse por las descriptas prácticas, ya sea desde el punto de vista de la eficiencia educativa, provoca la opinión generalizada, por parte de los que asistieron o tuvieron algún acercamiento a él, coincidiendo en que con su gran vocación docente – de espíritu y hasta aspecto físico Sarmientino – lograba óptimos resultados.

    Su escritura, era una impecable letra cursiva inglesa, y precisamente caligrafía era una de las prácticas prioritarias. Disfrutaba con infantil deleite cuando, mientras los alumnos escribían algunos de sus dictados, lograba hacer puntería con una inofensiva goma de borrar, sobre la cabeza del que fuera elegido.

Sin dudas con el objetivo de inculcar la cultura del trabajo, cuando maduraban las uvas y los frutales de su quinta, se las hacía recoger a sus alumnos, obsequiándole luego algo de la cosecha que se había levantado. Para vísperas de Navidad, saludaba a sus alumnos, formándolos en el patio, estrechándoles las manos y obsequiándoles algunas golosinas.

Desde mediados de la década de 1920 y hasta 1956, en que el colegio Sarmiento cerró sus puertas al fallecer su creador, director y maestro; pasaron por sus pupitres, centenares de niñas y niños, que en algunos casos asistían desde lejos; muchos de ellos ya no viven, pero quienes han sido contactados a los efectos de dar forma a esta semblanza educativa, con la particularidad, de la memorable y relevante personalidad de don Arturo Corral, hoy confluyen vivencias intensas y anécdotas de tiempos idos, los cuales compartimos en lo de “Corrales”.

Ellos son: Julio Codesal, Hugo Bidart, José Latuca, Juan A. Campi, Aldo Fernández, Daniel Vidal, Roberto Motta, Juan O. Fedi, Teresa Vázquez, Juan Politto, Sergio Urli, José Dino, Oscar Trovato, y quien les escribe.

José Ítalo Nonna, semblanza presentada en

8ª Jornada Histórica Fotográfica / 12 de septiembre de 2009

Organizada por el Profesor Fernando San Martín.

En el Colegio de Abogados de Quilmes    

 Fotografías  del Sr. Mario Aranda, nieto del Maestro Corral.    

Compilación Prof. Chalo Agnelli