Prof. Chalo Agnelli
Hasta 1850 poco más poco menos, el partido de Quilmes desde el Riachuelo hasta bien avanzado el sur y el oeste era una peniplanicie rutinaria donde proliferaban los arbustos achaparrado, inmensos campos de cardales, cina-cinas, cicutas, duraznillos, sarandíes, ñandubays, ñapindás, cañaverales brotando de las innumerables lagunas, habitadas por zancudas y comejenes, algún ombú excesivo, superpoblado de pájaros, junto a un rancho, quizá otro árbol de imponente porte, producto de una semilla que algún pasajero, animal o humano, dejó caer al descuido. Es difícil imaginar hoy ese paisaje.
Hasta que llegó el juez de paz don Andrés Baranda no hubo un plan político forestal orgánico. “El árbol de la buena sombra”, era el apodo que la comunidad puso a ese hombre benemérito, por su afán obsesivo de cubrir de árboles este pedazo de pampa. Lo miraban con extrañeza, pero, afortunadamente, tuvo en el Dr. José Antonio Wilde, en Augusto Otamendi, en los Soto, los Matienzo, los Barreiro… eco entusiasta. Hoy se podría aplicar ese calificativo a otro notable quilmeño Oscar Tacho Soto, ecologista, poeta, cantor de los hermanos verdes, de la clorofila y los pájaros.
En 1858, Baranda recibió de Domingo F. Sarmiento semillas de eucaliptos y yingos bilobas, que también le entregó a Charles Verseeks encargado de las plantaciones de la estancia San Juan de Leonardo Pereyra. [1] Así comenzó en el país la proliferación de esa especie originaria de Tasmania.
Los primeros almácigos se obtuvieron en la plantación que Baranda tenía en los fondos de su casa de Quilmes (la media manzana ubicada entre Sarmiento, Rivadavia y Paz) y en 1860, su quintero, Antonio Piquetín Ghiorsi, trasladó algunos almácigos a la Estancia Grande que Baranda administraba en la Ensenada, propiedad de su suegro Bernabé Giles, otros retoños se plantaron en los campos de Las Flores y en la chacra de la Cañada junto al arroyo Las Piedra donde aún subsisten siete u ocho ejemplares. Según cuenta Craviotto: “En esta fueron plantados eucaliptus en numero suficiente para formar una avenida con dos dobles filas de árboles, de ancho 25 metros y de largo 500, que conducían desde la antigua entrada hasta el monte de acacias junto a la casa” [2] Estas especies perduraron más que los de la estancia de los Pereyra Iraola pues en 1915 un ciclón de magnitud increíble derribó 5000 eucaliptos de gran altura situados en terrenos bajos.
El aludido Piquetín entre 1868 y 1870 plantó un cerco de cina cina que circundaba el campo de Baranda en Quilmes.
En 1859 a moción del Dr. Wilde se plantaron paraísos alrededor de la plaza principal. También fue arbolada la plaza Tres de Febrero (hoy Dr. José Antonio Wilde apodada “de La Cruz” y paseos de "Los Periodistas")
En el periódico “El Nacional” del 9 de octubre de 1882, dos años después de la muerte de Baranda, bajo el título “Los árboles”, escribió: “… No es una carga la plantación de árboles, pues ha de ser remunerativo como lo son ya y con gran provecho los eucaliptos plantados de diez años a esta parte. El eucaliptos es el marido de la pampa.”
En 1876, Felipe Amoedo, juez de paz y presidente de la municipalidad hace arbolar el camino al río - que se había abierto durante la presidencia municipal de don Augusto Otamendi en 1867 - se plantan sauces a cada lado del mismo y a lo largo de la calle ribereña (hoy Cervantes) El vecino Marcelo Loredo, ese mismo año, hizo un jardín arbolado en la plaza Pinto, (hoy malhadadamente cedida por una administración municipal a un supermercado y complejo de cines) Había en esa plaza un gomero sobre la calle Humberto Primo, que persistió el saqueo y se cayó en el 2010 durante una tormenta y por la falta de atención que exigen las plantas que se hallan en zonas densamente urbanizadas.
Allá por 1930, cuando el tranvía de los Fiorito, que llegaba a la Ribera con turistas del pueblo, de los partidos vecinos y hasta de la Capital, incrementó su frecuencia, los sauces fueron un inconveniente de modo que los sustituyeron por coníferas desmelenadas, de penoso aspecto, aún persisten algunas un tanto maltrechas.
Así, sin laconismo, se fue poblando de arboleda Quilmes, desde el centro poblacional urbano, que es hoy la plaza San Martín, hacia los cuatro puntos irregulares de su extensión. La segunda mitad del siglo XX encontró un territorio forestado con toda la variedad de especies posibles.
EN LA COLONIAHasta 1930 los árboles eran escasos en el incipiente barrio La Colonia. No faltaban los irreflexivos, que sólo ven su ombligo, que juzgaban desidia la falta de inquietudes por plantar árboles. Era lógico que los inmigrantes que adquirían lotes en la zona priorizaban el techo antes que el entorno paisajista. Y cuando el techo estuvo firme no quedó vereda sin sombra.
En la calle Tucumán en el tramo desde Vicente López y Andrés Baranda perviven plátanos jocundos, sexagenarios, de copas abiertas, frondosas, sobre veredas anchas. También verdean algunos paraísos que pierden la enramada en las alturas, simulando un techo verde desde setiembre a marzo y en otoño teje un entramado de sombras en el asfalto. Siempre fue una calle calma, aún guarda la somnolencia de las siestas, pero por la mañana es una fiesta de pájaros que despabilan al más trasnochado.
La calle se amplía entrando por Vicente López y, después de Baranda, vuelve a su medida correspondiente; lo mismo sucede con calle Entre Ríos surcada de paraísos.
Ginkgo biloba, el Gingko, o árbol de los cuarenta escudos
La manzana donde se encuentra la plaza Aristóbulo del Valle, la compró la municipalidad en 1927. El encargado de trazar veredas, sendas y caminos fue el diseñador de parques y jardines Francisco Fernández Melo (también artista plástico y boxeador) En su entorno hizo plantar Ginkgo biloba, uno de los mejores ejemplos de fósil viviente conocido, provenientes de almácigos que Sarmiento había entregado a Andrés Baranda y al Dr. Wilde. En los senderos interiores se colocaron tilos. Los dos, árboles medicinales. La plaza se doraba en otoño y en primavera perfumaba el barrio a muchas cuadras a la redonda.
La falta de control de plagas, por parte de las autoridades municipales de las últimas administraciones, hizo que en los xingos proliferara una especie endémica de clavel del aire (bromelia) llamada Tilandsia Zecheri, variación cafayatensis, que acabó con la mayoría de esos ejemplares, quedando tan solo algunos pocos, también contaminados.
El Ginkgo biloba fue descubierto por el botánico alemán Engelbert Kaempfer (1651-1716) en Japón, en 1691. Después de la bomba de Hiroshima, fue uno de los árboles que quedó en pie en las cercanías del epicentro, por lo que se lo conoce como “portador de esperanza”.
Los ancestros de los que Francisco Fernández Melo hizo plantar, ya habían crecido en ese terreno que hoy es plaza y callan una historia, quizá tan sólo una leyenda romántica, que tiene como protagonistas al Dr. José Antonio Wilde y su esposa y sobrina Victoria Wilde y Rivas. Estando ella gravemente enferma, Wilde hizo plantar a alumnos de la escuela de la maestra Andrea Benítez, que estaba allí cerca, almácigos de Ginkgo biloba en lo que hoy es plaza convocando los hados de la buena salud - recurso desesperado para un científico como era don José Antonio - Victoria murió muy joven el 9 de mayo de 1884, él morirá ocho meses después.
Hasta hace poco en dicha plaza quedaban aproximadamente 18 ejemplares contaminados en camino a un fin cercano.
En marzo de 2010, el por entonces concejal Daniel Turqui y titular de la Sociedad Española de Quilmes recordaba que años atrás el Concejo Deliberante había aprobado una ordenanza de su autoría en donde se intentaba recomponer y curar todos los ginkgos de la Plaza Aristóbulo del Valle de La Colonia. Contando además con nuevas plantaciones de la especie gracias al vecino don Ángel Albertazzi, que transcurrió gran parte de sus 90 y pico de años cultivando ginkgo biloba, que donaría 500 de esos árboles a la Comuna, la que solamente debía asumir el transporte. Al parecer la municipalidad nunca dio cuenta del tema. [3]
También la plaza del Bicentenario (Lavalle, Conesa, Moreno, Colón) tiene una fronda importante. Una de las coníferas que se halla próxima a la esquina de Lavalle y Conesa fue plantada en 1938 por alumnos del colegio Nacional movilizados por la profesora María M. Job; entre ese grupo de adolescentes estaba el profesor Celiar Cella “Quenito”. [4]
EL PARQUE Y EL DORADO
Dos extraordinarias forestaciones aún se lucen en Quilmes. La que prevalece en el Parque de la Cervecería y la de “El Dorado”, antigua chacra del Sr. Dorado que luego adquirió el financista y testaferro inmobiliario de la empresa Bemberg & Cía, Carlos Hillner Decoud. Recientemente al cumplir la Cervecería Argentina Quilmes 120 años se repusieron las señalizaciones de bronce que cada especie arbórea tenía a sus pies y la depredación humana hizo desaparecer.
LOS ABUELOS VERDES
En la esquina de Mitre y Conesa se impone un olmo centenario (Ulmaceae) que adquirió dimensiones extraordinarias. Está en la puerta de la Escuela Normal, donde estuvo la casona de los Clark y luego de los Ctibor, que lucía uno de los parques arbolados más espléndidos del pueblo.
El olmo histórico de Mitre y Conesa en la esquina de la Escuela Normal; se aprecia la altura comparada con un hombre de 1.72 m. |
Dice otra la leyenda, que la señora Ruzena Zeis de Ctibor compró la propiedad en 1904 por el grandioso alcanforero (Cinnamomum camphora), árbol medicinal, que había junto a la vereda de la calle Conesa entre Mitre y Sarmiento.
En Europa, especialmente en España el olmo es una especie en peligro de desaparición por una epidemia llamada "grafiosis", que consiste en un hongo que lo ataca. Este ejemplar quilmeño se haya en perfecto estado de salud por lo cual sería un doble tributo a la naturaleza su preservación. Uno, por la antigüedad que tiene este olmo quilmeño y otro por ser una de las pocas especies a nivel mundial libres de dicha peste terminal, aunque si está atacado por el clavel del aire Tilandsia Zecheri, que aún se puede recuperar con un tratamiento apropiado por parte de las autoridades municipales resposables del espacio público. plazas, árboles y jardines.
Palo borracho de la esquina de Uriburu y Brandsen |
El palo borracho es una especie que encontró en esta zona suelo próspero, quizá todas lo encontraron. En la esquina de Uriburu y Brandsen hay un palo borracho que tiene una circunferencia que ni dos hombres con los brazos extendidos pueden rodear.
Estos árboles que se van en crecimiento alarman a los vecinos, pero son reliquias que de alguna manera se deberían conservar, quizá una manera sería brindando algún aliciente al propietario que los tiene en su vereda como eximirlos de los impuestos de barrido y limpieza o algo similar y asistirlos cuando las raíces o las ramas dañan de alguna manera la propiedad.
Otros notables ejemplares de palo borracho son los que están donde comienza la Avda Rodolfo López, junto al paso a nivel (vereda NE) Estos adquirieron una altura extraordinaria y sus raíces levantaron la calle, la vereda y hasta la casa que los tiene como inoportunos vecinos. Están allí hace más de 60 años.
Palos borrachos de la calle Rodolfo López casi el paso a nivel |
La doctrina sarmientina fue recogida por el Dr. Estanislao Zeballos en 1900, quien promovió que el Consejo Nacional de Educación instituyera el 29 de agosto, como "Día del Arbol".
Es buena terapia para el espíritu, cuando hay turbulencias o desenlaces fortuitos, andar y desandar entre los árboles. Se sale límpido, fresco, el ánimo abierto y dispuesto a seguir.
En otra nota hablaremos del cedro deodara que había en la plaza Hipólito Yrigoyen o de la estación y sobre los eucaliptus del Camino Gral. Belgrano que mandó plantar don Andrés Baranda.
"Mi Arbol Y Yo"
Mi madre y yo lo plantamos en el límite del patio
donde termina la casa, fue mi padre quien lo trajo
yo tenia cinco años y él apenas una rama,
al llegar la primavera abonamos bien la tierra y
lo cubrimos de agua, con trocitos de madera
hicimos una barrera para que no se dañara.
Mi árbol brotó mi infancia pasó, hoy bajo su
sombra que tanto creció tenemos recuerdos mi árbol y yo.
Con el correr de los años con los
pantalones largos me llegó la adolesencia, fue a la
sombra de mi árbol una siesta de verano donde perdí
la inoscencia, luego fue tiempo de estudio con
regresos a menudo pero con plena conciencia, que
iniciaba un largo viaje solo de ida el pasaje me
ganó la ausencia. Mi árbol quedo y el tiempo pasó
hoy bajo su sombra que tanto creció tenemos
recuerdos mi árbol y yo.
Muchos años han pasado y por fin he
regresado a mi terruño querido y en el límite del
patio allí me estaba esperando como se espera un
amigo, parecía sonreírme como queriendo decirme
mira estoy lleno de nidos, ese árbol que plantamos
hace cuarenta y tantos años siendo yo
apenas un niño aquel que brotó y el tiempo
pasó mitad de mi vida con él se quedó.
Hoy bajo su sombra que tanto creció tenemos
recuerdos mi árbol y yo.
Alberto Cortez
Fronda que rodeaba la vieja casona de la familia Clark, luego de los Ctibor y donde funciona hoy la Escuela Normal de Quilmes. |
Prof. CHALO AGNELLI
29/8/2010-2015
NOTAS
[1] Fundador de la familia Pereyra Iraola. Hay un acta labrada en la estancia San Juan con fecha 17 de octubre de 1875 que atestigua este
[2] Craviotto, J. A. “Los eucaliptos de la vieja chacra de D. Andrés Baranda” periódico El Plata. Oct. 1955.
[3] El Sol 30 de marzo de 201
[4] Fallecido en junio 2015
[3] El Sol 30 de marzo de 201
[4] Fallecido en junio 2015